Walden
Henry David Thoreau
Al pensar nos ponemos con sensatez a nuestro lado. Por un esfuerzo consciente del espíritu podemos permanecer a distancia de las acciones y sus consecuencias, y todas las cosas, buenas y malas, pasarán junto a nosotros como un torrente. No estamos implicados por completo en la naturaleza. Puedo ser el leño arrastrado por la corriente o Indra, que lo mira desde el cielo. Puede afectarme un espectáculo teatral, pero puede no afectarme un hecho real que parezca concernirme en mayor medida. Sólo me conozco a mí mismo como una entidad humana, la escena, por así decirlo, de pensamientos y afectos, y soy consciente de cierta duplicidad por la que permanezco tan lejos de mí mismo como de otro. Por intensa que sea mi experiencia, soy consciente de la presencia y la crítica de una parte de mi ser, la cual, digámoslo así, no es parte de mí, sino un espectador que no comparte la experiencia, pero toma nota de ella, y que no es más yo que tú. Cuando acaba la obra, que acaso es la tragedia, de la vida, el espectador sigue su camino. En lo que le concierne, era una especie de ficción, un mero producto de la imaginación. Esta duplicidad nos convierte a veces, fácilmente, en pobres vecinos y amigos.
La opinión pública es un débil tirano comparada con nuestra propia opinión. Lo que un hombre piensa de sí mismo es lo que determina, o más bien indica, su hado.
Nunca es demasiado tarde para renunciar a nuestros prejuicios. No puede confiarse sin prueba en manera alguna de pensar u obrar, por antigua que sea. Aquello de lo que todo el mundo hoy se hace eco o admite como cierto en silencio puede resultar falso mañana.
Nos vemos continua y sinceramente obligados a vivir, reverenciando nuestra vida y negando la posibilidad del cambio. Es el único camino, decimos; pero hay tantos caminos como radios pueden trazarse desde el centro. Todo cambio es un milagro digno de contemplarse; pero un milagro es lo que tiene lugar a cada instante.
La mayoría de los lujos y muchas de las llamadas comodidades de la vida, no sólo no son indispensables, sino que resultan verdaderos obstáculos para la elevación de la humanidad. Con respecto a los lujos y comodidades, los más sabios siempre han vivido una vida más sencilla y austera que los pobres.
Cuando un hombre entra en calor por alguno de los diversos modos que he descrito, ¿qué quiere a continuación? Seguramente, no más calor del mismo tipo, sino más y mejor comida, casas mayores y más espléndidas, ropa más linda y abundante, fuegos más intensos, numerosos e incesantes, y cosas por el estilo. Cuando ha obtenido lo que es necesario para la vida, hay otra alternativa a obtener lo superfluo: aventurarse ahora en la vida, tras comenzar las vacaciones de su esfuerzo más humilde.
Un granjero me dice: "No puedes vivir sólo de vegetales, pues no son alimento para los huesos". Y dedica religiosamente parte del día a suministrar a sus sistema el crudo material de los huesos, caminando mientras habla tras su buey, el cual, con huesos fabricados de vegetales, tira a toda costa de él y de su pesado arado.
...a cualquier hora del día o de la noche, me he preocupado por mejorar la muesca del tiempo y señalarla en mi bastón; por permanecer en el cruce de dos eternidades, el pasado y el futuro, que es precisamente el momento presente, por conformarme con ello.
A largo plazo, los hombres sólo dan en el blanco al que apuntan. Por tanto, aunque fallen de inmediato, harían mejor en apuntar a algo elevado.
Del hogar al campo hay una gran distancia. Tal vez estaría bien que fuéramos a pasar más días y noches sin obstrucción alguna entre nosotros y los cuerpos celestes, que el poeta no hablara tanto bajo techado o el santo no morase allí tanto tiempo. Los pájaros no cantan en las cuevas n las palomas abrigan su inocencia en los palomares.
...el coste de una cosa es la cantidad de lo que llamaré vida que ha de cambiarse por ella, de inmediato o a largo plazo.
Tenía tres piezas de piedra caliza en mi escritorio, pero me aterró descubrir que había que quitarles el polvo a diario, cuando el mobiliario de mi mente aún no estaba limpio, y las tiré por la ventana con disgusto. ¿Cómo podría tener yo una casa amueblada? Prefiero sentarme al aire libre, porque no hay polvo sobre la hierba, a menos que el hombre haya quebrado el terreno.
Son los amantes del lujo y los disipados los que imponen las modas que el rebaño sigue diligentemente.
¿Cómo podrían aprender a vivir mejor los jóvenes sino intentando de una vez el experimento de vivir? Les servirá para ejercitar su mente tanto como las matemáticas. Si quisiera que un muchacho supiera algo de las artes y ciencias, por ejemplo, no seguiría el proceder habitual, que consiste en ponerle en compañía de un profesor, donde todo se profesa y practica salvo el arte de la vida: observar el mundo a través de un telescopio o un microscopio y nunca a simple vista; estudiar química y no aprender cómo se hace su pan, o mecánica, y no saber cómo se gana; descubrir nuevos satélites de Neptuno y no percibir las motas en su ojo, o de qué vagabundo es él mismo un satélite; o ser devorado por los monstruos que pululan a su alrededor, mientras contempla los monstruos en una gota de vinagre. ¿Quién habría avanzado más al cabo de un mes, el uchacho que ha fabricado su navaja con la mena que hubiera extraído y fundido, leyendo cuanto fuera necesario para ello, o el muchacho que hubiera asistido entretanto a las conferencias sobre metalurgia en el instituto y recibido de su parte un cortaplumas Rogers? ¿Quién se cortaría antes los dedos con mayor probabilidad?...
¿Qué más podría desear un hombre razonable, en tiempos de paz, en un mediodía cualquiera, que un número suficiente de espigas de maíz verde hervidas con sal?
No fijéis vuestro coraz´on en lo transitorio pues el Dijlah, o Tigris, seguirá fluyendo a través de Bagdad cuando la raza de los califas se haya extinguido: si tu mano está llena, sé generoso como la palma datilera, pero si no tienes nada que dar, sé un azad, u hombre libre, como el ciprés.
Cada mañana era una alegre invitación a lograr que mi vida tuviera la misma sencillez e inocencia que la naturaleza. He sido un adorador tan sincero de la aurora como los griegos. Me levantaba temprano y me bañaba en la laguna; era un ejercicio religioso y una de las mejores cosas que hacía. Dicen que en la bañera del rey Tching-thang había unos caracterres grabados a ese efecto: "Renuévate por completo cada día, hazlo una y otra vez, y siempre". Lo comprendo.
Afectar a l cualidad del día: ésa es la mayor de las artes. Todo hombre está encargado de hacer su vida, incluso en sus detalles, digna de la contemplación de su hora más elevada y crítica.
Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentarme sólo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir, cuando tuviera que morir que no había vivido. No quería vivir lo que no fuera la vida, pues vivir es caro, ni quería practicar la resignación a menos que fuera completamente necesario. Quería vivir con profundidad y absorver toda la médula de la vida, vivir de manera tan severa y espartana como para eliminar cuanto no fuera la vida, abrir un amplio surco y arrasarlo, arrinconar a la vida y reducirla a sus términos inferiores, y si resultaba mezquina, coger toda su genuina mezquindad y hacerla pública al mundo; o, si era sublime, saberlo por experiencia...
Nuestra vida se pierde en los detalles (...) ¡Sencillez, sencillez, sencillez!
La opinión pública es un débil tirano comparada con nuestra propia opinión. Lo que un hombre piensa de sí mismo es lo que determina, o más bien indica, su hado.
Nunca es demasiado tarde para renunciar a nuestros prejuicios. No puede confiarse sin prueba en manera alguna de pensar u obrar, por antigua que sea. Aquello de lo que todo el mundo hoy se hace eco o admite como cierto en silencio puede resultar falso mañana.
Nos vemos continua y sinceramente obligados a vivir, reverenciando nuestra vida y negando la posibilidad del cambio. Es el único camino, decimos; pero hay tantos caminos como radios pueden trazarse desde el centro. Todo cambio es un milagro digno de contemplarse; pero un milagro es lo que tiene lugar a cada instante.
La mayoría de los lujos y muchas de las llamadas comodidades de la vida, no sólo no son indispensables, sino que resultan verdaderos obstáculos para la elevación de la humanidad. Con respecto a los lujos y comodidades, los más sabios siempre han vivido una vida más sencilla y austera que los pobres.
Cuando un hombre entra en calor por alguno de los diversos modos que he descrito, ¿qué quiere a continuación? Seguramente, no más calor del mismo tipo, sino más y mejor comida, casas mayores y más espléndidas, ropa más linda y abundante, fuegos más intensos, numerosos e incesantes, y cosas por el estilo. Cuando ha obtenido lo que es necesario para la vida, hay otra alternativa a obtener lo superfluo: aventurarse ahora en la vida, tras comenzar las vacaciones de su esfuerzo más humilde.
Un granjero me dice: "No puedes vivir sólo de vegetales, pues no son alimento para los huesos". Y dedica religiosamente parte del día a suministrar a sus sistema el crudo material de los huesos, caminando mientras habla tras su buey, el cual, con huesos fabricados de vegetales, tira a toda costa de él y de su pesado arado.
...a cualquier hora del día o de la noche, me he preocupado por mejorar la muesca del tiempo y señalarla en mi bastón; por permanecer en el cruce de dos eternidades, el pasado y el futuro, que es precisamente el momento presente, por conformarme con ello.
A largo plazo, los hombres sólo dan en el blanco al que apuntan. Por tanto, aunque fallen de inmediato, harían mejor en apuntar a algo elevado.
Del hogar al campo hay una gran distancia. Tal vez estaría bien que fuéramos a pasar más días y noches sin obstrucción alguna entre nosotros y los cuerpos celestes, que el poeta no hablara tanto bajo techado o el santo no morase allí tanto tiempo. Los pájaros no cantan en las cuevas n las palomas abrigan su inocencia en los palomares.
...el coste de una cosa es la cantidad de lo que llamaré vida que ha de cambiarse por ella, de inmediato o a largo plazo.
Tenía tres piezas de piedra caliza en mi escritorio, pero me aterró descubrir que había que quitarles el polvo a diario, cuando el mobiliario de mi mente aún no estaba limpio, y las tiré por la ventana con disgusto. ¿Cómo podría tener yo una casa amueblada? Prefiero sentarme al aire libre, porque no hay polvo sobre la hierba, a menos que el hombre haya quebrado el terreno.
Son los amantes del lujo y los disipados los que imponen las modas que el rebaño sigue diligentemente.
¿Cómo podrían aprender a vivir mejor los jóvenes sino intentando de una vez el experimento de vivir? Les servirá para ejercitar su mente tanto como las matemáticas. Si quisiera que un muchacho supiera algo de las artes y ciencias, por ejemplo, no seguiría el proceder habitual, que consiste en ponerle en compañía de un profesor, donde todo se profesa y practica salvo el arte de la vida: observar el mundo a través de un telescopio o un microscopio y nunca a simple vista; estudiar química y no aprender cómo se hace su pan, o mecánica, y no saber cómo se gana; descubrir nuevos satélites de Neptuno y no percibir las motas en su ojo, o de qué vagabundo es él mismo un satélite; o ser devorado por los monstruos que pululan a su alrededor, mientras contempla los monstruos en una gota de vinagre. ¿Quién habría avanzado más al cabo de un mes, el uchacho que ha fabricado su navaja con la mena que hubiera extraído y fundido, leyendo cuanto fuera necesario para ello, o el muchacho que hubiera asistido entretanto a las conferencias sobre metalurgia en el instituto y recibido de su parte un cortaplumas Rogers? ¿Quién se cortaría antes los dedos con mayor probabilidad?...
¿Qué más podría desear un hombre razonable, en tiempos de paz, en un mediodía cualquiera, que un número suficiente de espigas de maíz verde hervidas con sal?
No fijéis vuestro coraz´on en lo transitorio pues el Dijlah, o Tigris, seguirá fluyendo a través de Bagdad cuando la raza de los califas se haya extinguido: si tu mano está llena, sé generoso como la palma datilera, pero si no tienes nada que dar, sé un azad, u hombre libre, como el ciprés.
Cada mañana era una alegre invitación a lograr que mi vida tuviera la misma sencillez e inocencia que la naturaleza. He sido un adorador tan sincero de la aurora como los griegos. Me levantaba temprano y me bañaba en la laguna; era un ejercicio religioso y una de las mejores cosas que hacía. Dicen que en la bañera del rey Tching-thang había unos caracterres grabados a ese efecto: "Renuévate por completo cada día, hazlo una y otra vez, y siempre". Lo comprendo.
Afectar a l cualidad del día: ésa es la mayor de las artes. Todo hombre está encargado de hacer su vida, incluso en sus detalles, digna de la contemplación de su hora más elevada y crítica.
Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentarme sólo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir, cuando tuviera que morir que no había vivido. No quería vivir lo que no fuera la vida, pues vivir es caro, ni quería practicar la resignación a menos que fuera completamente necesario. Quería vivir con profundidad y absorver toda la médula de la vida, vivir de manera tan severa y espartana como para eliminar cuanto no fuera la vida, abrir un amplio surco y arrasarlo, arrinconar a la vida y reducirla a sus términos inferiores, y si resultaba mezquina, coger toda su genuina mezquindad y hacerla pública al mundo; o, si era sublime, saberlo por experiencia...
Nuestra vida se pierde en los detalles (...) ¡Sencillez, sencillez, sencillez!