DICIEMBRE 2016
Conexiones
"Te sientas a cenar y el mundo que conoces se acaba", esta frase de Joan Didion con la que comienza su libro "El año del pensamiento mágico", me asaltó el otro día en un paseo por la tarde.
Teníamos planes, toda nuestra tarde perfectamente enlazada en un hecho tras otro, podía incluso percibir mi estado de ánimo en cada uno de los momentos, qué ocurriría exactamente... No era consciente de haber hecho esta anticipación hasta ese momento.
Un momento en el que una incoherencia se mantiene unos segundos más de lo normal. ¿Qué pasaría si no apareciera? ¿Si no volviera? Y miles de acontecimienos con sus respectivos estados de ánimo. Todo el mundo delicadamente planificado y empaquetado para regalo, listo to take away, saltará por los aires. Tu excesiva confianza, casi al punto de la soberbia, tu ingenuidad y ridícula credulidad de manifiesto. Y te observas en ese instante entre la normalidad y el drama. Interminables segundos.
¿De qué lado caerá la moneda?
Teníamos planes, toda nuestra tarde perfectamente enlazada en un hecho tras otro, podía incluso percibir mi estado de ánimo en cada uno de los momentos, qué ocurriría exactamente... No era consciente de haber hecho esta anticipación hasta ese momento.
Un momento en el que una incoherencia se mantiene unos segundos más de lo normal. ¿Qué pasaría si no apareciera? ¿Si no volviera? Y miles de acontecimienos con sus respectivos estados de ánimo. Todo el mundo delicadamente planificado y empaquetado para regalo, listo to take away, saltará por los aires. Tu excesiva confianza, casi al punto de la soberbia, tu ingenuidad y ridícula credulidad de manifiesto. Y te observas en ese instante entre la normalidad y el drama. Interminables segundos.
¿De qué lado caerá la moneda?
"Me concentro dócilmente en la cuestión de por qué los lavabos americanos siempre nos parecen enfermerías para la ansiedad pública, el sitio para recuperar el control", David Foster Wallace.
Porque es un sitio aséptico cual mesa quirúrgica. Todo porcelana y azulejos, tonos claros, bien frotados con olores desinfectantes para que nada pueda aflojarte, enturbiar más tu estado mental.
Un lavabo permite la intimidad en la que recuperar la objetividad, reunir las tropas de nuestra entereza, clarividencia, mientras calmamos, retiramos las emociones acumuladas a punto de estallar fuera de control.
Es un punto cero. No man´s land.
Entras, te sientas en el váter, o te miras en el espejo e intentas poner las cosas claras. Ponerte las cosas claras, porque obviamente estás descontrolada, dejándote llevar por sentimientos con los que no contabas, emociones encontradas, te están llevando a terrenos que no tenías mapeados.
En el lavabo puedes respirar hondo, mirarte al punto más profundo de tus ojos y aleccionarte o cuestionar tus intenciones. ¿Qué estás haciendo, dios mío?, ¿Te vas a poner a llorar?, ¡Quieres tomar el control!, ¡Cuando quieras le dices lo que piensas!, ¡A ver, a ver, a ver... recapitulemos!
En el lavabo puedes relajar la máscara y evaluar la situación según tu estado facial. Cuando se cae la sonrisa irónica de cartón piedra, la eterna ceja escépticamente levantada, cuando nuestro humorista incansable desaparece, o la mirada de profunda amabilidad y consentimiento se esfuma.
Eso nos relaja de los baños públicos, Y tienen que ser públicos, en los que te puedes explayar un poco más, dedicar más tiempo, siempre tendrás la excusa de que había cola o no haberlo encontrado (ganando unos minutos preciosos). Son los baños públicos los que propocionan la suficiente dosis de impersonalidad. No hay ni botes cosméticos, alfombrilla, ni toalla usada, que mermen la imparcialidad que necesitas.
En el baño de una casa, ya sea propia o ajena, todos estos restos personales espesan la mente, necesitamos un ambiente esterilizado.
Un ambiente que invite a respirar hondo, respirar varias veces, muy hondo, recuperando el control.
Porque es un sitio aséptico cual mesa quirúrgica. Todo porcelana y azulejos, tonos claros, bien frotados con olores desinfectantes para que nada pueda aflojarte, enturbiar más tu estado mental.
Un lavabo permite la intimidad en la que recuperar la objetividad, reunir las tropas de nuestra entereza, clarividencia, mientras calmamos, retiramos las emociones acumuladas a punto de estallar fuera de control.
Es un punto cero. No man´s land.
Entras, te sientas en el váter, o te miras en el espejo e intentas poner las cosas claras. Ponerte las cosas claras, porque obviamente estás descontrolada, dejándote llevar por sentimientos con los que no contabas, emociones encontradas, te están llevando a terrenos que no tenías mapeados.
En el lavabo puedes respirar hondo, mirarte al punto más profundo de tus ojos y aleccionarte o cuestionar tus intenciones. ¿Qué estás haciendo, dios mío?, ¿Te vas a poner a llorar?, ¡Quieres tomar el control!, ¡Cuando quieras le dices lo que piensas!, ¡A ver, a ver, a ver... recapitulemos!
En el lavabo puedes relajar la máscara y evaluar la situación según tu estado facial. Cuando se cae la sonrisa irónica de cartón piedra, la eterna ceja escépticamente levantada, cuando nuestro humorista incansable desaparece, o la mirada de profunda amabilidad y consentimiento se esfuma.
Eso nos relaja de los baños públicos, Y tienen que ser públicos, en los que te puedes explayar un poco más, dedicar más tiempo, siempre tendrás la excusa de que había cola o no haberlo encontrado (ganando unos minutos preciosos). Son los baños públicos los que propocionan la suficiente dosis de impersonalidad. No hay ni botes cosméticos, alfombrilla, ni toalla usada, que mermen la imparcialidad que necesitas.
En el baño de una casa, ya sea propia o ajena, todos estos restos personales espesan la mente, necesitamos un ambiente esterilizado.
Un ambiente que invite a respirar hondo, respirar varias veces, muy hondo, recuperando el control.
Reflexiones sobre el miedo de Jai Jagdeesh
El miedo es irracional, es aleatorio. Es un camaleón esquivo y pícaro que a menudo se muestra como la voz más inteligente de la habitación. Tiene la capacidad de detenerlo todo, confundiendo nuestras corazonadas e impulsos. Tiene la capacidad de hacernos sentir que nosotros, con nuestras almas cósmicamente alineadas, no sabemos qué es eso que ocurre. Que no somos tan intuitivos como creemos ser y que necesitamos esperar hasta que alguien más sabio/fuerte/ mejor venga a darnos la respuesta, solución o apoyo antes de que demos "el GRAN PASO". A lo que yo digo: ¡ja!
Tienes las respuestas dentro de ti. El miedo es simplemente el mono en un rincón que intenta que no te arriesgues, que te achiques. Pero tú no eres poca cosa. Eres una expresión del universo en forma mortal. Tienes belleza para compartir. Regalos que dar. Amor por recibir. Por favor, no te niegues todo esto por compartir, dar o recibir. No dejes que el esquivo y pícaro camaleón te distraiga de profundizar y escuchar la música de tu corazón.
Hay mucha vida por vivir. Vívela.
Y un día si te das cuenta de que aquello que solías amar ya no te sigue encendiendo/iluminando, quiero que tengas la entereza mental y el coraje en tu corazón para decir: "De qué manera perfecta y maravillosa he evolucionado a este nuevo estado. Me pregunto qué será lo próximo para mi indomable espíritu".
Alguna veces, en momentos de calma, un suave susurro consigue llegar a través de mí. Una voz que es mía y al mismo tiempo no lo es, me habla, recordándome que estoy hecha del material de las estrellas. Ese infinito está en mí, ese infinito soy YO, y que no hay nada que temer. Que si sencillamente fuera consciente de la bella manera en la que todas las piezas de la vida -incluso las más duras- han sido alineadas a mi favor, siempre para lo mejor, nunca jamás estaría preocupada de nuevo.
Estamos aquí para recordar quién somos, qué somos, y que todo está bien.
Tienes las respuestas dentro de ti. El miedo es simplemente el mono en un rincón que intenta que no te arriesgues, que te achiques. Pero tú no eres poca cosa. Eres una expresión del universo en forma mortal. Tienes belleza para compartir. Regalos que dar. Amor por recibir. Por favor, no te niegues todo esto por compartir, dar o recibir. No dejes que el esquivo y pícaro camaleón te distraiga de profundizar y escuchar la música de tu corazón.
Hay mucha vida por vivir. Vívela.
Y un día si te das cuenta de que aquello que solías amar ya no te sigue encendiendo/iluminando, quiero que tengas la entereza mental y el coraje en tu corazón para decir: "De qué manera perfecta y maravillosa he evolucionado a este nuevo estado. Me pregunto qué será lo próximo para mi indomable espíritu".
Alguna veces, en momentos de calma, un suave susurro consigue llegar a través de mí. Una voz que es mía y al mismo tiempo no lo es, me habla, recordándome que estoy hecha del material de las estrellas. Ese infinito está en mí, ese infinito soy YO, y que no hay nada que temer. Que si sencillamente fuera consciente de la bella manera en la que todas las piezas de la vida -incluso las más duras- han sido alineadas a mi favor, siempre para lo mejor, nunca jamás estaría preocupada de nuevo.
Estamos aquí para recordar quién somos, qué somos, y que todo está bien.