MAYO 2017
Hilos
Buscadores de patrones
Hay temporadas que estamos más "suspicious mind" que otras. Y de repente llegan unos días en los que cada cara, cada gesto, el olor, la disposición de esta calle, la entrada a un edificio, cierta situación, una carcajada....te recuerdan a algo, a alguien.
Como un deja vú.
Algunas impresiones son tan fuertes, nos quedan grabadas tan a fuego que nos pasamos el resto de la vida intentando recuperar resquicios, detalles que se le parezcan.
Aunque tal vez esa situación a ti no te diga nada ni te parezca de importancia
Dos cerebros operando dentro de nosotros.
Cada uno con sus historias, con una manera diferente de pensar.
Voy corriendo a la peluquería (miles de patrones encajan de camino a la pelu, me asaltan, ¿no es esto otra señal, otro patrón?): un chico de traje, gordito, pega una grito riéndose, hablando con alguien que está en la otra esquina de la calle.
Nos cruzamos.
Son sólo 3 segundos.
Y algo sale a la superficie y se presenta ante mí.
No sé de quién se trata pero recuerdo la situación perfectamente como si estuviera ahora mismo allí: en un bar, un hombre extrovertido, grandote, puedo recordar más detalles de su vida, que estaba separado, que era abogado, que tenia un problema con el alcohol, que me producía desconfianza y pena al mismo tiempo. Esta sensación se planta en mi cuerpo arrasando con todo lo demás.
Pero esto lo voy excavando después.
En los primeros segundos siento la oscuridad del bar, la temperatura, el brillo de los vasos, el olor a tabaco y la presencia de esta persona. Todas estas sensaciones se abalanzan sobre mí, de repente, como una bofetada.
Y ¿por qué esa persona y por qué esa situación si sólo estuve 20 minutos, no le conocía de nada y esa situación no tuvo ninguna repercusión en mi vida?
Algo le tuvo que importar a mi segundo cerebro, algo le llamó la atención y lo registró.
Puedo pensar y sacar mis conclusiones y explicaciones pero es que seguro que pierdo el tiempo. No voy a lograr ni aproximarme.
Jamás lo sabré.
Pero creo que está relacionado con la emoción que me produzco la persona. Las emociones se apoyan de todas las sensaciones captadas por los sentidos para quedar impregnadas con fuerza en nuestra memoria. Buscan apoyos.
Y más y más.
Otro día, camino del coche, de noche, me cruzo con un hombre: alto, muy moreno, de unos 45, arregladísimo pero con un toque hortera y al mismo tiempo de aspecto muy pulcro.
Y esta vez es el olor y esa impresión de limpieza captada al vuelo la que me golpea y me lleva más lejos, hace 25 años, en Málaga y una persona que tenía esas características: pulcro y hortera.
Pero hay más.
Me doy cuenta de que bajo lo que mi cerebro ha clasificado como pulcro encasillo ciertas cualidades y tipos de personas, de hombres para ser exactos: buena gente, honesto y sencillo.
No son tantos, tienen que darse circunstancias muy específicas, ni siquiera sé cuántas para que, en una fracción de segundo, una escena y un tipo humano emerja de las profundidades sacudiéndome profundamente y llevándome directamente a una situación o delante de alguien con meridiana claridad.
Como un deja vú.
Algunas impresiones son tan fuertes, nos quedan grabadas tan a fuego que nos pasamos el resto de la vida intentando recuperar resquicios, detalles que se le parezcan.
Aunque tal vez esa situación a ti no te diga nada ni te parezca de importancia
Dos cerebros operando dentro de nosotros.
Cada uno con sus historias, con una manera diferente de pensar.
Voy corriendo a la peluquería (miles de patrones encajan de camino a la pelu, me asaltan, ¿no es esto otra señal, otro patrón?): un chico de traje, gordito, pega una grito riéndose, hablando con alguien que está en la otra esquina de la calle.
Nos cruzamos.
Son sólo 3 segundos.
Y algo sale a la superficie y se presenta ante mí.
No sé de quién se trata pero recuerdo la situación perfectamente como si estuviera ahora mismo allí: en un bar, un hombre extrovertido, grandote, puedo recordar más detalles de su vida, que estaba separado, que era abogado, que tenia un problema con el alcohol, que me producía desconfianza y pena al mismo tiempo. Esta sensación se planta en mi cuerpo arrasando con todo lo demás.
Pero esto lo voy excavando después.
En los primeros segundos siento la oscuridad del bar, la temperatura, el brillo de los vasos, el olor a tabaco y la presencia de esta persona. Todas estas sensaciones se abalanzan sobre mí, de repente, como una bofetada.
Y ¿por qué esa persona y por qué esa situación si sólo estuve 20 minutos, no le conocía de nada y esa situación no tuvo ninguna repercusión en mi vida?
Algo le tuvo que importar a mi segundo cerebro, algo le llamó la atención y lo registró.
Puedo pensar y sacar mis conclusiones y explicaciones pero es que seguro que pierdo el tiempo. No voy a lograr ni aproximarme.
Jamás lo sabré.
Pero creo que está relacionado con la emoción que me produzco la persona. Las emociones se apoyan de todas las sensaciones captadas por los sentidos para quedar impregnadas con fuerza en nuestra memoria. Buscan apoyos.
Y más y más.
Otro día, camino del coche, de noche, me cruzo con un hombre: alto, muy moreno, de unos 45, arregladísimo pero con un toque hortera y al mismo tiempo de aspecto muy pulcro.
Y esta vez es el olor y esa impresión de limpieza captada al vuelo la que me golpea y me lleva más lejos, hace 25 años, en Málaga y una persona que tenía esas características: pulcro y hortera.
Pero hay más.
Me doy cuenta de que bajo lo que mi cerebro ha clasificado como pulcro encasillo ciertas cualidades y tipos de personas, de hombres para ser exactos: buena gente, honesto y sencillo.
No son tantos, tienen que darse circunstancias muy específicas, ni siquiera sé cuántas para que, en una fracción de segundo, una escena y un tipo humano emerja de las profundidades sacudiéndome profundamente y llevándome directamente a una situación o delante de alguien con meridiana claridad.
Corrientes
¿Hay algún momento que tenga más magia, que nos haga sentir más plenos y conectados con yo que sé qué que dar con una canción que te hace bailar desde una inagotable y eléctrica corriente interior, pegar saltitos, dejar que corra adrenalina por debajo de la piel vibrando cada célula, estremecernos, sonreír mientras levantamos los brazos y las piernas se mueven solas, el pie patea poseído....?
Y al tiempo vas creando cosas, viendo fotos, antiguas frases y todo encaja, todo es de una belleza infinita.
Pero el momento no resulta eterno (tampoco habría cuerpo que lo aguantara) Hay un poco de náuseas, nervios en la boca del estómago, los dedos vuelan sobre el teclado y la mente va directa y se proyecta como un rayo láser hacia lo que está localizada: escribir, montar, encajar, unir... Y te levantas y das cuatro saltos y pegas dos bailes delante de tu perra que te mira con cara de póker y te vuelves a sentar y continúas.
Pero la magia tiene que acabar, y la terminas tú de golpe. Apagas la música y te vas a hacer tortitas de coliflor a la cocina con una copa de vino a disfrutar del viernes.
Con una sonrisa sabiendo que podrás destapar este estado en cuanto pongas la canción de nuevo.
No muchas veces más porque enseguida habrá alguna nota que te molesta, la letra ya no te dice nada, no produce la misma reacción en tus células, en tu piel, no despierta la corriente de energía y con el tiempo la evitarás.
Pero hasta que eso pase...
Sé...que no es la primera vez...
Y al tiempo vas creando cosas, viendo fotos, antiguas frases y todo encaja, todo es de una belleza infinita.
Pero el momento no resulta eterno (tampoco habría cuerpo que lo aguantara) Hay un poco de náuseas, nervios en la boca del estómago, los dedos vuelan sobre el teclado y la mente va directa y se proyecta como un rayo láser hacia lo que está localizada: escribir, montar, encajar, unir... Y te levantas y das cuatro saltos y pegas dos bailes delante de tu perra que te mira con cara de póker y te vuelves a sentar y continúas.
Pero la magia tiene que acabar, y la terminas tú de golpe. Apagas la música y te vas a hacer tortitas de coliflor a la cocina con una copa de vino a disfrutar del viernes.
Con una sonrisa sabiendo que podrás destapar este estado en cuanto pongas la canción de nuevo.
No muchas veces más porque enseguida habrá alguna nota que te molesta, la letra ya no te dice nada, no produce la misma reacción en tus células, en tu piel, no despierta la corriente de energía y con el tiempo la evitarás.
Pero hasta que eso pase...
Sé...que no es la primera vez...
¿Cómo va nuestro viaje?
Comienza el viaje. Un viaje que no es hacia un destino concreto sino un viaje hacia lo desconocido, un viaje de transformación.
El viaje y la danza, son las dos imágenes de este mes. El baile de Shiva y el corazón al descubierto de Hanuman, el dios mono.
Y un intrincado laberinto hacia Ohm, el principio de todo. A donde vamos y de donde venimos, la gran paradoja.
Todo surge y se deshace en un mismo instante, del silencio, donde subyace este sonido primordial. Una vibración, el principio de la vida.
Y de esta vibración, en miles de ondas de distinto alcance y potencia que se van expandiendo hacia el infinito y vuelven desde tan lejos con su ondular expansivo para sacudirte ante tu mirada incrédula.
Para, en algún momento, todo volver a deshacerse en el silencio. Shuniya. Vacío. Del que partimos y al que volveremos.
Nuestra vibración inmersa en otra vibración y en otra, y en otra.
Este viaje es una metamorfosis. Hay que aprovechar el billete.
Llegas con unas herramientas y en tu mano está que te pongas manos a la obra para refinar tu impacto, lo que haces aquí, que le des un porqué. Que lo encuentres.
Nos ofrecen un ancho de banda donde poder emitir, una frecuencia, y es nuestra responsabilizar sintonizarnos con ese sonido superior que nos va llamando, que nos atrae, aunque a veces nos dé tanto miedo, aunque a veces no lo comprendemos y huyamos en contra perdiéndonos un poco más en el laberinto. Cuesta encontrar el hilo que nos devuelva al "camino correcto", muchas veces hasta olvidas que tienes que buscarlo.
A uno de los caminos correctos. Hay miles, pero sólo uno funciona para nosotros.
Y el camino se transforma a medida que avanzamos, a medida que nos perdemos y se ramifica para que seamos capaces de encaminar alguna de sus sendas, hasta las más dispares.
Hoy me comentaba una persona que se considera animista, cree en el poder de un animal, las rocas, el agua, un árbol... Y cree también que hay alguna energía o fuerza (puede ser este mismo árbol, o varios, o el viento del oeste) que la protege... Tal vez se van cambiando, nunca es la misma fuerza pero hay un escudo protector, "un ángel de la guarda".
Yo estoy convencida de lo mismo
El viaje y la danza, son las dos imágenes de este mes. El baile de Shiva y el corazón al descubierto de Hanuman, el dios mono.
Y un intrincado laberinto hacia Ohm, el principio de todo. A donde vamos y de donde venimos, la gran paradoja.
Todo surge y se deshace en un mismo instante, del silencio, donde subyace este sonido primordial. Una vibración, el principio de la vida.
Y de esta vibración, en miles de ondas de distinto alcance y potencia que se van expandiendo hacia el infinito y vuelven desde tan lejos con su ondular expansivo para sacudirte ante tu mirada incrédula.
Para, en algún momento, todo volver a deshacerse en el silencio. Shuniya. Vacío. Del que partimos y al que volveremos.
Nuestra vibración inmersa en otra vibración y en otra, y en otra.
Este viaje es una metamorfosis. Hay que aprovechar el billete.
Llegas con unas herramientas y en tu mano está que te pongas manos a la obra para refinar tu impacto, lo que haces aquí, que le des un porqué. Que lo encuentres.
Nos ofrecen un ancho de banda donde poder emitir, una frecuencia, y es nuestra responsabilizar sintonizarnos con ese sonido superior que nos va llamando, que nos atrae, aunque a veces nos dé tanto miedo, aunque a veces no lo comprendemos y huyamos en contra perdiéndonos un poco más en el laberinto. Cuesta encontrar el hilo que nos devuelva al "camino correcto", muchas veces hasta olvidas que tienes que buscarlo.
A uno de los caminos correctos. Hay miles, pero sólo uno funciona para nosotros.
Y el camino se transforma a medida que avanzamos, a medida que nos perdemos y se ramifica para que seamos capaces de encaminar alguna de sus sendas, hasta las más dispares.
Hoy me comentaba una persona que se considera animista, cree en el poder de un animal, las rocas, el agua, un árbol... Y cree también que hay alguna energía o fuerza (puede ser este mismo árbol, o varios, o el viento del oeste) que la protege... Tal vez se van cambiando, nunca es la misma fuerza pero hay un escudo protector, "un ángel de la guarda".
Yo estoy convencida de lo mismo