ABRIL 15
Reflexiones Varias
Puñetazo
Como un puñetazo.
Y me ha quedado retumbando, resonando, hondas expansivas por todo el cuerpo. Traqueteando la cabeza, encogido el corazón.
Siempre que da señales de vida, me da la vuelta del revés.
No lo entiendo. Eso es lo peor. Y no lo entiendo en muchas direcciones.
No entiendo su actitud (aunque igual no hay nada que entender)
Pero sobretodo no entiendo la mía.
Y esto es lo que más me saca de quicio
Soy incapaz, totalmente incapaz, de saber por qué me pasa esto. ¿Una conexión mística? Es la única persona por la que lo he sentido/lo siento.
Me doy miles de explicaciones y ninguna me cuadra. Tengo otros casos parecidos con los que comparar y ninguno ha dejado esta pena y poca gloria. ¿Por qué, por qué? Retumbando. Además creo que me conozco, que sé lo que me afecta, que sé dirigirme, frivolizar con quien lo merece y desterrarle al plano que exige si es necesario.
Pero con él no.
¿Por qué, por qué?
¿Qué intrincado proceso desencadena en mi Circuito de Papez que pierde los papeles y actúa de manera incontrolada?
¿Dónde está el problema?
¿Es el estímulo diferente?
¿Es un estímulo común que yo percibo como distinto? Que mi hipotálamo mano a mano con el tálamo dan su respuesta emocional, convirtiendo esa sensación en percepciones, pensamiento recuerdos.
Pensamientos, recuerdos...
Pensamientos.
Podías estudiar las conexiones durante años y no desentrañarlas nunca; todo se reducía a cosas que se juntaban, y cosas que se desintegraban, "vueltas del tiempo", (...), incertidumbres cerniéndose en el límite de una vasta luminosidad. El azar errante que podía, o no, trasformarlo todo. (El jilguero, Donna Tartt)
No entiendo su actitud. Claro que esto me da igual y a estas alturas de la película no voy a ponerme a echar cábalas. (Bueno, alguna cabalilla espontánea he echado, no me voy a engañar, pero es que salen solas y de repente me digo: "frena ahí...¿qué más da? ¿de verdad te importa?". Y claro, relativamente importa, pero sólo si fueras a saber la verdad,. Pero al tratarse de cábalas sin ton ni son pues estás perdiendo el tiempo. Dice la RAE:
1. f. Conjetura, suposición. U. m. en pl.
2. f. En la tradición judía, sistema de interpretación mística y alegórica del Antiguo Testamento.
3. f. Conjunto de doctrinas teosóficas basadas en la Sagrada Escritura, que, a través de un método esotérico de interpretación y transmitidas por vía de iniciación, pretendía revelar a los iniciados doctrinas ocultas acerca de Dios y del mundo.
4. f. Cálculo supersticioso para adivinar algo.
5. f. coloq. Intriga, maquinación.
Me dedico y cumplo todos los puntos involuntariamente y con febril fervor. Sobre todo el 2 y el 3. Y no es que él sea mi Dios ni Cristo que lo fundó, pero intento esotéricamente comprender e interpretar una mierda de mensaje.
Claro que el punto 4 también le doy duro y a la cabeza. Porque ya empiezo a contar los años que han pasado si coinciden con los de mis 7 annus terribilis de aquel espejo que debí romper y del que ni me acuerdo (¿será peor el castigo por esto?), porque es verdad que pasó por mi mente la posibilidad de que me escribiera, ¿intuición, presentimiento, auspicio?
Con los días pasará, ya ha pasado antes, ya me ha dado la vuelta del revés para nada. En eso me estoy curando
Sé reconocer que no es una herida fresca. Me duele en lo profundo y con un dolor sordo sin ensañamiento. Pero es constante. No hay sangre, no hay heridas Ningún espectáculo visible.
Supongo que es la famosa espinitaclavada.
Maldita la hora.
Supongo, y tengo asumido, que la llevaré de por vida. Ya la ha cubierto la carne tumefacta. La espina se ha quedado enquistada, latente, hasta que se remueve en sus cimientos y me hace encoger de dolor. Y me duele, me ahoga durante todo el día.
Conozco el proceso.
Nada que no me haya pasado antes.
Y voy cogiendo tablas.
Se trata de aguantar unos días.
Un par de días más.
Apartarlo pacientemente de mi mente.
Otro par de días.
Hasta que la carne irritada se vaya calmando con el bálsamo de las horas.
me sentía extinguido y ahogado por la vastedad, no sólo la previsible vastedad del tiempo y el espacio sino las distancias infranqueables que había entre las personas aun cuando estuvieran al alcance del brazo... (El jilguero. Donna Tartt).
Y me ha quedado retumbando, resonando, hondas expansivas por todo el cuerpo. Traqueteando la cabeza, encogido el corazón.
Siempre que da señales de vida, me da la vuelta del revés.
No lo entiendo. Eso es lo peor. Y no lo entiendo en muchas direcciones.
No entiendo su actitud (aunque igual no hay nada que entender)
Pero sobretodo no entiendo la mía.
Y esto es lo que más me saca de quicio
Soy incapaz, totalmente incapaz, de saber por qué me pasa esto. ¿Una conexión mística? Es la única persona por la que lo he sentido/lo siento.
Me doy miles de explicaciones y ninguna me cuadra. Tengo otros casos parecidos con los que comparar y ninguno ha dejado esta pena y poca gloria. ¿Por qué, por qué? Retumbando. Además creo que me conozco, que sé lo que me afecta, que sé dirigirme, frivolizar con quien lo merece y desterrarle al plano que exige si es necesario.
Pero con él no.
¿Por qué, por qué?
¿Qué intrincado proceso desencadena en mi Circuito de Papez que pierde los papeles y actúa de manera incontrolada?
¿Dónde está el problema?
¿Es el estímulo diferente?
¿Es un estímulo común que yo percibo como distinto? Que mi hipotálamo mano a mano con el tálamo dan su respuesta emocional, convirtiendo esa sensación en percepciones, pensamiento recuerdos.
Pensamientos, recuerdos...
Pensamientos.
Podías estudiar las conexiones durante años y no desentrañarlas nunca; todo se reducía a cosas que se juntaban, y cosas que se desintegraban, "vueltas del tiempo", (...), incertidumbres cerniéndose en el límite de una vasta luminosidad. El azar errante que podía, o no, trasformarlo todo. (El jilguero, Donna Tartt)
No entiendo su actitud. Claro que esto me da igual y a estas alturas de la película no voy a ponerme a echar cábalas. (Bueno, alguna cabalilla espontánea he echado, no me voy a engañar, pero es que salen solas y de repente me digo: "frena ahí...¿qué más da? ¿de verdad te importa?". Y claro, relativamente importa, pero sólo si fueras a saber la verdad,. Pero al tratarse de cábalas sin ton ni son pues estás perdiendo el tiempo. Dice la RAE:
1. f. Conjetura, suposición. U. m. en pl.
2. f. En la tradición judía, sistema de interpretación mística y alegórica del Antiguo Testamento.
3. f. Conjunto de doctrinas teosóficas basadas en la Sagrada Escritura, que, a través de un método esotérico de interpretación y transmitidas por vía de iniciación, pretendía revelar a los iniciados doctrinas ocultas acerca de Dios y del mundo.
4. f. Cálculo supersticioso para adivinar algo.
5. f. coloq. Intriga, maquinación.
Me dedico y cumplo todos los puntos involuntariamente y con febril fervor. Sobre todo el 2 y el 3. Y no es que él sea mi Dios ni Cristo que lo fundó, pero intento esotéricamente comprender e interpretar una mierda de mensaje.
Claro que el punto 4 también le doy duro y a la cabeza. Porque ya empiezo a contar los años que han pasado si coinciden con los de mis 7 annus terribilis de aquel espejo que debí romper y del que ni me acuerdo (¿será peor el castigo por esto?), porque es verdad que pasó por mi mente la posibilidad de que me escribiera, ¿intuición, presentimiento, auspicio?
Con los días pasará, ya ha pasado antes, ya me ha dado la vuelta del revés para nada. En eso me estoy curando
Sé reconocer que no es una herida fresca. Me duele en lo profundo y con un dolor sordo sin ensañamiento. Pero es constante. No hay sangre, no hay heridas Ningún espectáculo visible.
Supongo que es la famosa espinitaclavada.
Maldita la hora.
Supongo, y tengo asumido, que la llevaré de por vida. Ya la ha cubierto la carne tumefacta. La espina se ha quedado enquistada, latente, hasta que se remueve en sus cimientos y me hace encoger de dolor. Y me duele, me ahoga durante todo el día.
Conozco el proceso.
Nada que no me haya pasado antes.
Y voy cogiendo tablas.
Se trata de aguantar unos días.
Un par de días más.
Apartarlo pacientemente de mi mente.
Otro par de días.
Hasta que la carne irritada se vaya calmando con el bálsamo de las horas.
me sentía extinguido y ahogado por la vastedad, no sólo la previsible vastedad del tiempo y el espacio sino las distancias infranqueables que había entre las personas aun cuando estuvieran al alcance del brazo... (El jilguero. Donna Tartt).
Interior (con Jane)
El afán de los objetos por
ser lo que tememos hacer
nos conmueve sin remedio ¿Es
su intención de ser un motor dentro
nuestro lo que rechazamos? Las
cosas realmente tontas, hablo
de un frasco de café, un aro de 35
¢, un puñado de cabellos,
¿qué es lo que nos hacen estas cosas?
Entramos al cuarto, las ventanas
están vacías, el sol es débil
y resbala sobre el hielo Y un
sollozo aflora, solo porque es
la cosa más glacial que conocemos
Interior (With Jane) // The eagerness of objects to / be what we are afraid to do // cannot help but move us Is / this willingness to be a motive // in us what we reject? The / really stupid things, I mean // a can of coffee, a 35 ¢ ear / ring, a handful of hair, what // do these things do to us? We / come into the room, the windows // are empty, the sun is weak / and slippery on the ice And a // sob comes, simply because it is / coldest of the things we know.
Objetos o situaciones.
Siempre que recorro ese camino al aeropuerto no puedo evitar comparar este instante con aquel. No recuerdo más que este camino y las sensaciones. Se repiten dentro de mí la ansiedad, los nervios, la expectación, la inseguridad... Todo ese estado convulso que me impedía ser consciente de la felicidad. Yo y mi nervios. Estaba demasiado alterada para poder disfrutar. Mi mente vuela sola y me representa encontrándote bajo la luz enfermiza del aeropuerto.
No es el momento más especial, y recuerdo otros. Puede memorizar y recitar tantos otros, pero están exentos de emociones. Este casi no lo recuerdo, no sé qué fue antes ni qué después. Sólo siento lo mismo con increíble violencia. Me deja sin aliento y exhausta. Desconcertada y perdida.
¿Cuánto tiempo tiene que pasar?
Aunque la verdad es que ya estoy acostumbrada. Lo veo venir. Noto la estrechez en el estómago y los pensamientos que se amontonan.
Últimamente me ha dado por reírme de ello. Cuando lo noto llegar procuro soltar una carcajada y decirme: "joder, hija, qué cuadriculada eres, ¿hasta cuándo vas a tener este pellizco por esta carretera?".
Aunque en realidad lo que realmente en las profundidades de mi subconsciente, sin querer dar pábulo ni importancia, sin querer escucharlo, tenerlo en cuenta, lo que de verdad me pregunto es qué pasó, qué demonios ocurrió en mi psique para que esas (¡estas!) emociones quedaran impresas, indelebles, frescas como el primer día.
El afán de los objetos por
ser lo que tememos hacer
nos conmueve sin remedio ¿Es
su intención de ser un motor dentro
nuestro lo que rechazamos? Las
cosas realmente tontas, hablo
de un frasco de café, un aro de 35
¢, un puñado de cabellos,
¿qué es lo que nos hacen estas cosas?
Entramos al cuarto, las ventanas
están vacías, el sol es débil
y resbala sobre el hielo Y un
sollozo aflora, solo porque es
la cosa más glacial que conocemos
Interior (With Jane) // The eagerness of objects to / be what we are afraid to do // cannot help but move us Is / this willingness to be a motive // in us what we reject? The / really stupid things, I mean // a can of coffee, a 35 ¢ ear / ring, a handful of hair, what // do these things do to us? We / come into the room, the windows // are empty, the sun is weak / and slippery on the ice And a // sob comes, simply because it is / coldest of the things we know.
Objetos o situaciones.
Siempre que recorro ese camino al aeropuerto no puedo evitar comparar este instante con aquel. No recuerdo más que este camino y las sensaciones. Se repiten dentro de mí la ansiedad, los nervios, la expectación, la inseguridad... Todo ese estado convulso que me impedía ser consciente de la felicidad. Yo y mi nervios. Estaba demasiado alterada para poder disfrutar. Mi mente vuela sola y me representa encontrándote bajo la luz enfermiza del aeropuerto.
No es el momento más especial, y recuerdo otros. Puede memorizar y recitar tantos otros, pero están exentos de emociones. Este casi no lo recuerdo, no sé qué fue antes ni qué después. Sólo siento lo mismo con increíble violencia. Me deja sin aliento y exhausta. Desconcertada y perdida.
¿Cuánto tiempo tiene que pasar?
Aunque la verdad es que ya estoy acostumbrada. Lo veo venir. Noto la estrechez en el estómago y los pensamientos que se amontonan.
Últimamente me ha dado por reírme de ello. Cuando lo noto llegar procuro soltar una carcajada y decirme: "joder, hija, qué cuadriculada eres, ¿hasta cuándo vas a tener este pellizco por esta carretera?".
Aunque en realidad lo que realmente en las profundidades de mi subconsciente, sin querer dar pábulo ni importancia, sin querer escucharlo, tenerlo en cuenta, lo que de verdad me pregunto es qué pasó, qué demonios ocurrió en mi psique para que esas (¡estas!) emociones quedaran impresas, indelebles, frescas como el primer día.
Armas de supervivencia
Nuestro cerebro... qué arma de supervivencia... En cuanto te nota un poquito de bajón, inventa una estrategia para distraerte, para que levantes cabeza. Enseguida se inventa un plan para que no te derrumbes. Depresión: hundido, oscuridad, bajón, agujero,
El cerebro reacciona rápido.
Una desilusión, un chasco, un imprevisto...
Y en el desconcierto, ya tenemos a nuestro cerebrito buscando una salida. Convenciéndote de que no es para tanto, que tú debes insistir, que eso no cambia nada de lo que tenías pensado...
Necesitas unos minutos, claro.
Tal vez unos días.
Un par a lo sumo.
Para cambiar de estrategia. Para recuperarte, porque si no te abrirías las venas.
Sería insoportable vivir.
Cuántas veces diarias nos reinventamos. La palabra de moda está ya más usada y ha sido tantas veces reencarnada y utilizada, en aspectos tan sutiles y nimios, que puede que termine borrándose.
Nos vamos adaptando a todos esos pequeños cambios diarios que se van dando cada día, que nos alejan de nuestro plan ideal para conseguir nuestro objetivo ideal. Vamos adaptándonos. Vamos insistiendo, vamos obcecándonos. Hay veces que hasta nos damos cuenta de que nos está costando más el proceso que el beneficio que finalmente conseguiríamos. Que al final sería para tener una estupidez, nada que ver con lo imaginado en el momento original. Y ¿merece la pena?
Porque hay veces que luchamos por el esqueleto de una gran idea, una idea obesa, opulenta y voluptuosa, y cuando queremos acordar vemos que estamos luchando con uñas y dientes por mantener vivo un esqueleto exhausto, desahuciado, totalmente arrasado.
¿¿Y merece la pena?? Qué obtendríamos. Lo tomamos todo de una manera muy personal. Porque no podemos haber apostado por algo que no nos sale. No podemos haber puesto los ojos, habernos interesado en un imposible. En una, la vida lo ha decidido así, fantasía.
Pero, reconócelo, hay veces que las cosas no cumplen con lo que habías planeado. Y si te paras a pensar, y si lleváramos un papelito en el que apuntáramos los planes desde que se nos ocurren hasta que "los cumplimos", con todos y cada uno de sus cambios, verías qué poco tiene que ver la idea con el hecho final (si alguna vez se da por terminado, si no lo abandonamos antes totalmente desilusionadas o lo cambiamos por otro más asequible y que no nos baje la moral, ¡ese cereboro buscando salidas, compensaciones!). Y observar los vericuetos y los cambios tomados sobre la marcha. o impuestos, nuestras adaptaciones para cumplir con el guión original.
Un guión que...¿realmente lo quieres ahora?
Repasa tus objetivos. Aunque ¡cualquiera se rinde ahora! ¿Qué pensarán los demás? ¡Soy un fracasado!
Todo te lo dices tú, querido.
La gente evoluciona, sus objetivos también.
Olvídate de esos lastres y ataduras que tú mismo te has impuesto y que te tienen amargado y resentido. Inseguro y acobardado.
El cerebro reacciona rápido.
Una desilusión, un chasco, un imprevisto...
Y en el desconcierto, ya tenemos a nuestro cerebrito buscando una salida. Convenciéndote de que no es para tanto, que tú debes insistir, que eso no cambia nada de lo que tenías pensado...
Necesitas unos minutos, claro.
Tal vez unos días.
Un par a lo sumo.
Para cambiar de estrategia. Para recuperarte, porque si no te abrirías las venas.
Sería insoportable vivir.
Cuántas veces diarias nos reinventamos. La palabra de moda está ya más usada y ha sido tantas veces reencarnada y utilizada, en aspectos tan sutiles y nimios, que puede que termine borrándose.
Nos vamos adaptando a todos esos pequeños cambios diarios que se van dando cada día, que nos alejan de nuestro plan ideal para conseguir nuestro objetivo ideal. Vamos adaptándonos. Vamos insistiendo, vamos obcecándonos. Hay veces que hasta nos damos cuenta de que nos está costando más el proceso que el beneficio que finalmente conseguiríamos. Que al final sería para tener una estupidez, nada que ver con lo imaginado en el momento original. Y ¿merece la pena?
Porque hay veces que luchamos por el esqueleto de una gran idea, una idea obesa, opulenta y voluptuosa, y cuando queremos acordar vemos que estamos luchando con uñas y dientes por mantener vivo un esqueleto exhausto, desahuciado, totalmente arrasado.
¿¿Y merece la pena?? Qué obtendríamos. Lo tomamos todo de una manera muy personal. Porque no podemos haber apostado por algo que no nos sale. No podemos haber puesto los ojos, habernos interesado en un imposible. En una, la vida lo ha decidido así, fantasía.
Pero, reconócelo, hay veces que las cosas no cumplen con lo que habías planeado. Y si te paras a pensar, y si lleváramos un papelito en el que apuntáramos los planes desde que se nos ocurren hasta que "los cumplimos", con todos y cada uno de sus cambios, verías qué poco tiene que ver la idea con el hecho final (si alguna vez se da por terminado, si no lo abandonamos antes totalmente desilusionadas o lo cambiamos por otro más asequible y que no nos baje la moral, ¡ese cereboro buscando salidas, compensaciones!). Y observar los vericuetos y los cambios tomados sobre la marcha. o impuestos, nuestras adaptaciones para cumplir con el guión original.
Un guión que...¿realmente lo quieres ahora?
Repasa tus objetivos. Aunque ¡cualquiera se rinde ahora! ¿Qué pensarán los demás? ¡Soy un fracasado!
Todo te lo dices tú, querido.
La gente evoluciona, sus objetivos también.
Olvídate de esos lastres y ataduras que tú mismo te has impuesto y que te tienen amargado y resentido. Inseguro y acobardado.
Obsolescencia programada
Somos como los electrodomésticos. Metálicos, fríos, ruidosos, armatostes, complicados, con trucos de funcionamiento, con promesas incumplidas, llenos de cables, de un interior lleno de piezas ensambladas que de manera milagrosa generan movimiento, una chispa y, sobretodo, esclavos de nuestros timmings. Venimos con obsolescencia programada.
Establecemos cuánto es el tiempo lógico que una persona (la mayoría de las veces uno mismo) debe mantener una situación concreta (trabajo, relación, circunstancia penosa, etc.). A todo le ponemos una duración determinada, "lógica" y posible. Una obsolescencia programada que una vez superada hace que empecemos a funcionar con dificultad, con fallos.
Cuando el timming les llega a los demás resulta sencillo. Sólo hay que poner cara de sorprendidos, hacer una crítica y seguir con lo que estábamos haciendo. Aunque no siempre nos provoque crítica, en contadas ocasiones puede arrancar una alabanza: "joder, pobre mío, lo que lleva aguantando con eso", "no sé si yo podría", "olé sus huevos", y expresiones por el estilo.
Pero cuando el timming es propio, eso ya es otro cantar. Porque hay que tomar medidas.
"Debería haber sido ascendido hace tiempo".
"Debería haberme presentado ya a sus padres".
"Debería haber cambiado ya de coche, por uno de más categoría".
Y empiezan los desajustes, el mal humor, los nervios y las presiones internas que se expanden hacia el exterior, hacia quien nos rodea. Empezamos a gestar la sensación (construyéndola poquito a poco pero muy concienzudamente) de que estamos siendo infravalorados, de que alguien se está aprovechando de nosotros y no nos aprecia en nuestra justa medida.
Y empieza a acompañarnos una ligera crispación, una infinita impaciencia, como un tic que envolviera todos nuestros actos, nuestras resentidas miradas y nuestras palabras llenas de segundas.
Una infinita impaciencia para todos los detalles que se nos presenten. Las diminutas conquistas, si las reconocemos, no nos satisfacen, nos parecen insuficientes, simples migajas (como margaritas para los cerdos, aunque en este caso se invierten los papeles y nos sentimos humildes flores llenas de excrementos arrojados con desdén).
Empiezas a odiar al otro, a tratarle con la misma medida con la que crees que él te está tratando a ti: con desprecio. Porque no te está recompensando como mereces. Ya sea por tiempo, por posición social, por CV, por esfuerzo, por lealtad... Siempre esperando el premio, la compensación. Lo de actuar de manera desinteresada está muy bien para los libros de karma yoga y otras obras espirituales o religiosas pero tú eres mortal y vienes con un timming.
¿Cómo se forma el timming? Con una optimista autopercepción y evaluando generosamente ejemplos ajenos. Los más precoces son los que dan el patrón. Rara vez pones como ideal al que va a trancas y barrancas.
El timming se forma también con comentarios ajenos (llenos de malicia o de la mejor de las intenciones, pero con resultados nefastos). De repente, hablas con alguien y ese alguien (sin que sea necesariamente relevante en tu vida) siembra en ti la semillita de la ambición: ¿por qué seguir así cuando alguien como tú puede optar/se merece muchísimo más?
Y con este comentario disfrazado de admiración, crece tu ego, y tu ego siempre va a a querer estar a las alturas de las circunstancias (aunque sean hipotéticas, fantasiosas o desmesuradas).
Ahí empieza la cuenta atrás. Cuando alguien te empuja a visualizarte en una posición más "acorde" contigo, con tus esfuerzos.
Empieza la cuanta atrás. Te das ciertos plazos.
Tic tac, tic tac.
Y tienes que ir cumpliendo etapas. Alcanzando posiciones.
Tic, tac. Tic, tac.
Empieza la carrera con una banderilla de meta cada vez más inalcanzable.
Tic, tac. Tic, Tac.
Llega el descontento, y la furia.
Tic, tac. Tic, tac.
Ya no actúas desde el corazón, ya no te mueves desinteresada y agradecida. Mereces más.
Y el cronómetro avanza.
Vas acumulando afrentas, agravios, ofensas (verdaderas, imaginarias). Todo muy inmerecido, ¿es que nadie te valora? No saben lo que tienen, si lo perdieran... Y fantaseas con la idea del daño que puedes hacer, de lo satisfecho que quedaría tu orgullo sorprendiendo con una negativa, con un rechazo, de ti que te sientes tan rechazada constantemente. Darles un poco de su medicina. Y fantaseando con el palmo de narices y el poner a la gente en su sitio, terminas adelantándote a acontecimientos sin valorar antes los posibles daños propios.
La idea de ser tú la que diga no es demasiado apetecible, tentadora, se te representa de una y mil maneras, al acostarte, al levantarte, llenándote de un nervioso sudor frío entre sábanas retorcidas (y diría, y me dirían... valgo mucho más, ¿qué se han creído?, ¡ya verás!).
Porque te vas subiendo más y más alto en el pedestal.
En vez de utilizar la cabecita y no soltar cabo hasta haber amarrado otro (señal de esa inteligencia superior que tan convencida estás de que te gobierna) te aceleras y das por hecho asuntos que luego pueden no ser tan fácil materializar (encontrar otro trabajo mucho mejor, encontrar otra pareja que te valore, otra casa, otros caseros, etc., etc.). Pero en tu mente están ahí, a un sólo paso, y te los mereces tanto...
¿Conoces el dicho "otro vendrá que bueno me hará"? Pues no lo pierdas de vista.
Y procura comprobar que lo bueno venidero es tan maravilloso como (te) promete(s) (cosa harto improbable, a no ser que tengas mucha maña con la bola de cristal).
Entonces por lo menos asegúrate de que finalmente ocurra, porque igual te quedas tú con el palmo de narices que tanto deseas ver en el contrario, en unas circunstancias mucho peores, implorando las anteriores y maldiciendo tus delirios de grandeza, optimistas ensoñaciones y pusilánimes convicciones que han ido programando tu obsolescencia.
Establecemos cuánto es el tiempo lógico que una persona (la mayoría de las veces uno mismo) debe mantener una situación concreta (trabajo, relación, circunstancia penosa, etc.). A todo le ponemos una duración determinada, "lógica" y posible. Una obsolescencia programada que una vez superada hace que empecemos a funcionar con dificultad, con fallos.
Cuando el timming les llega a los demás resulta sencillo. Sólo hay que poner cara de sorprendidos, hacer una crítica y seguir con lo que estábamos haciendo. Aunque no siempre nos provoque crítica, en contadas ocasiones puede arrancar una alabanza: "joder, pobre mío, lo que lleva aguantando con eso", "no sé si yo podría", "olé sus huevos", y expresiones por el estilo.
Pero cuando el timming es propio, eso ya es otro cantar. Porque hay que tomar medidas.
"Debería haber sido ascendido hace tiempo".
"Debería haberme presentado ya a sus padres".
"Debería haber cambiado ya de coche, por uno de más categoría".
Y empiezan los desajustes, el mal humor, los nervios y las presiones internas que se expanden hacia el exterior, hacia quien nos rodea. Empezamos a gestar la sensación (construyéndola poquito a poco pero muy concienzudamente) de que estamos siendo infravalorados, de que alguien se está aprovechando de nosotros y no nos aprecia en nuestra justa medida.
Y empieza a acompañarnos una ligera crispación, una infinita impaciencia, como un tic que envolviera todos nuestros actos, nuestras resentidas miradas y nuestras palabras llenas de segundas.
Una infinita impaciencia para todos los detalles que se nos presenten. Las diminutas conquistas, si las reconocemos, no nos satisfacen, nos parecen insuficientes, simples migajas (como margaritas para los cerdos, aunque en este caso se invierten los papeles y nos sentimos humildes flores llenas de excrementos arrojados con desdén).
Empiezas a odiar al otro, a tratarle con la misma medida con la que crees que él te está tratando a ti: con desprecio. Porque no te está recompensando como mereces. Ya sea por tiempo, por posición social, por CV, por esfuerzo, por lealtad... Siempre esperando el premio, la compensación. Lo de actuar de manera desinteresada está muy bien para los libros de karma yoga y otras obras espirituales o religiosas pero tú eres mortal y vienes con un timming.
¿Cómo se forma el timming? Con una optimista autopercepción y evaluando generosamente ejemplos ajenos. Los más precoces son los que dan el patrón. Rara vez pones como ideal al que va a trancas y barrancas.
El timming se forma también con comentarios ajenos (llenos de malicia o de la mejor de las intenciones, pero con resultados nefastos). De repente, hablas con alguien y ese alguien (sin que sea necesariamente relevante en tu vida) siembra en ti la semillita de la ambición: ¿por qué seguir así cuando alguien como tú puede optar/se merece muchísimo más?
Y con este comentario disfrazado de admiración, crece tu ego, y tu ego siempre va a a querer estar a las alturas de las circunstancias (aunque sean hipotéticas, fantasiosas o desmesuradas).
Ahí empieza la cuenta atrás. Cuando alguien te empuja a visualizarte en una posición más "acorde" contigo, con tus esfuerzos.
Empieza la cuanta atrás. Te das ciertos plazos.
Tic tac, tic tac.
Y tienes que ir cumpliendo etapas. Alcanzando posiciones.
Tic, tac. Tic, tac.
Empieza la carrera con una banderilla de meta cada vez más inalcanzable.
Tic, tac. Tic, Tac.
Llega el descontento, y la furia.
Tic, tac. Tic, tac.
Ya no actúas desde el corazón, ya no te mueves desinteresada y agradecida. Mereces más.
Y el cronómetro avanza.
Vas acumulando afrentas, agravios, ofensas (verdaderas, imaginarias). Todo muy inmerecido, ¿es que nadie te valora? No saben lo que tienen, si lo perdieran... Y fantaseas con la idea del daño que puedes hacer, de lo satisfecho que quedaría tu orgullo sorprendiendo con una negativa, con un rechazo, de ti que te sientes tan rechazada constantemente. Darles un poco de su medicina. Y fantaseando con el palmo de narices y el poner a la gente en su sitio, terminas adelantándote a acontecimientos sin valorar antes los posibles daños propios.
La idea de ser tú la que diga no es demasiado apetecible, tentadora, se te representa de una y mil maneras, al acostarte, al levantarte, llenándote de un nervioso sudor frío entre sábanas retorcidas (y diría, y me dirían... valgo mucho más, ¿qué se han creído?, ¡ya verás!).
Porque te vas subiendo más y más alto en el pedestal.
En vez de utilizar la cabecita y no soltar cabo hasta haber amarrado otro (señal de esa inteligencia superior que tan convencida estás de que te gobierna) te aceleras y das por hecho asuntos que luego pueden no ser tan fácil materializar (encontrar otro trabajo mucho mejor, encontrar otra pareja que te valore, otra casa, otros caseros, etc., etc.). Pero en tu mente están ahí, a un sólo paso, y te los mereces tanto...
¿Conoces el dicho "otro vendrá que bueno me hará"? Pues no lo pierdas de vista.
Y procura comprobar que lo bueno venidero es tan maravilloso como (te) promete(s) (cosa harto improbable, a no ser que tengas mucha maña con la bola de cristal).
Entonces por lo menos asegúrate de que finalmente ocurra, porque igual te quedas tú con el palmo de narices que tanto deseas ver en el contrario, en unas circunstancias mucho peores, implorando las anteriores y maldiciendo tus delirios de grandeza, optimistas ensoñaciones y pusilánimes convicciones que han ido programando tu obsolescencia.
To Do List
Bien, bien, bien, sé que hago mal. Pero en el fondo va a ser para mejor. Porque si abandono ahora me quedará la espinita y será peor. Y ¿por qué tengo esta espinita? ¿No puedo poner fuerza de voluntad e ignorar completamente esta atracción? ¿Qué me hace susceptible de esta tentación? Me acuerdo de la canción:
Que te la han tentao, que te la han tentao....
Y no sigo porque es demasiado fina.
Hay otras tentaciones que puedes educarte (sí, una manera. educada" de decir reprimirte), que sabes que está mal (y que por lo tanto tiene consecuencias, castigadas, perseguidas y perniciosas) y resistes la primera tentación y (y la segunda, e incluso una tercera...lo mejor es apretar el paso y no darle muchas vueltas, o en ocasiones darle más de una vuelta hace que recapacites, seas consciente de lo que has estado a punto de acometer "sin pensar", "al tuntún", "a bote pronto", "por impulso", etc como quieras llamarlo, entonces piensas, lo repiensas y te dices....cheeeeeee, quieta ahí, adónde vas? en qué coj...estás pensando? Pues en el supiuesto fin al que lleva este pecado... ¡cierto!! el proceso necesita que yo cometa una mala acción así que... ¿merece la pena el fin? ¿justifica los medios? te dices maquiavélicamente. Y reculas y te olvidas y haces como si nada. (haces como pero de eso... "nada")
Luego te sientes bien?? Pues no tanto como los libros, novelitas, moralejas, parábolas, fábulas, dibujitos animados y demás bombardeos desde la más tierna infancia te quieren hacer creer. Pero bueno... Te dices que estás siendo buena y obedeciendo y portándote bien, y el karma, y el no hacer lo que no te gustaría que ye hicieran y el "la vida te la devolverá" y "pone a cada uno en su lugar" y todas esas cosas.
Así que "aguanta, Mari Puri, aguuanta!!!"
Y consigues seguir las normas y seguir tu camino sin mayor vacilación (bueno, una chispa) ni dilación (en esto sales como una escopeta vaya a ser que a tu cerebrito se le ocurra una trampa , par la jodida ley que te ha impedido que lleves a cabo tus deseos. Y en otra cosa no, pero sabes que en esto tu cerebro es un auténtico artista. Por la rapidez en la creación de peros, por lo creativos, por lo convincentes... Lo tiene todo!!! Podría funcionar así de bien en otras circunstancias!! Pero en convencerte a ti misma...ay!!, se sabe todas las triquiñuelas, todos tus puntos débiles... que si apela a ciertas razones, que si te pincha con ciertos motivos... Caes!! Caes en una caída que más bien es un tirarse de cabeza y sin mirar a los lados, ni atrás ...A nada y rapidito, antes de que la razón, con su insistentemente enarbolado sentido común venga a apearte de tus trece.
Pero ¿por qué esas tendencias? ¿por qué esos primeros impulsos? a llevar la contraria, haciendo lo que me da la gana. Porque no soy como los demás, que parecen tan angelicales y siento muchas veces que he salido, rana, oveja (negra) , y que llevo el demonio dentro. Sí, me lo imagino azul, con orejas puntiagudas y un asomante rabo y con la sonrisa demoniaca (obviamente, no va a ser angelical) típica de los demonios protectores de las casas Tailandesas. Incluso más maliciosa la sonrisa y menos fiera también.
Que te la han tentao, que te la han tentao....
Y no sigo porque es demasiado fina.
Hay otras tentaciones que puedes educarte (sí, una manera. educada" de decir reprimirte), que sabes que está mal (y que por lo tanto tiene consecuencias, castigadas, perseguidas y perniciosas) y resistes la primera tentación y (y la segunda, e incluso una tercera...lo mejor es apretar el paso y no darle muchas vueltas, o en ocasiones darle más de una vuelta hace que recapacites, seas consciente de lo que has estado a punto de acometer "sin pensar", "al tuntún", "a bote pronto", "por impulso", etc como quieras llamarlo, entonces piensas, lo repiensas y te dices....cheeeeeee, quieta ahí, adónde vas? en qué coj...estás pensando? Pues en el supiuesto fin al que lleva este pecado... ¡cierto!! el proceso necesita que yo cometa una mala acción así que... ¿merece la pena el fin? ¿justifica los medios? te dices maquiavélicamente. Y reculas y te olvidas y haces como si nada. (haces como pero de eso... "nada")
Luego te sientes bien?? Pues no tanto como los libros, novelitas, moralejas, parábolas, fábulas, dibujitos animados y demás bombardeos desde la más tierna infancia te quieren hacer creer. Pero bueno... Te dices que estás siendo buena y obedeciendo y portándote bien, y el karma, y el no hacer lo que no te gustaría que ye hicieran y el "la vida te la devolverá" y "pone a cada uno en su lugar" y todas esas cosas.
Así que "aguanta, Mari Puri, aguuanta!!!"
Y consigues seguir las normas y seguir tu camino sin mayor vacilación (bueno, una chispa) ni dilación (en esto sales como una escopeta vaya a ser que a tu cerebrito se le ocurra una trampa , par la jodida ley que te ha impedido que lleves a cabo tus deseos. Y en otra cosa no, pero sabes que en esto tu cerebro es un auténtico artista. Por la rapidez en la creación de peros, por lo creativos, por lo convincentes... Lo tiene todo!!! Podría funcionar así de bien en otras circunstancias!! Pero en convencerte a ti misma...ay!!, se sabe todas las triquiñuelas, todos tus puntos débiles... que si apela a ciertas razones, que si te pincha con ciertos motivos... Caes!! Caes en una caída que más bien es un tirarse de cabeza y sin mirar a los lados, ni atrás ...A nada y rapidito, antes de que la razón, con su insistentemente enarbolado sentido común venga a apearte de tus trece.
Pero ¿por qué esas tendencias? ¿por qué esos primeros impulsos? a llevar la contraria, haciendo lo que me da la gana. Porque no soy como los demás, que parecen tan angelicales y siento muchas veces que he salido, rana, oveja (negra) , y que llevo el demonio dentro. Sí, me lo imagino azul, con orejas puntiagudas y un asomante rabo y con la sonrisa demoniaca (obviamente, no va a ser angelical) típica de los demonios protectores de las casas Tailandesas. Incluso más maliciosa la sonrisa y menos fiera también.
Tantas decisiones: no comer frito, elegir en el menú aquello que no hayamos tomado esa semana (aunque no se alo que más nos apetzca), ir de compras, comprar ese capricho, tomar una cerveza, bueno dos, venga que me paso al vino que tanta cerveza me da gases, venga que finalizo con un whisky cola para contrarrestar la acidez del vino, venga que lo acompaño con otro, ¡oh! y me fumo un cigarrito porque me lo pide el cuerpo y sólo bebo, digo fumo, en ocasiones especiales, en realidad fumo cuando bebo (que no es a diario) y bebo sólo en ocasiones especiales también que suele ser...cuando hay una botella a mano. No, no, no es cierto, suele ser cuando me junto con mis amigos que suele ser casi todos los fies de semana salvo casos muy muy excepcionales de fines de semana de encerrona-claustrofóbico-aburrida-desesperante-tigre en jaula de gorrión- puede que le ruja (y salte a la yugular) a aquel que inocentemente se me ponga a tiro. El resto de fines de semana celebro la vida, que es fin de semana, que se ha acabado la parte tedioso/laboral (¿por qué tediosa? Porque nos han aleccionado a que es así, a que tienes que aborrecer tu trabajo, desear que se acabe, no estar más de lo necesario, salir escopeteada cuando sea la hora, odiar el momento de llegada etc etc. (Uno de los problemas de las sociedades occidentales actuales. Un problema grave. Dice Mircea Eliade que esto es lo que .......... Puede que lleve muchísima razón, pero nos resulta impensable. Nos han educado desde niños a odiar "las obligaciones". Si te gusta ir al trabajo eres un looser, "no tienes vida". La frase que categóricamente resume al pringado que le gusta ir a su curro.
Entiendo que no te guste madrugar, que no te gusten "las obligaciones", tener que estar x horas haciendo lo mismo, pero son los palos que "con gusto" no duelen. Lo malo de los trabajos es que al final tienes que relacionarte con gente para no ser la rarita/o y esas relaciones crean roces que llevados a un roce extremo hacen que surja la, por supuesto, rozadura, ampollas, heridas y situaciones incómodas, desagradables y casi siempre irreversibles. Las relaciones humanas....siempre jodiéndolo todo.
Pero temas laborales aparte y que no vienen a cuento, me acuesto más tarde porque me quiero terminar la película, y tomo el sol más de la cuenta porque estoy a gusto y no paras de hacer cosas de las que todo el rato te cuestionas y te aleccionas y adviertes de que no deberías hacer.
El momentito de duda.
El "no deberías...", "¿seguro que vas a ...?"
Y esa frasecita instala la culpa en tu interior.
Culpa que se viene a sumar a la cantidad de culpas que ya has ido acumulando, como facturas del supermercado, como tickets de compra, esperando, haciendo cola, acumulándose sin respuesta, sin ser redimidas con alguna buena acción o teoría que rebaje su maldad.
Así que finalmente y si has acumulado multas gordas, decides ponerle colofón y hacer borrón y cuenta nueva con un gran acto catártico, a lo grande y con los pìes a kilómetros del plato donde los sueles (y deberías) tener todo el día metidos. Pero o tú tienes unos pies muy grandes, o el plato es demasiado pequeño, o algo no encaja ahí porque a la primera de cambio ya anda ahí un pie por peteneras. "Quieto ahí!!". Entonces te dejas llevar, harto de la culpa, de los reproches mentales, del "siempre igual, no cambias, a quien pretendes engañar", la coacción, el miedo, la culpa. La jodida y penetrante culpa. Expansiva. Como una onda llegando a todos los recovecos de tu cerebro, influyendo en tus acciones, en tu estado de ánimo, en tu autoestima!! Vas sintiéndote una mierda, que no vales nada, no tienes fuerza de voluntad, no cumples lo que dices, sólo haces cosas que te van mal...
Y se pone la ocasión a tiro y te dices: "esta sí que sí" que le den por culo a todo, me voy a arrepentir pero con motivos. Y llevas a cabo el acto catastrófico, la hecatombe que redima, o al menos haga insignificantes los demás pecados. Pues muy bien. Ole y ole.
Y es que no se pueden tener tantas normas. No me jodas. Todo está anotado en una eterna lista mental de "To do". Para todo!! Para levantarte, qué ponerte, qué desyunar, fregar los platos porque si no luego te da pereza, vas a correr, la ducha, cuándo te pones mascarilla, cuando te lavas el pelo, cuando pones crema suavizamte, cuándo la lavadora, tender justo detrás, normas, normas, lavarte los dientes, el holo dental y los cepillos interdentales, comprar esto aquí, el resto allá, que no te falte esto otro, llamar a fulana, llevar esto, lo de más allá... Miles de rutinas diarias llevadas a cabo sin pensar, sin improvisar. Y pretendemos calcarlas en cualquie lado que stemos. De viaje, en otra ciudad, en casa de nuestros padres. Improvisa hinja!! Luego evalúas el día en bueno o ,malo según haya habido más o menos cosas qu ete hayn alejado de tu esuqema mental. De ese orden y manera en la que te deben acontecer las cosas. A más imprevistos, más día de mierda.
No pasa nada si no desayunas zumo de mandarinas orgánico con un toque de jengibre. No tienes que matarte para ir a comprar y poder desayunarlo mañana. No pasa nada si cada día incliuyes una novedad. No se acaba el mundo no eres menos perfecta, ni menos capaz por ello. Pero estamos tan estructurados y acomodados en nuestras rutinas que nos resulta impensable descojonarnos de las novedades.
Avanzar
La sensación de que llego tarde a los sitios, de que no avanzo. No avanzo. La rabia. Una impotencia, tambaleante a la altura de las corvas.
En sueños intento ir más deprisa. Algo me persigue y yo no puedo ir más rápido. Deprisa, deprisa. Es una sensación de angustia, de impotencia.
Como si estuvieras sumergida hasta la cintura y quisieras correr. Agua espesa que impide que te muevas más rápido, porque algo te alcanza.
Y luchas y procuras ayudarte con los brazos, sujetándote a lo que tengas a mano, unas ramas, una roca y tirando de tu cuerpo, o remando con tus brazos. Tienes que ir más rápido, más rápido, vamos, ¡muévete!
Todo se mueve,. Absolutamente todo. Menos tú.
Todo avanza a una velocidad vertiginosa, pasa por tu lado, zarandeándote, levantando tus ropas, enredando el pelo, dejándote cara anonadada.
Como si hicieras una foto en medio del tráfico, con el obturador muy lento.
Lágrimas escurriéndose tras el cristal. Gruesos hilos de agua que se escurren difuminando todo lo que está a la vista.
Supongo que todo esto me lo he buscado. Nuestro carácter es nuestro destino. O al menos eso dijo Heráclito.
En sueños intento ir más deprisa. Algo me persigue y yo no puedo ir más rápido. Deprisa, deprisa. Es una sensación de angustia, de impotencia.
Como si estuvieras sumergida hasta la cintura y quisieras correr. Agua espesa que impide que te muevas más rápido, porque algo te alcanza.
Y luchas y procuras ayudarte con los brazos, sujetándote a lo que tengas a mano, unas ramas, una roca y tirando de tu cuerpo, o remando con tus brazos. Tienes que ir más rápido, más rápido, vamos, ¡muévete!
Todo se mueve,. Absolutamente todo. Menos tú.
Todo avanza a una velocidad vertiginosa, pasa por tu lado, zarandeándote, levantando tus ropas, enredando el pelo, dejándote cara anonadada.
Como si hicieras una foto en medio del tráfico, con el obturador muy lento.
Lágrimas escurriéndose tras el cristal. Gruesos hilos de agua que se escurren difuminando todo lo que está a la vista.
Supongo que todo esto me lo he buscado. Nuestro carácter es nuestro destino. O al menos eso dijo Heráclito.