JUNIO 2016
Conexiones
Loops
Hay ciertos momentos, no muchos, no más de una decena, cuyas sensaciones han quedado profundamente impresas en la memoria.
Son recuerdos sinestésicos.
Vuelves a ellos una y otra vez, te asaltan de imprevisto, no los prevés.
Y curiosamente son unos segundos, dos o tres, cierto momento o experiencia.
Literalmente vuelves allí.
Vuelves de allí.
Y no era nada especial, no había miedo, ni inquietud ni alegría, ni ansia ni tristeza ni pasión.
Un momento inerte, congelado en tu memoria, que te atrapa en un loop al que vuelves una y otra vez.
Son recuerdos sinestésicos.
Vuelves a ellos una y otra vez, te asaltan de imprevisto, no los prevés.
Y curiosamente son unos segundos, dos o tres, cierto momento o experiencia.
Literalmente vuelves allí.
Vuelves de allí.
Y no era nada especial, no había miedo, ni inquietud ni alegría, ni ansia ni tristeza ni pasión.
Un momento inerte, congelado en tu memoria, que te atrapa en un loop al que vuelves una y otra vez.
Distancias
Sentimos más profundamente en la distancia.
Anticipamos, previvimos, soñamos, nos ponemos en contexto, en situación.
Esa ciudad...
Ese reencuentro...
El viaje.
El enfrentamiento.
¡Pero nada de eso es real!, claman los budistas.
¿Y qué es real?
He vivido experiencias que me han puesto la piel de gallina,
He anticipado momentos que cortan la respiración.
Me he arrodillado con el estómago revuelto.
He suspirado ante el vacío hueco del corazón.
He sido presa de los nervios, de la excitación.
Todo en la más completa soledad, en la calma de mi habitación, en el engañoso silencio de mi mente.
Y qué decepcionante cuando al final lo consigues.
¿Decepcionante porque nunca cumple?
Anticipamos, previvimos, soñamos, nos ponemos en contexto, en situación.
Esa ciudad...
Ese reencuentro...
El viaje.
El enfrentamiento.
¡Pero nada de eso es real!, claman los budistas.
¿Y qué es real?
He vivido experiencias que me han puesto la piel de gallina,
He anticipado momentos que cortan la respiración.
Me he arrodillado con el estómago revuelto.
He suspirado ante el vacío hueco del corazón.
He sido presa de los nervios, de la excitación.
Todo en la más completa soledad, en la calma de mi habitación, en el engañoso silencio de mi mente.
Y qué decepcionante cuando al final lo consigues.
¿Decepcionante porque nunca cumple?
Lo meo pronto
Lo meo pronto.
Es verdad.
No acumulo los cabreos demasiado tiempo.
O bueno, ejejej, me acabo de acordar de un caso reciente en el que llevo guardándosela desde hace un mes y medio así que puede que sí que me dure.
El cabreo me dura. Vamos a ser sinceras.
Pero cuando me trastocan los planes, me contradicen con mi plano vital (mental), en eso necesito una tarde de rabia, impotencia, cabreo, maldiciones, insultos, conversaciones ideales mantenidas con el origen de este estado alterado, charlas en las que pongo los puntos sobre las íes, en las que mando todo a tomar por culo, en las que me cabreo un poco más. Tardes en las que necesito urgentemente una buena copa de vino.
Y dos.
Tardes de despotricar, analizar la situación, sacarle punta a cada una de las frases, a cada una de las palabras. Tardes de flashbacks, de repeticiones, de atar cabos, de poner en perspectiva, de recordar jirones de conversación.
Tardes de analizar hasta llegar a la semilla del mensaje.
Tardes de repetir, rememorar y contar. RE-PA-SAR. RE-PEN-SAR.
Tardes de conclusiones extremas.
Tardes de resúmenes.
Tardes de visionados constantes de una misma escena, en la pantalla mental.
Tardes en las que la furia crece.
Tardes en las que crees que no podrás controlarla. Qué ves muy lejano el momento en que vuelva la calma.
Tardes de decepciones, tardes de autoculpa por haber permitido que se diera la decepción, que no es sino una idea equivocada sobre algo. ¿Cuándo vas a aprender?
Tardes "recalculando".
Tardes de propósitos, de desencantos, de choques con la realidad, de angustia, de planteamientos.
Tardes de volver a cero, de quedarte en los cimientos, on your knees, y observar el desolador panorama.
Tardes de atisbar y reconocer que te has estado engañando con un plan que no tenía futuro. (¿O acaso esperabas ese cambio que ni te atrevías a acoger entre tus neuronas? Pero la idea ya se había filtrado, ya había llegado el chivatazo. No se puede evitar. Una vez que has pensado algo, aunque intentes ignorarlo, el fogonazo ha llegado y el deslumbre ha impactado. Nada podrá hacer que vuelvas al estado anterior a la idea, aunque sea descabellada. Aunque la ignores deliberadamente cada vez que asoma).
Tardes con sus noches.
Noches de media vuelta y a dormir.
A pierna suelta y sin contemplaciones.
Noches de sueños profundos.
Y a cada noche le sigue su mañana.
Y me encuentro con que el cabreo ya es cosa pasada. (A ver, sigue picando pero tampoco me voy a recrear en ciertas personas antes de tiempo. Todo llegará).
Mañanas en las que compruebo que lo meo pronto.
La rabia, la desilusión, el abandono de planes.
Mañanas en la que me despierto con el mismo propósito de la mañana anterior. Voy a seguir con mi plan, con mis objetivos.
¿Estoy preparada? No
¿Es el mejor momento? Tampoco
¿Me apetece? Pues....
Pero voy a hacerlo. Porque es el momento. Ahora es el momento.
Y las circunstancias no son ideales, pero es que nunca van a llegar, y no tengo tiempo para pararme a comprobarlo.
Es verdad.
No acumulo los cabreos demasiado tiempo.
O bueno, ejejej, me acabo de acordar de un caso reciente en el que llevo guardándosela desde hace un mes y medio así que puede que sí que me dure.
El cabreo me dura. Vamos a ser sinceras.
Pero cuando me trastocan los planes, me contradicen con mi plano vital (mental), en eso necesito una tarde de rabia, impotencia, cabreo, maldiciones, insultos, conversaciones ideales mantenidas con el origen de este estado alterado, charlas en las que pongo los puntos sobre las íes, en las que mando todo a tomar por culo, en las que me cabreo un poco más. Tardes en las que necesito urgentemente una buena copa de vino.
Y dos.
Tardes de despotricar, analizar la situación, sacarle punta a cada una de las frases, a cada una de las palabras. Tardes de flashbacks, de repeticiones, de atar cabos, de poner en perspectiva, de recordar jirones de conversación.
Tardes de analizar hasta llegar a la semilla del mensaje.
Tardes de repetir, rememorar y contar. RE-PA-SAR. RE-PEN-SAR.
Tardes de conclusiones extremas.
Tardes de resúmenes.
Tardes de visionados constantes de una misma escena, en la pantalla mental.
Tardes en las que la furia crece.
Tardes en las que crees que no podrás controlarla. Qué ves muy lejano el momento en que vuelva la calma.
Tardes de decepciones, tardes de autoculpa por haber permitido que se diera la decepción, que no es sino una idea equivocada sobre algo. ¿Cuándo vas a aprender?
Tardes "recalculando".
Tardes de propósitos, de desencantos, de choques con la realidad, de angustia, de planteamientos.
Tardes de volver a cero, de quedarte en los cimientos, on your knees, y observar el desolador panorama.
Tardes de atisbar y reconocer que te has estado engañando con un plan que no tenía futuro. (¿O acaso esperabas ese cambio que ni te atrevías a acoger entre tus neuronas? Pero la idea ya se había filtrado, ya había llegado el chivatazo. No se puede evitar. Una vez que has pensado algo, aunque intentes ignorarlo, el fogonazo ha llegado y el deslumbre ha impactado. Nada podrá hacer que vuelvas al estado anterior a la idea, aunque sea descabellada. Aunque la ignores deliberadamente cada vez que asoma).
Tardes con sus noches.
Noches de media vuelta y a dormir.
A pierna suelta y sin contemplaciones.
Noches de sueños profundos.
Y a cada noche le sigue su mañana.
Y me encuentro con que el cabreo ya es cosa pasada. (A ver, sigue picando pero tampoco me voy a recrear en ciertas personas antes de tiempo. Todo llegará).
Mañanas en las que compruebo que lo meo pronto.
La rabia, la desilusión, el abandono de planes.
Mañanas en la que me despierto con el mismo propósito de la mañana anterior. Voy a seguir con mi plan, con mis objetivos.
¿Estoy preparada? No
¿Es el mejor momento? Tampoco
¿Me apetece? Pues....
Pero voy a hacerlo. Porque es el momento. Ahora es el momento.
Y las circunstancias no son ideales, pero es que nunca van a llegar, y no tengo tiempo para pararme a comprobarlo.
Encarnando el concepto
Sigo desobedeciéndome.
No soy capaz.
Y son cosas tan tontas, tan banales.
Es el mismo proceso siempre.
Negar que vaya a caer, ver asomar las ganas por una esquina de mis apetencias, intentar racionalizar el proceso para así no dejarme llevar, y aguanto diez minutos más.
Viene de nuevo el pensamiento y con tal de no seguir oyendo sus súplicas, caigo. Total, no me va a hacer daño una nueva vez.
Lo que ocurre es que no sólo es una.
Y creo que ésta es una falta que me aleja de tener la vida perfecta.
¿Qué haré cuando no la tenga, contra qué lucharé?
Vendrán otras.
Me obsesionaré con otras.
Y ¿qué es lo que me fastidia tanto de ésta?
Mi falta de control, mi autodesobediencia, mi incapacidad.
Y me quiero acercar a un objetivo, a un estereotipo.
Siempre lo mismo.
¿Quién está a salvo?
Pero no es excusa ni razón. Y me flagelo mentalmente después.
Hasta que de repente empiezo a no darle importancia, a ver que el gran "issue" lo hago yo al darle tanto bombo y platillo.
¿Qué más da? ¿Realmente es importante?
Y si vuelvo a caer pues me río.
De hecho, ni siquiera estoy pendiente de volver a caer, porque ya no hay límite. Me trato con la amabilidad con la que trato a los demás.
Entiendo todas las debilidades menos las mías.
Y eso se ha acabado aquí. Ha sido uno de los aprendizajes del mes. Cuando comencé esta cuarentena sobre la compasión, no entendía ni me gustaba el tema. ¿Me iba a volver una floja? ¿Una sensiblera?
Y resulta que con el desgranar de los días, compruebo en mis carnes lo que he leído desde el primer instante y no presté atención. Que la compasión comienza en uno mismo.
Y sin ponerle empeño, empiezo a no autocriticarme, a ser más laxa en mis propiocepciones.
A relajarme al recordar algo de mi pasado.
Hay cosas de cierta época que recuerdo con aprensión y culpa. Con vergüenza y miedo. Con estupor.
Y de repente, un día, un fogonazo ilumina una cara distinta de lo que había venido observando hasta ahora.
Una comprensión más allá de las 4 imágenes morbosas que mi memoria se empeña en mostrarme constantemente.
Y un halo de indiferencia sutil.
De cansancio y desinterés.
No podría haber sido de otra manera.
Y es cuando empiezas a encarnar, a vivir los efectos de algo que ya puedes sentir como tuyo.
Todas esas teorías, todas esas frases bonitas, están efervesciendo bajo la superficie de la piel, recorren eufóricas cada una de tus células.
Ya es mi experiencia.
Y lo sabía con la mente, pero tenía que vivirlo para que perdiera la pátina teórica, de estereotipo, para que se despojara de las palabras, de la definición, para que dejara de ser un simple término con emociones asociadas.
Ahora lo entiendo.
No soy capaz.
Y son cosas tan tontas, tan banales.
Es el mismo proceso siempre.
Negar que vaya a caer, ver asomar las ganas por una esquina de mis apetencias, intentar racionalizar el proceso para así no dejarme llevar, y aguanto diez minutos más.
Viene de nuevo el pensamiento y con tal de no seguir oyendo sus súplicas, caigo. Total, no me va a hacer daño una nueva vez.
Lo que ocurre es que no sólo es una.
Y creo que ésta es una falta que me aleja de tener la vida perfecta.
¿Qué haré cuando no la tenga, contra qué lucharé?
Vendrán otras.
Me obsesionaré con otras.
Y ¿qué es lo que me fastidia tanto de ésta?
Mi falta de control, mi autodesobediencia, mi incapacidad.
Y me quiero acercar a un objetivo, a un estereotipo.
Siempre lo mismo.
¿Quién está a salvo?
Pero no es excusa ni razón. Y me flagelo mentalmente después.
Hasta que de repente empiezo a no darle importancia, a ver que el gran "issue" lo hago yo al darle tanto bombo y platillo.
¿Qué más da? ¿Realmente es importante?
Y si vuelvo a caer pues me río.
De hecho, ni siquiera estoy pendiente de volver a caer, porque ya no hay límite. Me trato con la amabilidad con la que trato a los demás.
Entiendo todas las debilidades menos las mías.
Y eso se ha acabado aquí. Ha sido uno de los aprendizajes del mes. Cuando comencé esta cuarentena sobre la compasión, no entendía ni me gustaba el tema. ¿Me iba a volver una floja? ¿Una sensiblera?
Y resulta que con el desgranar de los días, compruebo en mis carnes lo que he leído desde el primer instante y no presté atención. Que la compasión comienza en uno mismo.
Y sin ponerle empeño, empiezo a no autocriticarme, a ser más laxa en mis propiocepciones.
A relajarme al recordar algo de mi pasado.
Hay cosas de cierta época que recuerdo con aprensión y culpa. Con vergüenza y miedo. Con estupor.
Y de repente, un día, un fogonazo ilumina una cara distinta de lo que había venido observando hasta ahora.
Una comprensión más allá de las 4 imágenes morbosas que mi memoria se empeña en mostrarme constantemente.
Y un halo de indiferencia sutil.
De cansancio y desinterés.
No podría haber sido de otra manera.
Y es cuando empiezas a encarnar, a vivir los efectos de algo que ya puedes sentir como tuyo.
Todas esas teorías, todas esas frases bonitas, están efervesciendo bajo la superficie de la piel, recorren eufóricas cada una de tus células.
Ya es mi experiencia.
Y lo sabía con la mente, pero tenía que vivirlo para que perdiera la pátina teórica, de estereotipo, para que se despojara de las palabras, de la definición, para que dejara de ser un simple término con emociones asociadas.
Ahora lo entiendo.
Debilidades
Sí, tanta vida sana, tanta restricción alimentaria, ejercicio. Madrugones, la palabra healthy como modo de vida.
Pero también llegan esos días de ansiedad infinita, de un vacío en el núcleo del cuerpo, más allá del estómago, como un agujero negro que no tiene masa ni materia ni forma ni color pero que te va devorando y que sólo puedes acallar con mínimo dos copas de vino.
Y qué decepción, por no decir, qué cabreo si no lo encuentras.
Y el ciego pero satisfactorio paseo hasta el coche mientras te bajas una bolsa entera de patatas fritas.
Y coger la cajita de chocolates y comerte uno detrás de otro sin vislumbrar un final a corto plazo. Te metes en la boca uno y ya estás pensando de qué sabor cogerás el próximo.
Un vacío que no puede ser completado con un atracón de "prohibidos" pero que definitivamente ayuda.
Y no sólo es la profunda necesidad (porque no son ganas ni apetencia) de satisfacer esa hambre voraz.
Al final se trata de sustituir una emoción por otra más potente. Tapar el vacío, ansiedad, insatisfacción, con una sensación de pesadez, aturdimiento, culpa.
Si no satisfaces esta ansia sobreviene un tremendo cabreo, un estado de nervios que te afecta profundamente, la manera en la que te mueves, todo se cae, te golpeas con los picos, se te enreda en los dedos, tropiezas, se te engancha. Y sigue esa ira profunda. No es una ira rabiosa, salivante y crispada. Es una ligera vibración nerviosa que agita todos los pequeños nervios que flotan bajo la piel, detrás de las rodillas, en el interior de de los codos. Algo en tu estructura química ha cambiado y te encuentras con una dosis más elevada de ¿cortisol? ¿adrenalina?
Algo que te mantiene, tensa, alerta pero al mismo tiempo turbia, cansada.
Impaciente.
Desalentada.
De mala hostia.
El teléfono se enciende con una llamada...ignorarlo hasta que pase el día.
Ninguna conversación positiva saldrá de este estado.
¿Qué es real?
¿Y qué es real?
Vivimos más en la mente, en nuestra imaginación, porque ahí somos dueños y cortamos el instante en cuanto queremos, lo dirigimos hacia donde nos apetece y si nos sentimos incómodos: desaparecemos.
Desaparecer. Ése es el gran atractivo de las redes sociales, de vivir a través de un ordenador, en el confort de nuestra cama, de nuestras cuatro protectoras paredes, de las 4 esquinas de la pantalla del móvil.
Es mucho mejor mantener una conversación a través del chat, sin hacer el mínimo esfuerzo en vestirte, moverte, estar atractivo, comunicarte.
Puedes dedicar segundos a la respuesta "perfecta".
Puedes irte a descansar y dejar la conversación colgada, sin terminar.
¿Acaso es más real las cuatro mentiras que te ves obligado a decir por miedo, por ganas de impresionar, de salir del paso o por vergüenza?
Vivimos más en la mente, en nuestra imaginación, porque ahí somos dueños y cortamos el instante en cuanto queremos, lo dirigimos hacia donde nos apetece y si nos sentimos incómodos: desaparecemos.
Desaparecer. Ése es el gran atractivo de las redes sociales, de vivir a través de un ordenador, en el confort de nuestra cama, de nuestras cuatro protectoras paredes, de las 4 esquinas de la pantalla del móvil.
Es mucho mejor mantener una conversación a través del chat, sin hacer el mínimo esfuerzo en vestirte, moverte, estar atractivo, comunicarte.
Puedes dedicar segundos a la respuesta "perfecta".
Puedes irte a descansar y dejar la conversación colgada, sin terminar.
¿Acaso es más real las cuatro mentiras que te ves obligado a decir por miedo, por ganas de impresionar, de salir del paso o por vergüenza?
Decisiones y monedas
Esto es totalmente cierto. Lo que realmente deseas lo sabes en lo profundo de dios sabe dónde y por alguna absurda pero retorcida razón no se nos aparece así a las claras.
Lo que realmente deseas se revela cuando ya has elegido o te ves abocada a la otra opción que te resultaba en un principio tan apetecible como la primera.
Pero voy más allá de esta frase supuestamente atribuida a Buda.
Resulta que este "método" de la moneda sólo sirve si estás en el segundo final y no te puedes echar atrás una vez hayas echado la moneda.
Y puede que te venga a la mente lo que en realidad deseas.
Y puede que, venga, lo veas claro y te decidas a hacerlo.
Pero...esta frase no habla de los cinco minutos de después. Porque siempre hay cinco minutos después (o casi siempre, pero no es momento de ponerse trágicos).
Porque es a partir de esos primeros cinco minutos de claridad, decisión y casi euforia, que empiezan a asomarse las dudas.
Y como esto es una historia enrevesada, como todos los asuntos que tienen lugar en esa "masa gris" que habita entre nuestras orejas, vamos a poner deseo A y Deseo B.
Y una vez que has elegido A empiezas a pensar que era mejor B.
¿O no es verdad?
Y empiezas a ver todos los puntos buenos de B, lo que en realidad te conviene, así como todos los puntos oscuros y terribles que, ilusa y fantasiosa de ti, no habías visto en A.
Y tiene muchíiiiisimos puntos oscuros, al punto de que te preguntas: ¿cómo pudo llegar a ser una opción? ¿En qué estaba pensando?
Y entonce te decides por el otro, por B. Y como tras las decisiones siguen los diez minutos de después y el famoso toro pasado, pues no te cuento como no pongas riendas a tu aburrido cerebro y empieces con el "y si....", "debería haber elegido el otro", y el temido "en qué momento".
Lo que realmente deseas se revela cuando ya has elegido o te ves abocada a la otra opción que te resultaba en un principio tan apetecible como la primera.
Pero voy más allá de esta frase supuestamente atribuida a Buda.
Resulta que este "método" de la moneda sólo sirve si estás en el segundo final y no te puedes echar atrás una vez hayas echado la moneda.
Y puede que te venga a la mente lo que en realidad deseas.
Y puede que, venga, lo veas claro y te decidas a hacerlo.
Pero...esta frase no habla de los cinco minutos de después. Porque siempre hay cinco minutos después (o casi siempre, pero no es momento de ponerse trágicos).
Porque es a partir de esos primeros cinco minutos de claridad, decisión y casi euforia, que empiezan a asomarse las dudas.
Y como esto es una historia enrevesada, como todos los asuntos que tienen lugar en esa "masa gris" que habita entre nuestras orejas, vamos a poner deseo A y Deseo B.
Y una vez que has elegido A empiezas a pensar que era mejor B.
¿O no es verdad?
Y empiezas a ver todos los puntos buenos de B, lo que en realidad te conviene, así como todos los puntos oscuros y terribles que, ilusa y fantasiosa de ti, no habías visto en A.
Y tiene muchíiiiisimos puntos oscuros, al punto de que te preguntas: ¿cómo pudo llegar a ser una opción? ¿En qué estaba pensando?
Y entonce te decides por el otro, por B. Y como tras las decisiones siguen los diez minutos de después y el famoso toro pasado, pues no te cuento como no pongas riendas a tu aburrido cerebro y empieces con el "y si....", "debería haber elegido el otro", y el temido "en qué momento".
Compasión
Por diferentes razones este mes ha girado en torno a la compasión.
Un tema que me dejaba fría.
Está minusvalorado el concepto. Muy manido y ridiculizado.
No se lleva sentir empatía ni solidaridad, está demodé sonreír, entender un problema y ponerte en los zapatos de alguien.
Porque no se trata de sentir lástima, es acompañar en el dolor, como dice la palabra.
Copio aquí algunos de los textos más interesantes que he leído en relación a este tema.
Más adelante, lo digeriré y aparecerán retazos de lo aprendido en algún texto, alguna experiencia.
...self-compassion as one of the greatest challenges to those with a history of addiction. The conscious dialogue with my addictive personality began 16 years ago; prior to that it was a monologue with a very simple message: I need to feel differently; and I need more.
Although I am recovered, the depth of compassion necessary to continue to confront these inner demons continues to astonish me. I still want to feel differently; and I still sometimes think more is the answer. So I eat compulsively, or I watch too much TV, or find some other way to become "comfortably numb". That's the goal of an addictive mind. And yet the life of a yogi is about becoming a sensory human. Becoming more aware, becoming more attuned to what is, becoming one with the flow--and ultimately letting go. Letting go of what? The Shoulds--things should be this way or that way--letting go of my idea and living in the flow of what is.
We humans enjoy the idea of ending suffering. Yet suffering seems to be the way of the human in the world, constantly wishing things, people and events were different from the way they really are. We impose our own ideas of perfection, of how things should be, rather than simply being present with the way things are. Sat Nam is Truth manifested into existence. This existence, not an imaginary fantasy existence.
Yogui Bhajan explained his "3-Part Philosophy of Life".
The first part is "Start From Where You Are". As he spoke, I remember thinking, "Where else are you going to start?" But as I listened, I began to understand the simple yet profound wisdom of his words.
Think about it. So often we start from where we expect to be, or from where we think we "should" be, or from where others think we should be, or from where we want to be. Seldom do we start right from where we actually are.
When we start from where we are, instead of leaping into the end point, we can more clearly identify our strengths, limitations, needs and resources. When we start from where we are, we can better assess what it takes to reach the destination.
And we become compassionate to ourselves. We stop expecting to reach a goal with insufficient resources and instead give ourselves what we need. We become self-compassion in action.
In a practice where we sit with ourselves every day. Where we sit with our minds, our emotions, commotions and our excuses, compassion is the super power that allows us to be with all of it. It allows us to continually show up and 'keep up' despite all the reasons why not to.
Without holding this space of compassion for ourselves we would believe our negative thoughts that tell us "there's no point to this." We would just go back to our quick fixes, to the addiction of temporary relief.
We become compassionate toward ourselves, allowing for imperfections and blocks. Once we are compassionate toward ourselves, it's a quick step to compassion toward others.
Keep up and you'll be kept up.
What about the existence of evil? An epic story from ancient India may help with this understanding. In the Ramayana, God was said to have incarnated as the universally loved Rama. A terrible monster, Ravana, stole away Rama's eternal beloved partner, Sita. With the help of the monkey general Hanuman, Rama ultimately slays the evil monster. Upon his death, Ravana's lieutenant delivers to Rama a pre-written letter from Ravana.
"My Dear Lord Rama, I have always loved You and will always love You. I loved You so much that, before we incarnated in this world, I was the only soul willing to take on the terrible karma of the role that needed to be played in this lifetime. This story needed to unfold, so I was willing because of my love for You to suffer horrible consequences over thousands of lifetimes to come just to play this part for You."
Guru Gobind Singh also fought on the human battlefield from a place of divine love, liberating some pretty evil humans with the release of his arrows.
In this existence in duality, evil arises as the balance to good. The only escape from evil (and the tiring, relentless pursuit of good) is the neutral mind. Things, people, and situations are just the way they are. No need to add a story to the experience.
Of course, we humans do add stories. We don't really need to resist that either; it's just what we do when we are not in a state of merger. We might at least choose a story that raises our frequency.
How we respond to situations is encoded in who we are. We may be led by inner guidance to take up the sword to battle what might be called evil, but we can do this from a place of love, of neutrality. We aren't fixing God's broken creation; we are just being who we are. The Peaceful Warrior arises, and really it was always there.
We don't need to effortfully apply compassion; it is our original nature. If we are reacting to "evil" with a state other than Love, then that reactivity is pointing us back inside to investigate just how and why we are arguing with God. And arguing with God is not a problem, either; Yogi Bhajan used to do that a lot. Just remember where your gripe is when you think certain people or things shouldn't be the way they are; take it up with the Boss.
Every Soul is God. Every aspect of Creation was created by God. Every time you make an exception, then it immediately hurts inside. This path of deep contemplation always leads us back to the same place, the One: Love. Follow the yellow brick road.
"If you can't see God in all, you can't see God at all". No exceptions.
I love this concept from Yogi Bhajan, that compassion is a nature. It is inherent in our character and temperament, it is inborn. It is not something you can turn on or off, it is always there, part of the fabric of our being. Sometimes we get caught in our worries, our stress and selfish thoughts or this mentality to fight for what is ours. In this state fear rules and we stop trusting the one who created us will also take care of us. Without this trust the flow of love is diminished in our lives, the nature of compassion is clouded over with fears and masks adopted from past impressions.
It will take the fearlessness of the Aquarian Warrior to live each day treating every person we meet with kindness and compassion..
"Heart center means, warmth, compassion, passion, kindness, hatred everything which is wonderful in the world and everything which is rotten on the planet, they all come from the heart center. If you set your heart into something, your head will give in, that's why it is the most powerful center and extremely dangerous. On the other hand, this is the only center worth living with, now see to the physical side of it, you have a heart, its electromagnetic field is its own, you can put a pacemaker in it and still you can help it to beat for you."
- Yogi Bhajan
Suddenly I realized that I was not my thoughts.
"You can act as an animal at the altitude of impulse and ground; as an earthling human at the altitude of feelings and horizon; or as an angel at the altitude of essence, Infinity, and the cosmos. It is your choice." - Yogi Bhajan. Accepting these 3 aspects allows you to be genuine and authentic in your interactions. Understanding when to use which aspect is useful to navigate in today's world.