DICIEMBRE 2015
Edito
Ansias, ansias, ansias. El mes de diciembre es el mes del desparrame.
En las compras, los regalos, la comida, la bebida, los autoregalos, despilfarro, canitas al aire,
Y de las ex:
excepciones, excesos, exaltaciones, exclamaciones exacerbadas.
En las compras, los regalos, la comida, la bebida, los autoregalos, despilfarro, canitas al aire,
Y de las ex:
excepciones, excesos, exaltaciones, exclamaciones exacerbadas.
Son unos días en los que, por fin, podemos ignorar, con razones de peso, la culpa y concedernos todos (o casi) los caprichos: beber de más, comer de más, gastar de más, trasnochar de más, saltarse las normas propias de nuestras autoimpuestas rutinas.
Total, es Navidad.
Hay que disfrutarla. Y sí, muchas veces disfrutar es soltarse la melena. Luego abrazaremos con ilusión las normas y el orden. Pero, para eso, primero hay que desfasar un poquito. ¿Cómo era aquella edito del pasado mes de septiembre sobre los ciclos y el ave fénix? Pues eso.
Todas estas ansias y excesos quedan reflejados aquí en un mes lleno de gula, de texturas desbordantes y lujuriosas.
Una oda al exceso.
Yo me voy al Pirineo, de retiro familiar.
Algún día, ALGUNO, iré a una mega fiesta que requiera el modelazo de encaje y largo que estoy deseando ponerme. Pero, últimamente el ambiente es sólo urbano, bohemio y zen. Muy relajado. Ya nadie asiste ni organiza fiestas que requieran alguno de los vestidos que se ven en todas las revistas y escaparates de diciembre.
Esos que invitan a soñar, y te animas a probártelo, para con suerte decir... ¿a dónde voy yo con esto? Brillos, transparencias, terciopelos, bordados, estolas, lentejuelas, aberturas, escotes...
Pero ahora lo más cool es ir en zapatillas de deporte y con camiseta.
Recuerdo aquella frase de Caitlyn Moran sobre las bodas, único evento en que las invitadas aprovechan para ponerse ese vestido que lleva tiempo apolillado en el armario (qué va, siempre aprovechan para comprarse uno nuevo) y poder emular así a todas las mujeres fatales que desfilan por alfombras carmesí en toda clase de galas y eventos, véase los Óscar. Eventos que religiosamente escudriñan de pe a pa, ansiando no peinarse con ese moño rococó, lucir semejantes joyas ni vestirse con tales transparencias y lujos, sino que les llegue un evento que lo merezca.
Hoy en día, ¿adónde vas así vestida sin resultar ridícula y fuera de lugar? ¿Una chalada?
¡Que vuelvan los eventos que requieran ir de largo!, ése es uno de mis deseos para el próximo año. ¿Por qué no?
Siempre lo mismo: paz, dinero y amor. Pues yo quiero eventos disparatados y elegantes, ganarme la vida con alguna de mis dos pasiones (no una, ¡sino dos!) y el tercero, ampliar la familia. Y ojo, que en mi concepto de familia también están incluidos los canes. Y el resto que se quede como está. El amor, la salud, la felicidad, me siento colmada. ¡Y que siga!
A este mes de excesos por antonomasia (no hay otro tan permisivo ni derrochón en el calendario como diciembre), dedico fotos muy suculentas. Ya existe un término para este fenómeno: pornfood; la comida como objeto fetiche: primeros planos, texturas jugosas, formas sinuosas, húmedas... Para que al ver la foto de un postre como el de arriba te extasíes recorriendo los diferentes poros de la masa, casi oigas el crujiente desmoronarse del merengue en tu boca y salives al imaginar el ácido limón que te espera entre las capas de azúcar y clara solidificadas...
Estimulan algo distinto pero muy relacionado con el hambre. Deseo, apetito, ansia.
Y como estamos en diciembre, se permite todo ¿Por qué no? Es que si no ¿cuándo? No es porque lo digan los centros comerciales (que también) es que ya que estamos pelados de frío y se avecinan unos cuantos meses más tiritando, pues al menos calentarnos con las luces navideñas ¿Qué tipo de desierto interminable sería el invierno sin el pit stop de Navidad? Sin estas cenas de trabajo, de amigos, sin estas fiestas, los banquetes, las copitas, los regalos, los viajes a la nieve, las compras, los repasos familiares...
Yo todos los años enarbolo mi alegato pronavideño. No quiero repetirme una vez más. Simplemente hoy llegué a la oficina y se notaba un ambiente distinto.
Más alegre, risas, charlas, nadie en su sitio, menos seriedad.
Algo en el ambiente. Eso es incuestionable.
Llego al super y lo veo lleno de guirnaldas y turrones, y me ilusiona.
Y sobretodo las vacaciones. Tan cercanas y con una comodidad añadida: no tienes que decidir adónde vas ni qué vas a hacer. Está cantado: a casa con la familia. Lo cual ya es una maravilla. No hay que pensar ni decidir.
A mí todo este brillo, las campanillas, el aluvión de gente, los regalos, las reuniones y el "comercio y el bebercio" siempre me han atraído.
¿Qué le voy a hacer?
El espíritu lo llevo de serie.
En versos de Yeats:
El vino entra en la boca
Y el amor entra en los ojos;
Esto es todo lo que en verdad conocemos
Antes de envejecer y morir.
Así llevo el vaso a mi boca.
Y te miro y suspiro
Estimulan algo distinto pero muy relacionado con el hambre. Deseo, apetito, ansia.
Y como estamos en diciembre, se permite todo ¿Por qué no? Es que si no ¿cuándo? No es porque lo digan los centros comerciales (que también) es que ya que estamos pelados de frío y se avecinan unos cuantos meses más tiritando, pues al menos calentarnos con las luces navideñas ¿Qué tipo de desierto interminable sería el invierno sin el pit stop de Navidad? Sin estas cenas de trabajo, de amigos, sin estas fiestas, los banquetes, las copitas, los regalos, los viajes a la nieve, las compras, los repasos familiares...
Yo todos los años enarbolo mi alegato pronavideño. No quiero repetirme una vez más. Simplemente hoy llegué a la oficina y se notaba un ambiente distinto.
Más alegre, risas, charlas, nadie en su sitio, menos seriedad.
Algo en el ambiente. Eso es incuestionable.
Llego al super y lo veo lleno de guirnaldas y turrones, y me ilusiona.
Y sobretodo las vacaciones. Tan cercanas y con una comodidad añadida: no tienes que decidir adónde vas ni qué vas a hacer. Está cantado: a casa con la familia. Lo cual ya es una maravilla. No hay que pensar ni decidir.
A mí todo este brillo, las campanillas, el aluvión de gente, los regalos, las reuniones y el "comercio y el bebercio" siempre me han atraído.
¿Qué le voy a hacer?
El espíritu lo llevo de serie.
En versos de Yeats:
El vino entra en la boca
Y el amor entra en los ojos;
Esto es todo lo que en verdad conocemos
Antes de envejecer y morir.
Así llevo el vaso a mi boca.
Y te miro y suspiro