JULIO
Reflexiones varias
¡Que viene el tren!
Estos días atrás he oído varias veces la misma estupidez: las oportunidades (comúnmente comparadas con trenes) sólo pasan dos o tres veces en la vida, si no las aprovechas, has dejado pasar "tu momento". ¿Y eso quién lo sabe? Probablemente el que te lo está contando para convencerte, porque él es el conductor de ese supuesto "tren -oportunidad".
O no... Porque lo mismo te montas y resulta que el destino no podía ser peor y es entonces cuando piensas que has perdido el tiempo y te has equivocado calificando de tren a lo que tal vez era un caballo del tiovivo, que no te lleva a ninguna parte, pero te hace dar muchas vueltas y te deja mareado. O sea, que has perdido un maravilloso tiempo ahí montada mientras te podrían haber pasado cosas maravillosas, hasta puede que con las canciones del tiovivo (¿siguen siendo de Camela?) no hayas oído la llegada del auténtico tren, y, vaya, sólo te quedan dos oportunidades más (si es que no has perdido ya alguna de ellas en otro despiste).
Me quedo con esta historia representativa del pensamiento taoísta recogida en el libro Las religiones del mundo de Huston Smith.
El caballo de un campesino se escapó. Ante la conmiseración de su vecino, el campesino le dijo: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y tuvo razón porque al día siguiente el caballo regresó acompañado de caballos salvajes con los cuales había trabado amistad. El vecino reapareció, esta vez para felicitarlo por el regalo caído del cielo, pero el campesino repitió: ¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y otra vez tuvo razón porque al día siguiente su hijo trató de montar uno de los caballos salvajes y se cayó, rompiéndose una pierna. El vecino volvió a mostrar su pesar, y recibió nuevamente la anterior pregunta: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y el campesino tuvo razón una cuarta vez, porque al día siguiente aparecieron unos soldados para reclutar al hijo, pero lo eximieron por encontrarse herido.
¿Quién sabe si es un tren?, ¿quién sabe si es el último?, ¿quién sabe si te habría ido mejor o peor de no haberlo cogido, de no haber ido? ¿Quién sabe si hay un número limitado de trenes? ¿Cómo saber que estás ante ese tren? Hasta que no te montes y llegues al destino (o saltes antes en marcha) no sabes si era un tren o no. ¿Quién sabe si eso en lo que te dejas caer por casualidad, a menudo para tomar aliento o por entretenerte, termina siendo un tren que te lleva a toda velocidad hacia (o en contra de) la oportunidad de tu vida? Porque a mí muchas veces me han salido las cosas de las situaciones menos buscadas y preparadas, cuando menos lo esperaba.
No puedo evitar acordarme de E. M Forster, en su libro Donde los ángeles no se aventuran (introducción del maravilloso Dientes Blancos de Zadie Smith)
Por alguna razón, hoy toda pequeñez parece tener una importancia incalculable, y cuando de alguna cosa se dice que no tiene importancia suena a blasfemia. Nunca se sabe -¿cómo lo diría yo?- cuál de nuestros actos, cuál de nuestras omisiones tendrá alguna importancia.
Haz lo que veas conveniente y lo que te apetezca, procurando que si alguien tiene que "equivocarse" con la decisión, seas tú mismo.
O no... Porque lo mismo te montas y resulta que el destino no podía ser peor y es entonces cuando piensas que has perdido el tiempo y te has equivocado calificando de tren a lo que tal vez era un caballo del tiovivo, que no te lleva a ninguna parte, pero te hace dar muchas vueltas y te deja mareado. O sea, que has perdido un maravilloso tiempo ahí montada mientras te podrían haber pasado cosas maravillosas, hasta puede que con las canciones del tiovivo (¿siguen siendo de Camela?) no hayas oído la llegada del auténtico tren, y, vaya, sólo te quedan dos oportunidades más (si es que no has perdido ya alguna de ellas en otro despiste).
Me quedo con esta historia representativa del pensamiento taoísta recogida en el libro Las religiones del mundo de Huston Smith.
El caballo de un campesino se escapó. Ante la conmiseración de su vecino, el campesino le dijo: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y tuvo razón porque al día siguiente el caballo regresó acompañado de caballos salvajes con los cuales había trabado amistad. El vecino reapareció, esta vez para felicitarlo por el regalo caído del cielo, pero el campesino repitió: ¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y otra vez tuvo razón porque al día siguiente su hijo trató de montar uno de los caballos salvajes y se cayó, rompiéndose una pierna. El vecino volvió a mostrar su pesar, y recibió nuevamente la anterior pregunta: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y el campesino tuvo razón una cuarta vez, porque al día siguiente aparecieron unos soldados para reclutar al hijo, pero lo eximieron por encontrarse herido.
¿Quién sabe si es un tren?, ¿quién sabe si es el último?, ¿quién sabe si te habría ido mejor o peor de no haberlo cogido, de no haber ido? ¿Quién sabe si hay un número limitado de trenes? ¿Cómo saber que estás ante ese tren? Hasta que no te montes y llegues al destino (o saltes antes en marcha) no sabes si era un tren o no. ¿Quién sabe si eso en lo que te dejas caer por casualidad, a menudo para tomar aliento o por entretenerte, termina siendo un tren que te lleva a toda velocidad hacia (o en contra de) la oportunidad de tu vida? Porque a mí muchas veces me han salido las cosas de las situaciones menos buscadas y preparadas, cuando menos lo esperaba.
No puedo evitar acordarme de E. M Forster, en su libro Donde los ángeles no se aventuran (introducción del maravilloso Dientes Blancos de Zadie Smith)
Por alguna razón, hoy toda pequeñez parece tener una importancia incalculable, y cuando de alguna cosa se dice que no tiene importancia suena a blasfemia. Nunca se sabe -¿cómo lo diría yo?- cuál de nuestros actos, cuál de nuestras omisiones tendrá alguna importancia.
Haz lo que veas conveniente y lo que te apetezca, procurando que si alguien tiene que "equivocarse" con la decisión, seas tú mismo.
El momento acuático en una bañera (convencional)
Se han alineado los astros y tienes tiempo y ganas de prepararte una bañera y tener tu momento "cool", ese rato que debes dedicarte a ti misma para preservar tu espacio, encontrarte y ser un poco egoísta en el sentido "bueno" del término. Sí, vale, esas acciones que por lo visto estamos obligadas a acometer para encontrar el equilibrio y la paz mental. Bueno, pues entre las de tener tu propio espacio en casa donde nadie te moleste, meditar media hora diaria, darte un capricho gastronómico en forma de croissant relleno de mermelada de frambuesas y rebosante de mantequilla a media tarde o fundir la tarjeta en cuatro compras absurdas porque has tenido un mal día, se encuentra también el topicazo de darte un baño un día de lluvia en el que estés especialmente cansada.
Pero un baño no es llenarte la bañera, sumergirte un rato en el agua y listo. Para que el baño sea considerado BAÑO debe cumplir varias premisas:
Luz tenue a base de decenas de velas (como si pertenecieras a una secta satánica y estuvieras a punto de matar a un becerro para conseguir la resurrección de Belcebú)
Música relajante, algo de jazz, clásica, chill out...
Bacanal de sales, aceites esenciales, burbujas de baño, leche de burra... Cualquiera de esos millones, ¿cuál?, de productos que has ido comprando en tus viajes o excursiones por centros de belleza, enamorada de sus envases y de su promesa relajante, hidratante, estimulante, calmante, vigorizante, extasiante, sensual, descongestiva, energizante...
Cigarrito.
Copa de vino (siempre tinto) o té.
Una vez conseguido este escenario digno de la mejor película americana de suspense y casi sintiendo los ojos del psicópata mirando por la rendija de la puerta entreabierta, maquinando la mejor manera de matarte mientras te introduces en la bañera, se desarrolla el resto de la película.
De entrada, la temperatura del agua. La experiencia te ha hecho partir de una base que toda aficionada al baño debe saber: mejor que esté hirviendo, porque como tire a fría, ¡¡a ver quién calienta eso!! Mientras que si está más bien calentita, una apertura de tapón y algunos litros de agua helada añadidos y listo (acción ecológica del día no es, eso ya lo sabías desde el momento en que decidiste prepararte un baño, pero no es el momento para dar rienda suelta a culpabilidades, y habiendo desperdiciado toda esa agua mejor terminar el acto relajante en sí. Ya compensarás luego y vuelves a reciclar plásticos aunque tener tres cubos para los diferentes residuos ocupen dos tercios de tu cocina).
Así que, ahí desnuda, al borde de la bañera, helándote por momentos, esperas que vaya tomando una temperatura adecuada hasta que te canses y metas el primer pie con su respectiva pierna adjunta, y entonces ¡aprecias lo que es el dolor! Sacas el miembro escaldado y añades más agua fría extendiéndola y procurando mezclarla con una mano que se abrasa mientras el resto del cuerpo se congela. Cuando la susodicha extremidad (y tu impaciencia) deciden que el agua ya está zambullible, metes una primera pierna que te confirma lo precipitado de tu decisión, pero a todo se acostumbra una y el baño ya va cerca de ocupar media hora (de la cual ninguno de los minutos se podrían asociar a un estado parecido al relax) así que te introduces poco a poco y luego de un tirón sin pensar en lo "buenísimo" que es eso para la circulación, flacidez, celulitis, etc. que hemos leído en esos artículos de belleza que también proclamaban las virtudes de un buen baño.
Vale, tras algunos sufrimientos, puedes confirmar como Neo que: "estás dentro". Ahora toca relajarse, ¿no? Pero, ¿hemos conseguido la suficiente espuma con nuestros productos para que se considere relajante? No. Por mucho que agites la mano para emulsionar y hayas puesto el producto debajo del chorro destinado a llenar la bañera, lo único que has conseguido es que se forme un pegote de espuma en la zona del tapón, donde quedarían los pies, que ya te encargarás de atraer hacia tu cuerpo utilizando las manos como si fueran una pala, haciendo círculos, remando hacia tu cuerpo, luego en dirección contraria para que la nube choque contra el extremo opuesto de la bañera y salga despedido hacia ti, cosa que nunca sucede. Entonces directamente coges la nubecita y te la plantas en la zona de los hombros y escote para, ahora sí, extasiada, escuchar su cri-cri. (Ojo, hemos aclarado en el título que esta experiencia es "vivible" en una bañera convencional, no estamos en un jacuzzi, bañera XXL redonda ni virguerías por el estilo)
Venga, antes de que se enfríe el agua, te recuestas para relajarte y aspirar el aroma elegido... Y ahí ya la has cagado porque el resto del tiempo lo pasas alternando rodillas y hombros en su momento de cálida fruición bajo el agua. Placer para la zona sumergida, suplicio para la que le toca estar fuera, y así sucesivamente. Porque la solución sería no introducir en el agua caliente la zona que no cabe y que aún no ha sido sumergida, es decir, de pecho para arriba, pero ¿quién se resiste a ese momento de gozo hirviente al meternos hasta la nuca?
Ahora, durante la alternancia de zonas al descubierto hay que encontrar el momento de relajarnos y disfrutar de la sensación del cuerpo en el agua, aspirar los aromas procedentes de las sales de baño directo a nuestras fosas nasales, notar cómo hacen su efecto relajante, estimulante o lo que diablos sea que hayas metido en la bañera, deleitarnos con la tenue luz de las velas y su oscilante baile, oír la música... Importante cuidar muy mucho el apartado musical durante la preparación del baño. Si el volumen resulta estar alto, te pondrá de los nervios y hará que salgas de la ducha disparada, mojando todo lo que encuentres a tu paso, porque, convéncete, este aspecto sólo lo apreciarás cuando ya estés dentro del agua. Igual que si está muy baja, estarás más pendiente de que no oyes nada, que aprecias mejor el goteo del grifo o la tele de los vecinos que tu propia selección musical y por lo tanto no estás disfrutando de la experiencia relajante COMPLETA para una vez (y en este plan, cada vez menos) que decides darte un baño y te lo "curras" con sus velas, sales, "desconectando el móvil"... (Sí, entre comillas, porque una cosa es desconectar el móvil y otra muy distinta que te desconectes tú de él).
Para dejar zanjado el apartado musical, recuerda que es muy importante elegir la lista de reproducción adecuada o el CD ad hoc, porque que salte a un tema hard techno tras los primeros de tranquil moments, dará al traste con el momento baño-relax, y olvídate de la radio, los astros se conjugarán para que sólo pongan canciones animaditas o un torrente de diez minutos de anuncios en los que aprenderás las tarifas de ING Direct o los últimos cursos de CEAC Auxiliar de Enfermería.
Zanjado el tema musical, habíamos establecido que un momento relax completo y cool debía incluir un pitillo y una copa de vino / taza de té (dependiendo de los niveles de estrés y necesidades de evasión). Está claro que mantener una mano seca cada vez que quieras dar una caladita es un autentico coñazo. O la dejas fuera, a la pobre, mustia y congelada, o te la secas cada dos por tres.
En el aspecto "bebida", si has optado por la copa de vino, elegante, de pie alto, no dudes que cuando te rebuyas en la bañera buscando la toalla para secarte la mano y poder coger el pitillo y que no se moje y no se moje de paso la piedra del mechero estropeando irremisiblemente el numerito fumador del baño, pues esa copa la tirarás al suelo al lado de las toallas y empapando la ropa que has tirado al suelo de cualquier manera para conseguir el momento previo, realmente sensual, que ese baño requería.
Pero bueno, pongámonos en que no has elegido vino, porque lo mismo estamos a martes y no se trata de utilizar cualquier excusa para catar algo de alcohol y oye, que uno se puede relajar también de manera sana. Así que te has preparado un té, sí, ése que compraste en Harrod´s por una fortuna sintiéndote en el momento de la adquisición muy british, cosmopolita, con clase y estilo, entendida, distinguida y diferente, llena de antioxidantes, de cuerpo yóguico, vida bio, conciencia eco y prácticamente vegetariana.
Porque, ¿para qué sirven esos productos si no es para experimentar un pequeño cambio de personalidad (momentáneo) con todo lo que el artículo proyecta, conlleva e implica? Hola, soy Amparo y bebo té verde (Traducción: soy una chica que se preocupa por su salud, cercana a las disciplinas orientales, que no quiere decir mística, pero ante todo diferente y con estilo propio).
Una vez adquirido el producto, la euforia de esa sensación de sentirte otra... pues se va descafeinando. De todas formas, dura lo suficiente para que llegues a casa, saques la lata monísima de su monísima caja que han metido en una bolsa más monísima si cabe, y te dispones a prepararlo para confirmar que eres ya esa proyección hecha hombre (mujer en este caso) cuando, ¡oh!, joder, es té suelto (¿esto no viene en bolsitas como la horrible manzanilla que me preparaba mi madre cuando tenía indigestión?), necesitas... ¡un colador!, te lo preparas siguiendo emocionada las instrucciones, descubriendo el arte del té y considerando que te faltan los polvos de arroz y un kimono para no tener nada que envidiarle a una geisha...jejeje... ya está, y ... ¡uhm!, la gente le pone azúcar a esto, ¿no?.... y... ¡uhm!, ¿no hay quien le añade leche?, ¡oh!, no está mal, pero se ha quedado un poco frío... ¡mañana me preparo otro con más tiempo!. Y se queda adornando la estantería dedicada a desayunos hasta que llega el día en el que ha hecho el suficiente frío y ha llovido lo bastante para que te sientas lo suficientemente helada y húmeda como para que consideres que necesitas lo que en estos momentos se hace: darte un baño.
Retomamos el hilo que habíamos dejado en el momento en el que irremisiblemente tiras la copa de vino. Ahí se acabó la puta magia del baño, te levantas empapada y como loca porque la mancha de vino tinto no es de las que se quitan con facilidad. Más congelada y más mojada que como llegaste de la calle recoges el desastre. Por cierto que al levantarte has mojado el mechero y el pitillo. Después de haber estado manteniendo una mano seca dejándola a la intemperie o utilizando cada dos por tres la toalla (ahora llena de vino) que te habías dejado cerca para evitar el riesgo de tener que buscarla y tirar toda la parafernalia que habías montado alrededor. O lo que es peor para tus nervios, haces como si no hubiera pasado nada porque esto no va a estropear tu momento relax, y te tiras tres minutos haciendo como que no te importa pero notando, realmente sintiendo, como el vino lo va impregnando todo cual ácido vertido sobre tu piel. Tras varios chirridos de dientes terminas en las mismas: recogiendo el desaguisado.
Pero esta vez has optado por el té (siempre verde), así que no tiras nada y el baño va viento en popa (que para eso estás en el agua). Te pones a buscar pensamientos relajantes y (por lo tanto) alejados de la realidad, tralará, tralará, me aburro, tralará... ¿ha sonado el móvil?, si lo tengo en silencio... ¿me habrá llamado?, ¿qué habrá pensado y qué estará pensando ya que no le cojo el teléfono ni le devuelvo la llamada? Pero un momento, un momento, nada de cosas tontas y mundanas, es el momento de relax.... tic,tac, tic, tac, ¿me he colado de azúcar en el té?, ¿me seco la mano y doy una calada?, ¿no se está quedando el agua fría?, pero no ha pasado el suficiente tiempo para conseguir relajarme, ¿no?
Una vez consideras que se acabó tanto remojo, viene la pesadilla y duda de todo baño: cómo enjabonarnos, porque ¿las sales que hemos puesto tienen propiedades detergentes? No, eran relajantes... Entonces hay que sacar el cuerpo por partes y dedicarnos a su limpieza: una pierna por aquí, otra por allá, brazos y ¡uff!, la peor parte, el nexo de unión de todas ellas, el tronco. ¡Toca salir del agua! Sales, te enjabonas rápidamente y te dispones a meterte de nuevo en la bañera para relajarte por última vez y de una vez por todas, cuando observas el caldo grisáceo que se ha formado con la espumilla y productos entremezclados en un agua medio templada y ya sí que te decides a abandonar tu experiencia de bienestar.
Toalla y vuelta (¿alguna vez saliste?) al mundo real, bastante frío y desordenado, música que no viene a cuento, luces encendidas dándole una pátina deprimente al decorado de tu baño lleno de restos de tabaco, cera de velas, una taza a medias de té frío, toallas, ropa por el suelo, productos de baño... Pero, ¡qué expectación y qué ganas de tirarte a por el móvil para ver quién se ha acordado de ti vía llamada convencional, mensaje, wasapp, chat, email, etc!
Y es un buen rato después, ya seca, con todo recogido y calentita en tu cama, con la recepción de mensajes actualizados en tu disco duro, es cuando saboreas el relax que produce un baño... He ahí el auténtico momento de calma y bienestar. Ni te hace falta oler las sales...
Ojo: no se nos ha olvidado el apartado "pelo". Hemos decidido no lavarlo en este capítulo y la protagonista tiene un cómodo moño, bien alto. Porque si metemos el pelo en el ajo, el artículo sería interminable. Pista: incompatibilidad entre los aceites relajantes imprescindibles en todo baño y conseguir un pelo cercano al concepto "limpio". Así que, de momento, lo dejamos en nivel aficionados, con pelo nos parece ya muy Pro.
Pero un baño no es llenarte la bañera, sumergirte un rato en el agua y listo. Para que el baño sea considerado BAÑO debe cumplir varias premisas:
Luz tenue a base de decenas de velas (como si pertenecieras a una secta satánica y estuvieras a punto de matar a un becerro para conseguir la resurrección de Belcebú)
Música relajante, algo de jazz, clásica, chill out...
Bacanal de sales, aceites esenciales, burbujas de baño, leche de burra... Cualquiera de esos millones, ¿cuál?, de productos que has ido comprando en tus viajes o excursiones por centros de belleza, enamorada de sus envases y de su promesa relajante, hidratante, estimulante, calmante, vigorizante, extasiante, sensual, descongestiva, energizante...
Cigarrito.
Copa de vino (siempre tinto) o té.
Una vez conseguido este escenario digno de la mejor película americana de suspense y casi sintiendo los ojos del psicópata mirando por la rendija de la puerta entreabierta, maquinando la mejor manera de matarte mientras te introduces en la bañera, se desarrolla el resto de la película.
De entrada, la temperatura del agua. La experiencia te ha hecho partir de una base que toda aficionada al baño debe saber: mejor que esté hirviendo, porque como tire a fría, ¡¡a ver quién calienta eso!! Mientras que si está más bien calentita, una apertura de tapón y algunos litros de agua helada añadidos y listo (acción ecológica del día no es, eso ya lo sabías desde el momento en que decidiste prepararte un baño, pero no es el momento para dar rienda suelta a culpabilidades, y habiendo desperdiciado toda esa agua mejor terminar el acto relajante en sí. Ya compensarás luego y vuelves a reciclar plásticos aunque tener tres cubos para los diferentes residuos ocupen dos tercios de tu cocina).
Así que, ahí desnuda, al borde de la bañera, helándote por momentos, esperas que vaya tomando una temperatura adecuada hasta que te canses y metas el primer pie con su respectiva pierna adjunta, y entonces ¡aprecias lo que es el dolor! Sacas el miembro escaldado y añades más agua fría extendiéndola y procurando mezclarla con una mano que se abrasa mientras el resto del cuerpo se congela. Cuando la susodicha extremidad (y tu impaciencia) deciden que el agua ya está zambullible, metes una primera pierna que te confirma lo precipitado de tu decisión, pero a todo se acostumbra una y el baño ya va cerca de ocupar media hora (de la cual ninguno de los minutos se podrían asociar a un estado parecido al relax) así que te introduces poco a poco y luego de un tirón sin pensar en lo "buenísimo" que es eso para la circulación, flacidez, celulitis, etc. que hemos leído en esos artículos de belleza que también proclamaban las virtudes de un buen baño.
Vale, tras algunos sufrimientos, puedes confirmar como Neo que: "estás dentro". Ahora toca relajarse, ¿no? Pero, ¿hemos conseguido la suficiente espuma con nuestros productos para que se considere relajante? No. Por mucho que agites la mano para emulsionar y hayas puesto el producto debajo del chorro destinado a llenar la bañera, lo único que has conseguido es que se forme un pegote de espuma en la zona del tapón, donde quedarían los pies, que ya te encargarás de atraer hacia tu cuerpo utilizando las manos como si fueran una pala, haciendo círculos, remando hacia tu cuerpo, luego en dirección contraria para que la nube choque contra el extremo opuesto de la bañera y salga despedido hacia ti, cosa que nunca sucede. Entonces directamente coges la nubecita y te la plantas en la zona de los hombros y escote para, ahora sí, extasiada, escuchar su cri-cri. (Ojo, hemos aclarado en el título que esta experiencia es "vivible" en una bañera convencional, no estamos en un jacuzzi, bañera XXL redonda ni virguerías por el estilo)
Venga, antes de que se enfríe el agua, te recuestas para relajarte y aspirar el aroma elegido... Y ahí ya la has cagado porque el resto del tiempo lo pasas alternando rodillas y hombros en su momento de cálida fruición bajo el agua. Placer para la zona sumergida, suplicio para la que le toca estar fuera, y así sucesivamente. Porque la solución sería no introducir en el agua caliente la zona que no cabe y que aún no ha sido sumergida, es decir, de pecho para arriba, pero ¿quién se resiste a ese momento de gozo hirviente al meternos hasta la nuca?
Ahora, durante la alternancia de zonas al descubierto hay que encontrar el momento de relajarnos y disfrutar de la sensación del cuerpo en el agua, aspirar los aromas procedentes de las sales de baño directo a nuestras fosas nasales, notar cómo hacen su efecto relajante, estimulante o lo que diablos sea que hayas metido en la bañera, deleitarnos con la tenue luz de las velas y su oscilante baile, oír la música... Importante cuidar muy mucho el apartado musical durante la preparación del baño. Si el volumen resulta estar alto, te pondrá de los nervios y hará que salgas de la ducha disparada, mojando todo lo que encuentres a tu paso, porque, convéncete, este aspecto sólo lo apreciarás cuando ya estés dentro del agua. Igual que si está muy baja, estarás más pendiente de que no oyes nada, que aprecias mejor el goteo del grifo o la tele de los vecinos que tu propia selección musical y por lo tanto no estás disfrutando de la experiencia relajante COMPLETA para una vez (y en este plan, cada vez menos) que decides darte un baño y te lo "curras" con sus velas, sales, "desconectando el móvil"... (Sí, entre comillas, porque una cosa es desconectar el móvil y otra muy distinta que te desconectes tú de él).
Para dejar zanjado el apartado musical, recuerda que es muy importante elegir la lista de reproducción adecuada o el CD ad hoc, porque que salte a un tema hard techno tras los primeros de tranquil moments, dará al traste con el momento baño-relax, y olvídate de la radio, los astros se conjugarán para que sólo pongan canciones animaditas o un torrente de diez minutos de anuncios en los que aprenderás las tarifas de ING Direct o los últimos cursos de CEAC Auxiliar de Enfermería.
Zanjado el tema musical, habíamos establecido que un momento relax completo y cool debía incluir un pitillo y una copa de vino / taza de té (dependiendo de los niveles de estrés y necesidades de evasión). Está claro que mantener una mano seca cada vez que quieras dar una caladita es un autentico coñazo. O la dejas fuera, a la pobre, mustia y congelada, o te la secas cada dos por tres.
En el aspecto "bebida", si has optado por la copa de vino, elegante, de pie alto, no dudes que cuando te rebuyas en la bañera buscando la toalla para secarte la mano y poder coger el pitillo y que no se moje y no se moje de paso la piedra del mechero estropeando irremisiblemente el numerito fumador del baño, pues esa copa la tirarás al suelo al lado de las toallas y empapando la ropa que has tirado al suelo de cualquier manera para conseguir el momento previo, realmente sensual, que ese baño requería.
Pero bueno, pongámonos en que no has elegido vino, porque lo mismo estamos a martes y no se trata de utilizar cualquier excusa para catar algo de alcohol y oye, que uno se puede relajar también de manera sana. Así que te has preparado un té, sí, ése que compraste en Harrod´s por una fortuna sintiéndote en el momento de la adquisición muy british, cosmopolita, con clase y estilo, entendida, distinguida y diferente, llena de antioxidantes, de cuerpo yóguico, vida bio, conciencia eco y prácticamente vegetariana.
Porque, ¿para qué sirven esos productos si no es para experimentar un pequeño cambio de personalidad (momentáneo) con todo lo que el artículo proyecta, conlleva e implica? Hola, soy Amparo y bebo té verde (Traducción: soy una chica que se preocupa por su salud, cercana a las disciplinas orientales, que no quiere decir mística, pero ante todo diferente y con estilo propio).
Una vez adquirido el producto, la euforia de esa sensación de sentirte otra... pues se va descafeinando. De todas formas, dura lo suficiente para que llegues a casa, saques la lata monísima de su monísima caja que han metido en una bolsa más monísima si cabe, y te dispones a prepararlo para confirmar que eres ya esa proyección hecha hombre (mujer en este caso) cuando, ¡oh!, joder, es té suelto (¿esto no viene en bolsitas como la horrible manzanilla que me preparaba mi madre cuando tenía indigestión?), necesitas... ¡un colador!, te lo preparas siguiendo emocionada las instrucciones, descubriendo el arte del té y considerando que te faltan los polvos de arroz y un kimono para no tener nada que envidiarle a una geisha...jejeje... ya está, y ... ¡uhm!, la gente le pone azúcar a esto, ¿no?.... y... ¡uhm!, ¿no hay quien le añade leche?, ¡oh!, no está mal, pero se ha quedado un poco frío... ¡mañana me preparo otro con más tiempo!. Y se queda adornando la estantería dedicada a desayunos hasta que llega el día en el que ha hecho el suficiente frío y ha llovido lo bastante para que te sientas lo suficientemente helada y húmeda como para que consideres que necesitas lo que en estos momentos se hace: darte un baño.
Retomamos el hilo que habíamos dejado en el momento en el que irremisiblemente tiras la copa de vino. Ahí se acabó la puta magia del baño, te levantas empapada y como loca porque la mancha de vino tinto no es de las que se quitan con facilidad. Más congelada y más mojada que como llegaste de la calle recoges el desastre. Por cierto que al levantarte has mojado el mechero y el pitillo. Después de haber estado manteniendo una mano seca dejándola a la intemperie o utilizando cada dos por tres la toalla (ahora llena de vino) que te habías dejado cerca para evitar el riesgo de tener que buscarla y tirar toda la parafernalia que habías montado alrededor. O lo que es peor para tus nervios, haces como si no hubiera pasado nada porque esto no va a estropear tu momento relax, y te tiras tres minutos haciendo como que no te importa pero notando, realmente sintiendo, como el vino lo va impregnando todo cual ácido vertido sobre tu piel. Tras varios chirridos de dientes terminas en las mismas: recogiendo el desaguisado.
Pero esta vez has optado por el té (siempre verde), así que no tiras nada y el baño va viento en popa (que para eso estás en el agua). Te pones a buscar pensamientos relajantes y (por lo tanto) alejados de la realidad, tralará, tralará, me aburro, tralará... ¿ha sonado el móvil?, si lo tengo en silencio... ¿me habrá llamado?, ¿qué habrá pensado y qué estará pensando ya que no le cojo el teléfono ni le devuelvo la llamada? Pero un momento, un momento, nada de cosas tontas y mundanas, es el momento de relax.... tic,tac, tic, tac, ¿me he colado de azúcar en el té?, ¿me seco la mano y doy una calada?, ¿no se está quedando el agua fría?, pero no ha pasado el suficiente tiempo para conseguir relajarme, ¿no?
Una vez consideras que se acabó tanto remojo, viene la pesadilla y duda de todo baño: cómo enjabonarnos, porque ¿las sales que hemos puesto tienen propiedades detergentes? No, eran relajantes... Entonces hay que sacar el cuerpo por partes y dedicarnos a su limpieza: una pierna por aquí, otra por allá, brazos y ¡uff!, la peor parte, el nexo de unión de todas ellas, el tronco. ¡Toca salir del agua! Sales, te enjabonas rápidamente y te dispones a meterte de nuevo en la bañera para relajarte por última vez y de una vez por todas, cuando observas el caldo grisáceo que se ha formado con la espumilla y productos entremezclados en un agua medio templada y ya sí que te decides a abandonar tu experiencia de bienestar.
Toalla y vuelta (¿alguna vez saliste?) al mundo real, bastante frío y desordenado, música que no viene a cuento, luces encendidas dándole una pátina deprimente al decorado de tu baño lleno de restos de tabaco, cera de velas, una taza a medias de té frío, toallas, ropa por el suelo, productos de baño... Pero, ¡qué expectación y qué ganas de tirarte a por el móvil para ver quién se ha acordado de ti vía llamada convencional, mensaje, wasapp, chat, email, etc!
Y es un buen rato después, ya seca, con todo recogido y calentita en tu cama, con la recepción de mensajes actualizados en tu disco duro, es cuando saboreas el relax que produce un baño... He ahí el auténtico momento de calma y bienestar. Ni te hace falta oler las sales...
Ojo: no se nos ha olvidado el apartado "pelo". Hemos decidido no lavarlo en este capítulo y la protagonista tiene un cómodo moño, bien alto. Porque si metemos el pelo en el ajo, el artículo sería interminable. Pista: incompatibilidad entre los aceites relajantes imprescindibles en todo baño y conseguir un pelo cercano al concepto "limpio". Así que, de momento, lo dejamos en nivel aficionados, con pelo nos parece ya muy Pro.
A vueltas con Facebook. Sí, pese a mi promesa de pasar olímpicamente y no mirarlo nunca más, o de mirarlo y no fijarme nada más que en lo que me interesa, o de mirar todo lo que sale ante mis ojos pero que no me afecte... Y la mentira cada vez es más grande. Pero esas imágenes, esos comentarios, me atrapan como la visión de un accidente: no quieres mirar pero miras y, ¡no sólo!, te recreas (con el sentimiento ya clasificado otras veces como adrenalínico masoca, el "pellizco" que te hace sentir tan mal, pero te obliga a mantener la mirada y explayarte porque ya total...) Y hablan de Twitter....yo ni de coña, bastante tengo ya con Facebook...
Pero obsesionada, o más bien queriendo, que todo suceda por una razón oculto-esotérica que no se vuelve nunca exotérica para mí. Realmente, miro poco Facebook y no me meto en ciertos perfiles de "alto voltaje" porque sé la descarga que me producen dejándome anonadada por un buen rato y con el estómago del tamaño de un guisante pujando por salir por la garganta, atravesándola como si fuera Tintín (si te encuentras con un muro, ¡atraviésalo!).
Pero, si sólo me meto 3 segundos al día y en la página principal... ¿por qué justo tiene que aparecer lo primero esa imagen con esa noticia, y de él, ¡¡¡¡que no se mete jamás ni cuelga nunca nada!!!! ¿Es mala suerte?, ¿una señal?, ¿son putas casualidades de la vida?... Y si es una señal, es una señal ¿de qué?, ¿de que está pensando en mí? ¿Es una invitación a actuar? De actuar a qué, si a mí tampoco es que él me importe tanto como su amigo.... ¿O sí? Y si es una señal que la energía de su subconsciente me manda a través de un salto en mi muro de Facebook justo en el único minuto al día que me conecto... Lo mismo él está invirtiendo mucha energía en pensar en mí, misma energía e igual de inútil, sospecho, que invierto yo en pensar en su amigo. ¿Cómo era eso de el amor más idiota? Yo por él y él por otra. Menuda cadena de desencuentros y de pensamientos vanos y de palos de ciego, y de pérdida de tiempo y de puto caos. (Soy un agente del caos, y ¿sabes lo que tiene el caos? Que es justo). Tiempos de superhéroes, ¡necesito uno!
Como Suetsumuhana, una de los personajes que aparecen en La Novela de Gengi. Se confina en su palacio y supone que porque el príncipe no desaparece de su mente, quiere decir que ella también está presente en la de él. Y se queda esperando, castigándose mientras todo se pudre y corrompe a su alrededor. No huye. Y fíjate qué pasó:
El príncipe quedó mudo de horror. ¡Cuánto hubo de sufrir la pobre dama , enterrada en vida durante años bajo aquel montón de ruinas! ¿Cómo era posible que durante tanto tiempo hubiese sido él capaz de vivir como si ella no existiera?.
Y bueno, como siempre, voy a no hacer nada, alguien dijo que también es una forma de actuar, aunque tambien estoy harta de "actuar" de esa manera. Pero luego, haga o no haga, siempre me arrepiento y entonces pienso qué bueno sería hacerse con el Libro de los cambios (I Ching), y que él tomara cada una de las decisiones que me produzcan zozobra. Una de mis palabras preferida del vocabulario español, por lo muy practicada y por su lindo significado: Inquietud, aflicción y congoja del ánimo, que no deja sosegar, o por el riesgo que amenaza, o por el mal que ya se padece.
¿Zozobra tal vez porque soy una cagada y no hago lo que me apetece? ¿Pero lo que me apetece no resultaría en un arrastrase e ir de patética? ¿No sería mejor como la ya nombrada Suetsumuhana?
...estaba convencida de que el hábito de exteriorizar los sentimientos revelaba poca dignidad por parte de la persona que se rebajaba a ello...
Y más si los sentimientos son de aprecio, no has sido lo suficientemente estoica y resulta que te has quedado pillada por esa persona y eso hoy en día está muy mal visto. Eres débil, tienes sentimientos y te sigues acordando porque ese alguien es mucho mejor que tú, que no vales nada. Así se despachan las relaciones en el siglo XXI. Ya abordaré ese tema más adelante.
Bueno, volviendo al Libro de los cambios, me encantaría dejar a sus designios cada una de las acciones que creo-supongo-considero-deshecho, que podría hacer. Claro, que conseguir el libro es fácil, lo jodido es dar con alguien que sepa interpretarlo (aunque bien pensado, ¿qué más da? Lo jodido es dar con alguien en el que tu confíes para interpretarlo y hacerle caso). Pero sería una manera divertida de vivir, con menos responsabilidad y por lo tanto, culpabilidad. ¿Llamo o no llamo?, ¿voy por allí o no?, ¿ me enfado por esto o lo dejo pasar?.... Y así con cada cosa que nos produzca zo-zo-bra.
Y si sale mal, pues no es que haya salido mal, es que Dios escribe derecho con renglones torcidos y como el campesino del relato Tao ( por no desmarcarnos mucho de la corriente oriental que llevamos en el artículo) ¿Quién sabe si es bueno o malo? Y puedes seguir por la vida sin pensar en otras posibles posibilidades si hubieras hecho o dejado de hacer porque ya se ha decidido por ti y aunque no lo veas ahora mismo, era lo mejor. El libro es sabio.
Claro que para eso hay que tener fe... O no... Mañana voy a por el libro, y las decisiones así trascendentales que se ocupe él que yo ya con las cotidianas estoy saturada y de verdad que no doy más de mí, y todo me parece complicado y que yerro irremisiblemente.
Porque, joder, yo tampoco sé vivir, ¡¡¡estoy improvisando!!!
Pero, si sólo me meto 3 segundos al día y en la página principal... ¿por qué justo tiene que aparecer lo primero esa imagen con esa noticia, y de él, ¡¡¡¡que no se mete jamás ni cuelga nunca nada!!!! ¿Es mala suerte?, ¿una señal?, ¿son putas casualidades de la vida?... Y si es una señal, es una señal ¿de qué?, ¿de que está pensando en mí? ¿Es una invitación a actuar? De actuar a qué, si a mí tampoco es que él me importe tanto como su amigo.... ¿O sí? Y si es una señal que la energía de su subconsciente me manda a través de un salto en mi muro de Facebook justo en el único minuto al día que me conecto... Lo mismo él está invirtiendo mucha energía en pensar en mí, misma energía e igual de inútil, sospecho, que invierto yo en pensar en su amigo. ¿Cómo era eso de el amor más idiota? Yo por él y él por otra. Menuda cadena de desencuentros y de pensamientos vanos y de palos de ciego, y de pérdida de tiempo y de puto caos. (Soy un agente del caos, y ¿sabes lo que tiene el caos? Que es justo). Tiempos de superhéroes, ¡necesito uno!
Como Suetsumuhana, una de los personajes que aparecen en La Novela de Gengi. Se confina en su palacio y supone que porque el príncipe no desaparece de su mente, quiere decir que ella también está presente en la de él. Y se queda esperando, castigándose mientras todo se pudre y corrompe a su alrededor. No huye. Y fíjate qué pasó:
El príncipe quedó mudo de horror. ¡Cuánto hubo de sufrir la pobre dama , enterrada en vida durante años bajo aquel montón de ruinas! ¿Cómo era posible que durante tanto tiempo hubiese sido él capaz de vivir como si ella no existiera?.
Y bueno, como siempre, voy a no hacer nada, alguien dijo que también es una forma de actuar, aunque tambien estoy harta de "actuar" de esa manera. Pero luego, haga o no haga, siempre me arrepiento y entonces pienso qué bueno sería hacerse con el Libro de los cambios (I Ching), y que él tomara cada una de las decisiones que me produzcan zozobra. Una de mis palabras preferida del vocabulario español, por lo muy practicada y por su lindo significado: Inquietud, aflicción y congoja del ánimo, que no deja sosegar, o por el riesgo que amenaza, o por el mal que ya se padece.
¿Zozobra tal vez porque soy una cagada y no hago lo que me apetece? ¿Pero lo que me apetece no resultaría en un arrastrase e ir de patética? ¿No sería mejor como la ya nombrada Suetsumuhana?
...estaba convencida de que el hábito de exteriorizar los sentimientos revelaba poca dignidad por parte de la persona que se rebajaba a ello...
Y más si los sentimientos son de aprecio, no has sido lo suficientemente estoica y resulta que te has quedado pillada por esa persona y eso hoy en día está muy mal visto. Eres débil, tienes sentimientos y te sigues acordando porque ese alguien es mucho mejor que tú, que no vales nada. Así se despachan las relaciones en el siglo XXI. Ya abordaré ese tema más adelante.
Bueno, volviendo al Libro de los cambios, me encantaría dejar a sus designios cada una de las acciones que creo-supongo-considero-deshecho, que podría hacer. Claro, que conseguir el libro es fácil, lo jodido es dar con alguien que sepa interpretarlo (aunque bien pensado, ¿qué más da? Lo jodido es dar con alguien en el que tu confíes para interpretarlo y hacerle caso). Pero sería una manera divertida de vivir, con menos responsabilidad y por lo tanto, culpabilidad. ¿Llamo o no llamo?, ¿voy por allí o no?, ¿ me enfado por esto o lo dejo pasar?.... Y así con cada cosa que nos produzca zo-zo-bra.
Y si sale mal, pues no es que haya salido mal, es que Dios escribe derecho con renglones torcidos y como el campesino del relato Tao ( por no desmarcarnos mucho de la corriente oriental que llevamos en el artículo) ¿Quién sabe si es bueno o malo? Y puedes seguir por la vida sin pensar en otras posibles posibilidades si hubieras hecho o dejado de hacer porque ya se ha decidido por ti y aunque no lo veas ahora mismo, era lo mejor. El libro es sabio.
Claro que para eso hay que tener fe... O no... Mañana voy a por el libro, y las decisiones así trascendentales que se ocupe él que yo ya con las cotidianas estoy saturada y de verdad que no doy más de mí, y todo me parece complicado y que yerro irremisiblemente.
Porque, joder, yo tampoco sé vivir, ¡¡¡estoy improvisando!!!
CONCLUSIÓN ...si es que se le puede llamar así a cuando termino un artículo, porque no soy de esas personas categóricas y resolutivas... No, soy más bien de las que no paran de dudar, y siguen pensando en lo que han escrito y se me ocurren mil cosas que rebatir y añadir, miles de posibilidades, ninguna conclusión, poca luz al final del túnel, ¿acaso es esto un túnel?, ¿seguro que hay una luz?. Me acuerdo de Faulkner y su acertada comparación de la literatura con una cerilla que se enciende en medio del campo, no sirve para iluminar nada sino para ver mejor cuánta oscuridad hay a nuestro alrededor.
Pero la conclusión aquí y ahora, día D; hora H; es que puede que no hacer nada sea una manera de actuar, siempre y cuando al otro le importe y se asuste ante tu inactividad y lance la primera piedra. Si no hace nada, será porque no le importa, ¿no? Entonces mejor así. O tal vez está como tú, pensando que si no actúas es porque te la trae floja y entonces a él más. Y al final el uno por el otro, la casa sin barrer. Claro que ya estoy harta de ir por ahí con la escoba levantando pelusilla que la mayoría de las veces sólo me da alergia, un polvillo que no eliminas sino que simplemente cambia de lugar. Aunque a lo mejor él también está harto de ser el cabecilla en las labores de limpieza...
Entonces actuemos, porque en casa encerradas no creo que nos pase nada interesante, que sale bien, bien, que no, pues vale, como dice Raphael.
Pero la conclusión aquí y ahora, día D; hora H; es que puede que no hacer nada sea una manera de actuar, siempre y cuando al otro le importe y se asuste ante tu inactividad y lance la primera piedra. Si no hace nada, será porque no le importa, ¿no? Entonces mejor así. O tal vez está como tú, pensando que si no actúas es porque te la trae floja y entonces a él más. Y al final el uno por el otro, la casa sin barrer. Claro que ya estoy harta de ir por ahí con la escoba levantando pelusilla que la mayoría de las veces sólo me da alergia, un polvillo que no eliminas sino que simplemente cambia de lugar. Aunque a lo mejor él también está harto de ser el cabecilla en las labores de limpieza...
Entonces actuemos, porque en casa encerradas no creo que nos pase nada interesante, que sale bien, bien, que no, pues vale, como dice Raphael.
Habrá que salir de nuestra zona de confort, buscar la magia, aunque claro, eso conlleve un riesgo. Nada es gratis. Nada es seguro y todo es posible.
Hay cosas conocidas y cosas desconocidas, y en el medio están las puertas... (The Doors).
Hay cosas conocidas y cosas desconocidas, y en el medio están las puertas... (The Doors).
Fantasmas
Y esos fantasmas te visitan a menudo, cada vez más. Sobre todo por la noche, cuando la mente es libre de ir adonde quiera porque por el día ya me encargo yo de que no tenga ni un minuto de sosiego para transitar por los cerros que más le apetezcan, que suelen estar plagados de fantasmas que le cuentan historias pasadas, revisitadas, con nuevos detalles tal vez inventados, tal vez ciertos, que recomponen una historia una y otra vez hasta que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, o no... Con todo lo bueno, todo lo malo, todo lo inútil, todo lo que pudo haber sido, cómo les va ahora y porque te visitan a ti continuamente... Como una cadena que lleves constantemente al tobillo, arrastrando su presencia por donde quiera que vayas.
Por eso habría que cuidarse muy mucho de a quién vamos a querer en nuestra vida, porque luego los vamos a ir arrastrando día tras día... Habría que preparar un test de acceso a nuestro interior muy escrupuloso y exigente, con ciertos puntos fundamentales, básicos, que cumplir porque vamos por ahí alegremente dándonos a conocer a todo el mundo sin prejuicios ni problemas y cuando te quieres dar cuenta estás pillado en una historia y por una persona que no te va a abandonar así como así y que va a rondar sustituyendo a Morfeo a lo largo de las noches.
Me acuerdo de un pasaje de Sueño en el Pabellón Rojo de Cao Xuequin, hablando del personaje femenino principal:
Formaba parte del carácter de Daiyu preferir la soledad a la compañía. Éste era su razonamiento: "Después de la reunión sólo se puede esperar la separación. Cuanto más deleite encuentre la gente en los encuentros, más solitaria y desdichada se sentirá después de la despedida, de manera que es preferible evitar las congregaciones desde el principio. Lo mismo se aplica a las flores. Su esplendor deleita a la gente, pero es tan doloroso ver cómo se marchitan que mejor hubiera sido que nunca florecieran.
Pero acto seguido recuerdo algo que dijo La Mari de Chambao en una entrevista que leí:
Todos estamos aquí para gastarnos con el mundo. Todos nos vamos a ir. Tú no puedes vivir diciendo: "ay, que no me roce nada, o que me roce lo bueno pero no lo malo", porque todo te ayuda a conocerte, a darte.
Supongo que lleva razón, no podemos meternos en una burbuja y escondernos del mundo por temor a algún trauma, a que nos pase algo malo, a conocer futuros fantasmas, qué cobarde... Aunque sí deberíamos tener más cuidado al elegir con quién nos mezclamos. Pero para rebatir este tímido argumentito que me he marcado, viene Javier Marías y dice otra cosa muy interesante:
Que uno se va encontrando con personas que pasan por ahí o que a su vez están libres, o que de pronto han pasado a estar libres y le consideran a uno o uno les considera a ellas. Depende de verdaderos azares, no suele haber nada grandioso en las historias amorosas sino que es más bien quién está libre, quién pasa por aquí, que número está libre, por seguir con la idea del sorteo, pero luego la gente tiene una tendencia a creer que eso ha sido una elección, que ha habido un elemento de voluntad, que uno ha decidido. Una de las cosas que aparecen en el libro es que en el fondo todos somos sustitutos de alguien....
Hay una especie de incondicionalidad en el amor que nos debilita. Hay una persona que nos debilita y normalmente es, hasta cierto punto, el tipo de aviso que se tiene para tomar plena conciencia del enamoramiento, porque creo que el enamoramiento no es un mero sentimiento, creo que hay una conciencia. Uno de los avisos de que eso sucede es justamente esa especie de debilidad que te produce esa persona, uno se siente a veces desarmado, empieza a dejar pasar cosas, a ser víctima de la incondicionalidad .
Y ya estás pillado. Porque estabas aburrido, porque tenías el día flamenco, por despecho, porque te habías quedado sin pareja y necesitabas rápidamente un "hombre láser", como decía Ángela Vallvey, para que curara la herida que había dejado el anterior. Y pasa el tiempo. Y te das cuenta de que el hombre láser ha pasado de ser un sustituto a ser "The One and Only", con mucha más intensidad que el que venía a reemplazar, del que ya ni te acuerdas y no ha dejado nada de huella. Y nos hemos colado de sesiones de rayos, nos hemos hecho adictas a su maravilloso efecto en nosotras y ha terminado dejando una herida muy profunda que ha hecho desaparecer la anterior (de la que ahora te das cuenta de que era un rasguñillo de nada) abrasándola junto a los tejidos de alrededor, todo lo que ha pillado por delante... sin miramientos, sin compasión, a destajo, ¡¡¡a machete!!!
O a lo mejor no, lo mismo sí que sirve para borrar esa heridilla del anterior y la que se convierte en esa hija puta del láser eres tú, y alucinas con lo mal que lo está pasando una persona que para ti ha sido algo pasajero, todo lo contrario de lo que has sido tú para él. En fin... que hay veces que se gana y otras se pierde, unas veces te hieren y otras hieres... El caso es que es imposible saber cómo va a terminar la cosa, si es que llega a haber cosa, que ésa es otra...
Porque hay veces que acumulamos fantasmas, y otras que nos convertimos en ellos, sin saberlo. ¿Qué papel nos tocará, el de niño de "El Sexto Sentido" (en ocasiones veo muertos) o en un Casper visitador y omnipresente en la mente de otro? ¿O todo pasará sin pena ni gloria?
¿Hace falta que vuelva a citar a E. M. Foster?, da lo mismo, allá va...
Por alguna razón, hoy toda pequeñez parece tener una importancia incalculable, y cuando de alguna cosa se dice que no tiene importancia suena a blasfemia. Nunca se sabe -¿cómo lo diría yo?- cuál de nuestros actos, cuál de nuestras omisiones tendrá alguna importancia.
Por eso habría que cuidarse muy mucho de a quién vamos a querer en nuestra vida, porque luego los vamos a ir arrastrando día tras día... Habría que preparar un test de acceso a nuestro interior muy escrupuloso y exigente, con ciertos puntos fundamentales, básicos, que cumplir porque vamos por ahí alegremente dándonos a conocer a todo el mundo sin prejuicios ni problemas y cuando te quieres dar cuenta estás pillado en una historia y por una persona que no te va a abandonar así como así y que va a rondar sustituyendo a Morfeo a lo largo de las noches.
Me acuerdo de un pasaje de Sueño en el Pabellón Rojo de Cao Xuequin, hablando del personaje femenino principal:
Formaba parte del carácter de Daiyu preferir la soledad a la compañía. Éste era su razonamiento: "Después de la reunión sólo se puede esperar la separación. Cuanto más deleite encuentre la gente en los encuentros, más solitaria y desdichada se sentirá después de la despedida, de manera que es preferible evitar las congregaciones desde el principio. Lo mismo se aplica a las flores. Su esplendor deleita a la gente, pero es tan doloroso ver cómo se marchitan que mejor hubiera sido que nunca florecieran.
Pero acto seguido recuerdo algo que dijo La Mari de Chambao en una entrevista que leí:
Todos estamos aquí para gastarnos con el mundo. Todos nos vamos a ir. Tú no puedes vivir diciendo: "ay, que no me roce nada, o que me roce lo bueno pero no lo malo", porque todo te ayuda a conocerte, a darte.
Supongo que lleva razón, no podemos meternos en una burbuja y escondernos del mundo por temor a algún trauma, a que nos pase algo malo, a conocer futuros fantasmas, qué cobarde... Aunque sí deberíamos tener más cuidado al elegir con quién nos mezclamos. Pero para rebatir este tímido argumentito que me he marcado, viene Javier Marías y dice otra cosa muy interesante:
Que uno se va encontrando con personas que pasan por ahí o que a su vez están libres, o que de pronto han pasado a estar libres y le consideran a uno o uno les considera a ellas. Depende de verdaderos azares, no suele haber nada grandioso en las historias amorosas sino que es más bien quién está libre, quién pasa por aquí, que número está libre, por seguir con la idea del sorteo, pero luego la gente tiene una tendencia a creer que eso ha sido una elección, que ha habido un elemento de voluntad, que uno ha decidido. Una de las cosas que aparecen en el libro es que en el fondo todos somos sustitutos de alguien....
Hay una especie de incondicionalidad en el amor que nos debilita. Hay una persona que nos debilita y normalmente es, hasta cierto punto, el tipo de aviso que se tiene para tomar plena conciencia del enamoramiento, porque creo que el enamoramiento no es un mero sentimiento, creo que hay una conciencia. Uno de los avisos de que eso sucede es justamente esa especie de debilidad que te produce esa persona, uno se siente a veces desarmado, empieza a dejar pasar cosas, a ser víctima de la incondicionalidad .
Y ya estás pillado. Porque estabas aburrido, porque tenías el día flamenco, por despecho, porque te habías quedado sin pareja y necesitabas rápidamente un "hombre láser", como decía Ángela Vallvey, para que curara la herida que había dejado el anterior. Y pasa el tiempo. Y te das cuenta de que el hombre láser ha pasado de ser un sustituto a ser "The One and Only", con mucha más intensidad que el que venía a reemplazar, del que ya ni te acuerdas y no ha dejado nada de huella. Y nos hemos colado de sesiones de rayos, nos hemos hecho adictas a su maravilloso efecto en nosotras y ha terminado dejando una herida muy profunda que ha hecho desaparecer la anterior (de la que ahora te das cuenta de que era un rasguñillo de nada) abrasándola junto a los tejidos de alrededor, todo lo que ha pillado por delante... sin miramientos, sin compasión, a destajo, ¡¡¡a machete!!!
O a lo mejor no, lo mismo sí que sirve para borrar esa heridilla del anterior y la que se convierte en esa hija puta del láser eres tú, y alucinas con lo mal que lo está pasando una persona que para ti ha sido algo pasajero, todo lo contrario de lo que has sido tú para él. En fin... que hay veces que se gana y otras se pierde, unas veces te hieren y otras hieres... El caso es que es imposible saber cómo va a terminar la cosa, si es que llega a haber cosa, que ésa es otra...
Porque hay veces que acumulamos fantasmas, y otras que nos convertimos en ellos, sin saberlo. ¿Qué papel nos tocará, el de niño de "El Sexto Sentido" (en ocasiones veo muertos) o en un Casper visitador y omnipresente en la mente de otro? ¿O todo pasará sin pena ni gloria?
¿Hace falta que vuelva a citar a E. M. Foster?, da lo mismo, allá va...
Por alguna razón, hoy toda pequeñez parece tener una importancia incalculable, y cuando de alguna cosa se dice que no tiene importancia suena a blasfemia. Nunca se sabe -¿cómo lo diría yo?- cuál de nuestros actos, cuál de nuestras omisiones tendrá alguna importancia.