SEPTIEMBRE 2016
Conexiones
Virtudes o defectos
Lo que les gusta de ti es por lo que te respetan.
Y por lo que te odian.
Te criticarán por todas esas cualidades tan dignas de elogio.
Es una mezcla de admiración y rabia.
Oscilando entre el bien y el mal. Entre la simpatía y el rechazo.
Según quien pregunte.
Y por lo que te odian.
Te criticarán por todas esas cualidades tan dignas de elogio.
Es una mezcla de admiración y rabia.
Oscilando entre el bien y el mal. Entre la simpatía y el rechazo.
Según quien pregunte.
Líneas de la mano
Se pueden cambiar las líneas de la mano.
Se pude cambiar el camino.
Algo que incorporas en tu vida. Una nueva rutina.
No te cuestionas ni flaqueas.
Sigues ahí.
Un día y otro.
Repites.
Sin importarte el resultado. Sin juzgarlo.
Juzgando lo valoras y te aferras.
Es el intrincado laberinto emocional.
Una emoción lleva a otra.
Las palabras escondiendo emociones.
MIcroconexiones de sensaciones que van encadenándose. De lo sutil a lo burdo, Hacia sensaciones que asfixian, que no controlas.
Pero continúas haciéndote fuerte en tu determinación.
Sankalpa Shakti.
Y, poco a poco, vas creando el nuevo surco.
Un día abres los ojos ante las calientes palmas de las manos, parpadeas, vienes de muy lejos.
Lees tus manos como un libro, en tres líneas, de arriba abajo.
"Prabhate Kara Darshanam".
El poder está en tus manos.
Y descubres un nuevo trazo.
Aún pequeño, débil, pero está ahí. Indudablemente.
Atraviesa una línea antigua, un alto en el camino, una intersección.
Sí, un nuevo camino.
Se pude cambiar el camino.
Algo que incorporas en tu vida. Una nueva rutina.
No te cuestionas ni flaqueas.
Sigues ahí.
Un día y otro.
Repites.
Sin importarte el resultado. Sin juzgarlo.
Juzgando lo valoras y te aferras.
Es el intrincado laberinto emocional.
Una emoción lleva a otra.
Las palabras escondiendo emociones.
MIcroconexiones de sensaciones que van encadenándose. De lo sutil a lo burdo, Hacia sensaciones que asfixian, que no controlas.
Pero continúas haciéndote fuerte en tu determinación.
Sankalpa Shakti.
Y, poco a poco, vas creando el nuevo surco.
Un día abres los ojos ante las calientes palmas de las manos, parpadeas, vienes de muy lejos.
Lees tus manos como un libro, en tres líneas, de arriba abajo.
"Prabhate Kara Darshanam".
El poder está en tus manos.
Y descubres un nuevo trazo.
Aún pequeño, débil, pero está ahí. Indudablemente.
Atraviesa una línea antigua, un alto en el camino, una intersección.
Sí, un nuevo camino.
Una mente maravillosa
Observar tu mente como la del protagonista de la película.
Te sientas a meditar, con firme determinación.
Y la idea de estar enfrente de un río, de la corriente sin freno de tu mente, mientras observas los pensamientos que llegan, como troncos flotando, y tranquilamente los dejas pasar, no te aferras a ellos.
Te sumerges en el silencio. Pero los pensamientos siguen ahí. Te proponen frases sueltas e inconexas, imágenes, situaciones.
Y tú sabes, como Jonh Nash, que no son reales, que es tu mente la que está deseando captar tu atención, como un niño pequeño.
Reclamos cada vez más espectaculares, más llamativos, morbosos, en los que seguro picas.
Pero tú no les prestas atención.
Hechos del pasado, del futuro, que no han ocurrido aún, que no fueron como tú crees.
Así que sabes que están ahí, que te llaman, pero los ignoras con una sonrisa y sigues en lo tuyo, con tu mantra.
Lo demás no es REAL.
Te sientas a meditar, con firme determinación.
Y la idea de estar enfrente de un río, de la corriente sin freno de tu mente, mientras observas los pensamientos que llegan, como troncos flotando, y tranquilamente los dejas pasar, no te aferras a ellos.
Te sumerges en el silencio. Pero los pensamientos siguen ahí. Te proponen frases sueltas e inconexas, imágenes, situaciones.
Y tú sabes, como Jonh Nash, que no son reales, que es tu mente la que está deseando captar tu atención, como un niño pequeño.
Reclamos cada vez más espectaculares, más llamativos, morbosos, en los que seguro picas.
Pero tú no les prestas atención.
Hechos del pasado, del futuro, que no han ocurrido aún, que no fueron como tú crees.
Así que sabes que están ahí, que te llaman, pero los ignoras con una sonrisa y sigues en lo tuyo, con tu mantra.
Lo demás no es REAL.
Dioses y demonios
Todos los dioses y los demonios que luchan en esas epopeyas, leyendas, mitos maravillosos. Explican el nacimiento del mundo, su origen, una cosmogonía que es al mismo tiempo la protagonista de las distintas fuerzas que mueven nuestra psique. Nuestra mente es un constante campo de batalla con efímeros momentos de paz.
Somos bombardeados con frases, acciones, en momentos inesperados que hacen reverberar todo nuestro esquema de pensamiento, nuestro mar emocional se revuelve como un tsunami, nuestra percepción, nuestros sentidos. Y frente a este "ataque" reaccionamos. Se desencadenan auténticas batallas en nuestro interior: los dioses se levantan cada uno esgrimiendo su mayor cualidad: bondad, perdón, poder, fuerza, calma...y nuestros demonios toman sus armas: odio, maldad, pereza, envidia, ambición... Muchos poseen dos cualidades contradictorias, tienen dos caras, o nos muestran así.
Depende de quién ostente el poder... en ese momento.
Toda una genealogía, hermanos, padrastros, hermanastras, primos, amantes, enemigos, etc. Con sus influencias, sus arrebatos, sus compromisos, enlaces de poder, debilidades, rechazos...
Constantemente en lucha, una pelea contínua, una mezcla de fuerzas, influencias y tensiones.
Más encarnizada, más pacífica, guerras frías.
Este es el significado de las cosmogonías. Explican el origen del universo, de la vida, pero a pequeña escala también explican el funcionamiento de nuestra mente.
Somos pequeñas repeticiones de lo que ocurre allí lejos, donde compiten las estrellas.
Historias que explican la lucha entre dos fuerzas básicas, el bien y el mal, bajo miles de disfraces.
Quién vence, quién prevalece.
Todo se reduce básicamente a esto.
Cuando meditas, estás en silencio, se van acallando todos los personajes, como una ráfaga fría que recorriera la nuca de cada guerrero apostado en el campo de batalla. Un silencio helado que hace que acallen todas sus voces, una presencia que impone con su silencio, con sus grandes oídos que todo lo escuchan pero nada oyen.
En una quietud estremecedora.
En realidad tú eres un camino. Tu cerebro es un camino donde transitan todos los dioses. Si en el camino veo un dios y me creo un dios, he caído en la trampa del gurú. En realidad, somos el camino por donde pasan las cosas, no los transeúntes. (Psicomagia. Jodorowski)
Somos bombardeados con frases, acciones, en momentos inesperados que hacen reverberar todo nuestro esquema de pensamiento, nuestro mar emocional se revuelve como un tsunami, nuestra percepción, nuestros sentidos. Y frente a este "ataque" reaccionamos. Se desencadenan auténticas batallas en nuestro interior: los dioses se levantan cada uno esgrimiendo su mayor cualidad: bondad, perdón, poder, fuerza, calma...y nuestros demonios toman sus armas: odio, maldad, pereza, envidia, ambición... Muchos poseen dos cualidades contradictorias, tienen dos caras, o nos muestran así.
Depende de quién ostente el poder... en ese momento.
Toda una genealogía, hermanos, padrastros, hermanastras, primos, amantes, enemigos, etc. Con sus influencias, sus arrebatos, sus compromisos, enlaces de poder, debilidades, rechazos...
Constantemente en lucha, una pelea contínua, una mezcla de fuerzas, influencias y tensiones.
Más encarnizada, más pacífica, guerras frías.
Este es el significado de las cosmogonías. Explican el origen del universo, de la vida, pero a pequeña escala también explican el funcionamiento de nuestra mente.
Somos pequeñas repeticiones de lo que ocurre allí lejos, donde compiten las estrellas.
Historias que explican la lucha entre dos fuerzas básicas, el bien y el mal, bajo miles de disfraces.
Quién vence, quién prevalece.
Todo se reduce básicamente a esto.
Cuando meditas, estás en silencio, se van acallando todos los personajes, como una ráfaga fría que recorriera la nuca de cada guerrero apostado en el campo de batalla. Un silencio helado que hace que acallen todas sus voces, una presencia que impone con su silencio, con sus grandes oídos que todo lo escuchan pero nada oyen.
En una quietud estremecedora.
En realidad tú eres un camino. Tu cerebro es un camino donde transitan todos los dioses. Si en el camino veo un dios y me creo un dios, he caído en la trampa del gurú. En realidad, somos el camino por donde pasan las cosas, no los transeúntes. (Psicomagia. Jodorowski)
El tiempo cíclico, la vida como un sueño dentro de un bucle
En septiembre, habiendo vuelto de las breves vacaciones, con días en los que vemos cómo se extingue el sol de verano y comienza una nueva estación, en la que empezamos a vislumbrar el final del año y nos asustamos sobre lo rápido que pasa todo, y qué distinto es aunque volvamos a repetir el mismo ciclo, el mismo patrón.
Toda esta efímera pero constante rutina hace que piense en el paso del tiempo, en la reiteración, en sueños, en ciclos, en líneas rectas, en lo real y lo irreal y de repente me encuentro leyendo un libro de Heinrich Zimmer que ilustra una visión nueva para mí, la comparto aquí.
...una filosofía de la historia con un sentido cíclico del tiempo que proviene de los Vedas.
El Buda es único entre los seres humanos y los dioses, no porque no hubiera nunca nadie semejante a él, sino porque, en su unicidad, él ya había estado aquí antes. Paso a paso, enseñanza a enseñanza, ya estuvo en los tiempos más antiguos, no sólo una vez, sino hasta tres veces, y otras incluso no estuvo.
...lo que para nosotros constituye el inicio de la historia de la India - la invasión de los arios- como una época nueva y un episodio muy reciente: una era más; como vemos más tarde, en la invasión del islam o de los ingleses en la india, un nuevo acto de esta larga obra de teatro. (...). Lo que (...) podría parecernos toda su vida, constituye para ella solamente un día de su mundo. Ella recuerda lo que nosotros hemos olvidado que tenemos que arrancar del suelo para aprenderlo de nuevo: nuestra propia historia anterior.
(...)
En una línea recta, cada punto tiene un valor diferente según su distancia respecto a ambos extremos; en el círculo, que carece de fin y de orientación todos los puntos son iguales e intercambiables entre sí. Nosotros observamos la historia como un proceso en línea recta desde los comienzos hasta nosotros. (...)
Para el sentido cíclico del tiempo la posición es indiferente.
¿Qué fue? ¿Qué queda? Todo está igualmente próximo, igualmente lejano; (...)
Este sentido del tiempo es la conciencia de dios, para el que no existe nada pasado, nada que primero hubiese tenido que venir, para estar aquí. (...)
Ante dios, que es el universo, sucede siempre lo mismo. Él ve lo circular donde nosotros percibimos lo rectilíneo. El progreso es cierto, tanto como la descomposición -ambos parecen ser porciones rectas de arcos de círculos gigantes. (...) las vicisitudes de la fortuna, del poder y de la impotencia cambian sus protagonistas. No existe ningún estado final de armonía divina en el mundo de las formas. Su florecimiento se descompone, se marchita y se desintegra, pero emerge como un joven loto de las aguas devoradoras de la muerte, que son el elemento divino de la vida eterna. La vida divina perdura siempre, marcha a través de la muerte de sus formas, florece en sus muertos. Cuando los cosmos desaparecen, se concentran otros nuevos a partir de su materia viva disuelta, cargados con las mismas fuerzas, con las mismas tensiones. (...)
*((Maya, vivimos la maya de dios, pero también creamos nuestra propia maya, mimada, a imagen y semejanza de dios, pero sin su capacidad, como unos niños a jugar ser mayores, imitamos, intentos, dentro de nuestras posibilidades. Porque cada uno de nosotros creamos nuestro propio maya dentro del maya superior.))YO
El concepto védico de energía (Bhakti); la energía que vive dentro de cada dios, gracias a la cual puede operar en su esfera y puede realizar su tarea en el cosmos. Esta energía es maya (...): la energía para transformarse, para hacerse grande o minúsculo, para intercambiar su forma, para tener múltiples formas y para desaparecer, para ocultar lo que es y para hacer que los objetos aparenten lo que no son y para generar falsas apariencias que le permitan destruir al enemigo.
Todos los grandes tienen maya, ésa es su grandeza, pero la maya de los dioses es más intensa y sutil, más solapada que la maya de los titanes y los demonios. (...)
El mayor sin embargo, es la maya del dios, que es del todo, que impulsa el mundo hacia afuera como hálito y lo gobierna internamente como hace nuestra energía vital en nuestro cuerpo, el cual no padece con su sufrimiento, de la misma forma que nosotros no percibimos la respiración de nuestras células, ni su formación y su destrucción. Es cuando el cosmos se descompone y se siente flojo, cuando lo aspira dentro de sí, en un sólo ser que está más allá de las formas, que es inconsciente.Forma una maya múltiple, mientras el mundo subsiste. (...) Pero el mundo entero, mientras gira, no es otra cosa que su maya: una autotransformación sin esfuerzo de su inmortal energía vital en diversas formas que nacen y mueren.
(...)
En estos mitos suceden milagros. Un santo quiere conocer el juego de la maya de dios, en el cual dios, como figura universal, se esconde en la conciencia de los seres como conciencia de sí mismos. Su esfuerzo fiel hace que dios se apiade de él, aparezca y escuche su ruego. Le indica que entre en el agua. Entonces el vidente se encuentra en forma de muchacha. Era una princesa, se casó con un rey, vio florecer a sus hijos y nietos, vio poder y fortuna por largo tiempo y apuró hasta el final el cáliz del sufrimiento. Su padre y se esposo se convirtieron en enemigos y se produjo una batalla en la que cayeron todos: el padre, los hermanos y los hijos de los hermanos, el esposo, los hijos y los nietos. Llorando montó la pira para todos ellos, le prendió fuego, gritó: "¡ay de mis hijos!" y se echó a la hoguera. Entonces la envolvió una corriente fría. Se puso en pie y se encontró en el agua: era el santo nuevamente. Y sonriendo, el dios le habló: "¿quién es el hijo que lloras?". Confusión y vergüenza se apoderaron del santo y el dios siguió hablando: "así es como se ve mi maya, la que tú quieres conocer: una forma de tristeza oscura no deseada, insondable para todos los dioses, ¿cómo pretendes conocer lo insondable?".
Hay una historia oriental que ha llegado hasta nosotros, acerca de un hombre que fue a visitar a un mago para que le adivinase el futuro. Éste pidió al hombre que mantuviera la cabeza en una tina de agua. Entonces le convirtió en otro, e hizo que éste tuviera muchas más experiencias de las que se pueden pasar en una vida: odiseas y aventuras, lujo y fortuna, angustias mortales y desesperaciones. Y entre todo esto, quizá por miedo, de repente echó la cabeza hacia atrás; la sacó de la tina y la había mantenido bajo el agua apenas el tiempo de una respiración.
(...) ¿qué es la realidad?, ¿qué cabe en un instante? y ¿qué es lo que nos preocupa?, ¿es la vida menos que un sueño?
(...) de nuevo los demonios arrebatan la soberanía a los dioses. Entonces el mismo dios supremo Vishnu desciende a la maya de su mundo en el seno de la diosa madre que le diera a luz como salvador. El ilimitado, que es el todo y más que eso, se desliza en el mundo que representa menos que una parte de él, se amolda en el seno de una de sus numerosas formas. El mundo se estremece entonces en ese misterio: cómo comprender aquello que lo abarca. El rey de los demonios pregunta: ¿qué sucede?, ¿por qué tiembla la tierra?, ¿qué significa esta señal? Un creyente en dios, que está junto a él, se sumerge en una meditación profunda de visiones arrebatadoras, busca a dios con el ojo interno y lo encuentra en el claustro materno. Ve al niño en el claustro materno y, dentro del niño, el mundo entero. Ve el cielo y la tierra junto con los océanos, todos los dioses y seres creados, los demonios y el rey, se ve incluso a sí mismo meditando profundamente, en el interior de este niño...
¿Qué es lo real?, ¿dónde estamos?... (...) ...una sensación de mareo que es claridad, la inefable existencia de lo trascendente en el juego del mundo. Todavía otro momento de este tipo: de nuevo el mundo de las formas es sólo mar y todas las formas de la vida se encuentran disueltas en el elemento primordial: el agua. Ahora el ser divino yace en completa soledad, su cuerpo gigantesco descansa sobre un mar ilimitado, su otro Yo. Lo que una vez brotó de él como un mundo desdoblado y brotará de nuevo, ahora se mueve en él. ¿Es éste el sueño del durmiente, como el mundo desdoblado es su vigilia?
Desde esta plenitud interior, un santo sale del interior del dios durmiente deslizándose por su boca abierta. Cae en el mar del mundo y no sabe dónde está -¡ahí no hay ningún mundo!-; nada y nada para no ahogarse. Exhausto, ve a lo lejos el resplandor de una luz. Hay un gigante tumbado sobre el mar como si fuera una nube. Se acerca para observar al dios, "¿quién eres tú?" quiere preguntarle, pero ya está de nuevo en su cuerpo. De nuevo está en casa, en el mundo familiar y conocido, entre reyes y brahmanes, donde existen ermitas y se celebran fiestas en las que se realizan ofrendas y considera lo que acaba de ocurrir como un sueño.
En otro momento, sin embargo, vuelve deslizarse afuera, al mar oscuro, por la boca del dios, y el miedo le hace estremecerse de nuevo. Ahora ve a un niño radiante de luz jugando debajo de un árbol, siente un "esto ya lo he vivido hace tiempo" y se acerca remando. Con una voz profunda, como nubes de trueno, el niño le saluda, le llama por su nombre y al santo de cabellos nevados le llama "niño". El anciano se siente herido. Pero el dios, que toma la forma que quiere con su maya, se da a conocer, le colma de felicidad con su palabra, lo atrae hacia su boca y lo absorbe dentro de sí.
¿Qué es lo real?, ¿estamos bajo el amparo de dios o abandonados, perdidos en el oscuro mar de la vida?, ¿corre el tiempo en el mundo o permanece detenido?, ¿expulsa dios un mundo real fuera de sí, o tan sólo nos sueña internamente?, ¿qué es maya?, ¿qué es lo real?... Como lo uno se transforma en lo otro, es y no es. ¿Está lo real en el umbral entre ambos, entre el sueño y la vigilia, en la profundidad carente de formas que no es consciencia, ni mundo, ni yo, pero sí ser, en el que se hunde todo lo que vivimos y que es el origen de donde emana lo que somos? ¿Esa profundidad que juega con el sueño y la vigilia como si fueran sus reflejos; esa profundidad que no podemos palpar, pero la cual somos eternamente, detrás de la máscara cambiante de la medusa de la vida, esa profundidad oceánica insondable en nosotros, cuyo oleaje en su superficie es la vida y la muerte? De esta profundidad emana toda la vida de las formas: sueños y temores, vigilia, deseos, actos, conocimiento y ceguera.
...el reconocimiento de la paradoja de nuestra existencia: que somos trascendentes. El reconocimiento de la paradoja de la trascendencia: que nuestro mundo es tal y como se nos presenta y, al mismo tiempo, no es así; que somos nosotros tal como nos dejamos acontecer y como hemos de realizarnos y, no obstante, de una naturaleza completamente diferente, separados de todo aquello a lo que aparentemente estamos ligados. Nosotros mismos somos dios y maya, los dos en Uno, como la pareja divina.
(...)
...la exorbitante presencia de las figuras proteicas, las cuales dejan a sus respectivas mayas jugar una contra la otra, en bruscas transformaciones de su propia forma y del espacio, palidecido ante la maya cósmica de dios que se despliega por todas partes; un baile frenético, cuyas ebrios gestos son formas y destinos.
(...) las palabras de Hegel acerca de la India: "lo que aquí se nos presenta es Dios en el éxtasis de su sueño (...) es el soñar del mismo espíritu incondicionado".
Aquí está la ilimitada devoción de una criatura completamente expuesta al poder supremo de dios, en amorosa sumisión y con fe en su suma misericordia; bhakti. Conocimiento acerca del poder supremo de su maya; opción, para que caiga su velo y para que el hombre, autotransformación sin esfuerzo de dios, pueda tomar conciencia de sí mismo como el dios que es, y así desaparecer en él.
(...)
¡De qué distinta manera suenan las risas del dios hindú cuando, triunfante, interfiere en el curso del mundo y destruye a una criatura que se opone a su orden, la cual arrogante y poseída de sí misma quiere gobernar sin sospechar que es tan sólo una parte de su maya, un capricho de dios en la representación universal y que éste hace que se extinga al truncar un gesto de su danza! Es la sonrisa del dios respecto a la perfección triunfante de su maya ilusorio la que hace que su criatura, ignorante del autor de la representación piense que ella es alguien por sí misma.
Yoga y Budismo.
Heinrich Zimmer.
Toda esta efímera pero constante rutina hace que piense en el paso del tiempo, en la reiteración, en sueños, en ciclos, en líneas rectas, en lo real y lo irreal y de repente me encuentro leyendo un libro de Heinrich Zimmer que ilustra una visión nueva para mí, la comparto aquí.
...una filosofía de la historia con un sentido cíclico del tiempo que proviene de los Vedas.
El Buda es único entre los seres humanos y los dioses, no porque no hubiera nunca nadie semejante a él, sino porque, en su unicidad, él ya había estado aquí antes. Paso a paso, enseñanza a enseñanza, ya estuvo en los tiempos más antiguos, no sólo una vez, sino hasta tres veces, y otras incluso no estuvo.
...lo que para nosotros constituye el inicio de la historia de la India - la invasión de los arios- como una época nueva y un episodio muy reciente: una era más; como vemos más tarde, en la invasión del islam o de los ingleses en la india, un nuevo acto de esta larga obra de teatro. (...). Lo que (...) podría parecernos toda su vida, constituye para ella solamente un día de su mundo. Ella recuerda lo que nosotros hemos olvidado que tenemos que arrancar del suelo para aprenderlo de nuevo: nuestra propia historia anterior.
(...)
En una línea recta, cada punto tiene un valor diferente según su distancia respecto a ambos extremos; en el círculo, que carece de fin y de orientación todos los puntos son iguales e intercambiables entre sí. Nosotros observamos la historia como un proceso en línea recta desde los comienzos hasta nosotros. (...)
Para el sentido cíclico del tiempo la posición es indiferente.
¿Qué fue? ¿Qué queda? Todo está igualmente próximo, igualmente lejano; (...)
Este sentido del tiempo es la conciencia de dios, para el que no existe nada pasado, nada que primero hubiese tenido que venir, para estar aquí. (...)
Ante dios, que es el universo, sucede siempre lo mismo. Él ve lo circular donde nosotros percibimos lo rectilíneo. El progreso es cierto, tanto como la descomposición -ambos parecen ser porciones rectas de arcos de círculos gigantes. (...) las vicisitudes de la fortuna, del poder y de la impotencia cambian sus protagonistas. No existe ningún estado final de armonía divina en el mundo de las formas. Su florecimiento se descompone, se marchita y se desintegra, pero emerge como un joven loto de las aguas devoradoras de la muerte, que son el elemento divino de la vida eterna. La vida divina perdura siempre, marcha a través de la muerte de sus formas, florece en sus muertos. Cuando los cosmos desaparecen, se concentran otros nuevos a partir de su materia viva disuelta, cargados con las mismas fuerzas, con las mismas tensiones. (...)
*((Maya, vivimos la maya de dios, pero también creamos nuestra propia maya, mimada, a imagen y semejanza de dios, pero sin su capacidad, como unos niños a jugar ser mayores, imitamos, intentos, dentro de nuestras posibilidades. Porque cada uno de nosotros creamos nuestro propio maya dentro del maya superior.))YO
El concepto védico de energía (Bhakti); la energía que vive dentro de cada dios, gracias a la cual puede operar en su esfera y puede realizar su tarea en el cosmos. Esta energía es maya (...): la energía para transformarse, para hacerse grande o minúsculo, para intercambiar su forma, para tener múltiples formas y para desaparecer, para ocultar lo que es y para hacer que los objetos aparenten lo que no son y para generar falsas apariencias que le permitan destruir al enemigo.
Todos los grandes tienen maya, ésa es su grandeza, pero la maya de los dioses es más intensa y sutil, más solapada que la maya de los titanes y los demonios. (...)
El mayor sin embargo, es la maya del dios, que es del todo, que impulsa el mundo hacia afuera como hálito y lo gobierna internamente como hace nuestra energía vital en nuestro cuerpo, el cual no padece con su sufrimiento, de la misma forma que nosotros no percibimos la respiración de nuestras células, ni su formación y su destrucción. Es cuando el cosmos se descompone y se siente flojo, cuando lo aspira dentro de sí, en un sólo ser que está más allá de las formas, que es inconsciente.Forma una maya múltiple, mientras el mundo subsiste. (...) Pero el mundo entero, mientras gira, no es otra cosa que su maya: una autotransformación sin esfuerzo de su inmortal energía vital en diversas formas que nacen y mueren.
(...)
En estos mitos suceden milagros. Un santo quiere conocer el juego de la maya de dios, en el cual dios, como figura universal, se esconde en la conciencia de los seres como conciencia de sí mismos. Su esfuerzo fiel hace que dios se apiade de él, aparezca y escuche su ruego. Le indica que entre en el agua. Entonces el vidente se encuentra en forma de muchacha. Era una princesa, se casó con un rey, vio florecer a sus hijos y nietos, vio poder y fortuna por largo tiempo y apuró hasta el final el cáliz del sufrimiento. Su padre y se esposo se convirtieron en enemigos y se produjo una batalla en la que cayeron todos: el padre, los hermanos y los hijos de los hermanos, el esposo, los hijos y los nietos. Llorando montó la pira para todos ellos, le prendió fuego, gritó: "¡ay de mis hijos!" y se echó a la hoguera. Entonces la envolvió una corriente fría. Se puso en pie y se encontró en el agua: era el santo nuevamente. Y sonriendo, el dios le habló: "¿quién es el hijo que lloras?". Confusión y vergüenza se apoderaron del santo y el dios siguió hablando: "así es como se ve mi maya, la que tú quieres conocer: una forma de tristeza oscura no deseada, insondable para todos los dioses, ¿cómo pretendes conocer lo insondable?".
Hay una historia oriental que ha llegado hasta nosotros, acerca de un hombre que fue a visitar a un mago para que le adivinase el futuro. Éste pidió al hombre que mantuviera la cabeza en una tina de agua. Entonces le convirtió en otro, e hizo que éste tuviera muchas más experiencias de las que se pueden pasar en una vida: odiseas y aventuras, lujo y fortuna, angustias mortales y desesperaciones. Y entre todo esto, quizá por miedo, de repente echó la cabeza hacia atrás; la sacó de la tina y la había mantenido bajo el agua apenas el tiempo de una respiración.
(...) ¿qué es la realidad?, ¿qué cabe en un instante? y ¿qué es lo que nos preocupa?, ¿es la vida menos que un sueño?
(...) de nuevo los demonios arrebatan la soberanía a los dioses. Entonces el mismo dios supremo Vishnu desciende a la maya de su mundo en el seno de la diosa madre que le diera a luz como salvador. El ilimitado, que es el todo y más que eso, se desliza en el mundo que representa menos que una parte de él, se amolda en el seno de una de sus numerosas formas. El mundo se estremece entonces en ese misterio: cómo comprender aquello que lo abarca. El rey de los demonios pregunta: ¿qué sucede?, ¿por qué tiembla la tierra?, ¿qué significa esta señal? Un creyente en dios, que está junto a él, se sumerge en una meditación profunda de visiones arrebatadoras, busca a dios con el ojo interno y lo encuentra en el claustro materno. Ve al niño en el claustro materno y, dentro del niño, el mundo entero. Ve el cielo y la tierra junto con los océanos, todos los dioses y seres creados, los demonios y el rey, se ve incluso a sí mismo meditando profundamente, en el interior de este niño...
¿Qué es lo real?, ¿dónde estamos?... (...) ...una sensación de mareo que es claridad, la inefable existencia de lo trascendente en el juego del mundo. Todavía otro momento de este tipo: de nuevo el mundo de las formas es sólo mar y todas las formas de la vida se encuentran disueltas en el elemento primordial: el agua. Ahora el ser divino yace en completa soledad, su cuerpo gigantesco descansa sobre un mar ilimitado, su otro Yo. Lo que una vez brotó de él como un mundo desdoblado y brotará de nuevo, ahora se mueve en él. ¿Es éste el sueño del durmiente, como el mundo desdoblado es su vigilia?
Desde esta plenitud interior, un santo sale del interior del dios durmiente deslizándose por su boca abierta. Cae en el mar del mundo y no sabe dónde está -¡ahí no hay ningún mundo!-; nada y nada para no ahogarse. Exhausto, ve a lo lejos el resplandor de una luz. Hay un gigante tumbado sobre el mar como si fuera una nube. Se acerca para observar al dios, "¿quién eres tú?" quiere preguntarle, pero ya está de nuevo en su cuerpo. De nuevo está en casa, en el mundo familiar y conocido, entre reyes y brahmanes, donde existen ermitas y se celebran fiestas en las que se realizan ofrendas y considera lo que acaba de ocurrir como un sueño.
En otro momento, sin embargo, vuelve deslizarse afuera, al mar oscuro, por la boca del dios, y el miedo le hace estremecerse de nuevo. Ahora ve a un niño radiante de luz jugando debajo de un árbol, siente un "esto ya lo he vivido hace tiempo" y se acerca remando. Con una voz profunda, como nubes de trueno, el niño le saluda, le llama por su nombre y al santo de cabellos nevados le llama "niño". El anciano se siente herido. Pero el dios, que toma la forma que quiere con su maya, se da a conocer, le colma de felicidad con su palabra, lo atrae hacia su boca y lo absorbe dentro de sí.
¿Qué es lo real?, ¿estamos bajo el amparo de dios o abandonados, perdidos en el oscuro mar de la vida?, ¿corre el tiempo en el mundo o permanece detenido?, ¿expulsa dios un mundo real fuera de sí, o tan sólo nos sueña internamente?, ¿qué es maya?, ¿qué es lo real?... Como lo uno se transforma en lo otro, es y no es. ¿Está lo real en el umbral entre ambos, entre el sueño y la vigilia, en la profundidad carente de formas que no es consciencia, ni mundo, ni yo, pero sí ser, en el que se hunde todo lo que vivimos y que es el origen de donde emana lo que somos? ¿Esa profundidad que juega con el sueño y la vigilia como si fueran sus reflejos; esa profundidad que no podemos palpar, pero la cual somos eternamente, detrás de la máscara cambiante de la medusa de la vida, esa profundidad oceánica insondable en nosotros, cuyo oleaje en su superficie es la vida y la muerte? De esta profundidad emana toda la vida de las formas: sueños y temores, vigilia, deseos, actos, conocimiento y ceguera.
...el reconocimiento de la paradoja de nuestra existencia: que somos trascendentes. El reconocimiento de la paradoja de la trascendencia: que nuestro mundo es tal y como se nos presenta y, al mismo tiempo, no es así; que somos nosotros tal como nos dejamos acontecer y como hemos de realizarnos y, no obstante, de una naturaleza completamente diferente, separados de todo aquello a lo que aparentemente estamos ligados. Nosotros mismos somos dios y maya, los dos en Uno, como la pareja divina.
(...)
...la exorbitante presencia de las figuras proteicas, las cuales dejan a sus respectivas mayas jugar una contra la otra, en bruscas transformaciones de su propia forma y del espacio, palidecido ante la maya cósmica de dios que se despliega por todas partes; un baile frenético, cuyas ebrios gestos son formas y destinos.
(...) las palabras de Hegel acerca de la India: "lo que aquí se nos presenta es Dios en el éxtasis de su sueño (...) es el soñar del mismo espíritu incondicionado".
Aquí está la ilimitada devoción de una criatura completamente expuesta al poder supremo de dios, en amorosa sumisión y con fe en su suma misericordia; bhakti. Conocimiento acerca del poder supremo de su maya; opción, para que caiga su velo y para que el hombre, autotransformación sin esfuerzo de dios, pueda tomar conciencia de sí mismo como el dios que es, y así desaparecer en él.
(...)
¡De qué distinta manera suenan las risas del dios hindú cuando, triunfante, interfiere en el curso del mundo y destruye a una criatura que se opone a su orden, la cual arrogante y poseída de sí misma quiere gobernar sin sospechar que es tan sólo una parte de su maya, un capricho de dios en la representación universal y que éste hace que se extinga al truncar un gesto de su danza! Es la sonrisa del dios respecto a la perfección triunfante de su maya ilusorio la que hace que su criatura, ignorante del autor de la representación piense que ella es alguien por sí misma.
Yoga y Budismo.
Heinrich Zimmer.
Soñar a través de los sentidos.
He soñado a través de los sentidos, puedo seguir el rastro de este sueño, olfatearlo hasta sus comienzos. Y observar cómo trabaja la mente. Sus conexiones invisibles adquieren volumen, palpitan ante mí.
El desencadenante fue una llamada telefónica por la tarde. Totalmente en calma. La voz me llega a través del estrecho cable, del espacio, de las ondas, con un matiz inesperado. Ronca, joven, despreocupada, decidida...Pero hay algo más profundo, una sensación que subyace bajo el tono.
Una conexión con algún desván de la memoria que empieza a destapar reminiscencias.
Algo inquietante.
Me recuerda a alguien, alguien que no sé quién es pero que activa ciertas partes de mi cerebro, despertando unas raíces muy concretas de sensaciones.
Pero no recuerdo, no tengo imágenes absolutamente de nada por mucho que lo intente: ni una cara, ni una época, ni un lugar. Simplemente una vibración, una agitación ligera en un tramo de la conciencia.
Pero claro, esto lo sé ahora.
Tras la llamada colgué y seguí con mi rutina.
Sólo cierto interés, curiosidad.
Y los ojos siempre tan necesitados de protagonismo, siempre demandando información, queriendo completar una imagen, queriendo arrasar en el campo de las sensaciones invisibles, sutiles.
Los ojos siempre golpeándonos con su información tan burda, arrolladora, que no deja lugar para captar, entender de otra manera.
Ojos inquietos por el reinado de la excluyente imagen.
Por la noche soñé. Sólo había sensaciones, podía oler el aceite de coco en la piel. Era real. Podía sentir la expectación, la negación, la aceptación, el sometimiento, electricidad en la piel, miedo y pena, una angustia estimulante.
Todo el campo de sensaciones, una detrás de otra, sin descanso. Tal como se han presentado en el mismo proceso decenas de veces, las suficientes para que las pueda reproducir fielmente, una por una, en mi sueño. Sólo sensaciones, un mar de sensaciones.
Y una historia que sirve de hilo conductor de las emociones, que le dan un sentido, que proporcionan la imagen ansiada por los ojos.
Las emociones bien grabadas, tan distintas, fluyendo por el cerebro hasta cada terminación nerviosa de cada recóndito tramo de piel. Vibrando.
Una sensación muy concreta manifestada con miles de iridiscentes facetas, como un diamante, según lo gires.
¿Podemos desembarazarnos de los sentidos? Enhebran realidades.
Somos un cuerpo de sensaciones con un cerebro que cuenta una historia, le da coherencia, un "sentido" a la experiencia.
No es la acción o causa y por tanto las sensaciones o efecto.
La sensación es la causa y verbalizarla, recordarla, definirla, es el efecto.
Necesitamos poner límites, reconocer el campo de sensaciones que nos embargan, que nos arrastran.
Tenemos que encuadrarlas en el campo de la lógica, de la normalidad, dotarlas de un marco racional.
Estamos aterrados con nuestras sensaciones. Nos pueden llevar tan lejos...
Con palabras las limitamos, les quitamos fuerza, protagonismo, y creemos tomar el control.
Pero la sensación manda.
El desencadenante fue una llamada telefónica por la tarde. Totalmente en calma. La voz me llega a través del estrecho cable, del espacio, de las ondas, con un matiz inesperado. Ronca, joven, despreocupada, decidida...Pero hay algo más profundo, una sensación que subyace bajo el tono.
Una conexión con algún desván de la memoria que empieza a destapar reminiscencias.
Algo inquietante.
Me recuerda a alguien, alguien que no sé quién es pero que activa ciertas partes de mi cerebro, despertando unas raíces muy concretas de sensaciones.
Pero no recuerdo, no tengo imágenes absolutamente de nada por mucho que lo intente: ni una cara, ni una época, ni un lugar. Simplemente una vibración, una agitación ligera en un tramo de la conciencia.
Pero claro, esto lo sé ahora.
Tras la llamada colgué y seguí con mi rutina.
Sólo cierto interés, curiosidad.
Y los ojos siempre tan necesitados de protagonismo, siempre demandando información, queriendo completar una imagen, queriendo arrasar en el campo de las sensaciones invisibles, sutiles.
Los ojos siempre golpeándonos con su información tan burda, arrolladora, que no deja lugar para captar, entender de otra manera.
Ojos inquietos por el reinado de la excluyente imagen.
Por la noche soñé. Sólo había sensaciones, podía oler el aceite de coco en la piel. Era real. Podía sentir la expectación, la negación, la aceptación, el sometimiento, electricidad en la piel, miedo y pena, una angustia estimulante.
Todo el campo de sensaciones, una detrás de otra, sin descanso. Tal como se han presentado en el mismo proceso decenas de veces, las suficientes para que las pueda reproducir fielmente, una por una, en mi sueño. Sólo sensaciones, un mar de sensaciones.
Y una historia que sirve de hilo conductor de las emociones, que le dan un sentido, que proporcionan la imagen ansiada por los ojos.
Las emociones bien grabadas, tan distintas, fluyendo por el cerebro hasta cada terminación nerviosa de cada recóndito tramo de piel. Vibrando.
Una sensación muy concreta manifestada con miles de iridiscentes facetas, como un diamante, según lo gires.
¿Podemos desembarazarnos de los sentidos? Enhebran realidades.
Somos un cuerpo de sensaciones con un cerebro que cuenta una historia, le da coherencia, un "sentido" a la experiencia.
No es la acción o causa y por tanto las sensaciones o efecto.
La sensación es la causa y verbalizarla, recordarla, definirla, es el efecto.
Necesitamos poner límites, reconocer el campo de sensaciones que nos embargan, que nos arrastran.
Tenemos que encuadrarlas en el campo de la lógica, de la normalidad, dotarlas de un marco racional.
Estamos aterrados con nuestras sensaciones. Nos pueden llevar tan lejos...
Con palabras las limitamos, les quitamos fuerza, protagonismo, y creemos tomar el control.
Pero la sensación manda.
Densidades
He notado las densidades alrededor de cada cuerpo, infranqueables, débiles, frágiles y quebradizas.
Donde cualquiera puede atravesar pinchando, como un globo. Se contrae en un punto retomando su forma en cuanto cesa la presión.
Resistiendo esa fuerza, con una sonrisa, con un encogimiento de la piel, del cuerpo, una contracción en el gesto, una mirada de desconcierto revolotea sin saber dónde posarse.
Respondes a la intromisión con fingida naturalidad, pero su espectro, el espacio circundante, existe, está. ¿Cómo conseguir relajarte y estar cómodo cuando lo invaden? Es imposible, no descansarás hasta que ese espacio (por minúsculo que sea) te sea devuelto y puedas agitarte libre, a tus anchas, en tu mullida aura.
Donde cualquiera puede atravesar pinchando, como un globo. Se contrae en un punto retomando su forma en cuanto cesa la presión.
Resistiendo esa fuerza, con una sonrisa, con un encogimiento de la piel, del cuerpo, una contracción en el gesto, una mirada de desconcierto revolotea sin saber dónde posarse.
Respondes a la intromisión con fingida naturalidad, pero su espectro, el espacio circundante, existe, está. ¿Cómo conseguir relajarte y estar cómodo cuando lo invaden? Es imposible, no descansarás hasta que ese espacio (por minúsculo que sea) te sea devuelto y puedas agitarte libre, a tus anchas, en tu mullida aura.