JULIO 2017
Edito
Era conductor, pero por encima de eso era vaquero. No tenía absolutamente ninguna opinión acerca de los griegos ni aspiraba en modo alguno a formársela. Mantenía una mano en lo alto del volante, mientras la otra descansaba. Sus ojos tenían el aspecto de quien ha labrado un millón de hectáreas.
Crónicas de motel.
Sam Shepard
Julio dedicado a esas imágenes underground de los viajes en Motel por EEUU. Con su aire abandonado, a veces cutre y casposo, a veces siniestro e inquietante.
Dependientes lánguidos, aburridos y de vueltas de todo. Nada parece sorprender a una camarera del Dinners de carretera con su jarra de café en mano que se pasea con un uniforme de falda rosa y mandil blanco reponiendo de cafeína a los agotados y malhumorados camioneros que paran a repostar.
Hay tantas imágenes de estos hoteles de carretera siempre escenarios de los hechos más turbios: intercambio de drogas, armas, escondite de los huidos de la justicia, historias de terror, tiroteos, donde te escondes a beber, a entregarte a tu doble vida, perseguidos que espían por una rendija de la cortina...
Lugares sin identidad, donde perder el nombre, donde el anonimato es ley. Nadie te mira, a nadie le importas demasiado, aunque cuando unos ojos se posan en ti te escruten fríamente.
Lugares solitarios de decoración básica, antigua, moquetas y paredes que podrían contar una historia que dejaría sin palabras el mejor guión.
Imágenes de un verano caliente, tranquilo e indolente.
Sitios que invitan a la melancolía, a perder el control, a esconderse de todo.
Lugares a los que llegas tras un largo viaje en coche huyendo de dios sabe qué.
Teléfonos antiguos, cortinas marrones y mugrientas "antimiradas", moquetas pisoteadas, televisores colgados de la pared, baños con ventana estrecha. Aparato de climatización, colchas antediluvianas.
Restaurantes con olor a bacon frito y café, cartas llenas de pancakes, siropes y platos combinados.
Carreteras infinitas, paisajes angustiosamente desolados, granjas diseminadas en el horizonte, camiones con trailer cuyo color plateado refleja un calor abrasador.
Y la cabeza que bulle a todo correr al ritmo del cuentakilómetros.
Conclusiones, giros en espiral (con alguna cabriola y salida de tono) de los pensamientos, momentos de aburrimiento, sueño, languidez. Deseando llegar al próximo destino, próxima parada iluminada por unos neones y una flecha.
Atravesar el umbral sin saber qué ha pasado allí.
Qué está por venir.
Notaba la presencia de la pistola automática, el ganado, las alambradas, los dados, jinetes atravesando la noche sin linterna, bares cerrados en la noche de la pradera.
Crónicas de motel.
Sam Shepard.
Crónicas de motel.
Sam Shepard
Julio dedicado a esas imágenes underground de los viajes en Motel por EEUU. Con su aire abandonado, a veces cutre y casposo, a veces siniestro e inquietante.
Dependientes lánguidos, aburridos y de vueltas de todo. Nada parece sorprender a una camarera del Dinners de carretera con su jarra de café en mano que se pasea con un uniforme de falda rosa y mandil blanco reponiendo de cafeína a los agotados y malhumorados camioneros que paran a repostar.
Hay tantas imágenes de estos hoteles de carretera siempre escenarios de los hechos más turbios: intercambio de drogas, armas, escondite de los huidos de la justicia, historias de terror, tiroteos, donde te escondes a beber, a entregarte a tu doble vida, perseguidos que espían por una rendija de la cortina...
Lugares sin identidad, donde perder el nombre, donde el anonimato es ley. Nadie te mira, a nadie le importas demasiado, aunque cuando unos ojos se posan en ti te escruten fríamente.
Lugares solitarios de decoración básica, antigua, moquetas y paredes que podrían contar una historia que dejaría sin palabras el mejor guión.
Imágenes de un verano caliente, tranquilo e indolente.
Sitios que invitan a la melancolía, a perder el control, a esconderse de todo.
Lugares a los que llegas tras un largo viaje en coche huyendo de dios sabe qué.
Teléfonos antiguos, cortinas marrones y mugrientas "antimiradas", moquetas pisoteadas, televisores colgados de la pared, baños con ventana estrecha. Aparato de climatización, colchas antediluvianas.
Restaurantes con olor a bacon frito y café, cartas llenas de pancakes, siropes y platos combinados.
Carreteras infinitas, paisajes angustiosamente desolados, granjas diseminadas en el horizonte, camiones con trailer cuyo color plateado refleja un calor abrasador.
Y la cabeza que bulle a todo correr al ritmo del cuentakilómetros.
Conclusiones, giros en espiral (con alguna cabriola y salida de tono) de los pensamientos, momentos de aburrimiento, sueño, languidez. Deseando llegar al próximo destino, próxima parada iluminada por unos neones y una flecha.
Atravesar el umbral sin saber qué ha pasado allí.
Qué está por venir.
Notaba la presencia de la pistola automática, el ganado, las alambradas, los dados, jinetes atravesando la noche sin linterna, bares cerrados en la noche de la pradera.
Crónicas de motel.
Sam Shepard.
Momentos solitarios, reflexión, exasperación ante los días infinitos.
Las 11 de la mañana y las 17.00 de la tarde, hay que sobrevivir a estas horas y lo demás vendrá rodado. Ya tienes una excusa para parar, para beber algo, se acerca la hora de la comida y el descanso.
Deseando la envoltura de la noche en la que la mente se agudiza, en la que te deshaces del pesado letargo de todo un día irritada, cansada, arrastrándote bajo el implacable sol.
Hay que sobrevivir a esas horas, aunque parezcan infinitas.
En julio nada se mueve pero todo bulle.
Inmóvil y abrasador, una combinación demoledora.
Pensamientos exasperantes. Aburrimiento, desesperación.
Estés donde estés, eso es julio. No importa si estás de vacaciones o sigues en tu rutina, nos visitan esos momentos de desesperada turbación, de irrealidad, de vivir en un escenario imaginario, la fugacidad del tiempo, el absurdo sobre el que se sostiene nuestra vida llena de parámetros y reglas sociales que le dan un sentido, que te dan importancia.
Todo puede saltar por los aires.
En las tardes infinitas, con tu cuerpo sudando luchando por sobrevivir, incómoda, apática, cansada... Con comportamientos como un loop, vuelves a mirar facebook, tu correo, zapping, cambias de habitación, abres el frigorífico, no hay nada. No tengo hambre pero comería algo; algo que me siente fatal, pero que me mantenga ocupada y atolondrada. Y es pronto para abrir una cerveza.
Si estás de vacaciones, tras los primeros días de novedad aparece la duda, burlona e irónica. ¿Y ahora qué? ¿Y después de esto qué? ¿Y a continuación otro año más? Sin objetivos, dejándote arrastra por la inercia.
Y observas con meridiana claridad la mentira alrededor de toda tu composición de vacaciones, detrás de la sombrillita del cóctel, de la cena con los amigos en el restaurante de moda, tras las fotos de rigor con los pies en la piscina infinita...
La gran mentira.
Desencanto
Pero siempre puedes pedir una sangría que te haga tragar todos estos sentimientos.
¡Todo el mundo lo hace! No seas ridícula. La vida es así: trabajo, vacaciones,trabajo... en ese orden.
Y comienzas a planear la próxima escapada desde tu retiro estival.
Una escapada que dé sentido a los madrugones, compromisos, malos rollos, horas ante el ordenador...
Esto es julio. Es terrorífico y demoledor.
Impregnado al mismo tiempo de una fría belleza. Desoladora ante el árido y ardiente suelo que pisamos, sublime.
La belleza de lo trágico, esperando lo terrible e inevitable.
Entrando en esa habitación de motel.
Contando los segundos.
Atravesando el ecuador del año.
sudan y se llaman "cariño" el uno al otro
contratan adivinas que mienten
enmarcan fotos de los niños a los que han mandado lejos
tutean al viejo camarero negro
contratan orquestas de R&B descafeinadas y les piden que to-
que con guitarra acústica
ponen expresiones ceñudas si alguien habla de bañarse desnudo
se confiesan ante todo aquel que quiera escucharles
todos tienen su "más antiguo y querido" amigo
que generalmente es aquel con quien más se han confesado
detestan que les digas "feliz cumpleaños"
les encanta que haga tantísimo tiempo que no te habían visto
inmediatamente se van con el siguiente
su soledad está cubierta de muecas sonrientes
su soledad se ahoga bajo un círculo de "amistades".
Crónicas de motel
Sam Shepard.
(Y todas las citas de julio vienen de este libro).
Las 11 de la mañana y las 17.00 de la tarde, hay que sobrevivir a estas horas y lo demás vendrá rodado. Ya tienes una excusa para parar, para beber algo, se acerca la hora de la comida y el descanso.
Deseando la envoltura de la noche en la que la mente se agudiza, en la que te deshaces del pesado letargo de todo un día irritada, cansada, arrastrándote bajo el implacable sol.
Hay que sobrevivir a esas horas, aunque parezcan infinitas.
En julio nada se mueve pero todo bulle.
Inmóvil y abrasador, una combinación demoledora.
Pensamientos exasperantes. Aburrimiento, desesperación.
Estés donde estés, eso es julio. No importa si estás de vacaciones o sigues en tu rutina, nos visitan esos momentos de desesperada turbación, de irrealidad, de vivir en un escenario imaginario, la fugacidad del tiempo, el absurdo sobre el que se sostiene nuestra vida llena de parámetros y reglas sociales que le dan un sentido, que te dan importancia.
Todo puede saltar por los aires.
En las tardes infinitas, con tu cuerpo sudando luchando por sobrevivir, incómoda, apática, cansada... Con comportamientos como un loop, vuelves a mirar facebook, tu correo, zapping, cambias de habitación, abres el frigorífico, no hay nada. No tengo hambre pero comería algo; algo que me siente fatal, pero que me mantenga ocupada y atolondrada. Y es pronto para abrir una cerveza.
Si estás de vacaciones, tras los primeros días de novedad aparece la duda, burlona e irónica. ¿Y ahora qué? ¿Y después de esto qué? ¿Y a continuación otro año más? Sin objetivos, dejándote arrastra por la inercia.
Y observas con meridiana claridad la mentira alrededor de toda tu composición de vacaciones, detrás de la sombrillita del cóctel, de la cena con los amigos en el restaurante de moda, tras las fotos de rigor con los pies en la piscina infinita...
La gran mentira.
Desencanto
Pero siempre puedes pedir una sangría que te haga tragar todos estos sentimientos.
¡Todo el mundo lo hace! No seas ridícula. La vida es así: trabajo, vacaciones,trabajo... en ese orden.
Y comienzas a planear la próxima escapada desde tu retiro estival.
Una escapada que dé sentido a los madrugones, compromisos, malos rollos, horas ante el ordenador...
Esto es julio. Es terrorífico y demoledor.
Impregnado al mismo tiempo de una fría belleza. Desoladora ante el árido y ardiente suelo que pisamos, sublime.
La belleza de lo trágico, esperando lo terrible e inevitable.
Entrando en esa habitación de motel.
Contando los segundos.
Atravesando el ecuador del año.
sudan y se llaman "cariño" el uno al otro
contratan adivinas que mienten
enmarcan fotos de los niños a los que han mandado lejos
tutean al viejo camarero negro
contratan orquestas de R&B descafeinadas y les piden que to-
que con guitarra acústica
ponen expresiones ceñudas si alguien habla de bañarse desnudo
se confiesan ante todo aquel que quiera escucharles
todos tienen su "más antiguo y querido" amigo
que generalmente es aquel con quien más se han confesado
detestan que les digas "feliz cumpleaños"
les encanta que haga tantísimo tiempo que no te habían visto
inmediatamente se van con el siguiente
su soledad está cubierta de muecas sonrientes
su soledad se ahoga bajo un círculo de "amistades".
Crónicas de motel
Sam Shepard.
(Y todas las citas de julio vienen de este libro).