SEPTIEMBRE
Edito
Melancolía y pilas. Así se resume septiembre. Por un lado, melancolía porque se acaba el verano, las noches largas, la vida fuera, el jujaneo, los viajes improvisados, el "qué más da" y tirarse a la calle con el bolsillo en las últimas. Por otro, pilas. Ya están aquí las novedades en moda, belleza, exposiciones, cine, teatro... hasta los cursos y colecciones que anuncian en televisión todos los años por estas fechas. A mí me siguen sorprendiendo: soldaditos de plomo, casas de muñecas, idiomas, costura, abanicos, estrategias militares... Ideas de nuevo curso, de vuelta al cole, al trabajo (quien lo tenga, claro, quien no, a ponerse de nuevo con la búsqueda, a sacar ganas de las negativas y el vacío). Todo esto mientras te percatas de cómo ha pasado el tiempo, que estamos cerquísima ya de Navidad.
Sí el tiempo vuela. Se supone que hemos vuelto de las vacaciones con las pilas cargadas (se supone que también nos habíamos ido para eso, así que ni se planeta uno que eso no pueda ser posible), y de hecho nos duran un ratito más, lo justo para llegar, organizar nuestra vida diaria, juntarnos y ver qué tal le han ido a nuestros amigos, cómo está la ciudad, comprobar que cada cosa sigue en su sitio y con su curso...
|
Y ahí llega la melancolía, el bajón, la universal depresión postvacacional."Porque queda un año para el próximo verano", esta razón es una tontería, o eso creo yo, tampoco es tan importante estar tres semanas de vacaciones con tus suegros, pendientes de los niños, haciendo encaje de bolillos con el presupuesto para poder apuntarte a todos los planes que te propongan tus amistades, para no disfrutar de nada pero hacer de todo aunque no te enteres, pero queda de bien así contado a la vuelta...
La melancolía, decimos que por la vuelta al trabajo, cuando más de uno estará deseando, para perder de vista a los parientes (ya sea en la acepción real del término o refiriéndonos a nuestras parejas) a los niños, que vuelvan al colegio y dejen de gritar por favor, poder tener tiempo para mí, volver al gimnasio, a mis horarios, a mis rutinas, de las que parezco querer huir en cuanto llega el verano. Igual hay que carecer de algo para desearlo y viceversa, tener mucho de una cosa para aborrecerla. ¿No será lo mismo mirado desde diferente ángulo?
¿Pero esa melancolía no vendrá porque nos tiramos medio año con la vista puesta en las vacaciones, corriendo, sin sentir, hacia ellas, planeando, contando los días, pasando las horas? Finalmente llegan las tan ansiadas, y pim pam pum, ¡¡ya están vividas!! Tal vez ni ha sido para tanto, ¡aunque cualquiera se atreve a reconocerlo! Seguro que ha habido alguna decepción, que terminaremos olvidando y maquillando para los demás, para nosotros mismos. A no ser que las vacaciones adquieran el status de "desastre" en nuestro imaginario, en nuestro ránking y calificación de vacaciones y demás eventos. Entonces en el futuro sólo se recordarán enumerando toda una serie de desastres cómicos y terroríficos que corroboren ese status de vacaciones para olvidar.
Pero si hemos dado mucho la coña con las ganas que teníamos de ese viaje, con lo magníficamente organizado, lo bien que lo íbamos a pasar, la buena pinta que tenía... ¿Para qué contar que no fue para tanto?
La melancolía, decimos que por la vuelta al trabajo, cuando más de uno estará deseando, para perder de vista a los parientes (ya sea en la acepción real del término o refiriéndonos a nuestras parejas) a los niños, que vuelvan al colegio y dejen de gritar por favor, poder tener tiempo para mí, volver al gimnasio, a mis horarios, a mis rutinas, de las que parezco querer huir en cuanto llega el verano. Igual hay que carecer de algo para desearlo y viceversa, tener mucho de una cosa para aborrecerla. ¿No será lo mismo mirado desde diferente ángulo?
¿Pero esa melancolía no vendrá porque nos tiramos medio año con la vista puesta en las vacaciones, corriendo, sin sentir, hacia ellas, planeando, contando los días, pasando las horas? Finalmente llegan las tan ansiadas, y pim pam pum, ¡¡ya están vividas!! Tal vez ni ha sido para tanto, ¡aunque cualquiera se atreve a reconocerlo! Seguro que ha habido alguna decepción, que terminaremos olvidando y maquillando para los demás, para nosotros mismos. A no ser que las vacaciones adquieran el status de "desastre" en nuestro imaginario, en nuestro ránking y calificación de vacaciones y demás eventos. Entonces en el futuro sólo se recordarán enumerando toda una serie de desastres cómicos y terroríficos que corroboren ese status de vacaciones para olvidar.
Pero si hemos dado mucho la coña con las ganas que teníamos de ese viaje, con lo magníficamente organizado, lo bien que lo íbamos a pasar, la buena pinta que tenía... ¿Para qué contar que no fue para tanto?
De todas formas, ¿hay que evaluar y contar todo? La vida parece un examen, nos obligamos a darle una puntuación a todo lo que vamos viviendo, a la gente, las experiencias, las relaciones... Le dotamos de narración, de una historia. ¿Por qué? ¿Para qué? Tal vez sea una manera de fijarla en la memoria, como nos acostumbraron a fijar los conocimientos a base de memorizar y volcar por escrito lo aprendido en los exámenes del cole... ¿Nos podemos desprender de esta manera de pensar? No hay nada buenísimo ni malísimo. Nuestra vida no es otra absurda (y plana) película americana... O sí, depende de cómo la cuentes, de cómo la vivas, de lo que te empeñes en catalogarla. La tuya y en comparación con las demás. Qué fácil juzgamos. Qué fácil colgamos el sanbenito. Y ojo con los sanbenitos que luego es difícil desprenderse de ellos, nosotros mismos, los demás, nuestras vivencias. Simplemente vive el día a día y disfruta. No lo sobrecargues de expectativas (malas y buenas). Pones toda tu ilusión en las vacaciones de dentro de 2 meses y no vives el día de hoy. Expectativas, expectativas... El pobre viaje te decepciona. El día de hoy, intenta alegrarte sin que repares en ello. Con el ansia, con la mirada puesta tan lejos.
Y de repente, ¡¡uy!! ¡¡Ya estamos en septiembre!! ¡Pero cómo pasa el tiempo, ni me he enterado! Y la melancolía que para mí es fruto del vacío que nos embarga al darnos cuenta de esta carrera absurda. Otro año más, ahí están las Navidades, pelos de punta, caras tristes... Y al día siguiente, para combatir la depresión, cogemos el almanaque y nos ponemos a planificar vacaciones, puentes, fines de semana... Desaforadamente, para sobrellevar el día a día en una ensoñación de lo que pasará en el futuro.
Y sí, claro que hay que hacer planes para llenar nuestro tiempo libre, disfrutar, "hacer cosas", sentir que vivimos y aprovechamos cada minuto de nuestra vida, pero ¿no nos perdemos la pequeña belleza cotidiana con delirios de grandeza? ¿No vamos consumiendo días como locos, pasando de puntillas por ellos, esperando el que tenemos en perspectiva? Porque esperamos que sea mucho mejor, divertido, en compañía de fulano y fulana, imprescindibles para nuestra felicidad...
Me acuerdo de esta frase que me asalta tan a menudo y que seguramente ya habré colocado por aquí en alguna otra ocasión:
Te pasas la vida esperando que pase algo y lo único que pasa es la vida.
Y de repente, ¡¡uy!! ¡¡Ya estamos en septiembre!! ¡Pero cómo pasa el tiempo, ni me he enterado! Y la melancolía que para mí es fruto del vacío que nos embarga al darnos cuenta de esta carrera absurda. Otro año más, ahí están las Navidades, pelos de punta, caras tristes... Y al día siguiente, para combatir la depresión, cogemos el almanaque y nos ponemos a planificar vacaciones, puentes, fines de semana... Desaforadamente, para sobrellevar el día a día en una ensoñación de lo que pasará en el futuro.
Y sí, claro que hay que hacer planes para llenar nuestro tiempo libre, disfrutar, "hacer cosas", sentir que vivimos y aprovechamos cada minuto de nuestra vida, pero ¿no nos perdemos la pequeña belleza cotidiana con delirios de grandeza? ¿No vamos consumiendo días como locos, pasando de puntillas por ellos, esperando el que tenemos en perspectiva? Porque esperamos que sea mucho mejor, divertido, en compañía de fulano y fulana, imprescindibles para nuestra felicidad...
Me acuerdo de esta frase que me asalta tan a menudo y que seguramente ya habré colocado por aquí en alguna otra ocasión:
Te pasas la vida esperando que pase algo y lo único que pasa es la vida.
Ponle remedio. Septiembre, hoy mismo, no es demasiado tarde.
Esta suspensión en el tiempo, entre el caluroso verano y el melancólico otoño, me recuerda a una nubecita rosa, una especie de limbo, ensoñación, como un algodón de azúcar. Y así es septiembre: Cotton. Dulce, melancólico, blandito. Y muy rosa. ¡Adelante!
Esta suspensión en el tiempo, entre el caluroso verano y el melancólico otoño, me recuerda a una nubecita rosa, una especie de limbo, ensoñación, como un algodón de azúcar. Y así es septiembre: Cotton. Dulce, melancólico, blandito. Y muy rosa. ¡Adelante!