SEPTIEMBRE
Reflexiones varias
El kichó del Siglo XXI
En la sociedad Heian japonesa, entre la aristocracia, era habitual que las damas hablaran con los caballeros a través de unos biombos y cortinas que llamaban kichó. Ellos no sabían qué aspecto tenían, no podían verlas y mucho menos tocarlas. Cuando la dama en cuestión era demasiado tímida, contestaba desde el otro lado de la habitación, sin acercarse al kichó pues le intimidaba la cercanía física que se percibía a través de tan débil barrera, en ocasiones lo hacía incluso a través de una de sus amas o criadas de confianza y cuando era muy inexperta e insegura hasta dejaba que fuera alguna de ellas la que respondiera lo que se le ocurriera.
Algo parecido ha ocurrido con una amiga mía hace poco. Por una historia que no viene al caso terminó con el teléfono de un chico, amigo de un amigo (o sea que tenia alguna referencia), y empezaron a escribirse por wasapp. Estuvieron comunicándose así durante semanas, y eso que vivían en la misma ciudad. largas charlas hasta las tantas de la madrugada. Ninguno decía de conocerse (en persona, se entiende), alguna vez lo propusieron pero no cuajó y así siguieron. Me parece a mí que el móvil y más con nuevos inventos como esto de los mensajes instantáneos (gratis) es el kichó del siglo XXI. La verdad es que las relaciones cara a cara son muy estresantes. Tienes que estar presentable, pendiente de lo que dice, de entenderlo a la primera, y en segundos dar una respuesta adecuada e interesante. Controlando los gestos, mirándole bien a él, compartiendo un contexto, una cercanía física, recibiendo toda la atención, sus miradas.
Algo parecido ha ocurrido con una amiga mía hace poco. Por una historia que no viene al caso terminó con el teléfono de un chico, amigo de un amigo (o sea que tenia alguna referencia), y empezaron a escribirse por wasapp. Estuvieron comunicándose así durante semanas, y eso que vivían en la misma ciudad. largas charlas hasta las tantas de la madrugada. Ninguno decía de conocerse (en persona, se entiende), alguna vez lo propusieron pero no cuajó y así siguieron. Me parece a mí que el móvil y más con nuevos inventos como esto de los mensajes instantáneos (gratis) es el kichó del siglo XXI. La verdad es que las relaciones cara a cara son muy estresantes. Tienes que estar presentable, pendiente de lo que dice, de entenderlo a la primera, y en segundos dar una respuesta adecuada e interesante. Controlando los gestos, mirándole bien a él, compartiendo un contexto, una cercanía física, recibiendo toda la atención, sus miradas.
Es más cómodo quedarse detrás de este moderno kichó. Además, si tienes a alguien de confianza cerca puedes hasta pedirle información y que te dé una respuesta ocurrente y graciosa (¡¡ya tenemos a la doncella que responde por nosotras!!). Y cuanto más tiempo pases protegida por él, menos te va a apetecer apartar la cortina. Y es increíble las cosas que podemos desvelar tras este velo, más intimidades, nos volvemos más audaces, nos atrevemos a preguntar a insinuar a provocar. Nos volvemos otra persona, o ¿somos más nosotras mismas que nunca?
¿Hay veces que es mejor no tener contexto común? Claro, que tú puede que estés dedicándote en cuerpo y alma a la conversación en la soledad de tu dormitorio y él bebiendo una cerveza en el bar de la esquina con el fútbol de fondo y los comentarios de sus amigos. O está a varias conversaciones a la vez, o viendo una película... Pero, qué más da, ¿no? Ojos que no ven, corazón que no siente, ¿no es eso? Tiendes a pensar que el otro está igual de dedicado a la conversación que tú, ¡puede que incluso en la misma postura!
Entras en el proceso de construirle según la información que se va intercalando de sus frases y comentarios. Los japoneses del periodo Heian se intercambiaban cartas y por la caligrafía y el tipo de papel o tinta empleado descubrían el nivel de refinamiento y educación de la persona. Aquí y ahora lo más parecido serían las faltas de ortografía y forma de expresarse. Con esto puedes acercarte un poco a su nivel de estudios, pero poco más. Claro que contamos con una baza que no tenían en aquella época: las redes sociales.
Como un libro abierto (Openbook)
Las redes sociales dan más información de la que podíamos pensar, he aquí algunas pautas.
Si directamente no tiene perfil abierto en ninguna de ellas (esto te lo puedes creer o no), por supuesto que el sujeto gana enteros. Si lo tiene, eso sí da bastante información sobre él. No hace falta ni que te agregue, la foto de perfil ya revela muchísimo. Preferimos a aquellos que no salen (cualquier paisaje o dibujo proporciona también bastante info) o que han puesto cualquiera en la que salen reconocibles y punto. Señal de que no están en las redes para ligar sino para que les reconozcan sus amigos.
No tiene nada de malo querer ligar, ojo, pero la simple intención y ganas echa para atrás y más si intenta hacerlo a través de este medio.
También si ha puesto su nombre completo o algún pseudónimo (¿qué pseudónimo?) proporciona información y otro detalle a tener en cuenta es qué información puedes ver de él sin ser su amiga. (¿Puedes ver todas sus fotos?, ¿tiene el perfil abierto?, ¿el número de amigos?) Según la actividad que haya en su muro se puede deducir rápidamente si es un usuario habitual o si lo tiene así de público por descuido y poco interés en el tema.
Hasta aquí la info disponible antes de pasar a ser uno de sus contactos.
Una vez dentro hay miles de cosas que te dan pistas y más pistas: ¿cuántos amigos tiene? Fíjate en los agregados últimamente, hay más del sexo masculino o femenino, ¿las del sexo femenino cómo aparecen en sus fotos? ¿Con hijos?, ¿de lejos?, ¿haciendo deporte?, ¿foto tipo "reconocible para mis amigos"?, ¿primer plano sensual?, ¿marcando silicona en bikini? ¿Cuántas de estas últimas hay?
Otra fuente de información es el apartado llamado Información, como la propia palabra indica. Si no lo ha rellenado, mejor. Luego, por un lado está el que lo ha rellenado en serio, creencias religiosas incluidas, que demuestra ser un poco pardo, y por otro, el que ha intentado parecer gracioso e ingenioso, resultando casi siempre patético. Échale un vistazo a los grupos de los que se ha hecho fan. Si no dan mucha información, porque claramente han hecho clic en Me Gusta por compromiso (es la empresa de algún conocido que les ha sugerido que visitaran su página), genial. Eso sí, si es fan de Chanel ¿?, de Eva Longoria, algún DJ, perros de presa, grupos de artes marciales... ¡¡Lagarto, lagarto!!
¡¡Apartado fotos!! Empieza por supuesto por las de perfil. Si sólo tiene una (la actual), fantástico. Si tiene más, pues ya depende: gran repertorio de fotos "primer plano- qué fresco estoy - qué actividades más de puta madre suelo acometer", dan mucha jena, en fiestas, de traje (¿por qué todos los tíos se crecen y piensan que por ponerse una chaqueta ya van produciendo desmayos entre las féminas que tienen la tre-men-da suerte de cruzarse con ellos? De verdad que qué equivocados estáis algunos y me voy a explayar en este punto en el siguiente artículo) son también de lo peorcito. Haciendo deporte, pues depende, viendo la foto y valorando un poco el conjunto de su perfil y tus averiguaciones tras el kichó electrónico, puedes ver si es un flipado, un looser o normal/cero vanidoso (el que nos gustaría, vamos).
Si directamente no tiene perfil abierto en ninguna de ellas (esto te lo puedes creer o no), por supuesto que el sujeto gana enteros. Si lo tiene, eso sí da bastante información sobre él. No hace falta ni que te agregue, la foto de perfil ya revela muchísimo. Preferimos a aquellos que no salen (cualquier paisaje o dibujo proporciona también bastante info) o que han puesto cualquiera en la que salen reconocibles y punto. Señal de que no están en las redes para ligar sino para que les reconozcan sus amigos.
No tiene nada de malo querer ligar, ojo, pero la simple intención y ganas echa para atrás y más si intenta hacerlo a través de este medio.
También si ha puesto su nombre completo o algún pseudónimo (¿qué pseudónimo?) proporciona información y otro detalle a tener en cuenta es qué información puedes ver de él sin ser su amiga. (¿Puedes ver todas sus fotos?, ¿tiene el perfil abierto?, ¿el número de amigos?) Según la actividad que haya en su muro se puede deducir rápidamente si es un usuario habitual o si lo tiene así de público por descuido y poco interés en el tema.
Hasta aquí la info disponible antes de pasar a ser uno de sus contactos.
Una vez dentro hay miles de cosas que te dan pistas y más pistas: ¿cuántos amigos tiene? Fíjate en los agregados últimamente, hay más del sexo masculino o femenino, ¿las del sexo femenino cómo aparecen en sus fotos? ¿Con hijos?, ¿de lejos?, ¿haciendo deporte?, ¿foto tipo "reconocible para mis amigos"?, ¿primer plano sensual?, ¿marcando silicona en bikini? ¿Cuántas de estas últimas hay?
Otra fuente de información es el apartado llamado Información, como la propia palabra indica. Si no lo ha rellenado, mejor. Luego, por un lado está el que lo ha rellenado en serio, creencias religiosas incluidas, que demuestra ser un poco pardo, y por otro, el que ha intentado parecer gracioso e ingenioso, resultando casi siempre patético. Échale un vistazo a los grupos de los que se ha hecho fan. Si no dan mucha información, porque claramente han hecho clic en Me Gusta por compromiso (es la empresa de algún conocido que les ha sugerido que visitaran su página), genial. Eso sí, si es fan de Chanel ¿?, de Eva Longoria, algún DJ, perros de presa, grupos de artes marciales... ¡¡Lagarto, lagarto!!
¡¡Apartado fotos!! Empieza por supuesto por las de perfil. Si sólo tiene una (la actual), fantástico. Si tiene más, pues ya depende: gran repertorio de fotos "primer plano- qué fresco estoy - qué actividades más de puta madre suelo acometer", dan mucha jena, en fiestas, de traje (¿por qué todos los tíos se crecen y piensan que por ponerse una chaqueta ya van produciendo desmayos entre las féminas que tienen la tre-men-da suerte de cruzarse con ellos? De verdad que qué equivocados estáis algunos y me voy a explayar en este punto en el siguiente artículo) son también de lo peorcito. Haciendo deporte, pues depende, viendo la foto y valorando un poco el conjunto de su perfil y tus averiguaciones tras el kichó electrónico, puedes ver si es un flipado, un looser o normal/cero vanidoso (el que nos gustaría, vamos).
Tras las fotos de perfil vienen en las que ha sido etiquetado. En todas estas, cuantas menos mejor, y que sean antiguas, de cuando se acababa de sacar la cuenta y le hacía un poco más de caso a ese entretenimiento que a todos volvía locos. Las fotos por compromiso: de la cena de empresa, en alguna boda, alguna reunión... Ya decimos, antiguas, desenfocadas y escasas es el ideal.
El que tiene un fotodiario colgado, suele ser un imbécil. Nada más que añadir. Un inseguro que necesita de la aprobación, de una justificación para hacer las cosas, para lanzarse a los placeres de la vida: que los demás sean testigos. (Ya hablé de esto en junio, no me voy a repetir).
Y por último, álbumes colgados por él. En serio, repetimos, cuantos menos, mejor. Ninguno ya es fantástico.
Pero todos los elementos de Facebook interrelacionan. Por ejemplo, si tiene algún álbum colgado con inmortalizaciones de alguna fiesta, foto de grupo"divertida-divertida", viaje epatador, etc... No le taches (tampoco lo ibas a hacer) porque el elemento foto debe verse bajo la óptica amigos. Si tiene pocos contactos, seguramente son amigos/colegas de toda la vida y las colgó para regocijo/ jolgorio del personal.
Cuarta fuente de información: El muro. ¿cada cuánto tiempo cuelga cosas? ¿De qué tipo? ¿Música, frasecitas, fotos? ¿Cuál es su rollo? ¿Político, futbolero, listillo, combativo contra el sistema, gracioso, trascendental, serio, "qué bien me lo paso- qué resaca sufro", inexistente? Y ojo a los comentarios que hacen del suyo. ¿Es el típico que escribe algo y acto seguido hace clic en Me gusta? Esto pulsa inmediatamente mi irreversible botón mental de Me Disgusta. ¿Tiene seguidores? ¿ De qué tipo? ¿Entusiastas, la típica prima entregada que le encanta ponga lo que ponga e irremisiblemente y a diario le manda besos desde Teruel, la zorrilla de turno que manifiesta con un comentario idiota lleno de jajajajas que no tiene ni idea de qué se está hablando porque además su única intención es demostrarle que ella también se ha levantado esa mañana y está pendiente de él? Y él, ¿sigue el tonteo? ¿pasa? ¿es educado?
Comentarios que escriben los demás en su muro. (¿Por qué hace la gente esto? Sólo puedo encontrar una explicación justificada: para hacerle pasar al receptor un mal rato en FB. Algún comentario comprometedor con el que se rían ambos pero que no puede ser del dominio publico, de ahí el suberfugio y la gracia. Una coña marinera, vamos)
Porque, por favor, para todo lo demás, existen los mensajes privados. Claro que dice mucho de él que sus coleguitas nos tengan al tanto de sus agendas vía quedada pública "a las 8 partido en casa, hay jamoncito", "¿te veo mañana en el cumple de Almudena?, "¡desapareciste anoche!", etc.
Última fuente de información es el día de su cumpleaños. Cuánta gente le felicita y en qué términos te puede decir mucho de su círculo social y por tanto, de él mismo.
Pero como decía, nunca se puede tomar ninguno de estos elementos aislado, debe verse en conjunto. Y lo mejor de todo es no ver, no agregarle a tus contactos y no saber a qué dedica el tiempo libre. Pero si tiene facebook y lo utiliza que sepas que el principal motivo es ligar, repasar fotos de sus agregados (y no creo que navegue demasiado por el perfil de su antiguo profesor de la autoescuela ni de su tía Marisa, la verdad), mantener contacto con antiguas tensiones sexuales no resueltas (o ya resueltas y con ganas de volver a resolver) y comentar fotos y chorradas sobre pivitas con sus colegas, evaluar el ganado ligado por su amigo Pablo en su último viaje a San Sebastián o en el vieja de empresa de Ignacio a Berlín . O puede que no, pero yo no pondría la mano en el fuego.
Y con toda la información que saques pues haces lo que te apetezca. Seguramente obviarla y seguir detrás de ese, a todas luces, cretino.
Hago lo que la mayoría de las mujeres. Conozco a alguien, y una parte de él está bien, quizás es guapo, tiene un buen trabajo, no hay nada sospechoso en él y, en lugar de sentarme y ponerme a esperar a que muestre el resto, me lo invento. Decido cómo piensa, cómo va a tratarme y, por supuesto, siempre llego a la conclusión de que el tío que tengo delante es el hombre perfecto y, de pronto, bueno, quizá no tan de pronto, por lo general alrededor de seis meses después de nuestra separación, veo que no era el tipo de persona que yo creía.
(Jane Green)
Tenemos debilidad por los alimentos fritos, los bizcochos, los caramelos, las gaseosas.... y los cretinos.
(Todos los hombres son unos cretinos. Daylle D. Schwartz).
El hombre y el traje, el traje y el hombre.
Retomo la idea expuesta más arriba, decía:
...¿por qué todos los tíos se crecen y piensan que por ponerse una chaqueta ya van produciendo desmayos entre las féminas que tienen la tre-men-da suerte de cruzarse con ellos? De verdad que qué equivocados están algunos, y me voy a explayar en el siguiente artículo...
A ello voy.
Lisa y llanamente: porque seas del género masculino y te pongas un traje de chaqueta ni eres más importante, ni estás irresistible, ni adquieres un aura de elegancia instantánea. Puedes parecer más patán, cutre, idiota y irrisorio que con tu vestimenta habitual así que ándate con ojo que a los demás no nos pasa desapercibido, y menos a una fémina que vivimos entre ropa, ¡por favor!
El hombre, cuando se pone traje por pimera vez, suele ser porque va a la fiesta de Nochevieja o a una boda. Ya en esos eventos se ven semblantes engolados, orgullosos y engreídos. Se les pone cara de seriedad inmediata y andares de galán de telenovela cutre, mano en el botón de la chaqueta incluida. Pero son jóvenes y tiene un pase. Somos como monos, imitamos comportamientos, conductas, y a falta de algo mejor, nos fijamos en la publicidad. Por favor, no emules a Antonio Banderas y su caminar por el anuncio de Diavolo, hay que fijarse en qué prototipos a seguir elegimos. Mejor no escoger ninguno. Apaga la tele, cierra los periódicos y las revistas, ¡es urgentísimo!
Gracia aparte me hacen ese grupo de pringados que porque van de viaje de empresa por primera vez o porque acaban de entrar en un curro y tienen comida con algún cliente, nos hacen sufrir en nuestras rutinas su primera experiencia dentro de un traje. Los ves entrar en el restaurante, muy derechos pero claramente pendientes de si levantan miradas o no, y se puede tocar, casi hasta mascar, un sentimiento de importancia, orgullo, vanidad y, fingida pero necesaria, seriedad que da mucha pena. Se nota perfectamente cuando alguien está acostumbrado a llevar traje o no. Y se nota perfectamente (y perfectamente es perfectamente) cuando el traje es de buena calidad o el típico acrílico con mal corte. Ídem para la camisa. Ídem para la corbata. Ídem para los zapatos. Ídem para los calcetines y su altura. Ídem para el resto de detalles tipo gemelos, pañuelo, posible pajarita, combinación con prendas de abrigo...
Un signo distintivo de que no sueles llevar traje (si obviamos el poco dinero que te has gastado en él, en que tiene pinta de haber vivido varias bodas, lo mal que lo llevas y lo peor que te queda) reside en los zapatos que te pongas. No vale cualquier zapato y no vale cualquier color. En cuanto hay discordancia, ya tenemos a un patán disfrazado. Aunque repito, no hace falta mirar a los pies para saberlo.
Ciertos tíos, en cuanto se enfundan el traje andan de otra manera, se ponen derechos, cambian el tono de voz, les entra prisa, adquieren cara y ademanes de hombre importante y muy ocupado, seriedad, una absurda e injustificada seguridad en ellos mismos que les lleva a hacer comentarios que serán cortados de raíz de inmediato si se cruzan en mi camino. A ver, porque lleves traje no estás más guapo, no tienes pasta, ni eres interesante... Yo el único cambio que veo es el aumento de la estupidez barnizado de vanidad. Y hay algo un poco peor que un ser vanidoso, y es que además seas hombre. Pasas a ser totalmente ridículo.
Tampoco entiendo a aquellos que se la ponen para ir a todos sitios para sentirse seguros, irresistibles (más casos de vanidad). No olvidaré cierta ocasión en la que quedé para tomar un cóctel con un nota que se plantó con un traje maravilloso, todo hay que decirlo, camisa incluida, pero que estaba totalmente fuera de lugar. No me ha pasado a menudo porque los hombres suelen pecar más bien de descuidados que de elegantes, pero a éste se le fue la mano en lo último y me hizo sentir vergüenza ajena. Estaba bastante ridículo.
Tampoco puedo con esos que van de arrastrados por la vida y que no se pondrían un traje ni de lejos, ni siquiera si la ocasión lo requiere, como si fuera en contra de sus principios. Ya hay que ser también subnormal. Si tienes una boda y requiere traje pues te lo pones y punto. Si es una fiesta de graduación, cierto evento de etiqueta... Donde sea necesario el traje, póntelo. No hay cosa más absurda que ser reivindicativo y mostrar tu personalidad "contracorriente" que con la vestimenta.
A cada cosa, lo suyo. El estilo de todas formas, está claro que no se aprende. Y no sólo es muy obvio entre las mujeres. En los hombres es hasta casi más evidente, ellos como van de que no tienen ni idea y no están para esas tonterías, parece que se les perdona. Y de eso nada. Cuando se enfrentan al traje sale una parte de su personalidad que posiblemente desconozcas. Si lo lleva con naturalidad, estilo y tiene idea y personalidad propia... ¡Date con un canto en los dientes!
...¿por qué todos los tíos se crecen y piensan que por ponerse una chaqueta ya van produciendo desmayos entre las féminas que tienen la tre-men-da suerte de cruzarse con ellos? De verdad que qué equivocados están algunos, y me voy a explayar en el siguiente artículo...
A ello voy.
Lisa y llanamente: porque seas del género masculino y te pongas un traje de chaqueta ni eres más importante, ni estás irresistible, ni adquieres un aura de elegancia instantánea. Puedes parecer más patán, cutre, idiota y irrisorio que con tu vestimenta habitual así que ándate con ojo que a los demás no nos pasa desapercibido, y menos a una fémina que vivimos entre ropa, ¡por favor!
El hombre, cuando se pone traje por pimera vez, suele ser porque va a la fiesta de Nochevieja o a una boda. Ya en esos eventos se ven semblantes engolados, orgullosos y engreídos. Se les pone cara de seriedad inmediata y andares de galán de telenovela cutre, mano en el botón de la chaqueta incluida. Pero son jóvenes y tiene un pase. Somos como monos, imitamos comportamientos, conductas, y a falta de algo mejor, nos fijamos en la publicidad. Por favor, no emules a Antonio Banderas y su caminar por el anuncio de Diavolo, hay que fijarse en qué prototipos a seguir elegimos. Mejor no escoger ninguno. Apaga la tele, cierra los periódicos y las revistas, ¡es urgentísimo!
Gracia aparte me hacen ese grupo de pringados que porque van de viaje de empresa por primera vez o porque acaban de entrar en un curro y tienen comida con algún cliente, nos hacen sufrir en nuestras rutinas su primera experiencia dentro de un traje. Los ves entrar en el restaurante, muy derechos pero claramente pendientes de si levantan miradas o no, y se puede tocar, casi hasta mascar, un sentimiento de importancia, orgullo, vanidad y, fingida pero necesaria, seriedad que da mucha pena. Se nota perfectamente cuando alguien está acostumbrado a llevar traje o no. Y se nota perfectamente (y perfectamente es perfectamente) cuando el traje es de buena calidad o el típico acrílico con mal corte. Ídem para la camisa. Ídem para la corbata. Ídem para los zapatos. Ídem para los calcetines y su altura. Ídem para el resto de detalles tipo gemelos, pañuelo, posible pajarita, combinación con prendas de abrigo...
Un signo distintivo de que no sueles llevar traje (si obviamos el poco dinero que te has gastado en él, en que tiene pinta de haber vivido varias bodas, lo mal que lo llevas y lo peor que te queda) reside en los zapatos que te pongas. No vale cualquier zapato y no vale cualquier color. En cuanto hay discordancia, ya tenemos a un patán disfrazado. Aunque repito, no hace falta mirar a los pies para saberlo.
Ciertos tíos, en cuanto se enfundan el traje andan de otra manera, se ponen derechos, cambian el tono de voz, les entra prisa, adquieren cara y ademanes de hombre importante y muy ocupado, seriedad, una absurda e injustificada seguridad en ellos mismos que les lleva a hacer comentarios que serán cortados de raíz de inmediato si se cruzan en mi camino. A ver, porque lleves traje no estás más guapo, no tienes pasta, ni eres interesante... Yo el único cambio que veo es el aumento de la estupidez barnizado de vanidad. Y hay algo un poco peor que un ser vanidoso, y es que además seas hombre. Pasas a ser totalmente ridículo.
Tampoco entiendo a aquellos que se la ponen para ir a todos sitios para sentirse seguros, irresistibles (más casos de vanidad). No olvidaré cierta ocasión en la que quedé para tomar un cóctel con un nota que se plantó con un traje maravilloso, todo hay que decirlo, camisa incluida, pero que estaba totalmente fuera de lugar. No me ha pasado a menudo porque los hombres suelen pecar más bien de descuidados que de elegantes, pero a éste se le fue la mano en lo último y me hizo sentir vergüenza ajena. Estaba bastante ridículo.
Tampoco puedo con esos que van de arrastrados por la vida y que no se pondrían un traje ni de lejos, ni siquiera si la ocasión lo requiere, como si fuera en contra de sus principios. Ya hay que ser también subnormal. Si tienes una boda y requiere traje pues te lo pones y punto. Si es una fiesta de graduación, cierto evento de etiqueta... Donde sea necesario el traje, póntelo. No hay cosa más absurda que ser reivindicativo y mostrar tu personalidad "contracorriente" que con la vestimenta.
A cada cosa, lo suyo. El estilo de todas formas, está claro que no se aprende. Y no sólo es muy obvio entre las mujeres. En los hombres es hasta casi más evidente, ellos como van de que no tienen ni idea y no están para esas tonterías, parece que se les perdona. Y de eso nada. Cuando se enfrentan al traje sale una parte de su personalidad que posiblemente desconozcas. Si lo lleva con naturalidad, estilo y tiene idea y personalidad propia... ¡Date con un canto en los dientes!