MAYO 2015
Lecturas
Las aventuras de Augie March
Saul Bellow
¡Complicaciones, embustes, mentiras y patrañas!- añadió. Disfraces, sainetes, personalidades múltiples, dolencias, pláticas. Aun durante una conversación de pocos minutos de antigüedad, ¿te das idea de cuántas veces lo que sientes se transforma antes de salir de tus labios como eso que dices? Alguien te cuenta A. Tu réplica es B. Mas no puedes decir B, así que lo transformas, lo pasas por los filtros de tu pecho. de la corriente directa a la alterna, con un incremento de 400 voltios, y filtrado. De modo que, en lugar de B surge Gamma subuno. Y mira que soy todo un admirador de nuestra especie. Me admira el genio de la raza. pero la mayor parte de nuestro genio se dedica a falsear las cosas y a parecer lo que no es (...) Esto acaece a más de un ser frágil, que olvida la finalidad de los disfraces, no entiende la complejidad o cómo hacer para recobrar la sencillez. de contar distintas cosas a cada uno, acaba olvidando la razón del caso y los propios objetivos. ¡Qué rara es la simplicidad del pensamiento y la pureza del corazón! Me inclino ante un sólo momento de pureza de corazón.
La gente paga por ser manejada de cierta manera y deslumbrarse. Porque, si lo supiesen, comprarían esta basura en la quincallería; pero no se fían del propio gusto.
...sentía una punzada en el alma al recordar a Esther y otras chuiquilladas. El sol de lo infantil continúa brillando aún cuando mayores astros hayan salido para derretirte y ejercer en ti su predicamento. Estos serán críticos en tu vida, pero el sol temprano permanecerá por muchísimo tiempo sobre ti.
- ¿Te encuentras en condiciones Manny?
- Esto sale fácil o no sale- me contestó.
Sus palabras quedaron grabadas en mis pensamientos: o fácilmente o nada. ¡Desde luego! La gente se mata haciendo cosas difíciles porque piensa que la incomodidad es señal de importancia. Decidí ponerlo a prueba en mi vida...
Yo no tenía ojos, oídos ni atención para nada más; a saber: para lo usual, lo de segundo orden, el alimento vulgar y silvestre, la chatura puramente fenoménica - (el cordón de los zapatos, el viático, la factura de la lavandería)-, lo deprimente inespecífico, los ignotos cautiverios, la existencia de arnés y desesperanza o la vida de organización y hábitos que debe sustituir al accidente por un calmo aguante. Pues, ¿quién puede confiar en que desaparezcan los eventos consuetudinarios, las faenas, las prisiones, el alimento común y corriente, las facturas de lavandería y todo lo demás, e insistir en elevar todo momento fugaz a la primera importancia, exigir que cada cual respire un aire constelado y punzante, abolir toda mazmorra, toda monotonía y vivir como dioses o profetas? es sabido que esta especie triunfante de vida sólo puede ser esporádica. De ahí el cisma entre quienes opinan que únicamente el vivir triunfante es lo real y quienes alegan que lo real es lo cotidiano. Para mí no hubo discusión: opté por aquel con claridad.
- No digo eso, pero me parece demasiado tu sangre fría, tanto cálculo.
- ¡Sangre fría! -exclamó con súbito apasionamiento- ¿Dónde ves la sangre fría? Si sigo como voy, ¡eso sí que sería flema!
El semblante mismo de mi hermano era el de un hombre que está en el error: el mundanal ruido interfería en demasía, para que decidiese rectamente.
Ahora bien: se dan periodos lóbregos como la abadía de Westminster, en que una cantidad de objetos dista de ser clara: todo es denso y está caracterizado por una lluvia insular, una semioscuridad nórdica...
- No sé más que tú. Pero no me gustan las opiniones bajas. Cuando las enuncias, te comprometen y te esclavizan. La charla acaba convenciendo a la gente de cosas que no siente verdaderas.
Lo que yo empecé a aprender de Mimi fue de la mayor importancia; a saber: que cada cual se afana porque su destino sea compartido. O cuando menos lo intenta.
Todavía se me ocultaba mi verdadera opinión acerca de todo aquello. Ignoraba yo si estaba en contra o a favor. No obstante, ¿cómo se forma en uno la decisión de estar en contra y seguir estándolo con pertinacia? ¿Cuándo elige y cuándo es elegido uno por los brutos hechos?
...y los acompañé hasta el ascensor, pensando por primera vez en la descortesía como medida del ascenso en sociedad y en los sistemas de almacenamiento de injurias.
El hastío parte del esfuerzo inútil. ¿Tiene usted defectos y no es lo que debería ser? El hastío es la convicción de no poder cambias. Empieza uno a inquietarse por la pérdida de matices en el propio carácter y el desfavorable parangón con el prójimo que uno se huele (...) El lunes estás justificando tu existencia por la labor que cumples, pero el domingo, ¿cómo diablos te justificarás? Espantoso domingo, enemigo de la humanidad. El domingo eres libre...¿para qué? Pues libre para descubrir a quién amas (a tu mujer, tus hijos, tus amigos) y para la recreación. El espíritu humano, esclavizado, solloza en el silencio del hastío, su acérrimo antagonista. El hastío, por consiguiente, puede surgir de la cesación de funciones habituales, aunque estas resulten aburridas de por sí. Suelta el alarido de una capacidad no vuelta acción, de la condenación de no realizar ningún magno propósito, de no formar parte de un designio maestro. de la obediencia que no se presta de buena gana porque nadie sabe solicitarla como es debido. de la armonía que no se logra. Lo que se oculta tras el hastío es todo ello...
...y él vio que no tenía delante a una niña tímida de las que trabajan en fábricas y agradecen con pálida sonrisa las gracias del médico, separados de este por vastas distancias de peligro y dolor. Alguna pobrecilla traicionada por el cariño. Pero Mimi, no; su ternura no estaba en exhibición. Te preguntabas después de qué increíbles manifestaciones aparecerían las de su cariño.
Añadiré, por otra parte, que así como puede ralear el entusiasmo por alguien que bien lo merece, así tampoco perdonamos esfuerzos por un simple antojo en esta vida: de igual modo se colma de amor a quien no es digno, a quien en realidad merece menos.
- ¿Qué sucede? ¿Está pasándolo mal?- preguntó Kayo-. Mala suerte lo de Mimi.
- Sí, mala, mala.
- No todo es cosa de suerte- agregó, molesto cada vez que concordabas-. Ya ves que a la gente le sucede reiteradamente lo mismo, como si lo hiciese suceder.
Mi idea era que no se deben adoptar posturas que vuelvan insostenible la vida misma, ni tratar de unir principios irreconciliables, que te destruyen, sino probar primeramente con cuánto aspectos de lo humano eres capaz de vivir, aceptando la imperfección que los informa. La belleza suprema siempre parecerá viciada a ojos viciados. Y los dioses aciertan a pasar por cualquier parte.
Haces todo lo que puedes para humanizar el mundo y convertirlo en tu casa, hasta que de pronto se vuelve más extraño que nunca. Los vivos no son más que los que han sido; los muertos mueren una vez y otra y, un buen día, lo hacen para siempre.
...cuánto te importa lo que opina la gente de ti. Demasiado. Y hay quien se aprovecha de ello. No tienen nada propio y no te dejan nada a ti. Quieren instalarse en tu mente y en tus pensamientos; quieren que les ames. Es enfermizo, pues no se trata de amarles tales como son:¡no! Ahí está su destreza. Pretenden que no tomes conciencia de ellos en sí mismos, sino de cómo les gusta que les vean. ¡Viven de lo que otros observan en ellos y aspiran a que hagas lo propio!
Intenté participarle que, durante la vida entera, había tratado yo de hacer lo justo, buscándolo activamente, buscando un destino aceptable y procurando oponerme a quien quisiese modificar mi esencia.
Si nos conceden tiempo, acabaremos todos poniéndonos al día con las leyendas...
Lo que sí comprendía yo en ocasiones es cómo estaba dejando atrás ciertos antiguos refugios, ahora vacíos. ¿No había sido prevenido, acaso, debido a mi madre y a mi bien suficientes veces? ¿y con terribles advertencias? ¡Cuidado! Oh, tonto de capirote: eres parte de una humanidad sin cuento, en nada superior al polvo de metales esparcido en un campo magnético y aferrado a las líneas de fuerza, determinado por leyes y que come, descansa, es empleado y trasladado, súbdito sumiso. ¿A qué entonces, ir a la caza de más maneras de perder la libertad?¿Con qué fin ese ir hacia la gigantesca rastra que amenaza desgastar tus costillas, borrar tu rostro y astillar tus dientes, en lugar de huir desesperadamente de ella? No, ¡apártate! Sé la persona juiciosa que repta, cabalga, corre o camina en pos de sus solitarias metas, hecha al esfuerzo solitario, y procura para sí y no pierde de vista los temores que son reyes de este mundo. ¡Y cuán poco compasivos se muestran contigo estos reyes! Más de un rostro muerto o agonizante yace bajo su peso...
Buen trecho nos lleva a algunos averiguar qué implica el ser hechura y parte de la naturaleza. El tiempo que demora esto dependerá de la presteza con que se disuelva el resguardo social en cada caso. Mas, no bien se ha disuelto ese néctar, muy otro resulta el temple de las cosas, lo cual nos llena los ojos de estupor y lágrimas. La novedad radica en que, aun si te has elevado sobre las arena de la existencia, estás pronto a caer. En cualquier momento: el próximo minuto quizá.
El estrépito era furibundo: risas, mariachis y violinistas ciegos, campanas, motores de explosión, y su conjunto era como la reseña de mis incongruencias personales. Yo vivía confuso y presentía peligros tan tremendos como eran hermosos el cielo y las montañas.
Cada cual trata de crearse un mundo en que subsistir y lo que no le sirve para ello, no lo ve. Pero el mundo real ya está creado: si el tuyo no corresponde a él, pues entonces, aunque te sientas noble e insistas en que hay en la vida algo superior a lo que la gente llama realidad, ese mundo mejor no ha de exceder al que en realidad (ya que la conocemos apenas), puede resultar sorprendente. Sorprendente -claro está-, si es dichoso el estado de cosas; si este último es trágico o desdichado, no será peor que el que inventemos.
...percibí de pronto que algo estaba aconteciendo dentro de mí, algo que hacía peligrar mi integridad y en lo hondo, donde me sentía incapaz de resistirme.
¿Que ha hecho para meterse en tal complicación? Yo sabía que holgaba preguntar esa idiotez. Stella no tendría que responderme: en cuanto a los caminos del vivir, o adivinas las causas o eres un perpetuo ignorante, pero nadie te explicará nada gentilmente.
Me encontraba en una encrucijada de la vida y entonces difería y volvía a diferir todo lo que fuese tomar decisiones por mi cuenta y riesgo.
Moulton atendía a que su destino fuese compartido, tal cual lo intenta quien más, quien menos, obligándote a algo para que sintieses en carne propia cuanto le sucedía a él.
Yo sabía que había hecho mal. Mientras cavilaba mis ojos buscaban la salida. Algo le ocurría a mi capacidad de olvido: estaba dañada. Me asediaban mis errores y defectos por los cuatro costados, corroyéndome el alma hasta que despertaba en un sudor frío y me revolví en mi lecho, o sentía la inutilidad de revolverme.
Yo admiraba a Georgie por su conducta frente al destino y aspiraba, a la vez, a un destino manifiesto para mí, que aliviara mi vida de peregrinajes.
Había pretendido desposarla, pero la posesión no existe. Ni poseen maridos a mujeres, ni son estos propiedad de ellos, ni los hijos de sus padres. O se marchan o se mueren. El único adueñarse pertenece al momento fugaz. Si es que lo logran. Y mientras vive un deseo, vivirá luchando contra su negativo. Es así como trazamos la obstinada marca de la posesión: escrituras, certificados, anillos, compromisos, arras y otros símbolos de permanencia.
Actuando una y otra vez, las gentes terminan siendo algo, con todo- comentó Simón-. Se dejan arrastrar por sus impulsos.
Tú estás hablando de la moha, una palabra del idioma navajo y del sánscrito además, que significa la oposición de lo finito: algo así como el vitoreo ensordecedor de las fuerzas condicionantes, que se oponen. El amor es la única respuesta a la moha, por ser infinito: hablo del amor en todas sus formas, el eros, el ágape, la líbido, la filia y el éxtasis. Son una misma cosa, pero con predominio de una característica sobre otra.
Tras mucho fatigar lo sensato, imponemos la insensatez que nos traiciona.
Por fin caímos en el silencio y el sueño, en que hay mayor intimidad que en el diálogo.
Quería decir que por qué no tomaba yo por una senda en la vida y dejaba de pasear la vista por todas partes. Yo no deseaba otra cosa. Yo deseaba que hubiese una consumación y se terminase la frivolidad cuanto antes. Que se cumpliesen los hechos místicos del vivir, si tal necesidad no se satisface, será origen de sufrimientos secretos.
Casi toda persona que conozco ha querido demostrar de un modo u otro cómo mantiene ella la coherencia del mundo, lo cual obedece al esfuerzo necesario para mantener la propia, que es mucho. Pero no requiere trabajo forzados o no debería exigirlos ese esfuerzo. El mundo se sostiene por sí solo para beneficio tuyo. Así, pues, yo no deseo ser un alma ejemplar ni representativa ni cabeza de mi generación o ningún modelo de hombría. Lo único que quiero es algo que sea mío y capacidad de reflexión.
Nadie, en rigor de verdad, puede exhibirse sin el sentimiento de arrancarse la máscara con vergüenza, ni demostrar solicitud mientras esté preocupado por ello, pero sí está obligado a parecer valioso y más fuerte que el prójimo... ¡enfadado, incluso! A todo esto, no sentirá en sí fuerza genuina: sólo engañar y ser engañado y confiar en esa forma de engaño. esto sí: crecerá con desmesura en la fuerza del fuerte. Por eso, nadie sabe a ciencia cierta qué es real, porque no permite que asome nada auténtico a la luz del día. He ahí, de cuerpo entero, la raza humana: deforme, degradada, bastarda... ¡mera humanidad!
Era verano y el lugar se llenó de flores rojas, cálidas y somnolientas. Toda ciudad sureña es letárgica en verano y el dormir en pleno día se vuelve pesado y sin gracia aun para mí mismo. Para despabilarme durante la primera tarde, yo bebía café y fumaba cigarros; anochecía, casi, cuando por fin salía de mi sopor. Comía, entonces, y ya era de noche, con las caperuzas de la luz de gas poniéndose incandescentes y dejando su rúbrica palpitante en la plena noche. Ya es hora de dormir, nuevamente, y vas y te sometes al sueño, así como así.
Chico, apuesto a que tú ves lo mismo que los demás pero te quedas con tus opiniones.
¡Qué cansado lo de abrigar una opinión acerca de todo!
Reunía en sí, esta tía mía, el poder y la autoridad de quienes saben estarse quietos.
Al empezar esta crónica dije que mi conducta sería llana y que abriría a quienes llamaran, según fuesen llegando; dije también que el carácter de un hombre sella su destino. Obvio resulta, entonces, que su destino -o las cosas a que se aviene un hombre- será también su carácter. Y, puesto que nunca he hallado lugar de reposo, se sigue que siempre me ha costado estarme quieto; más todavía: mis esperanzas están cifradas en encontrar un día la quietud necesaria para establecer las líneas axiales. Cuando cesa el afán, se presenta la verdad como un regalo: bienes, armonía, amor y demás. Tal vez me resulte imposible, a la postre, cosechar las mismísimas cosas que ansío.
La muerte nos quitará los límites para que ya no seamos personas. En eso consiste la muerte. Pero cuando la vida pretende eso mismo -que no seamos ya personas- ¿qué cosa podrás sentir sino rebeldía?
Hay gente que se dormiría si no buscara las dificultades.
Se necesita un momento como aquel para descubrir cuánto mal trato ha sufrido tu corazón; más aún: mientras vas de acá para allá, ociosamente en apariencia, no reparas en la titánica obra de sondeo y elaboración que hay en ti. Una verdadera faena: excavación, laboreo de minas, túneles, alzar y empujar, quitar escombros y mucho, mucho trabajo más, mucho jadeo, mucho acarreo, mucho trajín. De toda esta brega, nada se percibe desde fuera: se trata de una actividad secreta, que acontece por estar tú impotente, incapaz de llegar a ninguna parte y obtener justicia y retribución del daño; por consiguiente, trabajas en tu fuero íntimo, das batalla, ajustas cuentas, recuerdas las injurias, peleas, réplicas, niegas, parloteas, denuncias, triunfas, usas artimañas, vences, reivindicas, lloras, insistes, absuelves, mueres y resucitas. ¡Todo esto sin ninguna ayuda! ¿Dónde están los demás? En tu pecho, en tu pellejo, el elenco en pleno.
Aunque, digo yo, si estás rodeado de gente capaz y desenvuelta, con objetivos pujantes y airosos ¿podrás rodearte con ella si eres un menguado claudicante, un desdichado sin luces ni virtud? ¡Pues no! Habrás de maquinar en tu fuero íntimo cómo resultar distinto, idóneo en el enfrentamiento con el poder, sus instrumentos y representaciones. Te inventarás, entonces, un hombre apto para sostenerse frente a la temible apariencia ajena, de modo tal que, sin recibir justicia ni obrar con justicia, por lo menos puedas vivir. Eso suele hacer la mera humanidad, que consta de millones de "inventores" de este tipo, verdaderos artistas el disfraz que -cada cual a su aire- procuran transformar a los demás en figuras de reparto que lo sostengan en su fingimiento. son los conductores preclaros, jefes y dirigentes quienes reclutan el mayor número de comparsas: de ahí su poderío (...)
El gran forcejeo de la humanidad no es otro que el necesario para reclutar a tu prójimo, atrayéndolo a tu versión de lo real.
Es algo que siento acerca de los límites axiales de la vida: hay que guardar la rectitud respecto a ellas o, si no, la existencia se torna bufonesca, lo cual oculta algo trágico sin vuelta de hoja. Yo he de haberlos presentido de niño y deseado seguirlas; de ahí mi negativa obstinada a todos cuantos quieren persuadirme a dejarlas: es rechazo como de memoria, sin demasiada claridad. Y he vuelto a sentir su presencia recientemente. Cuando cesa el esforzarme, helas ahí otra vez, emocionantes siempre. Hace un momento, repantingado en el sofá, las he vivido como saetas que me atraviesan vibrando. ¡La verdad, el amor, la paz, la liberalidad, la utilidad, la armonía! ¡Qué velozmente pasan el ruido y los chirridos, la tergiversación, la cháchara, las distracciones, el esfuerzo, lo superfluo, como un sueño! Y creo que todo hombre puede regresar en cualquier tiempo a esas líneas axiales, si se queda quieto y espera el momento oportuno. La ambición de algo especialísimo que he tenido siempre, es sólo un alarde que te impide ver esto y lo falsea en su origen: pues este es el conocimiento atávico del hombre, anterior al Ganges y al Eúfrates. La vida puede organizarse en todo momento y regenerarse el hombre, sin necesidad de ser un dios o un público servidor de Osiris, (...); bástele ser sólo un hombre que, entre finito como es, siempre podrá dirigirse a las líneas axiales. y esto definirá su ser y su conducta y los pondrá en foco. ese hombre vivirá en pleno goce, aun de sus dolores, si los acepta; y ni siquiera su desamparo le quitará poder, ni su errabundez le apartará de sí mismo, ni las pesadas bromas de la sociedad le tornarán ridículo, ni el reiterado desengaño le quitará su amor.
La gente paga por ser manejada de cierta manera y deslumbrarse. Porque, si lo supiesen, comprarían esta basura en la quincallería; pero no se fían del propio gusto.
...sentía una punzada en el alma al recordar a Esther y otras chuiquilladas. El sol de lo infantil continúa brillando aún cuando mayores astros hayan salido para derretirte y ejercer en ti su predicamento. Estos serán críticos en tu vida, pero el sol temprano permanecerá por muchísimo tiempo sobre ti.
- ¿Te encuentras en condiciones Manny?
- Esto sale fácil o no sale- me contestó.
Sus palabras quedaron grabadas en mis pensamientos: o fácilmente o nada. ¡Desde luego! La gente se mata haciendo cosas difíciles porque piensa que la incomodidad es señal de importancia. Decidí ponerlo a prueba en mi vida...
Yo no tenía ojos, oídos ni atención para nada más; a saber: para lo usual, lo de segundo orden, el alimento vulgar y silvestre, la chatura puramente fenoménica - (el cordón de los zapatos, el viático, la factura de la lavandería)-, lo deprimente inespecífico, los ignotos cautiverios, la existencia de arnés y desesperanza o la vida de organización y hábitos que debe sustituir al accidente por un calmo aguante. Pues, ¿quién puede confiar en que desaparezcan los eventos consuetudinarios, las faenas, las prisiones, el alimento común y corriente, las facturas de lavandería y todo lo demás, e insistir en elevar todo momento fugaz a la primera importancia, exigir que cada cual respire un aire constelado y punzante, abolir toda mazmorra, toda monotonía y vivir como dioses o profetas? es sabido que esta especie triunfante de vida sólo puede ser esporádica. De ahí el cisma entre quienes opinan que únicamente el vivir triunfante es lo real y quienes alegan que lo real es lo cotidiano. Para mí no hubo discusión: opté por aquel con claridad.
- No digo eso, pero me parece demasiado tu sangre fría, tanto cálculo.
- ¡Sangre fría! -exclamó con súbito apasionamiento- ¿Dónde ves la sangre fría? Si sigo como voy, ¡eso sí que sería flema!
El semblante mismo de mi hermano era el de un hombre que está en el error: el mundanal ruido interfería en demasía, para que decidiese rectamente.
Ahora bien: se dan periodos lóbregos como la abadía de Westminster, en que una cantidad de objetos dista de ser clara: todo es denso y está caracterizado por una lluvia insular, una semioscuridad nórdica...
- No sé más que tú. Pero no me gustan las opiniones bajas. Cuando las enuncias, te comprometen y te esclavizan. La charla acaba convenciendo a la gente de cosas que no siente verdaderas.
Lo que yo empecé a aprender de Mimi fue de la mayor importancia; a saber: que cada cual se afana porque su destino sea compartido. O cuando menos lo intenta.
Todavía se me ocultaba mi verdadera opinión acerca de todo aquello. Ignoraba yo si estaba en contra o a favor. No obstante, ¿cómo se forma en uno la decisión de estar en contra y seguir estándolo con pertinacia? ¿Cuándo elige y cuándo es elegido uno por los brutos hechos?
...y los acompañé hasta el ascensor, pensando por primera vez en la descortesía como medida del ascenso en sociedad y en los sistemas de almacenamiento de injurias.
El hastío parte del esfuerzo inútil. ¿Tiene usted defectos y no es lo que debería ser? El hastío es la convicción de no poder cambias. Empieza uno a inquietarse por la pérdida de matices en el propio carácter y el desfavorable parangón con el prójimo que uno se huele (...) El lunes estás justificando tu existencia por la labor que cumples, pero el domingo, ¿cómo diablos te justificarás? Espantoso domingo, enemigo de la humanidad. El domingo eres libre...¿para qué? Pues libre para descubrir a quién amas (a tu mujer, tus hijos, tus amigos) y para la recreación. El espíritu humano, esclavizado, solloza en el silencio del hastío, su acérrimo antagonista. El hastío, por consiguiente, puede surgir de la cesación de funciones habituales, aunque estas resulten aburridas de por sí. Suelta el alarido de una capacidad no vuelta acción, de la condenación de no realizar ningún magno propósito, de no formar parte de un designio maestro. de la obediencia que no se presta de buena gana porque nadie sabe solicitarla como es debido. de la armonía que no se logra. Lo que se oculta tras el hastío es todo ello...
...y él vio que no tenía delante a una niña tímida de las que trabajan en fábricas y agradecen con pálida sonrisa las gracias del médico, separados de este por vastas distancias de peligro y dolor. Alguna pobrecilla traicionada por el cariño. Pero Mimi, no; su ternura no estaba en exhibición. Te preguntabas después de qué increíbles manifestaciones aparecerían las de su cariño.
Añadiré, por otra parte, que así como puede ralear el entusiasmo por alguien que bien lo merece, así tampoco perdonamos esfuerzos por un simple antojo en esta vida: de igual modo se colma de amor a quien no es digno, a quien en realidad merece menos.
- ¿Qué sucede? ¿Está pasándolo mal?- preguntó Kayo-. Mala suerte lo de Mimi.
- Sí, mala, mala.
- No todo es cosa de suerte- agregó, molesto cada vez que concordabas-. Ya ves que a la gente le sucede reiteradamente lo mismo, como si lo hiciese suceder.
Mi idea era que no se deben adoptar posturas que vuelvan insostenible la vida misma, ni tratar de unir principios irreconciliables, que te destruyen, sino probar primeramente con cuánto aspectos de lo humano eres capaz de vivir, aceptando la imperfección que los informa. La belleza suprema siempre parecerá viciada a ojos viciados. Y los dioses aciertan a pasar por cualquier parte.
Haces todo lo que puedes para humanizar el mundo y convertirlo en tu casa, hasta que de pronto se vuelve más extraño que nunca. Los vivos no son más que los que han sido; los muertos mueren una vez y otra y, un buen día, lo hacen para siempre.
...cuánto te importa lo que opina la gente de ti. Demasiado. Y hay quien se aprovecha de ello. No tienen nada propio y no te dejan nada a ti. Quieren instalarse en tu mente y en tus pensamientos; quieren que les ames. Es enfermizo, pues no se trata de amarles tales como son:¡no! Ahí está su destreza. Pretenden que no tomes conciencia de ellos en sí mismos, sino de cómo les gusta que les vean. ¡Viven de lo que otros observan en ellos y aspiran a que hagas lo propio!
Intenté participarle que, durante la vida entera, había tratado yo de hacer lo justo, buscándolo activamente, buscando un destino aceptable y procurando oponerme a quien quisiese modificar mi esencia.
Si nos conceden tiempo, acabaremos todos poniéndonos al día con las leyendas...
Lo que sí comprendía yo en ocasiones es cómo estaba dejando atrás ciertos antiguos refugios, ahora vacíos. ¿No había sido prevenido, acaso, debido a mi madre y a mi bien suficientes veces? ¿y con terribles advertencias? ¡Cuidado! Oh, tonto de capirote: eres parte de una humanidad sin cuento, en nada superior al polvo de metales esparcido en un campo magnético y aferrado a las líneas de fuerza, determinado por leyes y que come, descansa, es empleado y trasladado, súbdito sumiso. ¿A qué entonces, ir a la caza de más maneras de perder la libertad?¿Con qué fin ese ir hacia la gigantesca rastra que amenaza desgastar tus costillas, borrar tu rostro y astillar tus dientes, en lugar de huir desesperadamente de ella? No, ¡apártate! Sé la persona juiciosa que repta, cabalga, corre o camina en pos de sus solitarias metas, hecha al esfuerzo solitario, y procura para sí y no pierde de vista los temores que son reyes de este mundo. ¡Y cuán poco compasivos se muestran contigo estos reyes! Más de un rostro muerto o agonizante yace bajo su peso...
Buen trecho nos lleva a algunos averiguar qué implica el ser hechura y parte de la naturaleza. El tiempo que demora esto dependerá de la presteza con que se disuelva el resguardo social en cada caso. Mas, no bien se ha disuelto ese néctar, muy otro resulta el temple de las cosas, lo cual nos llena los ojos de estupor y lágrimas. La novedad radica en que, aun si te has elevado sobre las arena de la existencia, estás pronto a caer. En cualquier momento: el próximo minuto quizá.
El estrépito era furibundo: risas, mariachis y violinistas ciegos, campanas, motores de explosión, y su conjunto era como la reseña de mis incongruencias personales. Yo vivía confuso y presentía peligros tan tremendos como eran hermosos el cielo y las montañas.
Cada cual trata de crearse un mundo en que subsistir y lo que no le sirve para ello, no lo ve. Pero el mundo real ya está creado: si el tuyo no corresponde a él, pues entonces, aunque te sientas noble e insistas en que hay en la vida algo superior a lo que la gente llama realidad, ese mundo mejor no ha de exceder al que en realidad (ya que la conocemos apenas), puede resultar sorprendente. Sorprendente -claro está-, si es dichoso el estado de cosas; si este último es trágico o desdichado, no será peor que el que inventemos.
...percibí de pronto que algo estaba aconteciendo dentro de mí, algo que hacía peligrar mi integridad y en lo hondo, donde me sentía incapaz de resistirme.
¿Que ha hecho para meterse en tal complicación? Yo sabía que holgaba preguntar esa idiotez. Stella no tendría que responderme: en cuanto a los caminos del vivir, o adivinas las causas o eres un perpetuo ignorante, pero nadie te explicará nada gentilmente.
Me encontraba en una encrucijada de la vida y entonces difería y volvía a diferir todo lo que fuese tomar decisiones por mi cuenta y riesgo.
Moulton atendía a que su destino fuese compartido, tal cual lo intenta quien más, quien menos, obligándote a algo para que sintieses en carne propia cuanto le sucedía a él.
Yo sabía que había hecho mal. Mientras cavilaba mis ojos buscaban la salida. Algo le ocurría a mi capacidad de olvido: estaba dañada. Me asediaban mis errores y defectos por los cuatro costados, corroyéndome el alma hasta que despertaba en un sudor frío y me revolví en mi lecho, o sentía la inutilidad de revolverme.
Yo admiraba a Georgie por su conducta frente al destino y aspiraba, a la vez, a un destino manifiesto para mí, que aliviara mi vida de peregrinajes.
Había pretendido desposarla, pero la posesión no existe. Ni poseen maridos a mujeres, ni son estos propiedad de ellos, ni los hijos de sus padres. O se marchan o se mueren. El único adueñarse pertenece al momento fugaz. Si es que lo logran. Y mientras vive un deseo, vivirá luchando contra su negativo. Es así como trazamos la obstinada marca de la posesión: escrituras, certificados, anillos, compromisos, arras y otros símbolos de permanencia.
Actuando una y otra vez, las gentes terminan siendo algo, con todo- comentó Simón-. Se dejan arrastrar por sus impulsos.
Tú estás hablando de la moha, una palabra del idioma navajo y del sánscrito además, que significa la oposición de lo finito: algo así como el vitoreo ensordecedor de las fuerzas condicionantes, que se oponen. El amor es la única respuesta a la moha, por ser infinito: hablo del amor en todas sus formas, el eros, el ágape, la líbido, la filia y el éxtasis. Son una misma cosa, pero con predominio de una característica sobre otra.
Tras mucho fatigar lo sensato, imponemos la insensatez que nos traiciona.
Por fin caímos en el silencio y el sueño, en que hay mayor intimidad que en el diálogo.
Quería decir que por qué no tomaba yo por una senda en la vida y dejaba de pasear la vista por todas partes. Yo no deseaba otra cosa. Yo deseaba que hubiese una consumación y se terminase la frivolidad cuanto antes. Que se cumpliesen los hechos místicos del vivir, si tal necesidad no se satisface, será origen de sufrimientos secretos.
Casi toda persona que conozco ha querido demostrar de un modo u otro cómo mantiene ella la coherencia del mundo, lo cual obedece al esfuerzo necesario para mantener la propia, que es mucho. Pero no requiere trabajo forzados o no debería exigirlos ese esfuerzo. El mundo se sostiene por sí solo para beneficio tuyo. Así, pues, yo no deseo ser un alma ejemplar ni representativa ni cabeza de mi generación o ningún modelo de hombría. Lo único que quiero es algo que sea mío y capacidad de reflexión.
Nadie, en rigor de verdad, puede exhibirse sin el sentimiento de arrancarse la máscara con vergüenza, ni demostrar solicitud mientras esté preocupado por ello, pero sí está obligado a parecer valioso y más fuerte que el prójimo... ¡enfadado, incluso! A todo esto, no sentirá en sí fuerza genuina: sólo engañar y ser engañado y confiar en esa forma de engaño. esto sí: crecerá con desmesura en la fuerza del fuerte. Por eso, nadie sabe a ciencia cierta qué es real, porque no permite que asome nada auténtico a la luz del día. He ahí, de cuerpo entero, la raza humana: deforme, degradada, bastarda... ¡mera humanidad!
Era verano y el lugar se llenó de flores rojas, cálidas y somnolientas. Toda ciudad sureña es letárgica en verano y el dormir en pleno día se vuelve pesado y sin gracia aun para mí mismo. Para despabilarme durante la primera tarde, yo bebía café y fumaba cigarros; anochecía, casi, cuando por fin salía de mi sopor. Comía, entonces, y ya era de noche, con las caperuzas de la luz de gas poniéndose incandescentes y dejando su rúbrica palpitante en la plena noche. Ya es hora de dormir, nuevamente, y vas y te sometes al sueño, así como así.
Chico, apuesto a que tú ves lo mismo que los demás pero te quedas con tus opiniones.
¡Qué cansado lo de abrigar una opinión acerca de todo!
Reunía en sí, esta tía mía, el poder y la autoridad de quienes saben estarse quietos.
Al empezar esta crónica dije que mi conducta sería llana y que abriría a quienes llamaran, según fuesen llegando; dije también que el carácter de un hombre sella su destino. Obvio resulta, entonces, que su destino -o las cosas a que se aviene un hombre- será también su carácter. Y, puesto que nunca he hallado lugar de reposo, se sigue que siempre me ha costado estarme quieto; más todavía: mis esperanzas están cifradas en encontrar un día la quietud necesaria para establecer las líneas axiales. Cuando cesa el afán, se presenta la verdad como un regalo: bienes, armonía, amor y demás. Tal vez me resulte imposible, a la postre, cosechar las mismísimas cosas que ansío.
La muerte nos quitará los límites para que ya no seamos personas. En eso consiste la muerte. Pero cuando la vida pretende eso mismo -que no seamos ya personas- ¿qué cosa podrás sentir sino rebeldía?
Hay gente que se dormiría si no buscara las dificultades.
Se necesita un momento como aquel para descubrir cuánto mal trato ha sufrido tu corazón; más aún: mientras vas de acá para allá, ociosamente en apariencia, no reparas en la titánica obra de sondeo y elaboración que hay en ti. Una verdadera faena: excavación, laboreo de minas, túneles, alzar y empujar, quitar escombros y mucho, mucho trabajo más, mucho jadeo, mucho acarreo, mucho trajín. De toda esta brega, nada se percibe desde fuera: se trata de una actividad secreta, que acontece por estar tú impotente, incapaz de llegar a ninguna parte y obtener justicia y retribución del daño; por consiguiente, trabajas en tu fuero íntimo, das batalla, ajustas cuentas, recuerdas las injurias, peleas, réplicas, niegas, parloteas, denuncias, triunfas, usas artimañas, vences, reivindicas, lloras, insistes, absuelves, mueres y resucitas. ¡Todo esto sin ninguna ayuda! ¿Dónde están los demás? En tu pecho, en tu pellejo, el elenco en pleno.
Aunque, digo yo, si estás rodeado de gente capaz y desenvuelta, con objetivos pujantes y airosos ¿podrás rodearte con ella si eres un menguado claudicante, un desdichado sin luces ni virtud? ¡Pues no! Habrás de maquinar en tu fuero íntimo cómo resultar distinto, idóneo en el enfrentamiento con el poder, sus instrumentos y representaciones. Te inventarás, entonces, un hombre apto para sostenerse frente a la temible apariencia ajena, de modo tal que, sin recibir justicia ni obrar con justicia, por lo menos puedas vivir. Eso suele hacer la mera humanidad, que consta de millones de "inventores" de este tipo, verdaderos artistas el disfraz que -cada cual a su aire- procuran transformar a los demás en figuras de reparto que lo sostengan en su fingimiento. son los conductores preclaros, jefes y dirigentes quienes reclutan el mayor número de comparsas: de ahí su poderío (...)
El gran forcejeo de la humanidad no es otro que el necesario para reclutar a tu prójimo, atrayéndolo a tu versión de lo real.
Es algo que siento acerca de los límites axiales de la vida: hay que guardar la rectitud respecto a ellas o, si no, la existencia se torna bufonesca, lo cual oculta algo trágico sin vuelta de hoja. Yo he de haberlos presentido de niño y deseado seguirlas; de ahí mi negativa obstinada a todos cuantos quieren persuadirme a dejarlas: es rechazo como de memoria, sin demasiada claridad. Y he vuelto a sentir su presencia recientemente. Cuando cesa el esforzarme, helas ahí otra vez, emocionantes siempre. Hace un momento, repantingado en el sofá, las he vivido como saetas que me atraviesan vibrando. ¡La verdad, el amor, la paz, la liberalidad, la utilidad, la armonía! ¡Qué velozmente pasan el ruido y los chirridos, la tergiversación, la cháchara, las distracciones, el esfuerzo, lo superfluo, como un sueño! Y creo que todo hombre puede regresar en cualquier tiempo a esas líneas axiales, si se queda quieto y espera el momento oportuno. La ambición de algo especialísimo que he tenido siempre, es sólo un alarde que te impide ver esto y lo falsea en su origen: pues este es el conocimiento atávico del hombre, anterior al Ganges y al Eúfrates. La vida puede organizarse en todo momento y regenerarse el hombre, sin necesidad de ser un dios o un público servidor de Osiris, (...); bástele ser sólo un hombre que, entre finito como es, siempre podrá dirigirse a las líneas axiales. y esto definirá su ser y su conducta y los pondrá en foco. ese hombre vivirá en pleno goce, aun de sus dolores, si los acepta; y ni siquiera su desamparo le quitará poder, ni su errabundez le apartará de sí mismo, ni las pesadas bromas de la sociedad le tornarán ridículo, ni el reiterado desengaño le quitará su amor.