AGOSTO 2015
Lecturas
La Realidad del Ser. Jeanne de Salzmann
Atención consciente significa algo que está entre dos mundos.
Lo sagrado se manifiesta como conciencia interior. Lo divino, Dios, debe ser encontrado dentro. La verdad, la única verdad, está en la conciencia.
Primero me hace falta ir hacia mi propia naturaleza, estar despierto a la conciencia del Yo y solo estar atento a eso. La conciencia es siempre conciencia de sí mismo. Uno puede llamar el sí mismo como quiera: Dios, la sede de la conciencia. El punto es que el sí mismo es el centro, el corazón mismo de nuestro ser, sin el cual no hay nada.
Aprendo a purificar mi poder de visión, no aparto lo que es indeseable, no le doy la espalda a lo que me disgusta para apegarme a lo que me agrada. Aprendo a ver todo sin rechazar los detalles. Aprendo a ver claro. Veo que todo tiene la misma importancia; acepto que el fracaso es saludable para mí. Recomienzo miles de veces. Todo depende de esa visión.
Necesito una energía de una clase muy especial, una energía de una actividad intensa que se mantenga viviente frente al pensamiento y la emoción. Esa energía no se deja abatir ni se deja influenciar por nada. Mi deseo de estar presente a mí mismo contiene esa actividad.
Mis pensamientos y mis emociones son animados por una energía diferente. Para comprender su naturaleza, necesito verlos y conocerlos como hechos. Provienen de otra fuente, de una influencia de inercia que me retiene en su tempo. Debo colocarme bajo una influencia más activa si quiero liberarme de esto. Es decir, que debo encontrar en mí una energía de atención suficientemente grande, suficientemente sensible, para mantener bajo su mirada esos movimientos de inercia.
Debo saber que tengo una doble naturaleza, que en mí hay dos fuerzas: la fuerza descendente de la manifestación y una fuerza ascendente que regresa a la fuente. Debo experimentarlas aquí, al mismo tiempo, para conocerme como un todo.
La visión constante de esas dos corrientes permite ver el punto de aplicación de la atención y de la voluntad, la voluntad de no perderme.
La lucha está en el hecho de vivir ambas corrientes a la vez.
Hasta ahora, sólo la corriente pasiva, sin ser confrontada, ha sido el amo de mi Presencia. La corriente activa tiene su raíz en la voluntad de ser: no en la voluntad en el sentido habitual, sino en el "querer ser". (...)Me callo, acepto estar pasivo (...) para que una vibración activa pueda ser percibida por mi sentimeinto. El esfuerzo que puedo hacer con mis medios ordinarios, el único que me incumbe, es un esfuerzo de una pasividad voluntaria, un esfuerzo consciente.
El funcionamiento automático de mi pensamiento y de mis emociones se interpone entre el mundo tal cual es, lo que soy realmente, y al percepción que tengo de ello.
Pero para que haya una transformación es necesaria una atención total; es decir, una atención que venga de todas mis partes. Mi pensamiento, mi sentimiento y mi sensaciób deben estar juntos.
...la función del pensamiento es situar y explicar, peor no vivir la experiencia. Ese pensamiento está hecho de saber, de conocimientos acumulados que se presentan bajo la forma de imágenes y asociaciones. Captura la experiencia para hacerla entrar en las categorías de lo conocido. si se callara podría ver algo nuevo. Pero en cuanto interviene, transforma inmediatamente esa experiencia en algo antiguo (...). La imagen despierta en mí una reacción inmediata. Y entonces siempre se repite la misma cosa. Nunca algo nuevo.
...mi mente siempre es movilizada por las exigencias del yo ordinario, por sus ascoiaciones, por sus reacciones. Eso la corrompe.
Mi pensamiento está sometido al yo ordinario. Esto es lo que impide que la mente esté tranquila. Sin embargo, su apaciguamiento no vendrá de que yo me retire de mi mente, sino de que la comprenda.
...necesito ver que la mente es el centro de mi yo ordinario, del ego. Ese yo busca la seguridad. Tiene miedo y se identifica para encontrar esa segurdad; es una batalla perpetua.
Necesito ver que mi mente es retenida por la terquedad de una idea o el apego de una forma. en el mismo momento en que lo veo, ella se libera de esa idea o de esa forma, y entonces una percepción real puede darse. Tener una percepción directa querría decir descubrir algo enteramente nuevo, desconocido, algo que mi mente no aporta jamás.
Hay que quedarse sin responder y aprender a ver, ver sin juzgar, sin pensamientos, sin palabras. Ver es un acto extraordinario que exige una atención desconocida. Es el factor que libera, que aporta un espíitu nuevo, un pensar nuevo. La atención es la energía esencial del hombre.(...)
La atención total es el proceso de meditación.
Debo comprender que yo no soy mis pensamientos y que no tengo por qué aceptar cualquier pensamiento que aparezca...
Todo lo que conozco a través de mis sentidos tiene un nombre. Estoy abrumado de nombres que han llegado a ser más importantes que las cosas mismas.
Un pensar verdadero no tiene conclusión. Comienza siempre de nuevo.
...lo que falta es una conexión con mi cuerpo. Sin esa conexión estoy atrapado en pensamientos o emociones cambiantes, que abren paso a la fantasía. y mi cuerpo, o es mi amo, un tirano que demanda satisfacción para sus apetitos, o es mi enemigo, obligado a pagar por todos mis pensamientos y mis emociones.
...la sensación es un instrumento de conocimiento, un instrumento de contacto conmigo mismo.
Los pensamientos son tensiones, los deseos también. La energía está detenida por las vibraciones de inercia que me mantienen en las partes inferiores de mi ser.
Mis tensiones forman la trama de mi vida. Siempre están allí, mi mente ordinaria atraída hacia una meta y mi cuerpo tensándose hacia lo que mi mente me impone. Incluso cuando no hay una meta que me presione, hay tensiones cristalizadas en mí. Y en cada tensión el todo está comprometido.
Necesito reconocer una fuerza más elevada, un maetsro, y sentir su autoridad. Esto ocurre cuando el yo, el ego, deja de crear sus propios movimientos. Entonces aparece una energía de una calidad muy especial que es irresistible.
Mi pensamiento se mueve demasiado, vibra con todos los choques porque, ingenuamente espero algo de ellos.
Mi primer acto consciente es conocer mi propia mecanicidad y comprenderla. Experimentarla quiere decir ver mi propia fuerza, obedecer ciegamente a un movimiento de atracción o de repulsión ya automatizado y darme cuenta de mi propia pasividad, de mi inercia respecto de ese movimiento. Mi automatismo es una cárcel. Mientras me crea libre no podré salir de ella. Solo si comprendo que estoy preso querré hacer los esfuerzos necesarios para liberarme. Se necesita la visión de que uno es una máquina, conocerme como máquina, estar allí mientras funciono como máquina. Mi meta es experimentar mi mecanicidad y o olvidarla nunca.
Hay algo demasiado pasivo en la manera en que trato de estar presente a mí mismo. Me olvido de que el sentido de mi esfuerzo es tomar conciencia de una relación entre las fuerzas y de encontrar mi lugar en ea relación. Después de un momento, no experimento sino la formaen que el esfuerzo se intenta y me tenso para conservar esa forma. Ya no veo la necesidad de conocer la relación de las fuerzas que se reparten mi Presencia. Me olvido de que mi papel es ver y no abandonar esa visión. Pasivamente me aferro a una forma en la cual ya no pasa nada.
Soñamos siempre con encontrar un lugar donde permanecer para siempre Sin embargo, esa permanencia no puede encontrarse sino en el movimiento
Hay ilusión cuando deseamos el placer, la comodidad, la satisfacción. Eso viene de las imágenes que crean el placer o el dolor registrado en la memoria. La fragmentación viene del deseo de satisfacerse. Pero lo que es malo no es dar satisfacción a un deseo. Lo que es malo es que estoy ausente y por eso nunca satisfago un deseo. Por ejemplo, quiero fumar o comer. Habitualmente, o cedo inmediatamente a la idea y por consiguiente no tengo ningún contacto con ese deseo en mí, o la rechazo y creo un conflicto, y el deseo no es ni visto ni comprendido, porque lo rechazo. El deseo es la vida misma, algo extraordinariamente bello. Pero cuando cedemos al deseo hay frustración. En el goce mismo el dolor existe y en la represión el dolor está todavía allí.
El primer evento es la búsqueda activa y comprometida de un centro de gravedad de vigilancia sobre uno mismo. Una atención centrada puede ser llevada en diferentes direcciones, pero como está entrenada, siempre regresa al centro. Ella sabe que cuando se dispersa, no puede aprender nada nuevo. Ése es el hombre viejo, el autómata que pretende saber, que murmura palabras inútiles sobre ideas que supuestamente ha comprendido. Aquel cuya atención está centrada busca expresar solo lo esencial acerca de su búsqueda y sus observaciones. Él es diferente, es un "hombre nuevo".
Mi pensamiento es necesario, pero solo sobre aquello que quiero decir en el momento preciso. No es nunca sobre algo que yo haya dicho o algo que diré, sino sobre lo que digo en el momento mismo.
La pregunta es la puerta de entrada al silencio, el umbral a lo desconocido.(...) Cuando otros traigan sus preguntas, soy yo quien tengo que ponerme en pregunta en mí mismo. Si soy capaz de responder un poco a la pregunta, es a mí mismo a quien estoy respondiendo. (...) Todo lo demás- por ejemplo, que yo sepa más que los otros- pertenece al reino de los sueños.
En el hombre, como en el universo, todo está en movimiento. Nada está inmóvil o permanece igual. Nada dura para siempre o termina por completo. Todo lo que vive evoluciona o declina, en un incesante movimiento de energía.
Estamos convencidos de que somos conscientes y de que nuestros movimientos son libres. No vemos que cada movimiento es una respuesta, una respuesta al impacto de una impresión. Apenas la impresión ha llegado a nosotros, el movimiento de respuesta se libera. Por lo general, mucho antes de que lo hayamos notado. Esa percepción viene después. Todo ese evento sucede súbitamente, y nada en nosotros es suficientemente rápido o sensible para percibirlo en el momento mismo en que sucede. Cualquiera que sea el movimiento de respuesta, venga de donde venga, inevitablemente ha sido condicionado por el automatismo de nuestra asciación, por los hábitos y clichés grabados en nuestra memoria. No tenemos nada más con qué responder, así que nuestra vida es una repetición incesante de memorias acumuladas. Pero como seguimos sin darnos cuenta de esto, nuestros movimientos nos parcen libres.
De hecho, somos prisioneros de nuestras actitudes de pensamiento, sentimiento y movimiento, como si estuviéramos atrapados en un círculo mágico del cual no podemos escapar. Para salir de allí, yo necesitaría ser capaz de tomar una actitud nueva: pensar de otra manera, sentir de otra manera, actuar de otra manera, todo al mismo tiempo. Pero, sin mi conocimiento, estas tres funciones están interconectadas; y tan pronto como trato de cambiar una, las otras intervienen y no puedo escapar. Mi automatismo me mantiene en un nivel muy ordinario.
Al ser yo pasivo, mis centros están a mercer de cualquier chque que los haga vibrar. Pero cuando se forme un eje, un centro de gravedad que atraiga mis funciones, los choques vendrán de otro plano. Mientras mis fuerzas permanezcan fijas conscientemente en ese centro de gravedad soy invulnerable a la atracción del plano ordinario. Los choques de afuera no me afectan porque su vibración está por debajo de las de mi concentración y no puede tener un efecto disruptor. Por el contrario, el choque vivificante, que comunica una vibración más rápida a mis centros, tiene un efecto de cohesión, de unificación.
Tengo que mantener la conciencia de ser una unidad independiente mientras ocurre la manifestación, mantenerme realcionado adentro y al mismo tiempo relacionarme con lo exterior. El esfuerzo consiste en darme cuenta del vínculo entre las funciones y las partes superiores de los centros, y esto me da el primer sentimiento de unidad, de ser un todo. Esto me exige una atención voluntaria, concentrada en el punto de división de las fuerzas y mantenida allí.
Interiormente, mi voluntad, mi atención, mi pensamiento son siempre pasivos. Al mismo tiempo, mi cuerpo y mis funciones son activos. Mientras esa relación permanezca tal como es -pasividad interior, actividad exterior- ninguna nueva posibilidad aparecerá para mí. Tengo que sentir la necesidad de invertir esa relación (...)
y debo regresar a un nivel, a un lugar en mí, donde el equilibrio entre la sensación y el soltar sea realmente posible (...) Es una atención en movimiento que relaciona la sensación y el soltar.
Al comienzo tenía la tendencia a experimentar esa sensación predominante en el plexo solar o en la cabeza. Pero con el soltar que aparece para abrir un espacio, la sensación se amplía y toma la forma de una Presencia entera que se enraíza en el abdomen. Gurdjieff siempre señalaba ese lugar como el centro de gravedad de la Presncia. Es allí donde, según Gurdjieff, el segundo cuerpo está ligado al primero. Dejo que mi energía fluya hacia ese centro de gravedad, el cual se convierte así en el apoyo de toda la parte superior del cuerpo.Aprendo a sentirlo; a sentir au peso y su solidez. Ése es también el soporte de mi pensamiento y de mi sentimiento. (...)
No hay por un lado mi cuerpo independiente y por el otro una Presencia que le sea extraña. Ellos son una sola y misma cosa, la radiación de una Presencia sutil.
No hacemos las cosas por decisión propia o porque nos gusten, sino porque así afirmamos, aseguramos, nuestro yo. Él es el motor de todos los pensamientos y emociones (...) Estamos tan preocupados por el ideal de lo que quisiéramos ser que no vemos lo que somos ahora, de inmediato, en el instante mismo. (...) hoy en día la influencia que me controla es la imaginación de "yo", y ese yo desea, pelea, compara y juzga todo el tiempo. Quiere ser el primero, quiere ser reconocido, admirado, respetado, hacer sentir su fuerza, su poder.
Así, mis pensamientos, mis emociones, mis actos no son ya objetos que puedo ver con indiferencia. Ellos son yo y solo estoy para comprender esas expresiones de mí mismo. Si quiero comprenderlas, necesito vivir con ellas, no como un espectador, sino con afecto y sin juzgarlas, culparlas o evitarlas. Hay que vivir con ellas, sufrirlas, momento a momento.
Debemos comprender el miedo en nuestra vida. Mientras nuestra conciencia total no se haya liberado del miedo no podremos llegar muy lejos. Por su naturaleza misma, el miedo se opone inevitablemente a toda búsqueda. Pero el miedo en sí ¿existe realmente? ¿Hemos experimentado alguna vez el miedo mismo en su realidad y no solamente la emoción que pretende o sigue a un hecho? Al estar cara a cara con lo que sucede; por ejemplo, con el peligro, ¿tenemos miedo? De hecho, el miedo surge solo en el momento en que el pensamiento se fija sobre el pasado o el futuro. Si nuestra atención está en el presente activo, pensar en el ayer o en el mañana es una falta de atención y la falta de atención genera el miedo.Cuando reunimos toda nuestra atención, el miedo no existe. En ese estado de plena atención, vemos que no sabemos, que no podemos responder. En un estado de completa incertidumbre podemos descubrir lo verdadero. Si queremos penetrar profundamente en nostros mismos y ver lo que hay allí y hasta más allá, no debemos tener ningún miedo, de ningún tipo: ni del fracaso, ni del sufrimiento y, menos aún, de la muerte.
Acercarme a lo desconocido significaría llegar a la puerta de la percepción y ser capaz de abrirla y de ver. Pero no puedo ver nada mientras esté tomado por la palabra, poniéndole un nombre a algo que creo reconocer. Las palabras crean el límite, la barrera. Para entrar a lo desconocido, la mente debe ver la limitación de la palabra como un hecho, sin juzgarla buena o mala ni someterme a su influencia. ¿Puedo verme sin imponer un nombre sobre lo que veo? Estoy en la puerta de la percepción con una atención que no se desvía.
Aprendo a escuchar lo desconocido en mí mismo. No sé y escucho, rechazo toda respuesta conocida. Instante tras instante, reconozco que no sé y escucho. El acto mismo de escuchar es una liberación. Es una acción que no huye del presente y, al conocer el presente tal como es, hay allí una transformación. Voy hacia lo desconocido hasta el momento en que ningún pensamiento agita mi mente, donde no hay nada exterior a mí mismo.
Pero vivimos de memorias, de recuerdos. La memoria sustituye algo vivo por una imagen muerta que me impide percibirlo. Imponemos algo irreal, algo que no existe, en lugar de lo que es.
Tengo que ver esa tendencia mía constante a permitir que la percepción directa sea reemplazada por el recuerdo de la sensación
De hecho, el silencio es un momento de la mayor energía, un estado en el que la energía es tan intensa que todo lo demás está tranquilo.
En ocasiones, hay una detencíon entre dos pensamientos y, por un momento, siento que el espacio se expande. No tiene límite.
No juzguen con su mente antes de que la intuición, que está en el corazón de la experiencia, les aporte un conocimiento.
Hay un ejercicio especialmente creado para aproximarse a un estado recogido. Comienzo por ver con toda mi atención que estoy rodeado de una atsmófera aproximadamente de un metro. Esa atsmófera se desplaza de acuerdo con los movimientos del pensamiento. Concentro toda mi atención en evitar que la atsmófera se escape fuera de esos límites. Entonces la atraigo conscientemente hacia mí como si la succionara. Siento en todo el cuerpo el eco de "Yo", y me digo "Soy". Tengo la sensación total de ser.
Mi atención es más penetrante, va hacia las profundidades. Yo me relajo, no por el hecho de relajarme, sino porque mientras más suelto, más fuerte se hace el movimiento de recogerme, de reunirme conmigo mismo. Me relajo, me suelto, para sentirme contenido en mí mismo. Me concentro en el punto donde mis pensamientos llegan y desaparecen. Miro más allá. No trato de suprimir los pensamientos. Veo que son sombras, son fantasmas. Los dejo flotar. No tienen sustancia.
Como ejercicio, divido mi atención en dos partes iguales. La primera mitad la dirijo hacia la sensación del proceso de la respiración. Siento que cuando inhalo el aire, la mayor parte, después de pasar a través de mis pulmones, vuelve a salir, mientras que una pequeña parte se queda allí y se asienta en mí. Siento que ella penetra en el interior como si se expandiera a través de todo el organismo. Como sólo una parte de mi atención está ocupada en observar la respiración, todas las asociaciones continúan siendo notadas por la parte libre de mi atención.
Dirijo entonces la segunda parte de mi atención hacia mi cerebro para tratar de ocservar claramente todo el proceso que allí se lleva a cabo; y comienzo a sentir ese desapego de las asociaciones, algo muy fino, casi imperceptible. No sé lo que es, pero lo veo aparecer: pequeño, liviano, tan delgado que nadie lo siente la primera vez, sino solo cuando la práctica me ha dado la sensación de ello. Al mismo tiempo, la mitad de mi atención permanece ocupada en la resiración y siento las dos a la vez.
Dirijo mi atención para ayudar a ese algo fino en mi cerebro a escurrirse; o más bien volar directamente, hacia el plexo solar. Lo que pasa en el cerebro no es importante. Lo que es importante es que eso que aparece en él debe fluir directamente hacia el plexo. Conscientemente, me concentro allí abajo y al mismo tiempo siento que respiro. Ya no tengo asociaciones.
Hay también en mí una energía proyectada por mis funciones en reacciones inagotables ante las impresiones que provienen de afuera y de adentro. No tengo la calidad de atención necesaria para hacer frente a todas las impresiones y reacciones. Pero quedo impactado cuando veo la repidez con la que reacciono, antes incluso de saberlo. ¿Es posible recibir las impresiones sin reaccionar tan rápido y dejar que la impresión me penetre y actúe sobre mí? Para ello, necesitaré de una percepción pura, de una percepción de lo que está ahí sin que las reacciones vengan a mezclarse en ello. En mi estado habitual, mi atención se limita a notar lo que es. El momento es muy corto, demasiado corto como para permitirme captar la naturaleza de algo tal cual es. Sin embargo, ése es el momento del conocimiento. Nosotros no estamos interesados en esa percepción imparcial de las cosas "tal como son", las juzgamos o las tratamos desde el punto de vista de nuestro interés personal. No tenemos percepción sin imponerle al mismo tiempo una etiqueta que falsea su visión. Luego, esas etiquetas determinan nuestras acciones y reacciones.
Veo que jamás permito que una experiencia se realice en mí. Resisto siempre a la experiencia plena. Porque quiero conducirla. No tengo confianza en la experiencia, sólo tengo confianza en mí. Por eso la experiencia no me transforma.
Hay dos clases de acción: la automática y la voluntaria. Querer es lo más importante y lo más poderoso en el mundo, porque permite tener una acción que no es automática. Podemos, por ejemplo, tomar algo que deseamos hacer que no somos capaces de hacer, y volverlo nuestra meta, sin dejar que nada se interponga. Es nuestra meta única. Si uno "quiere", uno puede. Sin querer jamás se podrá. Con un querer consciente, todo puede ser obtenido.
Aprendo a tener una sensación continua de mí... al caminar, al trabajar. Mi atención está completamente ocupada. Todo el tiempo siento y vuelvo a sentir mi Presencia y al mismo tiempo aparto las asociaciones: mi atención no les permite invadirme. Tengo la sensación y el sentimiento de mi Presencia, la atención está sobre la sensación. La cabeza vigila, la atención está ocupada totalmente en mi experiencia. No me represento nada con palabras o imágenes. La visión es lo más importante.
Sin haber sido transformada, la energía se proyecta bajo la forma de movimientos exteriores, palabras o acciones que nos debilitan. Pero, si en el momento en que aparece la fuerza contraria, la negación, veo de qué está ella compuesta, puedo mantenerme entre los dos umbrales y, con un esfuerzo especial, llegar a separar los elementos que parasitan esa emoción negativa. Así, tal vez, si mi esfuerzo es sincero y si es suficiente, se puede establecer un contacto con un centro emocional de otro tipo. Para ello, debo estar presente en el momento de fricción y vivirlo sin tomar partido para que se produzcan energías finas.
El cuerpo es un animal, el psiquismo es un niño. Hay que educar a ambos, poner a cada uno en su lugar. Tengo que tomar el cuerpo, hacerle comprender que él debe obedecer, no mandar. Por eso hay que ver qué sucede en mí, tengo que conocerme. Así puedo proponerme una tarea que corresponda con mis posibilidades -sobre el alimento o sobre los hábitos- y hacer que se ejerza una voluntad consciente. Creo una lucha entre el "sí" y el "no" para mi ser. Solo en ese justo momento comienza el trabajo.
Nuestra experiencia del sufrimiento nunca es voluntaria. Siempre mecánica, una reacción de la máquina. Lo que es voluntario es colocarse a sí mismo en las condiciones que traen consigo el sufrimiento y permanecer delante. Un hombre consciente no sufre ya; en la conciencia se es feliz.
...nunca veo la tensión como tensión, en el momento mismo. Solo veo el resultado que se produce en ella: la palabra, la imagen, la forma que ella produce, el movimiento a favor o en contra de la emoción con sus ondas, en una escala limitada. Pero la tensión misma, el movimiento de la energía, no lo veo. Soy víctima de él Y como esas tensiones y distensiones son lo que llamamos nuestra vida, lo que nos da la impresión de vivir, estamos apegadas a ellas con avidez. Nos parece que todo se derrumbaría si nos llegaran a faltar.
¿Cómo relacionar estas dos cosas: lo milagroso y la vida? A través de la acción. Sin la acción no hay milagro ni vida.(...)
Todo lo que hacemos - trabajar la amdera o la piedra, preparar una comida, un trabajo artístico o intelectual-, todo, puede ser o un acto automático o un acto de creación. Todo lo que hago en mi estado habitual es solo repetición. (...)
...necesito estar libre, sin imágenes o ideas, sin un pensamiento sojuzgado por una respuesta de la memoria. La libertad no es libertad de algo. La libertad está en el momento presente, un momento que nunca ha existido antes. la acción es inmediata, sin intervención del pensamiento. Nunca sé, sino que aprendo. Esto es siempre nuevo. Para aprender hay que tener la libertad de mirar. El pensamiento es silencioso, enteramente silencioso, libre. (...)
Una vez que el movimeinto se ha iniciado (...) ya no me pertenece. Nada puede impedirle dar los resultados consecuentes, buenos o malos, fuertes o débiles, puros o torcidos. Todo está, pues, en las disposiciones que preceden a la acción, al movimiento. Cada acto exige, pues, una cierta libertad de mi cuerpo, una cierta concentración de mi pensamiento, y un interés, un calor por lo que se está haciendo. Esto me llevará a una nueva manera de vivir.
Es importante ser pobre, pobre de conocimiento, pobre de creencias. Pobre de todo lo que pertenece al campo del ego. Pero yo lo dejaré sólo si lo conozco verdaderamente, si veo el proceso de su funcionamiento en su totalidad...; es decir, si me sostengo allí donde mis pensamientos, mis emociones y mis acciones se revelan ante mí. Si estoy constantemente sobre el "quién vive" de instante en instante, pasivo, lúcido...inmóvil.
La creación es la aparición de algo completamente nuevo. No es la poyección que surge de mi memoria, de hechos que ya han existido y que se repiten, la proyección de algo conocido. La creación solo aparece ante algo desconocido. Pero es difícil no saber, aceptar la idea de lo desconocido. Porque si acepto el hecho de no saber, de tener que tranquilizarme para recibir la impresión, me parece que estoy privado de la capacidad de "hacer", es decir, de probar que mi yo es algo importante, superior a los demás.
Trato de distraerme de ese sentimiento de no saber. Busco en mi memoria algo que me lo haga comprender. Pero cuando ya no puedo escaparme, cuando enfrento el hecho tal cual es y cuando ya no trato de darle un sentido que me convenga, ya no estoy separado de él y algo nuevo se crea. Ese hecho es la verdad, y la verdad no puede ser traducida. Se establece una relación, y esa relación es un acto de creación. Ante lo que es desconocido, lo que no comprendo, mi mente se vuelve silenciosa y en ese silencio descubro lo que es verdadero. En el acto de ver hay un acto de creación. Ver sin pensamiento es descubrir la realidad.
...hasta el momento en que me doy cuenta de ello y, por miedo a perderlo, le doy un nombre y una forma, y la sensación se desvanece.
El pensamiento puede cambiar fácilmente, pero el cuerpo y el sentimiento no pueden. Sin embargo, como dijo Gurjieff, el poder de transformación no está en el pensamiento. Está en el cuerpo y en el sentimiento. Y éstos no tienen exigencias mientras están satisfechos. Viven solo en el momento y su memoria es corta. Hasta ahora, la mayor parte de nuestro querer, de nuestros esfuerzos, ha venido del pensamiento. El pensamiento quiere obtener algo, cambiar algo. Pero lo que debe cambiar es la disposición del sentimiento. El querer debe venir del sentimiento, y el poder de hacer, la capacidad, debe venir del cuerpo.