ABRIL 2016
Reflexiones
Preguntas en el círculo de chamanes
Pasas por el gran portón desvencijado de madera pintada de azul.
Propiedad privada.
Despacio, entre los guijarros, cerca del camino.
Subes unas pequeñas escaleras, con una piedra gigante a modo de altar, sostenida desde una esquina como colocada por una mano divina.
Y antes de entrar en el círculo de chamanes, esta sencilla pregunta:
Propiedad privada.
Despacio, entre los guijarros, cerca del camino.
Subes unas pequeñas escaleras, con una piedra gigante a modo de altar, sostenida desde una esquina como colocada por una mano divina.
Y antes de entrar en el círculo de chamanes, esta sencilla pregunta:
Como un puñetazo, te hace tomar tierra, perspectiva, aterrizar y enfrentarte a la retrospectiva de tu pasado, a los diferentes hechos, los más dolorosos, los incómodos.
Esta pregunta te pone frente a tus miedos, frente a las carencias, las meteduras de pata, la experiencia más sangrante.
Te hace focalizarte en un punto.
Vienes dispersa por el camino, por la belleza ondulante del mar de brócolis, como esponjosas nubes verdes bajo tus pies. Vienes contenta por la brisa del mar, por el calor chispeante en las pestañas, totalmente embriagada por el vino espumoso y la bajada de presión, totalmente volada.
Subes las escaleras, empiezas a observar: el estanque, el imponente monolito, el ficus podado como una sombrilla balinesa.
Empiezas a extender la mirada, a expandirla recorriendo vertiginosa tu dimensión interna, astrales extensiones de conciencia, vastas llanuras de piedra helada, carbonizada, dura y fría, empiezas a recoger la mirada, la atención hacia esas profundidades.
Esta pregunta.
Estás al borde del precipicio.
Y a ti qué ta pasao.
Qué te ha pasado para estar aquí.
Todos tenemos diferentes cargas en nuestra mochila.
Pesadas cargas.
Cargas antiguas.
Llena de bolos cuya cadencia hemos integrado en nuestro peso, en nuestra resistencia.
Acostumbrados al sordo choque entre ellos, con nuestros huesos.
¿Qué te ha pasado?
No.
Y a ti qué te ha pasado.
A mí me ha pasado esto: mira la extensión que se despliega detrás de ti.
Todos venimos con nuestras marcas, con pequeñas roturas, profundas, escondidas cicatrices.
¿La tuya?
Y tienes que iluminar lo que haya pasado.
Qué te ha ido podando como a esos árboles maravillosos. Porque de todas las experiencias, de todas las agujas clavadas, hay una que roza distinto, más incisiva. Esa que ha condicionado la disposición de las demás agujas, como muñequito de vudú.
Distínguela.
Localízala.
Aquella vez que sobrepasaste la velocidad del sonido.
Cuando todo tembló como en un seísmo infinito mientras el aire olía a profundo incienso deshecho en curvilíneas volutas contra un cielo deslumbrado de relámpagos.
Durante la abrasadora tormenta de arena.
Ese día que tu alma dió un giro, dejando una arruga, una doblez en el campo de la conciencia.
Esa conciencia que está vibrando, como una hebra de bombilla, que a menudo te quema incandescente para luego apagarse, debilitarse y dejarte en la más desconcertada soledad.
Qué te ha pasado.
¿Eres capaz de evaluar rápidamente el origen del precipicio? Qué calculados golpes han ido cincelando cada una de las rocas elevándose enrevesadas, retorcidas hasta el punto en el que se encuentra tu alma. Con vértigo, con angustia, con hambrienta necesidad, en medio de gritos tribales, con la mirada fija y la respiración retenida mientras bombeas con el estómago accediendo a tu subconsciente.
Cuando eres consciente de tus carencias, de tus pozos negros, de la enorme insignificancia, de la infinita empatía...
Cuando has sometido a tu disperso y veloz ego, entonces puedes entrar y pasear, y observar y estar acongojada y agradecida, sobrepasada y serena.
Y entonces puedes ver al sapo saltando sobre las aguas del estanque, como un guijarro lanzado de canto, hasta la flor de loto.
Y entonces te puedes sentar y mirar África, con los rayos del sol reluctantes sobre fragmentos de la orilla del mar entre la cortina que forman los pinos. Como si miraras por un catalejo.
Entonces te puedes sentar en medio del círculo de chamanes y apreciar respirando profundamente cuánto echas de menos, y que no hay nada tan vergonzante, la inmensidad de un universo en el que te recortas infinitamente como una vibración de conciencia que te ha traído hasta aquí.
Porque no hay nada casual, baby.
Esta pregunta te pone frente a tus miedos, frente a las carencias, las meteduras de pata, la experiencia más sangrante.
Te hace focalizarte en un punto.
Vienes dispersa por el camino, por la belleza ondulante del mar de brócolis, como esponjosas nubes verdes bajo tus pies. Vienes contenta por la brisa del mar, por el calor chispeante en las pestañas, totalmente embriagada por el vino espumoso y la bajada de presión, totalmente volada.
Subes las escaleras, empiezas a observar: el estanque, el imponente monolito, el ficus podado como una sombrilla balinesa.
Empiezas a extender la mirada, a expandirla recorriendo vertiginosa tu dimensión interna, astrales extensiones de conciencia, vastas llanuras de piedra helada, carbonizada, dura y fría, empiezas a recoger la mirada, la atención hacia esas profundidades.
Esta pregunta.
Estás al borde del precipicio.
Y a ti qué ta pasao.
Qué te ha pasado para estar aquí.
Todos tenemos diferentes cargas en nuestra mochila.
Pesadas cargas.
Cargas antiguas.
Llena de bolos cuya cadencia hemos integrado en nuestro peso, en nuestra resistencia.
Acostumbrados al sordo choque entre ellos, con nuestros huesos.
¿Qué te ha pasado?
No.
Y a ti qué te ha pasado.
A mí me ha pasado esto: mira la extensión que se despliega detrás de ti.
Todos venimos con nuestras marcas, con pequeñas roturas, profundas, escondidas cicatrices.
¿La tuya?
Y tienes que iluminar lo que haya pasado.
Qué te ha ido podando como a esos árboles maravillosos. Porque de todas las experiencias, de todas las agujas clavadas, hay una que roza distinto, más incisiva. Esa que ha condicionado la disposición de las demás agujas, como muñequito de vudú.
Distínguela.
Localízala.
Aquella vez que sobrepasaste la velocidad del sonido.
Cuando todo tembló como en un seísmo infinito mientras el aire olía a profundo incienso deshecho en curvilíneas volutas contra un cielo deslumbrado de relámpagos.
Durante la abrasadora tormenta de arena.
Ese día que tu alma dió un giro, dejando una arruga, una doblez en el campo de la conciencia.
Esa conciencia que está vibrando, como una hebra de bombilla, que a menudo te quema incandescente para luego apagarse, debilitarse y dejarte en la más desconcertada soledad.
Qué te ha pasado.
¿Eres capaz de evaluar rápidamente el origen del precipicio? Qué calculados golpes han ido cincelando cada una de las rocas elevándose enrevesadas, retorcidas hasta el punto en el que se encuentra tu alma. Con vértigo, con angustia, con hambrienta necesidad, en medio de gritos tribales, con la mirada fija y la respiración retenida mientras bombeas con el estómago accediendo a tu subconsciente.
Cuando eres consciente de tus carencias, de tus pozos negros, de la enorme insignificancia, de la infinita empatía...
Cuando has sometido a tu disperso y veloz ego, entonces puedes entrar y pasear, y observar y estar acongojada y agradecida, sobrepasada y serena.
Y entonces puedes ver al sapo saltando sobre las aguas del estanque, como un guijarro lanzado de canto, hasta la flor de loto.
Y entonces te puedes sentar y mirar África, con los rayos del sol reluctantes sobre fragmentos de la orilla del mar entre la cortina que forman los pinos. Como si miraras por un catalejo.
Entonces te puedes sentar en medio del círculo de chamanes y apreciar respirando profundamente cuánto echas de menos, y que no hay nada tan vergonzante, la inmensidad de un universo en el que te recortas infinitamente como una vibración de conciencia que te ha traído hasta aquí.
Porque no hay nada casual, baby.
Aquellos barros...
After trying on all my old frocks yesterday, I got to thinking about my friends and I, and all our adventures. We were the wild ones- we stayed up until dawn, dancing in our barefeet; we wandered around streets in our oversized designer sunglasses, early in the morning while others were on their way to work; we spent our grocery money on Gucci shoes; we booked flights and travelled to warmer weather without knowing how we'd pay our rent; we met interesting people- we sometimes were the interesting people. We never worried (for too long) about where our wanderlust would take us. We knew we'd be alright in the end, because, "it will always work out in the end, and if it's not working out, it's not the end". We had so many adventures and share so many memories (and some that we can't remember;)). And you know what? Even though some had their doubts about us- we have ALL turned out better than alright. Marriages, kids, careers and happiness. Don't spend your twenties worrying about what will be- spend them making memories and living life to the fullest. And keep faith, that it will always work out in the end.
Lo he leído en facebook y me ha encantado. Me he sentido tan identificada que no puedo dejar de compartirlo.
Sí, hemos sido "party animals", hemos disfrutado la "movida" que le ha tocado a nuestra época, hemos montado en esa ola y la hemos cabalgado pero bien. Y hay algunas cosas que aún no entiendo pero que acabaré aceptando y perdonando, o justificando, qué más da. Lo que no puedo es perdonar a los que en su día me juzgaron y me criticaron, los que intentaron cortarme las alas con disfraces de amigo.
Pero sin duda, son parte necesaria de la vida, todos esos "cortarollos" que vienen a aguar la fiesta con sus comentarios, a todos esos envidiosos que intentaban cercenar nuestras alas con alaridos de conciencia.
Mis ojos aún brillan.
A todos esos que quisieron controlarnos porque no podían apresarnos ni poseernos. Aunque se distorsionaron para terminar odiándote y poder sentirse superiores a lo que no podían alcanzar.
En mi pelo no entra el peine.
A los que directamente ni siquiera estaban en esa onda, que no la pueden ni llegar a rozar con la punta de los dedos. A los que son diametralmente opuestos y su cerebro está tan abierto como un muro de hormigón.
Mi pie no admite zapato.
Y lo mejor de todo es que el día aún no ha terminado...
Sí, hemos sido "party animals", hemos disfrutado la "movida" que le ha tocado a nuestra época, hemos montado en esa ola y la hemos cabalgado pero bien. Y hay algunas cosas que aún no entiendo pero que acabaré aceptando y perdonando, o justificando, qué más da. Lo que no puedo es perdonar a los que en su día me juzgaron y me criticaron, los que intentaron cortarme las alas con disfraces de amigo.
Pero sin duda, son parte necesaria de la vida, todos esos "cortarollos" que vienen a aguar la fiesta con sus comentarios, a todos esos envidiosos que intentaban cercenar nuestras alas con alaridos de conciencia.
Mis ojos aún brillan.
A todos esos que quisieron controlarnos porque no podían apresarnos ni poseernos. Aunque se distorsionaron para terminar odiándote y poder sentirse superiores a lo que no podían alcanzar.
En mi pelo no entra el peine.
A los que directamente ni siquiera estaban en esa onda, que no la pueden ni llegar a rozar con la punta de los dedos. A los que son diametralmente opuestos y su cerebro está tan abierto como un muro de hormigón.
Mi pie no admite zapato.
Y lo mejor de todo es que el día aún no ha terminado...
Porqué odio la publicidad
Esa gente triunfadora que va dando lecciones de cómo han "engañado" a sus clientes, cómo les han enganchado, cómo han aprendido de sus gustos, aunque los desprecian y los tratan con ese aire de superioridad, de saber más que ellos, de controlarlos, de haberles engañado.
Hablan de sus estrategias, de sus ridículos "regalos" a cambio de datos sobre gustos, sobre hábitos, sobre deseos, rechazos, experiencias, etc.
Y menosprecian a todos aquellos que han caído en sus redes.
A todos sus clientes les llaman freakies,
Y es probable que sean muy tontos porque con campañas vistosas, con la prescripción de un famoso, viendo una bata blanca, ante la palabra de moda... la gente sucumbe y se prostituye por pertenecer al "selecto" club, al de los astutos, al más moderno...
Los publicistas como buitres a la caza de todos esos clientes. Un porcentaje mensual que alcanzar. Y utilizan las redes para cazarlos, con miles de mensajes, de anuncios en cada portal que abres.
Qué inteligentes.
Me dan ganas de vomitar.
Con músicas tontorronas que resulten pegadizas para que todo el mundo las canturree.
Les recuerden y les compren. Gasten su eurito.
Y todos esos amargados y pagados de sí mismos agentes de publicidad que se las dan y presumen de controlar el mercado, los gustos de los consumidores.
Qué aburrido. Me desazona.
Sólo buscan, como carroña, más víctimas, meterse en más hogares y ven a la gente como una oscilante cifra.
Y por otro lado, toda esa gente, los millennials, locos por triunfar, por destacar, por ser ese personaje al que están entrenando en sus múltiples fotos en las redes sociales. Quieren ser observados, fotografiados, perseguidos, admirados, envidiados, quieren asistir a fiestas, vestir de firma, ser capturados a la salida del restaurante, visitar los lugares más exclusivos... Y que le laman el culo, que se postren a sus pies. Ése es el mayor deseo.
Me pone la piel de gallina.
Sentirse superiores a golpe de tarjeta porque sus egos son del tamaño de un guisante.
Y el triunfador de turno te explica cómo ha sido tan listo, y cómo se lo ha trabajado tanto, y nunca aluden a la suerte, no, esto me lo he currado yo, con mi astucia.
Cuando siempre es suerte. Suerte de tener familia trabajando en el sector, suerte de que has tenido un padrino, suerte de tener contactos familiares, suerte de haber estado en el momento adecuado, en el lugar preciso, con el producto que casualmente estabas desarrollando en ese momento. Y una cosa dio a la otra y ¡oh! caramba, estamos haciendo un pastón.
Lo he vivido en mis carnes.
Pero la versión post éxito es: vimos que hacía falta esto y decidimos hacerlo.
Observamos que había este hueco y trabajamos para conseguir llenarlo.
O los que más odio, aquellos que han generado una necesidad. O que creen haber generado una necesidad porque al final es la historia de fulanito que trabajaba cosiendo botones, y toda la gente que conocía cosía botones, o cremalleras, o era sastre, y decidió poner una tienda y resulta que tuvo buenos contactos y abrió otra, y pudo tirar de gente conocida y de repente aquello funcionó por miles de razones, por todo el contexto económico y sociocultural de la época y golpes del destino, de suerte que le han hecho crecer y crecer.
Y en el proceso ha sido listo, claro que sí. Porque se toman decisiones.
Pero para un hecho de envergadura hacen falta muchas sonrisas del destino que apoyen esas decisiones.
Aunque llenos de vanidad, nunca lo reconocen. Los veo pavoneándose en el estrado, sonriendo con suficiencia, explicando la versión que les gusta del recorrido de su éxito. Todo ha sido gracias a elucubraciones nocturnas, a su gran inteligencia.
Se instauran como dioses.
Y son los que más desprecian a los que les han hecho crecer, hablan de ellos con un deje de asco en la voz, riéndose...ofreciéndoles algo que ellos jamás consumirían.
Y ¡han tragado!
Hablando con sus equipos, de cómo sacarles más dinero, cómo seguir engañando, cómo crear más necesidades. Hacerse imprescindibles a golpe de palabras, de imágenes suculentas, evocadoras, sugestivas, jugando con procesos subliminales sacados de los más recónditos libros de psicología.
Manipulando y burlándose abiertamente de sus manipulados.
Todo por dinero.
Y por ego.
¿Merece la pena? Son los más atrapados en el velo de Maya.
El dinero, la importancia, el prestigio, cenizas en los dedos.
Hablan de sus estrategias, de sus ridículos "regalos" a cambio de datos sobre gustos, sobre hábitos, sobre deseos, rechazos, experiencias, etc.
Y menosprecian a todos aquellos que han caído en sus redes.
A todos sus clientes les llaman freakies,
Y es probable que sean muy tontos porque con campañas vistosas, con la prescripción de un famoso, viendo una bata blanca, ante la palabra de moda... la gente sucumbe y se prostituye por pertenecer al "selecto" club, al de los astutos, al más moderno...
Los publicistas como buitres a la caza de todos esos clientes. Un porcentaje mensual que alcanzar. Y utilizan las redes para cazarlos, con miles de mensajes, de anuncios en cada portal que abres.
Qué inteligentes.
Me dan ganas de vomitar.
Con músicas tontorronas que resulten pegadizas para que todo el mundo las canturree.
Les recuerden y les compren. Gasten su eurito.
Y todos esos amargados y pagados de sí mismos agentes de publicidad que se las dan y presumen de controlar el mercado, los gustos de los consumidores.
Qué aburrido. Me desazona.
Sólo buscan, como carroña, más víctimas, meterse en más hogares y ven a la gente como una oscilante cifra.
Y por otro lado, toda esa gente, los millennials, locos por triunfar, por destacar, por ser ese personaje al que están entrenando en sus múltiples fotos en las redes sociales. Quieren ser observados, fotografiados, perseguidos, admirados, envidiados, quieren asistir a fiestas, vestir de firma, ser capturados a la salida del restaurante, visitar los lugares más exclusivos... Y que le laman el culo, que se postren a sus pies. Ése es el mayor deseo.
Me pone la piel de gallina.
Sentirse superiores a golpe de tarjeta porque sus egos son del tamaño de un guisante.
Y el triunfador de turno te explica cómo ha sido tan listo, y cómo se lo ha trabajado tanto, y nunca aluden a la suerte, no, esto me lo he currado yo, con mi astucia.
Cuando siempre es suerte. Suerte de tener familia trabajando en el sector, suerte de que has tenido un padrino, suerte de tener contactos familiares, suerte de haber estado en el momento adecuado, en el lugar preciso, con el producto que casualmente estabas desarrollando en ese momento. Y una cosa dio a la otra y ¡oh! caramba, estamos haciendo un pastón.
Lo he vivido en mis carnes.
Pero la versión post éxito es: vimos que hacía falta esto y decidimos hacerlo.
Observamos que había este hueco y trabajamos para conseguir llenarlo.
O los que más odio, aquellos que han generado una necesidad. O que creen haber generado una necesidad porque al final es la historia de fulanito que trabajaba cosiendo botones, y toda la gente que conocía cosía botones, o cremalleras, o era sastre, y decidió poner una tienda y resulta que tuvo buenos contactos y abrió otra, y pudo tirar de gente conocida y de repente aquello funcionó por miles de razones, por todo el contexto económico y sociocultural de la época y golpes del destino, de suerte que le han hecho crecer y crecer.
Y en el proceso ha sido listo, claro que sí. Porque se toman decisiones.
Pero para un hecho de envergadura hacen falta muchas sonrisas del destino que apoyen esas decisiones.
Aunque llenos de vanidad, nunca lo reconocen. Los veo pavoneándose en el estrado, sonriendo con suficiencia, explicando la versión que les gusta del recorrido de su éxito. Todo ha sido gracias a elucubraciones nocturnas, a su gran inteligencia.
Se instauran como dioses.
Y son los que más desprecian a los que les han hecho crecer, hablan de ellos con un deje de asco en la voz, riéndose...ofreciéndoles algo que ellos jamás consumirían.
Y ¡han tragado!
Hablando con sus equipos, de cómo sacarles más dinero, cómo seguir engañando, cómo crear más necesidades. Hacerse imprescindibles a golpe de palabras, de imágenes suculentas, evocadoras, sugestivas, jugando con procesos subliminales sacados de los más recónditos libros de psicología.
Manipulando y burlándose abiertamente de sus manipulados.
Todo por dinero.
Y por ego.
¿Merece la pena? Son los más atrapados en el velo de Maya.
El dinero, la importancia, el prestigio, cenizas en los dedos.
Píldoras
Y hay sensaciones nuevas y sensaciones viejas y algunas queridas y otras no tanto.
Porque nos da tanto miedo que esta tristeza, esta melancolía, dure. Nos da pánico que haya venido a quedarse, que se instale en nuestra alma.
.................................................................................................................
Esos momentos de euforia ajena momentánea acompañados de gritos, saltos, un aullido. Y te ves desconcertada y sobrepasada...e impelida a actuar. Pero no sabes como estar en la onda y no cortar el rollo cuando en realidad el pelo se ha erizado en una oleada de vergüenza ajena.
Y te sale una ligera sonrisa para fingir estar en el flow.
Siempre demasiado descafeinada.
Siempre hay algo que delata lo que ha pasado por tu mente.
Sí, lo mismo es la piel de gallina hasta en la cara.
........................................................................................................................................................................
Y vamos a hacer el mismo camino e intentar dedicarte la misma jornada. Esta vez no vendrás tú, ya estás allí.
Y son tus lugares, tu temperatura y tu sol.
¿Cómo puedo llegar a echar de menos, añorar y sentirme impotente por alguien a quien casi no he llegado a conocer?
Pero sigues vivo, sin duda que sí, porque estás en su recuerdo, en sus penas, y a través de él penetras en mi psique afectando a ciertos momentos, pensamientos que vivo en perspectiva hacia ti.
Vamos hacia ti, y un hilo de vibración mental, de frecuencia cardíaca, será emitida.
¿Puedes sentirla?
Hay una conexión transparente entre las conciencias que será agitada, una tensión en el espacio que nos separa.
Puedes sentirlo.
Akaal.
....................................................................................................................................................................
De repente, en una tienda me fijo en ella, la dejo pasar y al ponerse de espaldas, el impacto me alcanza en el esternón, justo en el centro del pecho, en la sequedad de haber tocado hueso.
Veo la reproducción de una parte de tu cuerpo que ni siquiera sabía tener tan memorizada.
Es exactamente tu nuca, el mismo remolino de pelo, la textura de la piel abultada en el cuello, el color exacto y la calidad del pelo.
Cómo te echo de menos.
Hasta cuando simplemente estabas con la mirada varios espacios por detrás de las pupilas, en otro lugar suspendido lejos de aquí, esa mirada sin tiempo de los yonquis.
Te echo de menos. Tus gestos con las manos. Estabas a miles de kilómetros, ni siquiera eras tú. Pero seguías moviéndolas de la misma manera.
Te echo de menos y no necesito saberlo todos los días.
No necesito comprobarlo a diario.
Constatar que el dolor no es menos agudo con el paso del tiempo. Ya es un dolor establecido y acomodado en un lugar muy concreto de mi cuerpo, al menos está localizado y no se expande, de momento no impregna nada más..
Cada vez que veo tu foto sonriendo en el lago siento la misma punzada igual de afilada y retorcida entrando y saliendo de la carne con un giro al final.
................................................................................................................................................................
Lo has vuelto a decir, no es una frase, es un contenido. Y siempre ese contenido me atraviesa el nervio del brazo hasta el interior de la muñeca, un calambrazo penetrante y agudo que irradia desde el pecho, desde el corazón.
Es físico.
Sí, los brazos conectan con el corazón.
Sólo tengo este dolor cuando no me siento querida. Querida expresamente por ti.
Porque nos da tanto miedo que esta tristeza, esta melancolía, dure. Nos da pánico que haya venido a quedarse, que se instale en nuestra alma.
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Esos momentos de euforia ajena momentánea acompañados de gritos, saltos, un aullido. Y te ves desconcertada y sobrepasada...e impelida a actuar. Pero no sabes como estar en la onda y no cortar el rollo cuando en realidad el pelo se ha erizado en una oleada de vergüenza ajena.
Y te sale una ligera sonrisa para fingir estar en el flow.
Siempre demasiado descafeinada.
Siempre hay algo que delata lo que ha pasado por tu mente.
Sí, lo mismo es la piel de gallina hasta en la cara.
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Y vamos a hacer el mismo camino e intentar dedicarte la misma jornada. Esta vez no vendrás tú, ya estás allí.
Y son tus lugares, tu temperatura y tu sol.
¿Cómo puedo llegar a echar de menos, añorar y sentirme impotente por alguien a quien casi no he llegado a conocer?
Pero sigues vivo, sin duda que sí, porque estás en su recuerdo, en sus penas, y a través de él penetras en mi psique afectando a ciertos momentos, pensamientos que vivo en perspectiva hacia ti.
Vamos hacia ti, y un hilo de vibración mental, de frecuencia cardíaca, será emitida.
¿Puedes sentirla?
Hay una conexión transparente entre las conciencias que será agitada, una tensión en el espacio que nos separa.
Puedes sentirlo.
Akaal.
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De repente, en una tienda me fijo en ella, la dejo pasar y al ponerse de espaldas, el impacto me alcanza en el esternón, justo en el centro del pecho, en la sequedad de haber tocado hueso.
Veo la reproducción de una parte de tu cuerpo que ni siquiera sabía tener tan memorizada.
Es exactamente tu nuca, el mismo remolino de pelo, la textura de la piel abultada en el cuello, el color exacto y la calidad del pelo.
Cómo te echo de menos.
Hasta cuando simplemente estabas con la mirada varios espacios por detrás de las pupilas, en otro lugar suspendido lejos de aquí, esa mirada sin tiempo de los yonquis.
Te echo de menos. Tus gestos con las manos. Estabas a miles de kilómetros, ni siquiera eras tú. Pero seguías moviéndolas de la misma manera.
Te echo de menos y no necesito saberlo todos los días.
No necesito comprobarlo a diario.
Constatar que el dolor no es menos agudo con el paso del tiempo. Ya es un dolor establecido y acomodado en un lugar muy concreto de mi cuerpo, al menos está localizado y no se expande, de momento no impregna nada más..
Cada vez que veo tu foto sonriendo en el lago siento la misma punzada igual de afilada y retorcida entrando y saliendo de la carne con un giro al final.
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Lo has vuelto a decir, no es una frase, es un contenido. Y siempre ese contenido me atraviesa el nervio del brazo hasta el interior de la muñeca, un calambrazo penetrante y agudo que irradia desde el pecho, desde el corazón.
Es físico.
Sí, los brazos conectan con el corazón.
Sólo tengo este dolor cuando no me siento querida. Querida expresamente por ti.
Fue perfecto
¿Y qué más da ahora? Después de tanto tiempo.
¿Porque nos empeñamos en perfeccionar falsamente un momento pasado?
Quién debería haber venido, quién no, quién tendría que haber sido invitado, quien no estuvo a la altura, quien faltó irremisiblemente, quien hizo un feo, qué actitud se tomó, qué despecho...
¿Se puede evaluar a toro pasado cómo se gestionó aquel dolor?
Salió como salió.
Son los actos más espontáneos de nuestra vida.
Salidos del centro de la turbulencia emocional, de emociones desquiciadas, totalmente desbocadas y fuera de control, pero intentando mantener una imagen de completa calma.
Qué más da cómo fue.
Sin duda fue perfecto.
Tal como pasó.
Con la drama queen, con la botella de Don Julio, con las setas del dj, con el avión privado, con el aterrizaje forzoso, con el espacio paradisiaco, con la ex novia desterrada, con las tortillas llenas de aceite, con las preguntas indiscretas y las respuestas atolondradas, con los enfados, con la supuesta cabeza fría, con los no invitados que se notan más que los invitados.
Y los niveles de tensión, los niveles de tensión disparados.
Auténtica revolución de sentimientos en los que no sabes mantener la cabeza, ni las ideas coherentes.
Por eso no vamos a comentar ni a poner en tela de juicio las decisiones que se tomaron en esos días.
Fue perfecto.
Fue perfecto tal que así.
¿Porque nos empeñamos en perfeccionar falsamente un momento pasado?
Quién debería haber venido, quién no, quién tendría que haber sido invitado, quien no estuvo a la altura, quien faltó irremisiblemente, quien hizo un feo, qué actitud se tomó, qué despecho...
¿Se puede evaluar a toro pasado cómo se gestionó aquel dolor?
Salió como salió.
Son los actos más espontáneos de nuestra vida.
Salidos del centro de la turbulencia emocional, de emociones desquiciadas, totalmente desbocadas y fuera de control, pero intentando mantener una imagen de completa calma.
Qué más da cómo fue.
Sin duda fue perfecto.
Tal como pasó.
Con la drama queen, con la botella de Don Julio, con las setas del dj, con el avión privado, con el aterrizaje forzoso, con el espacio paradisiaco, con la ex novia desterrada, con las tortillas llenas de aceite, con las preguntas indiscretas y las respuestas atolondradas, con los enfados, con la supuesta cabeza fría, con los no invitados que se notan más que los invitados.
Y los niveles de tensión, los niveles de tensión disparados.
Auténtica revolución de sentimientos en los que no sabes mantener la cabeza, ni las ideas coherentes.
Por eso no vamos a comentar ni a poner en tela de juicio las decisiones que se tomaron en esos días.
Fue perfecto.
Fue perfecto tal que así.