OCTUBRE 2015
Reflexiones
¡¡Los que se pelean se desean!!
Cuanto más desagradable sea alguien contigo no pienses que le caes mal, o que no te soporta, que siente aversión por ti porque se considera mucho mejor, porque piensa que eres una inútil, un cero a la izquierda. No, no, nada de eso.
¡¡Qué va!!
¡Todo lo contrario!
Recuerda esa gran verdad que gritábamos de pequeños:
¡¡¡Los que se pelean se desean!!!!
Y aunque hayamos cambiado las patadas y los empujones por miradas despectivas y palabras cortantes (o afilada ausencia de ellas), aunque hayamos canjeado insultos y puñetazos por desdén y rechazos, el motivo subyacente sigue siendo el mismo.
Y es que nunca dejamos de ser niños, no hemos abandonado aquellos parques de juegos en los que nos perseguíamos, nos escondíamos, nos robábamos la silla, nos espiábamos a ver quien se había movido en el pollito inglés, jugábamos al teléfono roto, a Marco Polo, la gallinita ciega, etc.
Buena introducción a lo que sería la vida adulta.
La única diferencia o ventaja es que de pequeño sabías quien "se la quedaba", quien pringaba, vamos, y tenía que buscar o perseguir a los demás.
De mayor, también está claro muchas veces: tu jefe, la policía, tu padre, etc (depende de lo que te traigas entre manos) y muchas veces pues no, y descubres de repente, ¡¡¡que hay alguien que va a por ti!!
Y no que esté por ti, ¡no te confundas! (aunque a veces las líneas de actuación sean parecidas), sino que va a por ti, a cargarte.
Una compañera de trabajo que no te mira, que te ignora cuando habla/s, un compañero que no te dice nunca buenos días, que apenas te dirige la palabra y responde a tus preguntas desagradable, o no te avisa de algo que tienes que hacer, esa persona que te evita, que te habla cabreada, que no te saluda.
Empiezas a darle vueltas a la cabeza buscando un porqué a esa actitud.
Será porque se siente amenazada, porque me ve muy vulgar, porque me junto con esta gente, porque no la saludé yo en su día, porque soy una maleducada, porque no encajo con ella, ni sabe que existo, porque porque porque....
Empiezas a buscar el misterio de las catedrales, ¿te suena? El misterio de las catedrales es muy simple y está delante de tus narices.
La respuesta la tienes y es de color rosa: ¡A esa persona le gustas! Ni más ni menos.
Aunque te parezca impensable, ¡te da hasta risa! ¿Pero qué dices?, ¡si no me soporta!
Pero párate un momento y piénsalo detenidamente.
Hay personas que se sienten tan desbordadas por otras, las ven tan inalcanzables, perfectas, bellas, interesantes, que sólo saben responder con envidia. Con odio.
Si no te pueden tener, si no te pueden controlar, prefieren odiarte, hacerte sentir tan insignificante como se sienten ellas a tu lado.
La envidia es la madre de casi todos los odios injustificados.
Y la envidia nace de un admiración exacerbada, incontrolable, tan inconmensurable que tienes que gestionarla de alguna manera y la canalizas a través del odio, de un sumario: no te soporto.
Pero el germen es algo que esa persona desea para sí: tu belleza, tu saber estar, tu presencia, tu inteligencia, tu estilo, tu dinero, tu vida, tu sonrisa... lo que sea.
Y la envidia genera odio. Ésa es la siguiente etapa.
Amor-deseo-envdia-odio
La cadena.
Estoy harta de verla, de sentirla.
Hay gente por supuesto que no es así. Que puede canalizar la admiración con reconocimiento. Son las personas muy seguras de sí mismas y felices con su vida. Pero también aquellas que se sienten tan insignificantes que sólo muestran admiración y servilismo (aunque estén deseando que te mueras y se alegrarán infinito, incluso propiciarán tu tropezón).
Pero cuando te topas con personas hostiles sin más, y no me refiero a un amargado en el metro (¡que a veces también, que la gente se monta películas -equivocadas- sobre tu vida y forma de ser con sólo echarte un vistazo!), si no a alguien con el que tengas un mínimo trato. No le des vueltas a la cabeza, ¡¡te adora!! Quiere ser como tú, o si es un hombre, te ve tan inalcanzable que sólo puede tratarte con hostilidad temeroso de que le descubras tan seguro está de que jamás te fijarás en él.
Sí, cualquier persona, y por cualquier motivo. Seguramente si te enteraras del motivo te daría un ataque de risa. Ni siquiera sabes que eres percibida así, (como alguien elegante- ¿yo? ¡¡si soy un cuadro!!, o por tu círculo de amigos ¿en serio?, por tu tipo de vida, por tu pareja, que la gente siempre te llame, que todo te salga bien. Motivos que por supuesto a ti te parecen muy discutibles, pero a la gente le encanta engrandecer las vidas ajenas, y la gente además, siempre ve lo que quiere ver.
Y a esta gente le jode que tú seas así de feliz como ella no lo es.
La prensa rosa se basa en esto.
Muy discutible también, podrías mencionarle mil cosas de ella que son deseables, interesantes, pero... por supuesto jamás intercalarás una palabra con ella. ¡Te odia!
Sí, te odia, y te hace la vida imporsible.
Y un día lo vislumbras cuando por cosas del destino le dices algún cumplido, "me ha parecido muy interesante esta reunión que has organizado" y ves como se derrite y se llena de orgullo.
Pero no te equivoques; aunque te pusieras literalmente a sus pies, dejaras que te pisoteara y fueras su sirviente, nada apaciguará su aversión. Siempre se quiere más. Es el problema de la envidia. Un sentimiento vacío, cuna de ansiedad, porque jamás es satisfecho, y nunca lleva a buen término. Jamás te traerá un regalo, una enseñanza.
El aprendizaje si acaso consiste en evitarla, en plantearte porqué la tienes, analizarla, desmontarla en sus piezas más pequeñas, ponerlas bajo la lupa con sinceridad. Oscuros secretos y carencias yacen en el fondo, en el nudo de la madeja.
¡¡Qué va!!
¡Todo lo contrario!
Recuerda esa gran verdad que gritábamos de pequeños:
¡¡¡Los que se pelean se desean!!!!
Y aunque hayamos cambiado las patadas y los empujones por miradas despectivas y palabras cortantes (o afilada ausencia de ellas), aunque hayamos canjeado insultos y puñetazos por desdén y rechazos, el motivo subyacente sigue siendo el mismo.
Y es que nunca dejamos de ser niños, no hemos abandonado aquellos parques de juegos en los que nos perseguíamos, nos escondíamos, nos robábamos la silla, nos espiábamos a ver quien se había movido en el pollito inglés, jugábamos al teléfono roto, a Marco Polo, la gallinita ciega, etc.
Buena introducción a lo que sería la vida adulta.
La única diferencia o ventaja es que de pequeño sabías quien "se la quedaba", quien pringaba, vamos, y tenía que buscar o perseguir a los demás.
De mayor, también está claro muchas veces: tu jefe, la policía, tu padre, etc (depende de lo que te traigas entre manos) y muchas veces pues no, y descubres de repente, ¡¡¡que hay alguien que va a por ti!!
Y no que esté por ti, ¡no te confundas! (aunque a veces las líneas de actuación sean parecidas), sino que va a por ti, a cargarte.
Una compañera de trabajo que no te mira, que te ignora cuando habla/s, un compañero que no te dice nunca buenos días, que apenas te dirige la palabra y responde a tus preguntas desagradable, o no te avisa de algo que tienes que hacer, esa persona que te evita, que te habla cabreada, que no te saluda.
Empiezas a darle vueltas a la cabeza buscando un porqué a esa actitud.
Será porque se siente amenazada, porque me ve muy vulgar, porque me junto con esta gente, porque no la saludé yo en su día, porque soy una maleducada, porque no encajo con ella, ni sabe que existo, porque porque porque....
Empiezas a buscar el misterio de las catedrales, ¿te suena? El misterio de las catedrales es muy simple y está delante de tus narices.
La respuesta la tienes y es de color rosa: ¡A esa persona le gustas! Ni más ni menos.
Aunque te parezca impensable, ¡te da hasta risa! ¿Pero qué dices?, ¡si no me soporta!
Pero párate un momento y piénsalo detenidamente.
Hay personas que se sienten tan desbordadas por otras, las ven tan inalcanzables, perfectas, bellas, interesantes, que sólo saben responder con envidia. Con odio.
Si no te pueden tener, si no te pueden controlar, prefieren odiarte, hacerte sentir tan insignificante como se sienten ellas a tu lado.
La envidia es la madre de casi todos los odios injustificados.
Y la envidia nace de un admiración exacerbada, incontrolable, tan inconmensurable que tienes que gestionarla de alguna manera y la canalizas a través del odio, de un sumario: no te soporto.
Pero el germen es algo que esa persona desea para sí: tu belleza, tu saber estar, tu presencia, tu inteligencia, tu estilo, tu dinero, tu vida, tu sonrisa... lo que sea.
Y la envidia genera odio. Ésa es la siguiente etapa.
Amor-deseo-envdia-odio
La cadena.
Estoy harta de verla, de sentirla.
Hay gente por supuesto que no es así. Que puede canalizar la admiración con reconocimiento. Son las personas muy seguras de sí mismas y felices con su vida. Pero también aquellas que se sienten tan insignificantes que sólo muestran admiración y servilismo (aunque estén deseando que te mueras y se alegrarán infinito, incluso propiciarán tu tropezón).
Pero cuando te topas con personas hostiles sin más, y no me refiero a un amargado en el metro (¡que a veces también, que la gente se monta películas -equivocadas- sobre tu vida y forma de ser con sólo echarte un vistazo!), si no a alguien con el que tengas un mínimo trato. No le des vueltas a la cabeza, ¡¡te adora!! Quiere ser como tú, o si es un hombre, te ve tan inalcanzable que sólo puede tratarte con hostilidad temeroso de que le descubras tan seguro está de que jamás te fijarás en él.
Sí, cualquier persona, y por cualquier motivo. Seguramente si te enteraras del motivo te daría un ataque de risa. Ni siquiera sabes que eres percibida así, (como alguien elegante- ¿yo? ¡¡si soy un cuadro!!, o por tu círculo de amigos ¿en serio?, por tu tipo de vida, por tu pareja, que la gente siempre te llame, que todo te salga bien. Motivos que por supuesto a ti te parecen muy discutibles, pero a la gente le encanta engrandecer las vidas ajenas, y la gente además, siempre ve lo que quiere ver.
Y a esta gente le jode que tú seas así de feliz como ella no lo es.
La prensa rosa se basa en esto.
Muy discutible también, podrías mencionarle mil cosas de ella que son deseables, interesantes, pero... por supuesto jamás intercalarás una palabra con ella. ¡Te odia!
Sí, te odia, y te hace la vida imporsible.
Y un día lo vislumbras cuando por cosas del destino le dices algún cumplido, "me ha parecido muy interesante esta reunión que has organizado" y ves como se derrite y se llena de orgullo.
Pero no te equivoques; aunque te pusieras literalmente a sus pies, dejaras que te pisoteara y fueras su sirviente, nada apaciguará su aversión. Siempre se quiere más. Es el problema de la envidia. Un sentimiento vacío, cuna de ansiedad, porque jamás es satisfecho, y nunca lleva a buen término. Jamás te traerá un regalo, una enseñanza.
El aprendizaje si acaso consiste en evitarla, en plantearte porqué la tienes, analizarla, desmontarla en sus piezas más pequeñas, ponerlas bajo la lupa con sinceridad. Oscuros secretos y carencias yacen en el fondo, en el nudo de la madeja.
Palabras de seguridad
Palabra de confort/ palabra de seguridad. Y no me refiero a la que utilices para que tu partenaire sexual deje de azotarte sino a aquella que visualizas cuando estás en un momento de alta tensión. Como la palabra mágica que hace que se abra la cueva de Aladino, que rompe el hechizo, que paraliza los temores, que vence al monstruo. Esa palabra que al pronunciarla, pensarla o recitarla mentalmente rompe el embrujo, el bucle de la situación en la que estás. Ejemplo:
1-Está la quisquillosa de tu jefe echándote una bronca (o especie de) inmerecida o no, eso es lo de menos, ¿Quién echa la bronca entre adultos hoy en día?
2- Estás aguantando las lágrimas con todas tus fuerzas porque no sabes qué coño te pasa que estás tan sensible y sabes que en cuanto te dirijan la palabra vas a salir con una torrentada ocular que te hará sonrojarte el resto de tus días. Y, sí, ya sé que no hay nada de malo en "desahogarse" y en soltar unas lágrimitas, pero hay algunas personas a las que esos ataques de emotividad nos dan urticaria y nos repelen. En los demás nos desbordan, así que ¡no te digo en nosotros mismos! Sobretodo porque ves con toda objetividad que este asunto te importa tres pepinos, y que mañana te va a dar hasta risa, pero hoy tienes un desbocamiento emocional, llámese tormenta hormonal, cúmulo de circunstancias o día tonto, que te sientes muy pobrecita y tu barbilla baila a la menor conmoción, tus comisuras tiemblan desbocadas, los ojos se te ponen brillantes y.... Y te jode porque sabes que son tonterías tuyas, que es autocompasión. Y te jode más todavía porque sabes que si te vas al baño y te encierras para dar rienda suelta a toda esta emotividad, soltarás dos lagrimitas, tal vez un par de sollozos y ya. ¿Ya está? ¡Venga! Que te dejo, ¡suéltate! Y nada, nada, no sale nada más. Lo peor de las lágrimas es intentar retenerlas. Se vuelven amenazantes, chantajeando con su aparición a la mínima tontería.
3- Tienes ganas de contestarle o saltarle a la yugular al imbécil de turno que ha dicho una estupidez, o que casi te da con el coche, o que te ha empujado sin inmutarse, o que ha sido un maleducado, grosero, etc.
Situaciones de máximo estrés en las que en un mínimo click estarás sin control.
Pero no vas a saltar a todo ni se trata de picar en todos los anzuelos. Y como decía el señor Goenka, no vas a aceptar, como si fuera un regalo, todas las estupideces que a alguno se le ocurra arrojarte. Al no contestar, al no inmutarte, ese "regalo" se lo lleva tal cual con él. A ti no te ha arrastrado a su estado de ánimo, no te ha jodido el día, no te has puesto en esa frecuencia de cabreo y odio que él intentaba sintonizar contigo, para descargar su odio interno "compartiéndolo" contigo, haciéndote partícipe. Y por supuesto esto lo consigues ignorándole y no poniéndote a su escasa altura.
Así que aquí viene la palabra de seguridad. Ves la situación, te mantienen calladita y si ves que vas a salir desbordada te dices: la palabra mágica que rompe el hechizo y te hace tomar distancia: de este sitio, de esta persona, de esta sensación, de esta situación. Más y más lejos, cada vez más y más lejos.
Mi técnica, más que una palabra, que también y ya salió el mes pasado: invulnerabilidad, consiste en centrarme en la respiración en la palma de las manos, de muñeca a dedos, como deshaciéndome de eso.
La técnica no me la he inventado yo que la aprendí en un curso de meditación Vipassana.
Como muchas de ciertas ideas que aquí plasmo.
Ideas que ahora asaltan mi mente. Es curioso cómo en el momento de recibirlas, hay tanta información que tal vez te llaman más la atención otras. Pero luego, con el paso de los días y las experiencias, de repente del fondo del subcosnciente aparece como por arte de magia una frase, una idea, más bien, que luego hay que ir desenterrando para contextualizarla y recordarla bien (sobre todo si la quiero poner por escrito y comprensible, como es este caso).
Porque, y esto me pasa muy a menudo, veo la idea, la tengo en la mente, la veo ahí, iluminada como sobre un escenario suspendida entre la oscuridad del resto de los pensamientos que por un instante callan. Está ahí, brillante y aprensible, pero no sé explicarla. Aunque en abstracto está clarísimo.
Al final siempre igual: me explico como un libro cerrado pero capto más allá de las palabras. Las palabras generan una sensación en mí respecto a lo que describen y luego desaparecen.
Me quedo con la sensación pero soy incapaz de repetir las palabras, ni siquiera aproximarme.
El don de la palabra no es lo mío. Menos cuando estoy cabreada. Entonces tengo una soltura verbal alucinante. Y me explico con claridad, y no trastabillo, y todo sale directo de mi mente, como un rayo iluminado. Dando donde duele, sacando a la luz lo que ambos habíamos ignorado.
Sí, este también es otro "don".
Lo que me lleva a pensar que mi poco don de palabra es porque estoy muy pendiente de lo que piensa mi interlocutor.
Y cuando estoy cabreada no me importa agradar o no, tampoco el objetivo es herir, que conste, no pierdo así los apeles, pero soy tan clara y directa, voy tan al grano y estoy tan convencida que al final los demás quedan mudos.
Palabras, palabras, qué puñeteras.
Es como si no fuera consciente de mi opinión hasta que no siento que debo defenderme. Tan vehemente. Debo buscar el terminito medio.
Será para el próximo mes...
- Usted siempre dice lo que piensa ¿verdad?
- Por supuesto. Si no, ¿para qué molestarse en hablar?
David Bailey
1-Está la quisquillosa de tu jefe echándote una bronca (o especie de) inmerecida o no, eso es lo de menos, ¿Quién echa la bronca entre adultos hoy en día?
2- Estás aguantando las lágrimas con todas tus fuerzas porque no sabes qué coño te pasa que estás tan sensible y sabes que en cuanto te dirijan la palabra vas a salir con una torrentada ocular que te hará sonrojarte el resto de tus días. Y, sí, ya sé que no hay nada de malo en "desahogarse" y en soltar unas lágrimitas, pero hay algunas personas a las que esos ataques de emotividad nos dan urticaria y nos repelen. En los demás nos desbordan, así que ¡no te digo en nosotros mismos! Sobretodo porque ves con toda objetividad que este asunto te importa tres pepinos, y que mañana te va a dar hasta risa, pero hoy tienes un desbocamiento emocional, llámese tormenta hormonal, cúmulo de circunstancias o día tonto, que te sientes muy pobrecita y tu barbilla baila a la menor conmoción, tus comisuras tiemblan desbocadas, los ojos se te ponen brillantes y.... Y te jode porque sabes que son tonterías tuyas, que es autocompasión. Y te jode más todavía porque sabes que si te vas al baño y te encierras para dar rienda suelta a toda esta emotividad, soltarás dos lagrimitas, tal vez un par de sollozos y ya. ¿Ya está? ¡Venga! Que te dejo, ¡suéltate! Y nada, nada, no sale nada más. Lo peor de las lágrimas es intentar retenerlas. Se vuelven amenazantes, chantajeando con su aparición a la mínima tontería.
3- Tienes ganas de contestarle o saltarle a la yugular al imbécil de turno que ha dicho una estupidez, o que casi te da con el coche, o que te ha empujado sin inmutarse, o que ha sido un maleducado, grosero, etc.
Situaciones de máximo estrés en las que en un mínimo click estarás sin control.
Pero no vas a saltar a todo ni se trata de picar en todos los anzuelos. Y como decía el señor Goenka, no vas a aceptar, como si fuera un regalo, todas las estupideces que a alguno se le ocurra arrojarte. Al no contestar, al no inmutarte, ese "regalo" se lo lleva tal cual con él. A ti no te ha arrastrado a su estado de ánimo, no te ha jodido el día, no te has puesto en esa frecuencia de cabreo y odio que él intentaba sintonizar contigo, para descargar su odio interno "compartiéndolo" contigo, haciéndote partícipe. Y por supuesto esto lo consigues ignorándole y no poniéndote a su escasa altura.
Así que aquí viene la palabra de seguridad. Ves la situación, te mantienen calladita y si ves que vas a salir desbordada te dices: la palabra mágica que rompe el hechizo y te hace tomar distancia: de este sitio, de esta persona, de esta sensación, de esta situación. Más y más lejos, cada vez más y más lejos.
Mi técnica, más que una palabra, que también y ya salió el mes pasado: invulnerabilidad, consiste en centrarme en la respiración en la palma de las manos, de muñeca a dedos, como deshaciéndome de eso.
La técnica no me la he inventado yo que la aprendí en un curso de meditación Vipassana.
Como muchas de ciertas ideas que aquí plasmo.
Ideas que ahora asaltan mi mente. Es curioso cómo en el momento de recibirlas, hay tanta información que tal vez te llaman más la atención otras. Pero luego, con el paso de los días y las experiencias, de repente del fondo del subcosnciente aparece como por arte de magia una frase, una idea, más bien, que luego hay que ir desenterrando para contextualizarla y recordarla bien (sobre todo si la quiero poner por escrito y comprensible, como es este caso).
Porque, y esto me pasa muy a menudo, veo la idea, la tengo en la mente, la veo ahí, iluminada como sobre un escenario suspendida entre la oscuridad del resto de los pensamientos que por un instante callan. Está ahí, brillante y aprensible, pero no sé explicarla. Aunque en abstracto está clarísimo.
Al final siempre igual: me explico como un libro cerrado pero capto más allá de las palabras. Las palabras generan una sensación en mí respecto a lo que describen y luego desaparecen.
Me quedo con la sensación pero soy incapaz de repetir las palabras, ni siquiera aproximarme.
El don de la palabra no es lo mío. Menos cuando estoy cabreada. Entonces tengo una soltura verbal alucinante. Y me explico con claridad, y no trastabillo, y todo sale directo de mi mente, como un rayo iluminado. Dando donde duele, sacando a la luz lo que ambos habíamos ignorado.
Sí, este también es otro "don".
Lo que me lleva a pensar que mi poco don de palabra es porque estoy muy pendiente de lo que piensa mi interlocutor.
Y cuando estoy cabreada no me importa agradar o no, tampoco el objetivo es herir, que conste, no pierdo así los apeles, pero soy tan clara y directa, voy tan al grano y estoy tan convencida que al final los demás quedan mudos.
Palabras, palabras, qué puñeteras.
Es como si no fuera consciente de mi opinión hasta que no siento que debo defenderme. Tan vehemente. Debo buscar el terminito medio.
Será para el próximo mes...
- Usted siempre dice lo que piensa ¿verdad?
- Por supuesto. Si no, ¿para qué molestarse en hablar?
David Bailey
Algunas lecciones diarias
Todo sufrimiento lo genera tu mente.
Me doy cuenta que hay cosas que ya no me importan, o percibo de cierta manera. Estoy tranquila y no me importa demasiado, pero sí, me ha molestado. Entonces lo mejor es dejarlo pasar, observar e ignorarlo.
No reaccionar. Y he aquí la lección.
Hoy no he hecho caso y, aunque no me ha jodido de manera especial, he seguido con la costumbre de contárselo a un par de personas.
Y lo peor es que me ha pasado por la mente no decir nada, que no merecía la pena dedicarle unas palabras ni darle una importancia que no ha tenido desde el principio.
He valorado no decir nada, pero las costumbres son las costumbres.
Y el aburrimiento, el aburrimiento.
Tras contarlo me ha importado, y mucho. Estaba cabreadísima, muy molesta, llena de rabia, de odio.
Un tema que podría haber pasado sin pena ni gloria.
Me cuesta mantener la boquita cerrada.
Pero voy a tener que dominarme y mantenerla totalmente shut up!!
Al final es acostumbrarse, llevo toda mi vida saltando a la mínima y ahora, no es que me reprima, es que no me apetece saltar.
Y veo que no tengo gana de darle más bombo y platillo.
Peeero..estoy aburrida y pienso que por contárselo a una amiga no va a pasar nada.
Pero pasa.
Entonces es cuando PASA.
Lo vas relatando, te aceleras... Al ponerlo en palabras te vas cabreando cada vez más. De repente una sensación que podía haber pasado sin pena ni gloria, captura toda tu atención y se convierte en el Gran Issue.
Se trata de darte cuenta de que todo ocurre en tu cabeza, de que todo el sufrimiento lo “inventa” tu mente. No hay más. Cuando reaccionas, no lo haces por el insulto que estás recibiendo. Estás reaccionando contra ti mismo. Todo está en ti, y todo ocurre en ti. Lo que los demás hagan no es problema tuyo. Es 100% responsabilidad suya y no tiene nada que ver contigo.
Sienta, observa, acepta, no reacciones, y deja marchar.
Aparece una sensación y el agrado o el desagrado comienzan. Este momento fugaz, si somos conscientes de él, se repite y se intensifica en deseo y la aversión, convirtiéndose en una fuerte emoción que finalmente domina la mente consciente . GOENKA
Me doy cuenta que hay cosas que ya no me importan, o percibo de cierta manera. Estoy tranquila y no me importa demasiado, pero sí, me ha molestado. Entonces lo mejor es dejarlo pasar, observar e ignorarlo.
No reaccionar. Y he aquí la lección.
Hoy no he hecho caso y, aunque no me ha jodido de manera especial, he seguido con la costumbre de contárselo a un par de personas.
Y lo peor es que me ha pasado por la mente no decir nada, que no merecía la pena dedicarle unas palabras ni darle una importancia que no ha tenido desde el principio.
He valorado no decir nada, pero las costumbres son las costumbres.
Y el aburrimiento, el aburrimiento.
Tras contarlo me ha importado, y mucho. Estaba cabreadísima, muy molesta, llena de rabia, de odio.
Un tema que podría haber pasado sin pena ni gloria.
Me cuesta mantener la boquita cerrada.
Pero voy a tener que dominarme y mantenerla totalmente shut up!!
Al final es acostumbrarse, llevo toda mi vida saltando a la mínima y ahora, no es que me reprima, es que no me apetece saltar.
Y veo que no tengo gana de darle más bombo y platillo.
Peeero..estoy aburrida y pienso que por contárselo a una amiga no va a pasar nada.
Pero pasa.
Entonces es cuando PASA.
Lo vas relatando, te aceleras... Al ponerlo en palabras te vas cabreando cada vez más. De repente una sensación que podía haber pasado sin pena ni gloria, captura toda tu atención y se convierte en el Gran Issue.
Se trata de darte cuenta de que todo ocurre en tu cabeza, de que todo el sufrimiento lo “inventa” tu mente. No hay más. Cuando reaccionas, no lo haces por el insulto que estás recibiendo. Estás reaccionando contra ti mismo. Todo está en ti, y todo ocurre en ti. Lo que los demás hagan no es problema tuyo. Es 100% responsabilidad suya y no tiene nada que ver contigo.
Sienta, observa, acepta, no reacciones, y deja marchar.
Aparece una sensación y el agrado o el desagrado comienzan. Este momento fugaz, si somos conscientes de él, se repite y se intensifica en deseo y la aversión, convirtiéndose en una fuerte emoción que finalmente domina la mente consciente . GOENKA
Teseracto
Nada es para siempre. El café se enfría, el cigarro se apaga, el tiempo pasa y las personas cambian, decía Bob Marley
Las situaciones y los gustos. Las conexiones, las ironías, lo que nos hace gracia, lo que nos gusta, lo que coincidimos, lo que nos divierte, lo que nos unía.
De repente ha desaparecido.
Te das cuenta de que ha perdido intensidad.
Toda la intensidad.
Ahora te aburre. Ya no te fascina.
Recuerdo el chiste aquel...
- Me encanta ese tío!!
- Lo conozco, ¡voy a presentártelo!.
- Deja, deja, prefiero que me siga gustando.
Recuerdo las situaciones, suena una canción y me traslada a aquellos días, al mejor momento sublimado en mi memoria.
Aparece el ansia por revivir pero sólamente ese intante una y otra vez, una y otra vez, como en un plano paralelo que se repite constantemente, como un teseracto, ese instante congelado y repetido a lo largo de los tiempos. Ese instante que no envejece, que no pierde su magia, que no cambia.
No recuerdas ni el antes, ni el después. Sólo la adrenalina, la euforia de ese instante alentado en tu cabeza.
Inventado.
Irreal.
Pero las sensaciones son tan fuertes, como una pequeña descarga y lo quieres, lo quieres.
Quieres vivir esa experiencia de nuevo.
¡Una mentira!
Una historia inventada que te lleva a antiguos comportamientos. A repetir las causas.
Y terminar dándote cuenta de que el precio es muy alto, el resultado es falso, ha perdido fuerza, ya no te gusta y además te lo habías inventado.
El pasado, pasado.
Cuánto nos cuesta dar por terminada una etapa.
Cuánto cuesta decir hasta aquí.
Reconocer que no se pueden repetir experiencias, momentos, estados de ánimo con las premisas que antes los proporcionaban.
Y los actuales nos parecen descafeinados.
Siempre exageramos el pasado.
Lo bueno y lo malo.
Sobretodo lo bueno.
Vale, ya has ido sumando 2 +2 +2 y ha salido 6
Sí, 6, como siempre, como antes.
Y darte cuenta que estos meses de añoranza, todo tu empeño por repetir la ansiada emoción, han sido una pérdida de tiempo.
Ya nada es como antes, y no quieres cerrar la puerta, no te quieres despedir. Pero, tienes que seguir hacia delante, no perder tiempo, como las abuelitas mirando hacia atrás.
Stay focus.
Sin comparaciones.
Las situaciones y los gustos. Las conexiones, las ironías, lo que nos hace gracia, lo que nos gusta, lo que coincidimos, lo que nos divierte, lo que nos unía.
De repente ha desaparecido.
Te das cuenta de que ha perdido intensidad.
Toda la intensidad.
Ahora te aburre. Ya no te fascina.
Recuerdo el chiste aquel...
- Me encanta ese tío!!
- Lo conozco, ¡voy a presentártelo!.
- Deja, deja, prefiero que me siga gustando.
Recuerdo las situaciones, suena una canción y me traslada a aquellos días, al mejor momento sublimado en mi memoria.
Aparece el ansia por revivir pero sólamente ese intante una y otra vez, una y otra vez, como en un plano paralelo que se repite constantemente, como un teseracto, ese instante congelado y repetido a lo largo de los tiempos. Ese instante que no envejece, que no pierde su magia, que no cambia.
No recuerdas ni el antes, ni el después. Sólo la adrenalina, la euforia de ese instante alentado en tu cabeza.
Inventado.
Irreal.
Pero las sensaciones son tan fuertes, como una pequeña descarga y lo quieres, lo quieres.
Quieres vivir esa experiencia de nuevo.
¡Una mentira!
Una historia inventada que te lleva a antiguos comportamientos. A repetir las causas.
Y terminar dándote cuenta de que el precio es muy alto, el resultado es falso, ha perdido fuerza, ya no te gusta y además te lo habías inventado.
El pasado, pasado.
Cuánto nos cuesta dar por terminada una etapa.
Cuánto cuesta decir hasta aquí.
Reconocer que no se pueden repetir experiencias, momentos, estados de ánimo con las premisas que antes los proporcionaban.
Y los actuales nos parecen descafeinados.
Siempre exageramos el pasado.
Lo bueno y lo malo.
Sobretodo lo bueno.
Vale, ya has ido sumando 2 +2 +2 y ha salido 6
Sí, 6, como siempre, como antes.
Y darte cuenta que estos meses de añoranza, todo tu empeño por repetir la ansiada emoción, han sido una pérdida de tiempo.
Ya nada es como antes, y no quieres cerrar la puerta, no te quieres despedir. Pero, tienes que seguir hacia delante, no perder tiempo, como las abuelitas mirando hacia atrás.
Stay focus.
Sin comparaciones.
El rotulador amarillo
Este fin de semana he vivido uno de esos momentos en los que ves claramente que la vida te quiere decir algo, ves las señales de conversación, retazos que intentan atravesar la barrera de la razón y llegar al conocimiento. Pero es que de verdad que el lenguaje del destino es muy impactante pero al mismo tiempo te dices: ¿y con esto qué? Como cuando alguien del trabajo suelta en voz alta una frase de esas que no se pueden tomar como acusación, pero tampoco es un halago, y que no sabes si lo dice por ti o si simplemente lo dijo, ni a cuento de qué viene.
Entonces dices: ¿a qué te refieres? ¿me hablas a mí?
Pues sí claro, a ti, ¡¡a quién si no!!
Si te has dado por aludida es por algo.
Total que el otro día el destino me mandó un mensaje. porque claramente lo era. Cifrado, como a él le gusta. O como él sabe. Pobre mío no debe conocer el lenguaje, y casi menos mal porque que estés distraída haciendo pis, intentando mantener el equilibrio para no apoyarte y que de repente te susurrara al oído: "esa etapa de tu vida tienes que cerrarla...", ¡¡Ostias qué susto!! No, no, mejor no.
Y lo mismo de frustrante que es para nosotras interceptar su mensaje pero no saber descifrarlo debe ser para el destino no poder comunicárnoslo en nuestro código.
Utiliza el suyo: casualidades pasmosas, gente a la que no ves hace años, objetos o reminiscencias de lo que soñaste anoche,
Lo suyo es la imagen impactante, el encontronazo vertiginoso.
Y así pasó conmigo este sábado.
Yo no creo que fuera una premonición ni una advertencia. Supongo que simplemente quiso ponerme en perspectiva. Hacerme ver qué cambios, el antes y el después. Aunque yo ya lo tenía claro, pero tal vez por eso he entendido y he estado atenta a la señal.
Pues ahí estaba yo en un cumpleaños en la city, cuando nada más llegar vi a una chica que conocí este verano, y a los diez minutos me encontré con otra de hace un año.
Y para cualquiera eso será una casualidad sin más.
Pero son dos personas que apenas conocí pero que el contexto que viví con ellas son las que marcan e antes y el después. la diferencia en mi vida. un profundo cambio.
A todo esto, y ya bastante flipada con el percal, apareció bajando la calle un ex. Un ex con el que se puede decir que toqué el punto álgido de la tranqsición. Sería como la mitad. La decadencia de la vida anterior y el inseguro y débil deslizarse hacia la nueva vida.
O como poco fue un tío con el que ya toqué fondo en todos los aspectos.
¿Casualidad? No lo creo. A estas alturas de mi vida, no.
¿Era una advertencia para no volver al pasado? ¿Era simplemente un resumen de estos últimos años?
Pues ni lo sé ni ciertamente tiene mucha importancia. Como decía Yogui Bhajan: cuando me ocurre algún hecho extraordinario, lo apunto en la agenda, lo marco repetidamente con el subrayador amarillo y acto seguido me voy a comer una hamburguesa.
Y no pienso en ello, ni le doy vueltas ni intento sacar lecciones o fliparme demasiado con el tema.
Entonces dices: ¿a qué te refieres? ¿me hablas a mí?
Pues sí claro, a ti, ¡¡a quién si no!!
Si te has dado por aludida es por algo.
Total que el otro día el destino me mandó un mensaje. porque claramente lo era. Cifrado, como a él le gusta. O como él sabe. Pobre mío no debe conocer el lenguaje, y casi menos mal porque que estés distraída haciendo pis, intentando mantener el equilibrio para no apoyarte y que de repente te susurrara al oído: "esa etapa de tu vida tienes que cerrarla...", ¡¡Ostias qué susto!! No, no, mejor no.
Y lo mismo de frustrante que es para nosotras interceptar su mensaje pero no saber descifrarlo debe ser para el destino no poder comunicárnoslo en nuestro código.
Utiliza el suyo: casualidades pasmosas, gente a la que no ves hace años, objetos o reminiscencias de lo que soñaste anoche,
Lo suyo es la imagen impactante, el encontronazo vertiginoso.
Y así pasó conmigo este sábado.
Yo no creo que fuera una premonición ni una advertencia. Supongo que simplemente quiso ponerme en perspectiva. Hacerme ver qué cambios, el antes y el después. Aunque yo ya lo tenía claro, pero tal vez por eso he entendido y he estado atenta a la señal.
Pues ahí estaba yo en un cumpleaños en la city, cuando nada más llegar vi a una chica que conocí este verano, y a los diez minutos me encontré con otra de hace un año.
Y para cualquiera eso será una casualidad sin más.
Pero son dos personas que apenas conocí pero que el contexto que viví con ellas son las que marcan e antes y el después. la diferencia en mi vida. un profundo cambio.
A todo esto, y ya bastante flipada con el percal, apareció bajando la calle un ex. Un ex con el que se puede decir que toqué el punto álgido de la tranqsición. Sería como la mitad. La decadencia de la vida anterior y el inseguro y débil deslizarse hacia la nueva vida.
O como poco fue un tío con el que ya toqué fondo en todos los aspectos.
¿Casualidad? No lo creo. A estas alturas de mi vida, no.
¿Era una advertencia para no volver al pasado? ¿Era simplemente un resumen de estos últimos años?
Pues ni lo sé ni ciertamente tiene mucha importancia. Como decía Yogui Bhajan: cuando me ocurre algún hecho extraordinario, lo apunto en la agenda, lo marco repetidamente con el subrayador amarillo y acto seguido me voy a comer una hamburguesa.
Y no pienso en ello, ni le doy vueltas ni intento sacar lecciones o fliparme demasiado con el tema.