Abril 2015
Lecturas
El jilguero
Donna Tartt
O. estaba y no estaba. Parte de ella estaba allí, pero era invisible. La parte invisible era la importante. Eso era algo que nunca había comprendido. Pero cuando traté de decirlo en voz alta las palabras me salieron embrolladas, y como si recibiera una bofetada comprendí que me había equivocado. Ambas partes tenían que estar unidas. No podías tener una sin la otra.
...una tristeza que sentías primero en el estómago, aporreándote luego en el interior de la frente, y toda la oscuridad que había dejado fuera volvía rugiendo.
Estrechez de miras. Todos esos años había flotado a la deriva, demasiado enclaustrado y aislado para vivir la realidad: un delirio que me había hecho rodar sobre su lenta y relajada ola desde la niñez...
No había vuelto al colegio desde el día antes de que muriera mi madre, y por alguna razón tenía la impresión de que mientras me mantuviera lejos de él, su muerte no sería oficial. Pero en cuanto regresara se convertiría en un hecho público. Peor aún: la idea de volver a adoptar una rutina me parecía una deslealtad, un error. Cada vez que me acordaba de que ella ya no estaba era como un shock, como si me dieran una bofetada. Cada acontecimiento nuevo - todo lo que hubiera en adelante- no haría más que separarnos; serían días de los que ella ya no formaría parte, por lo que la distancia entre nosotros sería cada vez mayor. Cada día de mi vida ella no haría sino alejarse aún más.
Era extraño, pensé mientras saltaba un charco en la cuneta, cómo en pocas horas podía cambiar todo, o quizá lo extraño era más bien descubrir en el presente un fragmento tan brillante del pasado vivo, dañado y erosionado pero no destruido.
Así que la moraleja es: ¿quién sabe adónde te llevará todo?
¿Cómo era posible añorar a alguien tanto como yo añoraba a mi madre? La echaba tanto de menos que quería morirme; una intensa nostalgia física, como la necesidad de aire bajo el agua.
... - y quería saber si podía ayudarme a entender qué ha cambiado. Me encogí de hombros, me rasqué una mejilla. ¿Cómo se podía explicar algo así? Parecía una estupidez intentarlo. Hasta el recuerdo empezaba a parecer tan desvaído y lleno de irrealidad como un sueño en el que los detalles se desdibujan cuanto más te esfuerzas por retenerlos. Lo insoportable era la sensación, una dulce e intensa corriente subterránea tan poderosa...
Podías estudiar las conexiones durante años y no desentrañarlas nunca; todo se reducía a cosas que se juntaban, y cosas que se desintegraban, "vueltas del tiempo", mi madre de pie frente al museo cuando el tiempo osciló y la luz cambió de un modo extraño, incertidumbres cerniéndose en el límite de una vasta luminosidad. El azar errante que podía, o no, trasformarlo todo.
Para entender el mundo, a veces podías concentrarte en una parte muy pequeña de él, examinar con detenimiento lo que tenías cerca y hacer que sustituyera el todo; pero desde que el cuadro había desaparecido me sentía extinguido y ahogado por la vastedad, no sólo la previsible vastedad del tiempo y el espacio sino las distancias infranqueables que había entre las personas aun cuando estuvieran al alcance del brazo, y con una oleada de vértigo pensé en todos los lugares donde había estado y en todos los lugares donde no había estado, un mundo perdido, enorme y desconocido, un sombrío laberinto de ciudades y callejones, ceniza flotante e inmensidades hostiles, contactos perdidos, objetos extraviados y nunca encontrados.
Los muebles, como todas las criaturas vivas, adquirían marcas y huellas con el paso del tiempo. Los efectos del tiempo, visibles e invisibles.
...miré la hora en el reloj de Boris: las 6.20-. Sonreí al pensar en la preocupación que la droga me había ahorrado:¿una hora y veinte minutos de angustia! ¡Telefoneando frenético a la recepción e imaginándome a la policía en el vestíbulo! Ese pensamiento me inundó de serenidad védica. ¡Preocupación! Qué pérdida de tiempo. Todos los libros sagrados tenían razón. Era evidente que la "preocupación" era indicio de persona primitiva y poco desarrollada espiritualmente. ¿Cómo era el verso de Yeats sobre los aturdidos sabios divinos? Todas las cosas se derrumban y se construyen de nuevo. Vetustos ojos centelleantes. Eso era la sabiduría. La humanidad se había indignado, había llorado y destruido durante siglos, quejándose de sus enclenques vidas individuales, cuando... ¿de qué servía todo ese dolor inútil?. "piensa en los lirios del campo". ¿Por qué se preocupaba alguien por algo? ¿No éramos puestos como seres sensibles sobre la tierra para ser felices en el breve tiempo que se nos asignaba?
Ardía de vergüenza; siempre me había esforzado tanto en ocultar mi yo traidor, enseñándole sólo la versión mejorada y pulida, nunca el yo gastado y lamentable, impostor y cobarde, mentiroso y estafador que estaba desesperado por ocultar.
Quizá la buena suerte se parecía a la mala suerte en que tardabas un tiempo en asimilarla, pensé, introduciendo una mano en la bolsa y sacando un fajo de billetes para mirarlo. Al principio no sentías nada. El sentimiento llegaba después.
¿Y si es más complicado que todo eso? ¿Y si lo contrario también es cierto? Porque si a veces se obtiene el mal de las buenas acciones , ¿dónde dice que de las malas acciones sólo se obtiene el mal? Puedes equivocarte de camino y que aun así este te lleve adonde quieres ir. O, viceversa, a veces puedes hacerlo todo mal y aun así sale bien.
No era algo en lo que no hubiera pensado, largo y tendido, y en circunstancias mucho menos duras; y el apremio me sacudía fuerte y de una forma impredecible, un susurro venenoso que nunca me abandonaba del todo, que algunos días se quedaba justo en el umbral de mi oído pero otros rugía de forma incontrolable en una especie de escabroso frenesí visionario, no estaba seguro de por qué, a veces hasta una película mala o una cena horrible podía desencadenarlo, tedio a corto plazo y dolor a largo plazo, un pánico pasajero y una desesperación permanente que alcanzaba a todo a la vez y estallaba en una luz tan cenicienta y desolada que vi, realmente vi, mirando atrás hacia el pasado y con una desesperación clarividente y locuaz, que el mundo y todo lo que había en él estaban insoportable y permanentemente jodidos, y nunca había ido nada bien o normal, una intolerable claustrofobia del alma, la habitación sin ventanas, sin salida, oleadas de vergüenza y horror, "déjame en paz", mi madre muerta sobre el suelo de mármol, "basta, basta", murmurándome a mí mismo en voz alta en ascensores, en taxis, "dejadme en paz", "me quiero morir", una ira fría, inteligente, autoinmolada que -más de una vez- me había conducido al piso de arriba en una confusión llena de determinación para tragar cantidades indiscriminadas de las pastillas o de la botella de alcohol que tuviera a mano; sólo mi gran intolerancia y mi ineptitud lo impedían, y cuando me despertaba me sentía desagradablemente sorprendido y al mismo tiempo aliviado de que Hobie no hubiera tenido que encontrarme.
- A veces todo gira en redondo de una forma extraña, ¿verdad?
Guardé silencio, sin saber qué decir.
- Sólo lo he comprendido -frotándose un ojo- con los años. Lo curioso que es el tiempo, Cuántos trucos y sorpresas encierra.
Que la vida es, entre otras muchas cosas, breve. Que el destino es cruel pero quizá no sea arbitrario. Que la naturaleza (en el sentido de la Muerte) siempre vence, pero eso no significa que tengamos que resignarnos y arrastrarnos ante ella. Que aunque no siempre nos alegremos de estar aquí, tal vez sea nuestro deber sumergirnos igualmente; vadear en línea recta a través del pozo negro, manteniendo abiertos los ojos y el corazón. Y en nuestro agonizar, mientras nos levantamos de lo orgánico y nos hundimos de nuevo de manera ignominiosa en lo orgánico, es un honor y un privilegio amar lo que la Muerte no puede alcanzar.
...y pienso en lo que dijo Hobie, que la belleza altera la textura de la realidad. Y sigo pensando también en la opinión más convencional, que la búsqueda de la belleza pura es una trampa, la vía rápida hacia la amargura y el dolor, y que la belleza tiene que casar con algo más significativo.
Pero, ¿qué es ese algo? ¿Y por qué soy como soy?¿Por qué me importa lo que no debería importarme, y viceversa? O, por decirlo de otro modo, ¿cómo es posible que vea con tanta claridad que todo lo que amo o lo que me importa es una ilusión, y que al mismo tiempo, al menos para mí, ahí resida el encanto de todas las cosas por las que merece la pena vivir?
Un gran pesar que sólo ahora empiezo a comprender: no elegimos nuestros sentimientos. No podemos obligarnos a querer lo que es bueno para nosotros, o lo que es bueno para los demás . No escogemos ser las personas que somos.
Porque, ¿acaso no es un lugar común indiscutido en la cultura que nos han inculcado desde niños? Desde William Blake hasta Lady Gaga pasando por Rousseau, Rumi, Tosca o Mimi Rogers, es un mensaje curiosamente inalterable, aceptado desde lo alto hacia abajo: cuando tenemos dudas, ¿qué debemos hacer? ¿cómo sabemos qué es lo que más nos conviene? Todos los psiquiatras, todos los orientadores de profesión y todas las princesas de Disney saben la respuesta: "Sé tú mismo". "Haz lo que te diga el corazón".
Pero lo que quisiera que alguien me explicara es lo siguiente: ¿qué pasa si da la casualidad de que tienes un corazón que no es de fiar? ¿Y si el corazón, por sus propios motivos insondables, te aleja con obstinación de una nube de resplandor indescriptible de la salud, de la vida doméstica, de las responsabilidades cívicas y los contratos sociales, y de todas las virtudes comunes tibiamente mantenidas, y te lleva directo a un bonito espectáculo de ruina, autoinmolación y catástrofe? ¿Tiene razón Kitsey? Si tu yo más profundo te está engatusando para que vayas directo a la hoguera, ¿es mejor darte la vuelta? ¿Taparte los oídos con cera? ¿Pasar por alto toda la perversa gloria que te está gritando el corazón? ¿Ponerte sumisamente en camino hacia la norma, el horario razonable y los chequeos médicos periódicos, las relaciones estables y los continuos ascensos profesionales, el New York Times y un desayuno tardío los domingos, todo con la promesa de ser de algún modo mejor persona? ¿O, como Boris, es mejor arrojarte de cabeza y riéndote a la furia sagrada que grita tu nombre?
Quiero decir que personalmente nunca he trazado una línea tan firme entre el "bien" y el "mal". Para mí esa línea a menudo es falsa. Nunca están tan desconectados el uno del otro. No pueden existir por su cuenta. Mientras actúe guiado por el amor creo que estoy haciéndolo lo mejor que sé. En cambio tú, envuelto en tus juicios, lamentando siempre el pasado, maldiciéndote a ti mismo, culpándote y preguntándote: "¿Qué habría pasado si...?". "La vida es cruel". "Ojalá hubiera muerto yo en su lugar". Bueno, pues pregúntate esto: ¿y si todas las acciones y decisiones, buenas o malas, le traen sin cuidado a Dios? ¿Y si el patrón está predeterminado? No, no, espera, es una pregunta que vale la pena plantearse. ¿Y si son nuestros errores y nuestra maldad los que marcan el destino y nos conducen a lo bueno?
¿Y si para alguno de nosotros no es posible llegar de ningún otro modo?
...una tristeza que sentías primero en el estómago, aporreándote luego en el interior de la frente, y toda la oscuridad que había dejado fuera volvía rugiendo.
Estrechez de miras. Todos esos años había flotado a la deriva, demasiado enclaustrado y aislado para vivir la realidad: un delirio que me había hecho rodar sobre su lenta y relajada ola desde la niñez...
No había vuelto al colegio desde el día antes de que muriera mi madre, y por alguna razón tenía la impresión de que mientras me mantuviera lejos de él, su muerte no sería oficial. Pero en cuanto regresara se convertiría en un hecho público. Peor aún: la idea de volver a adoptar una rutina me parecía una deslealtad, un error. Cada vez que me acordaba de que ella ya no estaba era como un shock, como si me dieran una bofetada. Cada acontecimiento nuevo - todo lo que hubiera en adelante- no haría más que separarnos; serían días de los que ella ya no formaría parte, por lo que la distancia entre nosotros sería cada vez mayor. Cada día de mi vida ella no haría sino alejarse aún más.
Era extraño, pensé mientras saltaba un charco en la cuneta, cómo en pocas horas podía cambiar todo, o quizá lo extraño era más bien descubrir en el presente un fragmento tan brillante del pasado vivo, dañado y erosionado pero no destruido.
Así que la moraleja es: ¿quién sabe adónde te llevará todo?
¿Cómo era posible añorar a alguien tanto como yo añoraba a mi madre? La echaba tanto de menos que quería morirme; una intensa nostalgia física, como la necesidad de aire bajo el agua.
... - y quería saber si podía ayudarme a entender qué ha cambiado. Me encogí de hombros, me rasqué una mejilla. ¿Cómo se podía explicar algo así? Parecía una estupidez intentarlo. Hasta el recuerdo empezaba a parecer tan desvaído y lleno de irrealidad como un sueño en el que los detalles se desdibujan cuanto más te esfuerzas por retenerlos. Lo insoportable era la sensación, una dulce e intensa corriente subterránea tan poderosa...
Podías estudiar las conexiones durante años y no desentrañarlas nunca; todo se reducía a cosas que se juntaban, y cosas que se desintegraban, "vueltas del tiempo", mi madre de pie frente al museo cuando el tiempo osciló y la luz cambió de un modo extraño, incertidumbres cerniéndose en el límite de una vasta luminosidad. El azar errante que podía, o no, trasformarlo todo.
Para entender el mundo, a veces podías concentrarte en una parte muy pequeña de él, examinar con detenimiento lo que tenías cerca y hacer que sustituyera el todo; pero desde que el cuadro había desaparecido me sentía extinguido y ahogado por la vastedad, no sólo la previsible vastedad del tiempo y el espacio sino las distancias infranqueables que había entre las personas aun cuando estuvieran al alcance del brazo, y con una oleada de vértigo pensé en todos los lugares donde había estado y en todos los lugares donde no había estado, un mundo perdido, enorme y desconocido, un sombrío laberinto de ciudades y callejones, ceniza flotante e inmensidades hostiles, contactos perdidos, objetos extraviados y nunca encontrados.
Los muebles, como todas las criaturas vivas, adquirían marcas y huellas con el paso del tiempo. Los efectos del tiempo, visibles e invisibles.
...miré la hora en el reloj de Boris: las 6.20-. Sonreí al pensar en la preocupación que la droga me había ahorrado:¿una hora y veinte minutos de angustia! ¡Telefoneando frenético a la recepción e imaginándome a la policía en el vestíbulo! Ese pensamiento me inundó de serenidad védica. ¡Preocupación! Qué pérdida de tiempo. Todos los libros sagrados tenían razón. Era evidente que la "preocupación" era indicio de persona primitiva y poco desarrollada espiritualmente. ¿Cómo era el verso de Yeats sobre los aturdidos sabios divinos? Todas las cosas se derrumban y se construyen de nuevo. Vetustos ojos centelleantes. Eso era la sabiduría. La humanidad se había indignado, había llorado y destruido durante siglos, quejándose de sus enclenques vidas individuales, cuando... ¿de qué servía todo ese dolor inútil?. "piensa en los lirios del campo". ¿Por qué se preocupaba alguien por algo? ¿No éramos puestos como seres sensibles sobre la tierra para ser felices en el breve tiempo que se nos asignaba?
Ardía de vergüenza; siempre me había esforzado tanto en ocultar mi yo traidor, enseñándole sólo la versión mejorada y pulida, nunca el yo gastado y lamentable, impostor y cobarde, mentiroso y estafador que estaba desesperado por ocultar.
Quizá la buena suerte se parecía a la mala suerte en que tardabas un tiempo en asimilarla, pensé, introduciendo una mano en la bolsa y sacando un fajo de billetes para mirarlo. Al principio no sentías nada. El sentimiento llegaba después.
¿Y si es más complicado que todo eso? ¿Y si lo contrario también es cierto? Porque si a veces se obtiene el mal de las buenas acciones , ¿dónde dice que de las malas acciones sólo se obtiene el mal? Puedes equivocarte de camino y que aun así este te lleve adonde quieres ir. O, viceversa, a veces puedes hacerlo todo mal y aun así sale bien.
No era algo en lo que no hubiera pensado, largo y tendido, y en circunstancias mucho menos duras; y el apremio me sacudía fuerte y de una forma impredecible, un susurro venenoso que nunca me abandonaba del todo, que algunos días se quedaba justo en el umbral de mi oído pero otros rugía de forma incontrolable en una especie de escabroso frenesí visionario, no estaba seguro de por qué, a veces hasta una película mala o una cena horrible podía desencadenarlo, tedio a corto plazo y dolor a largo plazo, un pánico pasajero y una desesperación permanente que alcanzaba a todo a la vez y estallaba en una luz tan cenicienta y desolada que vi, realmente vi, mirando atrás hacia el pasado y con una desesperación clarividente y locuaz, que el mundo y todo lo que había en él estaban insoportable y permanentemente jodidos, y nunca había ido nada bien o normal, una intolerable claustrofobia del alma, la habitación sin ventanas, sin salida, oleadas de vergüenza y horror, "déjame en paz", mi madre muerta sobre el suelo de mármol, "basta, basta", murmurándome a mí mismo en voz alta en ascensores, en taxis, "dejadme en paz", "me quiero morir", una ira fría, inteligente, autoinmolada que -más de una vez- me había conducido al piso de arriba en una confusión llena de determinación para tragar cantidades indiscriminadas de las pastillas o de la botella de alcohol que tuviera a mano; sólo mi gran intolerancia y mi ineptitud lo impedían, y cuando me despertaba me sentía desagradablemente sorprendido y al mismo tiempo aliviado de que Hobie no hubiera tenido que encontrarme.
- A veces todo gira en redondo de una forma extraña, ¿verdad?
Guardé silencio, sin saber qué decir.
- Sólo lo he comprendido -frotándose un ojo- con los años. Lo curioso que es el tiempo, Cuántos trucos y sorpresas encierra.
Que la vida es, entre otras muchas cosas, breve. Que el destino es cruel pero quizá no sea arbitrario. Que la naturaleza (en el sentido de la Muerte) siempre vence, pero eso no significa que tengamos que resignarnos y arrastrarnos ante ella. Que aunque no siempre nos alegremos de estar aquí, tal vez sea nuestro deber sumergirnos igualmente; vadear en línea recta a través del pozo negro, manteniendo abiertos los ojos y el corazón. Y en nuestro agonizar, mientras nos levantamos de lo orgánico y nos hundimos de nuevo de manera ignominiosa en lo orgánico, es un honor y un privilegio amar lo que la Muerte no puede alcanzar.
...y pienso en lo que dijo Hobie, que la belleza altera la textura de la realidad. Y sigo pensando también en la opinión más convencional, que la búsqueda de la belleza pura es una trampa, la vía rápida hacia la amargura y el dolor, y que la belleza tiene que casar con algo más significativo.
Pero, ¿qué es ese algo? ¿Y por qué soy como soy?¿Por qué me importa lo que no debería importarme, y viceversa? O, por decirlo de otro modo, ¿cómo es posible que vea con tanta claridad que todo lo que amo o lo que me importa es una ilusión, y que al mismo tiempo, al menos para mí, ahí resida el encanto de todas las cosas por las que merece la pena vivir?
Un gran pesar que sólo ahora empiezo a comprender: no elegimos nuestros sentimientos. No podemos obligarnos a querer lo que es bueno para nosotros, o lo que es bueno para los demás . No escogemos ser las personas que somos.
Porque, ¿acaso no es un lugar común indiscutido en la cultura que nos han inculcado desde niños? Desde William Blake hasta Lady Gaga pasando por Rousseau, Rumi, Tosca o Mimi Rogers, es un mensaje curiosamente inalterable, aceptado desde lo alto hacia abajo: cuando tenemos dudas, ¿qué debemos hacer? ¿cómo sabemos qué es lo que más nos conviene? Todos los psiquiatras, todos los orientadores de profesión y todas las princesas de Disney saben la respuesta: "Sé tú mismo". "Haz lo que te diga el corazón".
Pero lo que quisiera que alguien me explicara es lo siguiente: ¿qué pasa si da la casualidad de que tienes un corazón que no es de fiar? ¿Y si el corazón, por sus propios motivos insondables, te aleja con obstinación de una nube de resplandor indescriptible de la salud, de la vida doméstica, de las responsabilidades cívicas y los contratos sociales, y de todas las virtudes comunes tibiamente mantenidas, y te lleva directo a un bonito espectáculo de ruina, autoinmolación y catástrofe? ¿Tiene razón Kitsey? Si tu yo más profundo te está engatusando para que vayas directo a la hoguera, ¿es mejor darte la vuelta? ¿Taparte los oídos con cera? ¿Pasar por alto toda la perversa gloria que te está gritando el corazón? ¿Ponerte sumisamente en camino hacia la norma, el horario razonable y los chequeos médicos periódicos, las relaciones estables y los continuos ascensos profesionales, el New York Times y un desayuno tardío los domingos, todo con la promesa de ser de algún modo mejor persona? ¿O, como Boris, es mejor arrojarte de cabeza y riéndote a la furia sagrada que grita tu nombre?
Quiero decir que personalmente nunca he trazado una línea tan firme entre el "bien" y el "mal". Para mí esa línea a menudo es falsa. Nunca están tan desconectados el uno del otro. No pueden existir por su cuenta. Mientras actúe guiado por el amor creo que estoy haciéndolo lo mejor que sé. En cambio tú, envuelto en tus juicios, lamentando siempre el pasado, maldiciéndote a ti mismo, culpándote y preguntándote: "¿Qué habría pasado si...?". "La vida es cruel". "Ojalá hubiera muerto yo en su lugar". Bueno, pues pregúntate esto: ¿y si todas las acciones y decisiones, buenas o malas, le traen sin cuidado a Dios? ¿Y si el patrón está predeterminado? No, no, espera, es una pregunta que vale la pena plantearse. ¿Y si son nuestros errores y nuestra maldad los que marcan el destino y nos conducen a lo bueno?
¿Y si para alguno de nosotros no es posible llegar de ningún otro modo?