MARZO 2016
Conexiones
Viejos deseos
Pide lo que quieras que se te concederá.
Fantástico.
Pero el misterioso ente que gestiona y aprueba nuestros deseos debe estar muy burocratizado porque resulta que tus deseos se te conceden mucho después de que te acuerdes siquiera de que una vez los pediste.
Y aquí me veo yo con mis taitantos en los que se me pone en cartelera la posibilidad de cumplir un antiguo deseo.
El típico deseo de años a... Es decir, lleno de estereotipos, fantasías y alejado de la realidad.
Una imagen.
¿Y quiero yo cumplir ahora este deseo de juventud?
Y comienzo con las dudas y los miedos.
Con los pros y los contras.
A presionar para que alguien me acompañe y así compartir el peso de una posible equivocación.
Patalear, llenarme de ilusión, de aprensión, de angustia, de presentimientos, de impaciencia.
Es como que no quiero decir que sí por si me pillo los dedos, por si no sale bien y me arrepiento y vengo con mi pepito grillo a despreciarme y reírme de mí misma con: es que qué te has creído, tú la aventurera, que no creces, que vas de lo que no eres, con tus fantasías y películas... Viviendo en los mundos de Yupi...
¿Y al final?
Al final lo hago.
Eso se sabía desde el principio. Porque es un desafío y aunque soy una cagada, porque lo soy, al final siempre me hago la misma pregunta: ¿Y si no tuvieras miedo?
R: Lo haría
Así que ya sé lo que tengo que hacer.
Y me lanzo a la aventura.
Si ha llegado en este momento quizá es porque necesitaba estar donde estoy ahora.
Como leí en Murakami:
El destino es algo que se debe mirar volviéndose hacia atrás, no algo que deba saberse de antemano.
Y resulta que las cosas que he solicitado, que son importantes para decidirme, han salido con facilidad. Allanándome el camino, no poniendo muchos obstáculos donde puedan aferrarse mis obstinadas dudas.
Como si ese destino dijera: Venga, que tienes que hacer esto y conociéndote, como haya muchas trabas, te vas a rajar.
Y me lo da masticadito.
Empiezo a investigar, a preguntar, y está todo sorprendentemente fácil.
Así que voy con sweet disposition...
Sin expectativas, sin planificar ni sobreexigirme (lema del mes), confiar en la energía canalizada del momento y fluir con todo, simplemente observando. Apuntar mis sueños, meditar y ser amable conmigo misma. Y como decía Diana Vreeland: el ojo tiene que viajar.
Pues que viaje.
Viajar es algo de lo que nunca me arrepiento.
Somos el producto de nuestros deseos pasados, no únicamente de nuestras voliciones de la vida presente.
Feuehrstein
Fantástico.
Pero el misterioso ente que gestiona y aprueba nuestros deseos debe estar muy burocratizado porque resulta que tus deseos se te conceden mucho después de que te acuerdes siquiera de que una vez los pediste.
Y aquí me veo yo con mis taitantos en los que se me pone en cartelera la posibilidad de cumplir un antiguo deseo.
El típico deseo de años a... Es decir, lleno de estereotipos, fantasías y alejado de la realidad.
Una imagen.
¿Y quiero yo cumplir ahora este deseo de juventud?
Y comienzo con las dudas y los miedos.
Con los pros y los contras.
A presionar para que alguien me acompañe y así compartir el peso de una posible equivocación.
Patalear, llenarme de ilusión, de aprensión, de angustia, de presentimientos, de impaciencia.
Es como que no quiero decir que sí por si me pillo los dedos, por si no sale bien y me arrepiento y vengo con mi pepito grillo a despreciarme y reírme de mí misma con: es que qué te has creído, tú la aventurera, que no creces, que vas de lo que no eres, con tus fantasías y películas... Viviendo en los mundos de Yupi...
¿Y al final?
Al final lo hago.
Eso se sabía desde el principio. Porque es un desafío y aunque soy una cagada, porque lo soy, al final siempre me hago la misma pregunta: ¿Y si no tuvieras miedo?
R: Lo haría
Así que ya sé lo que tengo que hacer.
Y me lanzo a la aventura.
Si ha llegado en este momento quizá es porque necesitaba estar donde estoy ahora.
Como leí en Murakami:
El destino es algo que se debe mirar volviéndose hacia atrás, no algo que deba saberse de antemano.
Y resulta que las cosas que he solicitado, que son importantes para decidirme, han salido con facilidad. Allanándome el camino, no poniendo muchos obstáculos donde puedan aferrarse mis obstinadas dudas.
Como si ese destino dijera: Venga, que tienes que hacer esto y conociéndote, como haya muchas trabas, te vas a rajar.
Y me lo da masticadito.
Empiezo a investigar, a preguntar, y está todo sorprendentemente fácil.
Así que voy con sweet disposition...
Sin expectativas, sin planificar ni sobreexigirme (lema del mes), confiar en la energía canalizada del momento y fluir con todo, simplemente observando. Apuntar mis sueños, meditar y ser amable conmigo misma. Y como decía Diana Vreeland: el ojo tiene que viajar.
Pues que viaje.
Viajar es algo de lo que nunca me arrepiento.
Somos el producto de nuestros deseos pasados, no únicamente de nuestras voliciones de la vida presente.
Feuehrstein
Pills// Momentums
Y esas veces que estás tan acertada, tan tan acertada... Que tomaste esa decisión y resultó ser la correcta.
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Y qué de cuando tu mente está fresca, just new born, y justo has encontrado una canción que le da alas a tus dedos sobre el teclado, a tus pensamientos. Y como una corriente, algo fluye desde quién sabe donde hasta materializarse en palabras escritas en la pantalla del ordenador.
La música sonando y los dedos vuelan.
Al final un sudor frío, un estado de profundo cansancio, de desconexión (se ha frenado la corriente, ha ido perdiendo fuerza) y las palabras ya no están acopladas mágicamente como ideadas por la mente de un extraño. Casi no te reconoces. Como si hubieras estado poseída durante ese rato de frenético divagar.
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Y ¿por qué no me gusta?
Porque tengo que acostumbrarme, porque es difícil, porque me molesta.
Por eso tengo miedo, en realidad tengo miedo a cambiar, a que todo deje de ser como es ahora mismo: perfecto.
No quiero tormentas ni desilusiones.
No quiero aprender historias nuevas.
No quiero tener que adaptarme.
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Yo entiendo que es una horterada y que está más visto que el tebeo, pero también es una horterada estar pendiente de qué es una horterada y qué está muy o poco visto para hacerlo o no. Es una horterada perseguir ser original. Casi todo lo que demuestre empeño suele estar minusvalorado. (Acabo de tener un deja vu!! he hablado ya de esto antes? me he visto escribiendo una frase de sentido parecido y buscando la palabra correcta)
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Esto es el presente: pura fugacidad de un instante que va consumiendo el siguiente momento
Lo puedo notar
Se avecinan cambios. Lo noto. Lo respiro. Ya han empezado, de hecho.
Estoy últimamente tan abierta a lo sutil, tan observadora, que a veces pienso si este camino es el de la locura.
Pero puedo notar un cambio en la actitud, una calma y un entendimiento que antes no tenía.
Y al mismo tiempo me asusta y al mismo tiempo tengo curiosidad.
Me atrae y me repele. Como todo lo oscuro, como lo desconocido.
Me espanta de miedo.
Me atrae de curiosidad.
Algo profundo me impulsa hacia el núcleo. Como un núcleo hacia otro.
Atraída hacia esa vibración.
Estoy últimamente tan abierta a lo sutil, tan observadora, que a veces pienso si este camino es el de la locura.
Pero puedo notar un cambio en la actitud, una calma y un entendimiento que antes no tenía.
Y al mismo tiempo me asusta y al mismo tiempo tengo curiosidad.
Me atrae y me repele. Como todo lo oscuro, como lo desconocido.
Me espanta de miedo.
Me atrae de curiosidad.
Algo profundo me impulsa hacia el núcleo. Como un núcleo hacia otro.
Atraída hacia esa vibración.
Posponiendo emociones
Vas posponiendo una emoción. Algo que no quieres pensar ni enfrentarte.
Llega el pensamiento anunciador de este estado, y rápidamente coges el móvil para distraerte con las redes sociales, una revista, pones la tele, sacas tema de conversación...
Lo que sea con tal de no enfrentar lo que te perturba.
Y consigues distraerte, evadirla.
Sin embargo vuelve después, insistente, sin aviso previo, aparece de la nada, ploff, se materializa en tus dispersos pensamientos.
Y otra vez, sacas el móvil, escribes un mensaje innecesario, inicias una conversación, llamas para no decir nada.
¿Cuánta basura emitimos para no enfrentarnos a emociones descontroladas e inquietantes que nos asaltan?
¿Cómo se resuelven y se olvidan?
Llega el pensamiento anunciador de este estado, y rápidamente coges el móvil para distraerte con las redes sociales, una revista, pones la tele, sacas tema de conversación...
Lo que sea con tal de no enfrentar lo que te perturba.
Y consigues distraerte, evadirla.
Sin embargo vuelve después, insistente, sin aviso previo, aparece de la nada, ploff, se materializa en tus dispersos pensamientos.
Y otra vez, sacas el móvil, escribes un mensaje innecesario, inicias una conversación, llamas para no decir nada.
¿Cuánta basura emitimos para no enfrentarnos a emociones descontroladas e inquietantes que nos asaltan?
¿Cómo se resuelven y se olvidan?
El valor de un momento
Leo por ahí esta frase de Imán:
Nunca sabes el valor de un momento hasta que se convierte en recuerdo.
Y cosas que no te han dejado marca en su momento y que, como tú atesoras todas las tonterías habidas y por haber, te hacen efecto y mella cuando las recuperas años después de haberlo vivido y olvidado.
Este fin de semana he hecho limpieza en una carpeta.
Antes de quemar, obviamente, me he puesto a leer.
Y he alucinado con varias cosas. Lo primero con mi capacidad para olvidar etapas completas de mi vida, no tan lejanas. Hace cinco años. Recuerdo lo importante porque me marcó en la progresión posterior de mi vida. Por ejemplo, que cambié de trabajo. Pero ciertos detalles, el cómo, por qué, cuándo, etc. Todo eso está borrado en mi memoria. Hay una carta de esa época, me ha sorprendido. Ni siquiera la recordaba. Y ¿ahora qué? Porque lleva varios días dándome vueltas.
No dudo de mí, ni me castigo, las cosas son como fueron y fueron como son, no le doy más vueltas. Pero sí que me ha dado rabia, por las mentiras que refleja.
Y ahora la reflexión es la siguiente: ¿hacía falta tener esta carta guardada? ¿Para qué? Si no lo recordabas en su momento, ¿qué necesidad hay de recordarlo ahora?
Con los hechos como con los papeles y como con todo lo que pasa por mi vida susceptible de convertirse en ridículo recuerdo físico, más que recuerdo, recordatorio, porque tú tal vez lo ignorarías pero su presencia constante en tu vida te lo impide.
Por eso lo tiro todo. Y que la memoria haga su selección. Y, si acaso, guardar nada más que las cosas divertidas, los buenos recuerdos.
Aunque tampoco. Traerán nostalgia de aquella época feliz, de ese momento que ya no es éste.
Y no te llenará de la alegría que acompañó a aquella vivencia sino que te apenará.
No quiero recuerdos y he roto todas las cartas y testimonios de papel de ciertas experiencias. No quiero un documento oficial, no quiero la viisón de otras personas.
Me fío de mi memoria. La verdad es que es muy, muy selectiva y a su criterio podríamos poner bastantes peros... Pero es lo que hay, no volveré a guardar estos documentos más de lo necesario y las limpiezas no dejaré que pasen cinco años. ¿Para qué?
Recuerdos de errores, de locuras, de los desatinos de aquella otra persona, aquella parte de nosotros. Y ¿por qué nunca solemos estar de acuerdo con sus decisiones, aunque tampoco es que la critiquemos, pero siempre vemos a esa personita con una mirada de superioridad?
Y saber que al escribir este texto aquel momento quedará grabado y si no, será recordado y por tanto lleno de importancia.
Pero tantas circunstancias complicadas encadenadas de estrambótica manera no pueden ser casuales.
Nunca sabes el valor de un momento hasta que se convierte en recuerdo.
Y cosas que no te han dejado marca en su momento y que, como tú atesoras todas las tonterías habidas y por haber, te hacen efecto y mella cuando las recuperas años después de haberlo vivido y olvidado.
Este fin de semana he hecho limpieza en una carpeta.
Antes de quemar, obviamente, me he puesto a leer.
Y he alucinado con varias cosas. Lo primero con mi capacidad para olvidar etapas completas de mi vida, no tan lejanas. Hace cinco años. Recuerdo lo importante porque me marcó en la progresión posterior de mi vida. Por ejemplo, que cambié de trabajo. Pero ciertos detalles, el cómo, por qué, cuándo, etc. Todo eso está borrado en mi memoria. Hay una carta de esa época, me ha sorprendido. Ni siquiera la recordaba. Y ¿ahora qué? Porque lleva varios días dándome vueltas.
No dudo de mí, ni me castigo, las cosas son como fueron y fueron como son, no le doy más vueltas. Pero sí que me ha dado rabia, por las mentiras que refleja.
Y ahora la reflexión es la siguiente: ¿hacía falta tener esta carta guardada? ¿Para qué? Si no lo recordabas en su momento, ¿qué necesidad hay de recordarlo ahora?
Con los hechos como con los papeles y como con todo lo que pasa por mi vida susceptible de convertirse en ridículo recuerdo físico, más que recuerdo, recordatorio, porque tú tal vez lo ignorarías pero su presencia constante en tu vida te lo impide.
Por eso lo tiro todo. Y que la memoria haga su selección. Y, si acaso, guardar nada más que las cosas divertidas, los buenos recuerdos.
Aunque tampoco. Traerán nostalgia de aquella época feliz, de ese momento que ya no es éste.
Y no te llenará de la alegría que acompañó a aquella vivencia sino que te apenará.
No quiero recuerdos y he roto todas las cartas y testimonios de papel de ciertas experiencias. No quiero un documento oficial, no quiero la viisón de otras personas.
Me fío de mi memoria. La verdad es que es muy, muy selectiva y a su criterio podríamos poner bastantes peros... Pero es lo que hay, no volveré a guardar estos documentos más de lo necesario y las limpiezas no dejaré que pasen cinco años. ¿Para qué?
Recuerdos de errores, de locuras, de los desatinos de aquella otra persona, aquella parte de nosotros. Y ¿por qué nunca solemos estar de acuerdo con sus decisiones, aunque tampoco es que la critiquemos, pero siempre vemos a esa personita con una mirada de superioridad?
Y saber que al escribir este texto aquel momento quedará grabado y si no, será recordado y por tanto lleno de importancia.
Pero tantas circunstancias complicadas encadenadas de estrambótica manera no pueden ser casuales.
Viejas fotos
¿A quién creíamos engañar? Como siempre a nosotros mismos.
Repaso fotos de aquella época, la traigo a mi recuerdo y sólo veo ojos tristes, miradas lejanas, que hablan de parajes desolados, angustiosos.
Miradas sin brillo.
Todo en nuestro aspecto externo intentaba vender autosuficiencia, decisión, solvencia.
Pero la piel cuarteada y la mirada sin fondo no podían engañar a nadie.
Miradas dolorosas en caras diabólicamente sonrientes, rodeados de colores estrafalarios, vestidos, gestos.
Miradas que hablan de espacios lejanos.
Miradas de hambre.
Un hambre desmesurada. Tanta hambre que ha comenzado el canibalismo por lo que más cerca tenemos: nosotros mismos.
Starving.
No es sino ahora cuando me doy cuenta.
Miradas que hablan de espacios desérticos, sin una gota de agua, miradas de largas travesías persiguiendo... ¿el qué?
Sin duda era la mirada de los buscadores.
Anhelando sensaciones, anhelando conectar con algo más profundo, anhelando comprender más allá del velo de lo cotidiano.
Repaso fotos de aquella época, la traigo a mi recuerdo y sólo veo ojos tristes, miradas lejanas, que hablan de parajes desolados, angustiosos.
Miradas sin brillo.
Todo en nuestro aspecto externo intentaba vender autosuficiencia, decisión, solvencia.
Pero la piel cuarteada y la mirada sin fondo no podían engañar a nadie.
Miradas dolorosas en caras diabólicamente sonrientes, rodeados de colores estrafalarios, vestidos, gestos.
Miradas que hablan de espacios lejanos.
Miradas de hambre.
Un hambre desmesurada. Tanta hambre que ha comenzado el canibalismo por lo que más cerca tenemos: nosotros mismos.
Starving.
No es sino ahora cuando me doy cuenta.
Miradas que hablan de espacios desérticos, sin una gota de agua, miradas de largas travesías persiguiendo... ¿el qué?
Sin duda era la mirada de los buscadores.
Anhelando sensaciones, anhelando conectar con algo más profundo, anhelando comprender más allá del velo de lo cotidiano.
...el resto son ideas...
Hay algo que estoy haciendo.
Punto.
No sé si muy bien o muy mal.
Y también sé que algo está pasando, impulsado por mí, que no soy capaz de comprender, de saber qué es.
¿Cómo es posible que no sepa si está bien o mal?
¿Cómo es posible que no sepa medir ni explicar lo que pasa?
Y recuerdo lo que yo misma me alecciono: que hay muchas, muchísimas, cosas que no tienen explicación y que tampoco debemos intentar comprenderlas, simplemente vivirlas.
Pero es distinto cuando soy yo la que las causa ¿no?
Cuando te vienen dadas puedes permitirte el lujo de no intentar buscar una explicación y dedicarte simplemente a sorprenderte con lo que te trae el destino.
Pero cuando eres el origen... Cuando vas con la mejor de las intenciones...
Sé que hay una obviedad que estoy obviando.
Sé que hay una lección que aprenderé dentro de tiempo.
Así que voy a seguir dando lo mejor de mí aunque eso pueda presentarse al principio de manera confusa, indeseada.
Sigue at your best!
Como decía una amiga: esto es aquí y ahora, el resto son ideas.
Punto.
No sé si muy bien o muy mal.
Y también sé que algo está pasando, impulsado por mí, que no soy capaz de comprender, de saber qué es.
¿Cómo es posible que no sepa si está bien o mal?
¿Cómo es posible que no sepa medir ni explicar lo que pasa?
Y recuerdo lo que yo misma me alecciono: que hay muchas, muchísimas, cosas que no tienen explicación y que tampoco debemos intentar comprenderlas, simplemente vivirlas.
Pero es distinto cuando soy yo la que las causa ¿no?
Cuando te vienen dadas puedes permitirte el lujo de no intentar buscar una explicación y dedicarte simplemente a sorprenderte con lo que te trae el destino.
Pero cuando eres el origen... Cuando vas con la mejor de las intenciones...
Sé que hay una obviedad que estoy obviando.
Sé que hay una lección que aprenderé dentro de tiempo.
Así que voy a seguir dando lo mejor de mí aunque eso pueda presentarse al principio de manera confusa, indeseada.
Sigue at your best!
Como decía una amiga: esto es aquí y ahora, el resto son ideas.