JUNIO
Reflexiones varias
Esperando que pase algo y lo único que pasa es...
Sí, hay varias opciones. Seguir esperando a algo que nunca llega mientras corre el tiempo y vas empeorando, envejeciendo, enrareciéndote y dejando pasar la vida entre los dedos, entre los martillazos del reloj, diluyéndose entre las manecillas, lentamente, inexorablemente, imparable., imperceptiblemente taladrando.
Puedes seguir así, luchando por la virtud, por lo auténtico, por lo verdadero, por lo que te mereces, por lo que está a la altura.
Sí, pudriéndote. Por fuera. Por dentro. De dentro a afuera. De afuera hacia dentro y viceversa y alimentándose el moho de ambos lados. Dejando un rictus de amargura en la comisura de los labios.
O puedes dejarte llevar y experimentar mientras llega ese algo maravilloso y merecido que la vida te tiene guardado en algún rincón a la vuelta de alguna hora en algún esquinazo inesperado. Pero entonces, y sabiendo claramente que no estás demasiado interesada, luego vienen (o no) los momentos en los que no soportas y mandas todo el castillito que has montado a tomar viento fresco de un buen soplido, en cuanto te cansas y te entra el hastío.
Porque esto no es lo que quieres. (lo que te mereces, se espera de ti, has solido tener, cómo bajas el listón...).
Entonces eres una mala persona porque vas a lo tuyo.
Y sí, si pudiera te olvidaría tan rápido, pero tan rápido. Ya no me acordaría. Y sé que no sería como antes, y ¿cómo era?, que no merece la pena, que seguramente terminaría en desastre en caso de que llegara a empezar... Me sé toda la teoría pero por alguna razón no llego a convencerme e interiorizarla, siempre será una espinita que me quedará arañando. (La chinita en el zapato, el miembro amputado de manera brusca que se sigue notando, doliendo. Un fantasma que siempre me acompaña).
Y me imagino que tú también. Yo sí soy consciente y lo acepto. Y no puedo dar ningún paso porque al mismo tiempo me das pena y siento desprecio por el hecho de que tú tampoco lo des.
Entonces, mientras tanto, lancémonos a por cualquier aventura, es lo único que nos hace sentir vivos. Que le da sentido a la vida. Vivir. Y vivir es salir, beber, el rollo de siempre, decir tonterías, bailar, estar en la nebulosa, mezclarte, intercambiar con otros seres humanos. Sí, al fin y al cabo. Sacar esa parte que no eres tú (¿o la que eres sin represiones y convenciones, sin sentido común, sin censuras?) Porque luego en el día a día nos volvemos a montar nuestra coraza de autoestima, de valoración, de seriedad, de desprecio por los demás, de lógica, de calma. Todo falso.
Si pudiera estar en el estado etílico que proporcionan las 4 primeras copas eternamente... Despreocupada, exultante, vana, risueña, capaz. Y no aterrizar nunca. No volver a la conciencia, los temores, la impotencia, la culpa, la exasperante monotonía vulgar cotidiana.
Puedes seguir así, luchando por la virtud, por lo auténtico, por lo verdadero, por lo que te mereces, por lo que está a la altura.
Sí, pudriéndote. Por fuera. Por dentro. De dentro a afuera. De afuera hacia dentro y viceversa y alimentándose el moho de ambos lados. Dejando un rictus de amargura en la comisura de los labios.
O puedes dejarte llevar y experimentar mientras llega ese algo maravilloso y merecido que la vida te tiene guardado en algún rincón a la vuelta de alguna hora en algún esquinazo inesperado. Pero entonces, y sabiendo claramente que no estás demasiado interesada, luego vienen (o no) los momentos en los que no soportas y mandas todo el castillito que has montado a tomar viento fresco de un buen soplido, en cuanto te cansas y te entra el hastío.
Porque esto no es lo que quieres. (lo que te mereces, se espera de ti, has solido tener, cómo bajas el listón...).
Entonces eres una mala persona porque vas a lo tuyo.
Y sí, si pudiera te olvidaría tan rápido, pero tan rápido. Ya no me acordaría. Y sé que no sería como antes, y ¿cómo era?, que no merece la pena, que seguramente terminaría en desastre en caso de que llegara a empezar... Me sé toda la teoría pero por alguna razón no llego a convencerme e interiorizarla, siempre será una espinita que me quedará arañando. (La chinita en el zapato, el miembro amputado de manera brusca que se sigue notando, doliendo. Un fantasma que siempre me acompaña).
Y me imagino que tú también. Yo sí soy consciente y lo acepto. Y no puedo dar ningún paso porque al mismo tiempo me das pena y siento desprecio por el hecho de que tú tampoco lo des.
Entonces, mientras tanto, lancémonos a por cualquier aventura, es lo único que nos hace sentir vivos. Que le da sentido a la vida. Vivir. Y vivir es salir, beber, el rollo de siempre, decir tonterías, bailar, estar en la nebulosa, mezclarte, intercambiar con otros seres humanos. Sí, al fin y al cabo. Sacar esa parte que no eres tú (¿o la que eres sin represiones y convenciones, sin sentido común, sin censuras?) Porque luego en el día a día nos volvemos a montar nuestra coraza de autoestima, de valoración, de seriedad, de desprecio por los demás, de lógica, de calma. Todo falso.
Si pudiera estar en el estado etílico que proporcionan las 4 primeras copas eternamente... Despreocupada, exultante, vana, risueña, capaz. Y no aterrizar nunca. No volver a la conciencia, los temores, la impotencia, la culpa, la exasperante monotonía vulgar cotidiana.
Lo bastante...
Que haga un plan para que se me tuerza.
Que decida olvidarte para que me llames.
Que me apunte a unas clases para tener que irme fuera.
Que organice un viaje para que se solape con un evento ineludible.
Que decida hacer dieta para que me inviten al Bulli.
Que decida ir al Bulli para que lo cierren.
Que quiera hacer deporte para torcerme un tobillo.
Que planee el viaje de mi vida para tener que cancelarlo.
Que tenga prisa para encontrar todos los semáforos en rojo.
Que vaya con tiempo para llegar de sobra.
Que deba madrugar para tener insomnio.
Que quiera divertirme "dándolo todo" para que sea un coñazo.
Que haga vida sana para que me llamen todos mis queridos crápulas.
Que prometa algo para que se ponga a prueba mi voluntad.
Que establezca una regla para que surja la excepción.
Que pase de ti para que empieces a interesarte.
Que me lance para que desistas.
Que decida que lo quiero para que ya no lo encuentre.
Que me empiece a gustar para que pase de moda.
Que me deje de gustar para que se ponga.
Que apague el teléfono para que llames.
Que sea importante para que se me olvide.
Que sea lo único que no debería pasar para que pase.
Que me ponga chanclas para que llueva.
Que lo necesite para que no haya.
Que me eche novio para que aparezcan mil ligues.
Que prepare mi plato preferido con ilusión para que salga malo.
Que guarde la ropa de invierno para que haya tormenta.
Que tome una determinación para que surjan mil tentaciones.
Que me centre en algo para que me despiste lo anterior.
No hay mejor manera de conjurar el destino que decidirte por algo y expresarlo en voz alta, en una provocación temeraria. Me comprometo a algo y aparecen 50 circunstancias que dificultan que mantenga mi palabra. Me desdicen, hacen una odisea indescriptible del plan más nimio, sencillo y vulgar.
Recordando una de las frases preferidas de mi tía Raquel: "¡La vida manda!". Una manera rápida y laica de decir aquello de: "Si quieres divertir a Dios, cuéntale tus planes".
Que decida olvidarte para que me llames.
Que me apunte a unas clases para tener que irme fuera.
Que organice un viaje para que se solape con un evento ineludible.
Que decida hacer dieta para que me inviten al Bulli.
Que decida ir al Bulli para que lo cierren.
Que quiera hacer deporte para torcerme un tobillo.
Que planee el viaje de mi vida para tener que cancelarlo.
Que tenga prisa para encontrar todos los semáforos en rojo.
Que vaya con tiempo para llegar de sobra.
Que deba madrugar para tener insomnio.
Que quiera divertirme "dándolo todo" para que sea un coñazo.
Que haga vida sana para que me llamen todos mis queridos crápulas.
Que prometa algo para que se ponga a prueba mi voluntad.
Que establezca una regla para que surja la excepción.
Que pase de ti para que empieces a interesarte.
Que me lance para que desistas.
Que decida que lo quiero para que ya no lo encuentre.
Que me empiece a gustar para que pase de moda.
Que me deje de gustar para que se ponga.
Que apague el teléfono para que llames.
Que sea importante para que se me olvide.
Que sea lo único que no debería pasar para que pase.
Que me ponga chanclas para que llueva.
Que lo necesite para que no haya.
Que me eche novio para que aparezcan mil ligues.
Que prepare mi plato preferido con ilusión para que salga malo.
Que guarde la ropa de invierno para que haya tormenta.
Que tome una determinación para que surjan mil tentaciones.
Que me centre en algo para que me despiste lo anterior.
No hay mejor manera de conjurar el destino que decidirte por algo y expresarlo en voz alta, en una provocación temeraria. Me comprometo a algo y aparecen 50 circunstancias que dificultan que mantenga mi palabra. Me desdicen, hacen una odisea indescriptible del plan más nimio, sencillo y vulgar.
Recordando una de las frases preferidas de mi tía Raquel: "¡La vida manda!". Una manera rápida y laica de decir aquello de: "Si quieres divertir a Dios, cuéntale tus planes".
Espera, espera.... ¿de qué estamos hablando?
Sí, espera, ¿cuál era el objetivo inicial? Porque esto que estoy defendiendo no es ni de lejos lo que pienso ni el motivo por el que empezó la discusión. Siempre igual, una broma, una gracia... Ajajajaja, sí, pero dejas claro que no tiene que ver contigo, porque todo el tiempo tenemos que estar declarando cómo somos, desmintiendo nuestra fachada, defendiéndonos, sorprendiendo con "frases eslogan" que enganchen.
Y más que en conversaciones se nota en nuestros actos. Porque tú empiezas con las ideas muy claras de cómo quieres llevar una relación, cómo deseas sentirte, cómo eres y cuáles son los límites. Y de repente, sin darte cuenta, te ves en un rol y dando una imagen que no tiene nada que ver contigo, que te parece ridícula y sinceramente por alguien/algo que no merece la pena. Entonces te paras, intentas observar desde fuera el torbellino en el que se ha convertido esa espiral que ahora es tu casa y te haces la famosa pregunta: ¿nos estamos volviendo locos? ¿de qué va esto?
Y ahora empieza el proceso de intentar ir hacia atrás, de volver a tus bases, de quitarle importancia a aspectos por los que has discutido fervientemente y que si te paras a pensar son una idiotez y no te importan, pero te has metido en esas disquisiciones por el hecho de llevar razón, de que el otro, joder, no se quedara de nuevo encima, no se confunda.
Se ha montado una pelotera que volver al punto cero es imposible. Intenta arreglarlo, nunca conseguirás esa imagen que te habías montado sobre ti misma. Y no porque la otra persona te evalúe de otra manera, no, el peor juez, como siempre, tú misma.
Y más que en conversaciones se nota en nuestros actos. Porque tú empiezas con las ideas muy claras de cómo quieres llevar una relación, cómo deseas sentirte, cómo eres y cuáles son los límites. Y de repente, sin darte cuenta, te ves en un rol y dando una imagen que no tiene nada que ver contigo, que te parece ridícula y sinceramente por alguien/algo que no merece la pena. Entonces te paras, intentas observar desde fuera el torbellino en el que se ha convertido esa espiral que ahora es tu casa y te haces la famosa pregunta: ¿nos estamos volviendo locos? ¿de qué va esto?
Y ahora empieza el proceso de intentar ir hacia atrás, de volver a tus bases, de quitarle importancia a aspectos por los que has discutido fervientemente y que si te paras a pensar son una idiotez y no te importan, pero te has metido en esas disquisiciones por el hecho de llevar razón, de que el otro, joder, no se quedara de nuevo encima, no se confunda.
Se ha montado una pelotera que volver al punto cero es imposible. Intenta arreglarlo, nunca conseguirás esa imagen que te habías montado sobre ti misma. Y no porque la otra persona te evalúe de otra manera, no, el peor juez, como siempre, tú misma.
Y lo que está muy claro para el amante, para el amado es profundo caos.
Un caos que embelesa.
Qué feliz está el amante totalmente encantado, desbordado por la fascinación, por el descubrimiento de la arrolladora personalidad del amado. Todo es sorpresa, alegría, comprensión en aumento, en la misma medida que surge el hastío, desdén y aburrimiento en el amado.
Qué manía con fingir que todo sigue como siempre, que nada ha cambiado. Cuando en realidad te estás volviendo loco, y cada pobre explicación que te da para justificar su desinterés, su mala contestación y su reciente pasotismo, te la crees, la entiendes, la acoges como verdad absoluta y tranquilizadora, le justificas. Y sigues empeñado en vivir en el limbo, en un estado de nervios y tensión permanente (te darás cuenta cuando todo haya terminado...y haya pasado algo de tiempo, cuando estés recuperándote), loco por agradar porque todo sea armonía, sin saber o sin querer darte cuenta de que eso lo único que consigue es desquiciar más a la otra persona que en el fondo lo que busca es el enfrentamiento, una catarsis en la que se vislumbre el ansiado final. Y también te labra su desprecio por tu no querer darte cuenta, tu hacer como si nada, por permitirle esos desplantes y encima ser más empalagoso más comprensivo.
- El que ama siempre es tolerante, y el amado siempre es cruel. También yo, Yuchan, soy incluso más cruel que él con un hombre que está enamorado de mí. (...)
Lo que vuelve cruel a un hombre es sobre todo la conciencia de ser amado. La crueldad de quienes no son amados carece de importancia. Los llamados humanistas siempre son feos, Yuchan.
El color prohibido.
Mishima
Un caos que embelesa.
Qué feliz está el amante totalmente encantado, desbordado por la fascinación, por el descubrimiento de la arrolladora personalidad del amado. Todo es sorpresa, alegría, comprensión en aumento, en la misma medida que surge el hastío, desdén y aburrimiento en el amado.
Qué manía con fingir que todo sigue como siempre, que nada ha cambiado. Cuando en realidad te estás volviendo loco, y cada pobre explicación que te da para justificar su desinterés, su mala contestación y su reciente pasotismo, te la crees, la entiendes, la acoges como verdad absoluta y tranquilizadora, le justificas. Y sigues empeñado en vivir en el limbo, en un estado de nervios y tensión permanente (te darás cuenta cuando todo haya terminado...y haya pasado algo de tiempo, cuando estés recuperándote), loco por agradar porque todo sea armonía, sin saber o sin querer darte cuenta de que eso lo único que consigue es desquiciar más a la otra persona que en el fondo lo que busca es el enfrentamiento, una catarsis en la que se vislumbre el ansiado final. Y también te labra su desprecio por tu no querer darte cuenta, tu hacer como si nada, por permitirle esos desplantes y encima ser más empalagoso más comprensivo.
- El que ama siempre es tolerante, y el amado siempre es cruel. También yo, Yuchan, soy incluso más cruel que él con un hombre que está enamorado de mí. (...)
Lo que vuelve cruel a un hombre es sobre todo la conciencia de ser amado. La crueldad de quienes no son amados carece de importancia. Los llamados humanistas siempre son feos, Yuchan.
El color prohibido.
Mishima