NOVIEMBRE 2015
Edito
Luces y Sombras.
Sol y lluvia.
Rayos y nubes.
Amarillo y gris.
Seco y mojado.
Oscuridad, luz.
From Darkness to Dark.
To less dark.
It´s dark in the darkness, que decía la canción.
Contrastes.
Este mes de noviembre me apetecía dedicarlo a paisajes mojados, a la lluvia, regueros de agua que caen mientras te paras dentro del coche y te haces la absurda pregunta de si vas a conducir con esta lluvia. Choques de paraguas, pie al charco, calcetines mojados, coche (hijo p...) que pasa rápido y te salpica. Microlluvia en la cara, pulverizadas gotas anidando en tu pelo como diminutos diamantes. Pelo encrespado, olor a ozono.
Y de repente, un día, sale un rayo de sol. Y te lanzas a la calle a disfrutarlo aunque la temperatura baje, aunque tengas que abrigarte hasta las orejas.
Días grises que prometen lluvia sin soltar gota.
Días amenazantes que sólo descargan un breve rato pero que se hacen recordar todo el día: barro en los zapatos, arenilla por la casa, las patitas de la perra marcadas en el parquet, limpiaparbrisas hiperactivos, ropa húmeda...
Y echando de menos esos rayos dorados, cegadores, brillantes, deslumbrantes.
El radiante amarillo, destellos de sol.
Mientras tanto, el invierno se acerca. El implacable frío que se mete por todos los rincones, encontrándote en cada sitio donde hayas bajado la guardia: el hueco de la manga, la nuca al descubierto, los tobillos, los huecos de un jersey de punto grueso, la cintura al aire con una camiseta demasiado corta. La puerta abierta, las sábanas escalofriantes, la salida de la ducha, el pelo mojado, los pies constantemente helados, los ojos lagrimosos en cuanto coges velocidad, la mano útil sin guante, las orejas insensibilizadas.
Cierra la puerta, echa la persiana, ¡no abras la ventana!
Mejillas coloradas, palabras llenas de vaho, pieles de gallina, vello erizado.
Así va llegando el invierno.
Tic tac tic tac. Implacable. Irreductible, Imparable.
Este noviembre vamos cambiando el mood, el estilo, las apetencias: la ropa oscura, la música electrónica y el ambiente húmedo.
Lescop, La Foret
https://www.youtube.com/watch?v=Njpw2PVb1c0
Alternando días grises y detalles llenos de luz. No perdemos de vista cualquier cosa que nos inyecte calor, luminosidad, vitalidad.
Al final, sin buscarlo, sale el paralelismo con nuestra vida: días monótonos, grises, iguales, indiferenciados. Y de repente, cuando menos lo esperas, el rayo de sol. Una visita, un evento, un viaje, una llamada, un regalo, una sorpresa.
La excepción.
No siempre es una excepción positiva.
A veces una mala noticia viene a oscurecer más el implacable y severo frío, volviéndolo despiadado y salvaje.
¿Qué pasa cuando tú has salido del agujero pero alguien a quien adoras no? Sigue ahí en el fondo, resbalándose en el barro, incapaz de escapar. Sí, nos persiguen viejas deudas. Nos persigue nuestro carácter. Estás enquistada en el surco de un sankara en el que resbalas constantemente, luchas con uñas y dientes, te agarras, lo intentas, coges impulso, saltas... Para volver a caer hasta el fondo con un buen revolcón.
Como Sísifo, intentas una y otra vez. Una y otra vez. Levantas la roca, parece que vas a conseguirlo. Esta vez sí: saldrás del hoyo y encauzarás tu vida. Tienes planes, tienes intenciones, tienes la disposición y las ganas.
La determinación.
Pero las costumbres de toda una vida no se pueden soltar así como quien arroja un papel viejo a la papelera, como quien tira un pitillo fulminado.
Se necesita una fuerte determinación, como decía el personaje de Jonathan Franzen.
Se necesita un ángel de la guarda que te ayude a reconducir tu vida.
Y yo no puedo hacer nada. Sólo desesperarme y, curiosamente, sentirme culpable.
Sentir que yo tengo que ayudar, desesperadamente. Que no es justo que yo esté feliz y ella sufriendo preocupada.
Me siento acorralada, angustiada. Quiero correr a defenderla, a sacarla de ese estado, al menos acompañarla y que comparta conmigo su.... ¿gafe? ¿mala suerte? ¿putada?
Y una profunda impotencia porque no sé ni por donde empezar. Porque no es algo que pueda hacer yo sino ella misma, ella sola.
Pienso que hay gente que ante un hecho desagradable y drástico, le impacta profundamente y decide cambiar de rumbo. Dejar de repetir la causa de sus problemas. Ante una simple pero contundente llamada de atención del destino.
Otros, sin embargo, nos picamos y decidimos que no tiene porqué repetirse ese "golpe de mala suerte" e insistimos en nuestra conducta temerarios e insolentes.
Pero se repite, se repite el golpe, cada vez más fuerte. ¿Te deja aturdida y no sabes cómo reponerte? Necesitas un par de buenos golpes más, de esos que afectan a tu seguridad, honor y bolsillo, para que te replantees tus faltas.
Y un largo tiempo para abandonarlas.
Pero el tiempo pasa, pasa.
¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo hago?
Y a cada segundo, todo se complica más.
Al final, sin buscarlo, sale el paralelismo con nuestra vida: días monótonos, grises, iguales, indiferenciados. Y de repente, cuando menos lo esperas, el rayo de sol. Una visita, un evento, un viaje, una llamada, un regalo, una sorpresa.
La excepción.
No siempre es una excepción positiva.
A veces una mala noticia viene a oscurecer más el implacable y severo frío, volviéndolo despiadado y salvaje.
¿Qué pasa cuando tú has salido del agujero pero alguien a quien adoras no? Sigue ahí en el fondo, resbalándose en el barro, incapaz de escapar. Sí, nos persiguen viejas deudas. Nos persigue nuestro carácter. Estás enquistada en el surco de un sankara en el que resbalas constantemente, luchas con uñas y dientes, te agarras, lo intentas, coges impulso, saltas... Para volver a caer hasta el fondo con un buen revolcón.
Como Sísifo, intentas una y otra vez. Una y otra vez. Levantas la roca, parece que vas a conseguirlo. Esta vez sí: saldrás del hoyo y encauzarás tu vida. Tienes planes, tienes intenciones, tienes la disposición y las ganas.
La determinación.
Pero las costumbres de toda una vida no se pueden soltar así como quien arroja un papel viejo a la papelera, como quien tira un pitillo fulminado.
Se necesita una fuerte determinación, como decía el personaje de Jonathan Franzen.
Se necesita un ángel de la guarda que te ayude a reconducir tu vida.
Y yo no puedo hacer nada. Sólo desesperarme y, curiosamente, sentirme culpable.
Sentir que yo tengo que ayudar, desesperadamente. Que no es justo que yo esté feliz y ella sufriendo preocupada.
Me siento acorralada, angustiada. Quiero correr a defenderla, a sacarla de ese estado, al menos acompañarla y que comparta conmigo su.... ¿gafe? ¿mala suerte? ¿putada?
Y una profunda impotencia porque no sé ni por donde empezar. Porque no es algo que pueda hacer yo sino ella misma, ella sola.
Pienso que hay gente que ante un hecho desagradable y drástico, le impacta profundamente y decide cambiar de rumbo. Dejar de repetir la causa de sus problemas. Ante una simple pero contundente llamada de atención del destino.
Otros, sin embargo, nos picamos y decidimos que no tiene porqué repetirse ese "golpe de mala suerte" e insistimos en nuestra conducta temerarios e insolentes.
Pero se repite, se repite el golpe, cada vez más fuerte. ¿Te deja aturdida y no sabes cómo reponerte? Necesitas un par de buenos golpes más, de esos que afectan a tu seguridad, honor y bolsillo, para que te replantees tus faltas.
Y un largo tiempo para abandonarlas.
Pero el tiempo pasa, pasa.
¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo hago?
Y a cada segundo, todo se complica más.