AGOSTO
Reflexiones varias
Y volver, volver, vooolveeerrrr........
De las maravillosas vacaciones muy a menudo disfrutamos tanto (o más) la vuelta a casa como el viaje en sí.
Es fantástico pensar, desear, imaginar, proyectar, teletransportarnos a nuestro hogar, dulce hogar. Las vacaciones son estupendas, sí, pero hay veces que te pones en ese trance simplemente para poder disfrutar del reencuentro con tu añorada morada. Hay ocasiones en las que uno planifica viajes muy jodidos (en tiendas de campaña, hostales de mala muerte, en grupo, programados sin un minuto de respiro, transoceánicos, sin alojamiento, acoplándonos con la mochilita en pisos de colegas...) para poder volver a nuestra casa y disfrutarla más que cuando llegamos a ese hotel de un destino recóndito, promesa de aventuras, desconecte y cambio de vida.
Bueno, a lo mejor, he exagerado un poco, pero, sea como sea el viaje, y lo que te ha llevado a hacerlo, podemos distinguir dos fases fundamentales:
1- Preparación y llegada.
Con sus dos etapas: viajas primero con la mente, pensando en el clima, las cosas que se pueden hacer allí, restaurantes que visitar, museos o playas que no te puedes perder, eventos, pueblos cercanos, qué ropa llevar, qué cócteles tomar, programando días, carreteras, mapas...
Y luego viene el viaje en sí. Conviene no planificarlo mucho para que no haya decepciones y te pueda sorprender gratamente. Deja algo a la improvisación y la aventura.
2- Materialismo.
Empieza el cansancio, el hastío y el echar de menos las cosas materiales. Que le den a tu novio, a tus amigos y demás objetos animados (el perro es caso aparte y a éste sí que lo echaremos de menos con máxima intensidad, ése objeto decorativo dotado de movimiento y albedrío puede hasta arruinarnos el viaje de tanto pensar en él y querer verle, no te digo si lo hemos tenido que dejar en una guardería. Pero esto es tema aparte). Nos volvemos materialistas.
Es fantástico pensar, desear, imaginar, proyectar, teletransportarnos a nuestro hogar, dulce hogar. Las vacaciones son estupendas, sí, pero hay veces que te pones en ese trance simplemente para poder disfrutar del reencuentro con tu añorada morada. Hay ocasiones en las que uno planifica viajes muy jodidos (en tiendas de campaña, hostales de mala muerte, en grupo, programados sin un minuto de respiro, transoceánicos, sin alojamiento, acoplándonos con la mochilita en pisos de colegas...) para poder volver a nuestra casa y disfrutarla más que cuando llegamos a ese hotel de un destino recóndito, promesa de aventuras, desconecte y cambio de vida.
Bueno, a lo mejor, he exagerado un poco, pero, sea como sea el viaje, y lo que te ha llevado a hacerlo, podemos distinguir dos fases fundamentales:
1- Preparación y llegada.
Con sus dos etapas: viajas primero con la mente, pensando en el clima, las cosas que se pueden hacer allí, restaurantes que visitar, museos o playas que no te puedes perder, eventos, pueblos cercanos, qué ropa llevar, qué cócteles tomar, programando días, carreteras, mapas...
Y luego viene el viaje en sí. Conviene no planificarlo mucho para que no haya decepciones y te pueda sorprender gratamente. Deja algo a la improvisación y la aventura.
2- Materialismo.
Empieza el cansancio, el hastío y el echar de menos las cosas materiales. Que le den a tu novio, a tus amigos y demás objetos animados (el perro es caso aparte y a éste sí que lo echaremos de menos con máxima intensidad, ése objeto decorativo dotado de movimiento y albedrío puede hasta arruinarnos el viaje de tanto pensar en él y querer verle, no te digo si lo hemos tenido que dejar en una guardería. Pero esto es tema aparte). Nos volvemos materialistas.
Si hubiera que hacer una lista y poner en primer lugar lo que con más intensidad se echa de menos en nuestra faceta Willy Fog:
(Puesto muy reñido entre la cama y la ducha, pero nos decantamos por la primera por su importancia y mayor número de horas presente en nuestra vida).
1-LA CAMA
A) El Colchón. Lo añoramos intensamente, su dureza, tersura, elasticidad, ¿qué decir del tamaño? Su largo, cuando es demasiado corto y tienes que dormir o pegado al cabecero con el cuello más doblado que una alcayata o con los pies colgando clavándote el canutillo que delimita el final del colchón.
¿Alguien sabe el porqué de ese canutillo? No sirve nada más que para molestar. Por supuesto que sabes que no hay más cama, la sensación de vacío, de tener un pie colgando, es inconfundible. O como si fuera el tope para algún líquido... ¿Tal vez es decorativo? No debía de ser muy útil cuando las camas modernas lo han eliminado. Bien, vamos mejorando.
Y otra cosa a recordar es el ancho cuando de eso no tiene nada. Y encima te toca compartir. Aquí rompemos otra lanza a favor (que se suma a las ya rotas en nuestros años mozos, como si fuéramos protagonistas de un cuadro de Velázquez) y VOLVEMOS a reconocer la utilidad del Tetris de nuestra infancia. Para nuestros padres era esa absurda maquinita en la que nos gastábamos dinero en los billares del pueblo y que luego más tarde sonaba por la casa con su inconfundible melodía rusa para, más popularizada ya, gastar la batería de los móviles. Era ese juego que nos distraía de estudiar (como si hiciera falta un juego, ya ves tú, pero es que hay que buscar siempre una cabeza de turco, un culpable, el chivo expiatorio, porque la hija de mis padres no podía ser así vaga sin más). Vale, pues a día de hoy, hacer integrales o saber resolver ecuaciones de segundo grado no me han solucionado ningún problema, principalmente porque el problema ya lo traían ellas de por sí y rara vez un problema ha venido a solucionar otro problema. O bueno, a veces sí... aunque sería más correcto decir que un problema más grande hace que el pequeño se vea insignificante y prácticamente desaparezca, pero eso es harina de otro costal.
Una ecuación de segundo grado no ha venido nunca a sacarme las castañas del fuego y punto. Situación tipo:
- Puffff, me he quedado sin piso y sin curro, no sé qué voy a hacer, de qué voy a vivir, estoy a cero...
- Joder, qué marrón...
- Menos mal que sé hacer ecuaciones de segundo grado...
- ¿Qué dices? Pues toma las llaves de mi casa y un sueldo vitalicio de 1000 euros al mes.
No se ha dado el caso, que yo sepa, a no ser que hayas dado con un freaky que lleve un tiempo queriendo resolver una ecuación y dé recompensa por ello. Claro que además de freaky tiene que ser tonto porque la ecuación que cualquiera de nosotros sepa resolver no debe ser muy difícil.
Y no es que diga yo ahora que el Tetris vaya a solucionar los grandes problemas del mundo, no, pero en esos momentos en los que la cama peca de estrecha (y es la única que peca de eso porque en la cercanía, cualquier movimiento puede hacer que el otro piense de ti lo contrario) haber jugado al Tetris te da tablas para hacer más llevadera la situación. Los dos de lado en cucharita es una buena opción, pero si uno se pone boca arriba el otro irremisiblemente se tendrá que poner de lado, o al menos levantar un brazo y ponerlo sobre la cabeza porque ¡hay que ver en ocasiones lo que puede ocupar un brazo!, o ponerte boca abajo y dejarlo colgando (y clavarte de paso el canutillo del final de colchón) y así combinaciones y adaptaciones infinitas.
Doy por terminado el tema colchón. Sólo digo que en esto los americanos son más avezados y te ofrecen camas King Size, claro que en hoteles donde no hacen mucha falta, en el típico hostal de carretera, pues no. Nada, nada, no he escrito nada, ya decía yo.
B) La cama en sí. Lo que viene a ser el somier, la estructura si la hubiera. Que no chirríe y que el cabecero no esté suelto, chocando contra la pared cada vez que cambias de postura. Me acabo de visualizar hace años cubriéndolo con un jersey para amortiguar el ruido. Tu cabecero y, más importante aún, el del vecino, máximo si está en plena noche de bodas o practicando empecinadamente para ello. Importantísimo sin piecero en los put... pies, por muy bonito que quede. Porque las generaciones venimos, no sé si con más fuerza (y menos de espíritu), pero sí más altos. Échale la culpa al hambre durante la Guerra Civil, al cacao soluble o a la leche con su calcio, pero ver una cama con piecero me pone los pelos de punta porque ya sé que acabaré con contracturas por dormir (si llego a conseguirlo) hecha un siete (7).
Del colchón a a la cama, pasando por las sábanas: su suavidad, el olor, la tranquilidad de que sólo nosotros hemos dormido en ellas.
Depende de dónde viajes, tu nivel de tolerancia a espacios ajenos y su relación con tu anatomía, baja o sube, a discreción. Lo que se dice adaptarse al entorno. Porque en una cafetería de Madrid no se te ocurre beber de una taza tan limpia que chirría ya que a trasluz has vislumbrado una manchita, mientras que en un viaje por Estambul ni te fijas en el vaso que te están dando, ni, algo más digno de examen, ¡los cubiertos!
Pues con las sábanas igual, no te tumbarías ni "jarta vino" (bueno, jarta de vino tal vez sí) en según qué lugares y, ¡ojo!, según con quién vayas, porque parece que quejarse y ser muy escrupulosa es signo de distinción, de chica fina, delicada. Entonces está la que huele las sabanas, las ojea de arriba abajo con cara de asco, que incluso se ha traído las suyas de casa (sí, yo he conocido un especímen de estos). ¡ A saber qué habrán hecho ahí! Pues y ¿tú qué crees? Habrá gente elegante y decentísima que sólo haya dormido en estado de semilevitación, sin sudar, lagrimear ni babear... Pero habrá habido algún degenerado que haya sobado a pierna suelta con todas sus consecuencias y cabe la posibilidad de que hasta haya echado un polvo con su pareja. Pero bueno, creo que existe la palabra y el objeto conocido como lavadora y el dicho: "ojos que no ven...".
Pero tonterías y afectaciones aparte, cierto es que los niveles de tolerancia a la mugre, a lo ajeno, a lo que no ha pasado por nuestros exigentes estándares de limpieza y pulcritud, fluctúan según el medio en el que nos encontremos. Señal de inteligencia por otro lado. Y que la paranoia y la estupidez no pueden arruinarte un viaje y que son esas cosillas las que luego te hacen decir como resignado, pero claramente regocijado: "como un casa en ninguna parte".
Para terminar con el apartado "La cama y su ámbito: estructura, envoltorio y accesorios", casi mención aparte merecería la almohada, claro. Yo no soy muy tiquismiquis en este aspecto, seguramente porque he tenido suerte en la vida, porque sacando como le saco punta a todo, en este tema no tengo queja. Pero viendo que cada vez más hoteles añaden un menú de almohadas a sus servicios, me hace comprobar, una vez más, que puedo no ser el más coñazo de los mortales, que hay gente tan melindrosa como yo o que tal vez he sido afortunada en ese aspecto (yo y los que han disfrutado de mi compañía en los viajes, y no te digo nada aquellos encargados a los que les hubiera tocado en suerte (¿hacen falta comillas?) solucionarme la papeleta).
Accesorios aparte: mesilla de noche demasiado pequeña para dejar tu kit anti-insomnio (del que trataré más adelante), o demasiado alta que chocas continuamente con ella, luz de lectura a mano y que funcione, ausencia de televisión, temperatura de la habitación, ventanas y posibilidad de ventilación, inexistencia de persianas y tu incapacidad para dormir con una pizca de luz y, cómo no, el ruido. El mundanal ruido a la hora de dormir puede arruinarte claramente un viaje. Los que viven en sitios donde reina el silencio, tener un hotel en el centro de la ciudad y una habitación con vistas a ella puede ser una auténtica pesadilla. Pesadilla que hasta sería muy bienvenida si hubieran conseguido pegar ojo.
Y más y más detallitos, que parecen nimios, pero que son los que van haciendo mella y aumentando tus ganas de volver a casa.
Procuraré no extenderme tanto en el resto de detalles. Pasamos al punto 2:
2. LA DUCHA.
Aparte de los apartes merece especial hincapié todo lo relacionado con el agua: presión de salida, temperatura alcanzada y tiempo invertido en el proceso. Porque es fatal cuando no sale muy caliente pero también cuando no está suficientemente fría. Si eres fan de las duchas escocesas para activar la circulación, del último aclarado helado para dar brillo al pelo o por lo que quiera que sea que inflijas este castiguito, sabes de lo que hablo.
Otro trauma es que tarde en salir caliente. Te vuelves loco con el grifo y no sabes si la C es de Cold o de Caliente y venga a girarlo de izquierda a derecha con el brazo bajo el chorro teniendo la ilusión fantasma de que va templándose, desistiendo a los 3 minutos y volver a girar para, suspirando profundamente, intentar calmarte, y armarte de paciencia, dejar que corra el agua puesta a tope en un sentido y esperar un rato. Eso si estás en un hotel porque en casa de algún amigo ya has salido hecho una fiera con la toalla enrollada de mala manera y dando voces preguntando qué coj... pasa con el put... agua caliente.
Y otro aspecto delicado de la ducha, por no decir el que más, el punto milimétrico exacto en el que la mezcla de agua sale con la temperatura perfecta. Esto es una sabiduría, que como en casi todo, se alcanza con la experiencia. Vamos, que le habrás pillado el punto cuando tengas que dejar el alojamiento. Las primeras veces te conformarás con el agua un poquitín fría o caliente parta tu gusto. Porque los grifos tienen su personalidad, hay que tratarlos, girar un centímetro el grifo de casa puede significar algo muy distinto en el de otro sitio, y la rapidez de respuesta también. Así que giras un poco, no se cambia. Giras algo más, sigue sin cambiar. Otro poco, ¡ahhhh! ¡sale helada! Y es que estaba en proceso de asimilar tus órdenes de "¡a la de ya!". Entonces comprendes que tiene otro tempo que aprenderás tras tres o cuatro citas.
Y los detalles nimios. En un buen hotel es difícil tener queja, pero en alojamientos más de andar por casa (ojalá) o en hogares ajenos tener el número de toallas suficiente (suelo, cuerpo, pelo y cara son las básicas ¿no?) y que sean lo bastante grandes y envolventes, suelen incrementar el sentimiento de morriña.
Por supuesto has tenido que dejar la esponja, el secador y muchos de tus productos porque el tamaño no está permitido en el avión. (Sinceramente, ¿es necesario?, ¿alquien es capaz de hacer una bomba con 100 ml de líquido?, se necesitará algo más ¿no? Y con los controles que hay, ¿es posible que se escapen esos otros ingredientes? Aparte de la siguiente incongruencia: yo he viajado con 50 botecillos de menos de 100 ml, pero que sumados dan para hacer el explosivo en cuestión. No sé el motivo auténtico ni tengo una teoría de la conspiración, pero lo de la bomba no es, no me jodas). Realmente cansa que los días previos a un viaje tu baño parezca un laboratorio con tanto botecillo. También has dejado algunos productos por eso de ir ligera de equipaje. Encima se ta ha olvidado el peine y los discos de algodón (teniendo que desmaquillarte con papel, dejando los ojos llenos de chispitas blancas porque al día siguiente ni te acuerdas ni encuentras una farmacia).
Naderías, naderías que van aumentando el deseo de volver.
3. ALIMENTACIÓN (Incluido el tema "caprichos").
El desayuno. La gente con el tema del desayuno es muy jodida. El primer día asaltamos el buffet con curiosidad y alegría. Probamos todo lo que tienen, hacemos nuestra clasificación de qué merece la pena y qué no, nos apretamos el desayuno inglés, los beans, el bacon, los huevos revueltos, la fruta fresca de varios tipos, toda la variedad de quesos, el jamón, los croissants, las magdalenas, nos hacemos unas tostadas, probamos los zumos, el cacao, el té y el café, si estamos en Asia tomamos dim-sum y si pasamos por Mallorca, sobrasada; los pastelillos, un yogurt y el tazón de cereales. Pero al siguiente día queremos nuestro desayuno de toda la vida. Eso es así. Con el resto de comidas somos más tolerantes pero con la primera colación del día no se juega.
Y sí, tomamos café, pero no en el tamaño de taza que nos gusta, ni con el sabor, matices y aroma del que tenemos en casa, ni la leche hace la espumilla suficiente.
(¿es posible que el tintineo de la cucharilla con la taza sea demasiado estridente?)
Y yo, más conocida como "estómago de hierro", no suelo tener problemas con las comidas: me gusta casi todo, me encanta experimentar y, lo más importante, es difícil que algo me siente mal. No quiero imaginar a los de digestiones difíciles. Pero incluso así, uno de los factores que más nos hacen pensar en HOME es el tema de las comidas. Nuestros sabores, cantidad, recetas. Llega un punto que estas empachado y no ves el momento de tomar la, hasta no hace tantos días denostada, ensalada de habichuelas con tomate y un chorrito de aceite.
Podríamos extendernos con mil detalles más según lo paranoico y/o coñazo que sea el viajero, pero este proceso indefectiblemente culmina en el momento en el que empezamos a tararear, para terminar cantando a grito pelado:
Nos dejamos hace tiempo, pero me llegó el momento de perder
tú tenías mucha razón, le hago caso al corazón y me muero
por volver
'Y volver, vooooolver, volveeeeeeeeeeeeer a tus brazos otra vez,
llegaré hasta donde estés
yo sé perder,yo sé perder, quiero volver, volver,
volver...
http://www.youtube.com/watch?v=0peANtDLVdI
La Mesilla de Noche
Si hay algo que revela claramente que una persona no duerme bien, es la mesita de noche. A mayor número de objetos, mayor el nivel de insomnio del propietario.
En mi mesita de noche cuento con todas las idioteces necesarias para la tranquilidad nocturna. Vaso de agua, cacao labial, crema de manos, pañuelo de papel, flexo con la luz perfecta para lecturas improvisadas Pro-Morfeo (esto depende de lo interesante que sea el libro y de lo que le guste a uno la lectura porque puede ser muy contraproducente); cargador del móvil (no dudes que verás que se ha quedado sin batería cuando ya estés relajado en la cama), el propio móvil (si te despiertas en medio de la noche y no puedes ver la hora, te espabilarás pensando cuál será, tal vez muy tarde, cuánto te queda por dormir, además de que tal vez es necesario que te haga falta utilizarlo a modo de linterna para hacer, por ejemplo, uso del ansiolítico trío: "cigarrito-mechero-cenicero" sin liar la de Dios es Cristo)
(Me encanta esta expresión por todo lo que implica: bajada de Dios en forma humana, que si el Espíritu Santo como ángel anunciador de una inmaculada concepción, María explicándoselo a José, éste que empieza a tener sueños reveladores, huída de Egipto a lomos de una mula, pesebres, Reyes de Oriente, pastores, y toda la que se lió hasta que fue crucificado (Cristo)... Discusiones en la Sinagoga, milagros, persecuciones, barcas, agua en vino, pan en peces, bodas, conversiones, acusaciones, bolsa de monedas, traiciones con besos, negaciones antes de que cante el gallo, juicios, momentos de debilidad (y de sueño) en el Campo de los Olivos, prendimientos, peregrinaciones por el desierto, tentaciones del diablo, lanzas, vinagre, temblores de tierra, suspiros, ladrones con el mismo fin... Todo lo que viene a ser "armar la de Dios es Cristo")..
Esto, extrapolado a tu mesilla de noche se manifiesta en una mano tímida y tanteante que busca el móvil para toparse primero con el vaso de agua que tira al suelo (impepinablemente lleno), empapando las revistas que tenías cerca, el libro, puede que el ordenador portátil, algo de ropa, el móvil... Así que, brinco y a salir (instante adornado con una BSO a base de todo tipo de improperios) corriendo a por una toalla, fregona y demás objetos absorbentes y comenzar con el proceso de secado: primero los objetos electrónicos, seguido de un sacudir de agendas, libros, revistas y demás medios impresos, para terminar con la mesilla y el suelo. ¡Somnífero garantizado!
En mi mesita de noche cuento con todas las idioteces necesarias para la tranquilidad nocturna. Vaso de agua, cacao labial, crema de manos, pañuelo de papel, flexo con la luz perfecta para lecturas improvisadas Pro-Morfeo (esto depende de lo interesante que sea el libro y de lo que le guste a uno la lectura porque puede ser muy contraproducente); cargador del móvil (no dudes que verás que se ha quedado sin batería cuando ya estés relajado en la cama), el propio móvil (si te despiertas en medio de la noche y no puedes ver la hora, te espabilarás pensando cuál será, tal vez muy tarde, cuánto te queda por dormir, además de que tal vez es necesario que te haga falta utilizarlo a modo de linterna para hacer, por ejemplo, uso del ansiolítico trío: "cigarrito-mechero-cenicero" sin liar la de Dios es Cristo)
(Me encanta esta expresión por todo lo que implica: bajada de Dios en forma humana, que si el Espíritu Santo como ángel anunciador de una inmaculada concepción, María explicándoselo a José, éste que empieza a tener sueños reveladores, huída de Egipto a lomos de una mula, pesebres, Reyes de Oriente, pastores, y toda la que se lió hasta que fue crucificado (Cristo)... Discusiones en la Sinagoga, milagros, persecuciones, barcas, agua en vino, pan en peces, bodas, conversiones, acusaciones, bolsa de monedas, traiciones con besos, negaciones antes de que cante el gallo, juicios, momentos de debilidad (y de sueño) en el Campo de los Olivos, prendimientos, peregrinaciones por el desierto, tentaciones del diablo, lanzas, vinagre, temblores de tierra, suspiros, ladrones con el mismo fin... Todo lo que viene a ser "armar la de Dios es Cristo")..
Esto, extrapolado a tu mesilla de noche se manifiesta en una mano tímida y tanteante que busca el móvil para toparse primero con el vaso de agua que tira al suelo (impepinablemente lleno), empapando las revistas que tenías cerca, el libro, puede que el ordenador portátil, algo de ropa, el móvil... Así que, brinco y a salir (instante adornado con una BSO a base de todo tipo de improperios) corriendo a por una toalla, fregona y demás objetos absorbentes y comenzar con el proceso de secado: primero los objetos electrónicos, seguido de un sacudir de agendas, libros, revistas y demás medios impresos, para terminar con la mesilla y el suelo. ¡Somnífero garantizado!
A vueltas con el señor Komarovski
Ya cité el mes pasado este diálogo de la película El Doctor Zhivago. Y se quedó en algún rincón de mi cabeza dando vueltas...
- Sr Komarovsky; espero no ofenderle. ¿Mejora la gente con el tiempo?
- Se hacen un poco más tolerantes.
- Porque tienen más que tolerarse a ellos mismos.
Pero en muchas ocasiones no nos hacemos tolerantes porque haya más que tolerarnos a nosotros mismos, sino a los demás. Lo que estamos es decepcionados. Porque ha habido situaciones en las que nos han criticado duramente y entonces nos hemos exigido el máximo renunciando tal vez a lo que realmente queríamos hacer y, si no, pues cargando con horribles arrepentimientos y sentimientos de culpa. Pero la vida, con su ironía, sus vueltas y cambio de tornas constante, de repente pone al crítico y al criticado en la misma situación pero con los papeles cambiados. Y no esperes que el otro responda ni actúe como te exigió. Desengáñate. Hará lo que le apetezca hacer sin importarle absolutamente nada de lo que dijo cuando estaba en el otro rol. Y te sentirás muy idiota por haberle hecho caso (porque en realidad lleva razón) y sobretodo por haberlo pasado tan mal si no se lo hiciste.
Por tanto, nos volvemos menos exigentes porque exigir más sería de idiotas, alejados de la realidad y utópicos. Ya hemos visto hasta dónde se puede llegar y pedir. Los demás exigen, se enfadan y ofenden cuando no cumples con lo que "deberías", hasta que se ven ellos en la misma situación y entonces... Pues tampoco lo hacen, entonces reclamas lo mismo que te pidieron en su día y...¡¡claro que no cumplen!!
Por eso nos volvemos más tolerantes... Bajamos el listón... Llámale tolerante, decepcionado, realista.
Claro que también estoy de acuerdo en que te vuelves menos exigente porque tienes más cosas que tolerarte a ti mismo. Por eso había comenzado con la cita de Franzen:
Tenía toda la pinta de ser lo que era: un antiguo jugador de lacrosse de Haverford y, en lo esencial, un hombre como Dios manda, a quien nada malo le había ocurrido nunca y a quien, por consiguiente, más valía no decepcionar.
Me da miedo esa gente que no ha tenido problemas, que siempre le ha ido todo bien, que la vida no les ha arañado. Y ellos tampoco han ido a la búsqueda de experiencias, de vivir. Si acaso han fingido hacerlo para parecer arriesgados, aventureros, valientes, pero siempre protegidos, siempre tras la barrera, siempre con la tranquilidad de que un chasquido les sacaría del atolladero. Y en realidad es una suerte... Y que a nadie de su familia le haya ocurrido algo "raro"... Pero ¡cómo no!, ¡en todos lados cuecen habas! Aunque seguramente le han dado la espalda y lo consideran el marginado, la oveja negra, del que no se habla. Así que no han desarrollado la empatía, "nunca me pasaría algo así a mí", porque si no no podrían sentirse superiores y diferentes, especiales. Increíbles, intachables, envidiables, impecables.Intocables. Sin ninguna falta. Me dan miedo.
Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y un amor profundo. La gente bella no surge de la nada.
Elizabeth Kübler-Ross
- Sr Komarovsky; espero no ofenderle. ¿Mejora la gente con el tiempo?
- Se hacen un poco más tolerantes.
- Porque tienen más que tolerarse a ellos mismos.
Pero en muchas ocasiones no nos hacemos tolerantes porque haya más que tolerarnos a nosotros mismos, sino a los demás. Lo que estamos es decepcionados. Porque ha habido situaciones en las que nos han criticado duramente y entonces nos hemos exigido el máximo renunciando tal vez a lo que realmente queríamos hacer y, si no, pues cargando con horribles arrepentimientos y sentimientos de culpa. Pero la vida, con su ironía, sus vueltas y cambio de tornas constante, de repente pone al crítico y al criticado en la misma situación pero con los papeles cambiados. Y no esperes que el otro responda ni actúe como te exigió. Desengáñate. Hará lo que le apetezca hacer sin importarle absolutamente nada de lo que dijo cuando estaba en el otro rol. Y te sentirás muy idiota por haberle hecho caso (porque en realidad lleva razón) y sobretodo por haberlo pasado tan mal si no se lo hiciste.
Por tanto, nos volvemos menos exigentes porque exigir más sería de idiotas, alejados de la realidad y utópicos. Ya hemos visto hasta dónde se puede llegar y pedir. Los demás exigen, se enfadan y ofenden cuando no cumples con lo que "deberías", hasta que se ven ellos en la misma situación y entonces... Pues tampoco lo hacen, entonces reclamas lo mismo que te pidieron en su día y...¡¡claro que no cumplen!!
Por eso nos volvemos más tolerantes... Bajamos el listón... Llámale tolerante, decepcionado, realista.
Claro que también estoy de acuerdo en que te vuelves menos exigente porque tienes más cosas que tolerarte a ti mismo. Por eso había comenzado con la cita de Franzen:
Tenía toda la pinta de ser lo que era: un antiguo jugador de lacrosse de Haverford y, en lo esencial, un hombre como Dios manda, a quien nada malo le había ocurrido nunca y a quien, por consiguiente, más valía no decepcionar.
Me da miedo esa gente que no ha tenido problemas, que siempre le ha ido todo bien, que la vida no les ha arañado. Y ellos tampoco han ido a la búsqueda de experiencias, de vivir. Si acaso han fingido hacerlo para parecer arriesgados, aventureros, valientes, pero siempre protegidos, siempre tras la barrera, siempre con la tranquilidad de que un chasquido les sacaría del atolladero. Y en realidad es una suerte... Y que a nadie de su familia le haya ocurrido algo "raro"... Pero ¡cómo no!, ¡en todos lados cuecen habas! Aunque seguramente le han dado la espalda y lo consideran el marginado, la oveja negra, del que no se habla. Así que no han desarrollado la empatía, "nunca me pasaría algo así a mí", porque si no no podrían sentirse superiores y diferentes, especiales. Increíbles, intachables, envidiables, impecables.Intocables. Sin ninguna falta. Me dan miedo.
Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y un amor profundo. La gente bella no surge de la nada.
Elizabeth Kübler-Ross
Otra manera de controlar y manipular es la que surge de los desfases o desigualdades en los sentimientos entre dos personas. Me explico.
¿Cuántas veces nos han reprochado la falta de interés, nuestro egoísmo, los pocos miramientos hacia una persona (normalmente el autor de los reproches)?
En los sentimientos más apasionados o el aburrimiento del acusador hay que buscar la causa. He tenido que oír críticas (con mis consiguientes dudas y comeduras de tarro, porque la gente va por ahí dando su opinión y a mí no me entra por un oído y me sale por otro, no, a mí me entra perfectamente por un oído y se queda ahí dando vueltas y más vueltas por los siglos de los siglos) sobre mi egoísmo y mi manera de ir por la vida "a mi bola", sin tener en cuenta a los demás, dejando, cito textualmente, "cadáveres emocionales" a mi paso. Entonces te paras, reflexionas y te dices que a lo mejor tienes que estar más pendiente de esa persona, que tal vez tiene razón...y te vuelcas en él. Le emociona tu interés y responde al mismo nivel y todo es un ir y venir de llamadas, de mensajes, de planes juntos... Pero con diferentes ópticas: por un lado la de sorpresa, ilusión e implicación en una amistad recién descubierta pero no por ello menos intensa y profunda, por otro lado, el despliegue de las mejores armas de seducción para demostrar que es el amor de tu vida.
Pero esto tiene un final: cuando la segunda parte realmente constata y se convence de que no va a llevarte al huerto. O hasta que se echa novia. Te llamabas. Sí, en pasado. Y olvídate de toda esa relación que te había exigido con reproches y haciéndote sentir culpable. Ahora la persona falta de atención eres tú y no puedes menos que quedarte alucinada. ¿Dónde están todas esas visitas, esos planes juntos, esos emails largos llenos de links de música, etc? Y te preguntas qué has hecho mal, si le has ofendido. Y no conscientemente, pero sí. Ve que tu interés no es el mismo que el suyo y se siente como un idiota. Lamenta haber sido tan dependiente de alguien que no lo es de él, que no va a conseguir el tipo de relación, de intimidad que desea. Siente haber dedicado tiempo a una historia que se ha montado en la cabeza cuando la realidad era otra muy distinta.
Claro que el hostiazo te lo pegas tú. Te habías entregado a esa amistad, teniendo especial cuidado con las susceptibilidades y sensibilidad del otro porque parece que una va arrasando, que no le importa nada, y no es así, y para que quede claro te involucras y lo das todo. Habías dejado el tipo de sentimientos claro desde el principio, y pensabas que era eso, amistad, no cabezonería y esa teoría masculina de que cuando decimos "no" en realidad queremos decir "sí". Ese empecinamiento propio de los hombres, esa seguridad en que el roce hará el cariño. Y si la exigente era mujer, esa necesidad de estar con alguien, de tener una mitad a la que llamar continuamente y contarle todo, de la que depender, con la que compartir hasta el más pequeño detalle de sus vidas. Pero buscan un novio y mientras aparece te utilizan para que compenses sus necesidades emocionales de formar parte de una pareja-unidad contra el mundo, para que le hagas la cobertura en discotecas y eventos y consiga encontrar esa mitad que tanto necesita y que parece ser excluyente de otro tipo de relación.
Qué decepción y sobretodo, qué gilipollas haberme puesto en duda a mí misma, mi comportamiento, porque alguien opinó así. Otra forma de manipular, opinando y criticando. Y te quedas con un palmo de narices.
¿Cuántas veces nos han reprochado la falta de interés, nuestro egoísmo, los pocos miramientos hacia una persona (normalmente el autor de los reproches)?
En los sentimientos más apasionados o el aburrimiento del acusador hay que buscar la causa. He tenido que oír críticas (con mis consiguientes dudas y comeduras de tarro, porque la gente va por ahí dando su opinión y a mí no me entra por un oído y me sale por otro, no, a mí me entra perfectamente por un oído y se queda ahí dando vueltas y más vueltas por los siglos de los siglos) sobre mi egoísmo y mi manera de ir por la vida "a mi bola", sin tener en cuenta a los demás, dejando, cito textualmente, "cadáveres emocionales" a mi paso. Entonces te paras, reflexionas y te dices que a lo mejor tienes que estar más pendiente de esa persona, que tal vez tiene razón...y te vuelcas en él. Le emociona tu interés y responde al mismo nivel y todo es un ir y venir de llamadas, de mensajes, de planes juntos... Pero con diferentes ópticas: por un lado la de sorpresa, ilusión e implicación en una amistad recién descubierta pero no por ello menos intensa y profunda, por otro lado, el despliegue de las mejores armas de seducción para demostrar que es el amor de tu vida.
Pero esto tiene un final: cuando la segunda parte realmente constata y se convence de que no va a llevarte al huerto. O hasta que se echa novia. Te llamabas. Sí, en pasado. Y olvídate de toda esa relación que te había exigido con reproches y haciéndote sentir culpable. Ahora la persona falta de atención eres tú y no puedes menos que quedarte alucinada. ¿Dónde están todas esas visitas, esos planes juntos, esos emails largos llenos de links de música, etc? Y te preguntas qué has hecho mal, si le has ofendido. Y no conscientemente, pero sí. Ve que tu interés no es el mismo que el suyo y se siente como un idiota. Lamenta haber sido tan dependiente de alguien que no lo es de él, que no va a conseguir el tipo de relación, de intimidad que desea. Siente haber dedicado tiempo a una historia que se ha montado en la cabeza cuando la realidad era otra muy distinta.
Claro que el hostiazo te lo pegas tú. Te habías entregado a esa amistad, teniendo especial cuidado con las susceptibilidades y sensibilidad del otro porque parece que una va arrasando, que no le importa nada, y no es así, y para que quede claro te involucras y lo das todo. Habías dejado el tipo de sentimientos claro desde el principio, y pensabas que era eso, amistad, no cabezonería y esa teoría masculina de que cuando decimos "no" en realidad queremos decir "sí". Ese empecinamiento propio de los hombres, esa seguridad en que el roce hará el cariño. Y si la exigente era mujer, esa necesidad de estar con alguien, de tener una mitad a la que llamar continuamente y contarle todo, de la que depender, con la que compartir hasta el más pequeño detalle de sus vidas. Pero buscan un novio y mientras aparece te utilizan para que compenses sus necesidades emocionales de formar parte de una pareja-unidad contra el mundo, para que le hagas la cobertura en discotecas y eventos y consiga encontrar esa mitad que tanto necesita y que parece ser excluyente de otro tipo de relación.
Qué decepción y sobretodo, qué gilipollas haberme puesto en duda a mí misma, mi comportamiento, porque alguien opinó así. Otra forma de manipular, opinando y criticando. Y te quedas con un palmo de narices.
De vasos y medidas.
No es rencor, es buena memoria. Porque hay una cosita que probablemente no es la más importante, ni la más grave, seguramente es una tontería, pero esa tonta gotita, colma el vaso. Y lo mismo yo tengo un vaso de chupito y no una jarra de cerveza, depende del que opine en cada momento y de sus experiencias vividas en la materia a cuestionar.
Y no a todo el mundo le sirves tu paciencia en el mismo vaso. Por razones que se escapan a este análisis (aunque si me pongo lo hago, ya tengo materia para mis desvelos) hay gente a la que le sirves una tacita de café y a otros una jarra. También hay veces que el "agravio" hace que le des un manotazo al recipiente a la primera de cambio y a tomar por culo todo (que también depende de lo quemada que te pille y de si meten el dedo en una llaga en la que a todo el mundo le ha dado últimamente por meter su extremidad). O gente con la que empezaste con un precavido y escéptico vaso de chupito y de repente te encuentras que ya van llenando un bidón. Vale. El caso es que llega la gota (tonta, habíamos quedado). Y no es que hayas estado todas las noches repasando las cosas que te han ido molestando, es que esa gota es como una carta que destapa todas las demás. Cosas de las que no eras consciente, que estaban como latentes, de repente adquieren una luz deslumbrante, hechos que habían pasado desapercibidos se te representan con meridiana claridad, los detalles sin importancia adquieren fuerza, y coges aguja e hilo, te sientas a lo indio y empiezas con la tarea de atar cabos y tejer una historia, recolectas los fotogramas y te montas una película.
Y a partir de ahí, ya no se sirve más bebida a este cliente en mi bar. O sí. En cucharaditas y poco más.
Y no a todo el mundo le sirves tu paciencia en el mismo vaso. Por razones que se escapan a este análisis (aunque si me pongo lo hago, ya tengo materia para mis desvelos) hay gente a la que le sirves una tacita de café y a otros una jarra. También hay veces que el "agravio" hace que le des un manotazo al recipiente a la primera de cambio y a tomar por culo todo (que también depende de lo quemada que te pille y de si meten el dedo en una llaga en la que a todo el mundo le ha dado últimamente por meter su extremidad). O gente con la que empezaste con un precavido y escéptico vaso de chupito y de repente te encuentras que ya van llenando un bidón. Vale. El caso es que llega la gota (tonta, habíamos quedado). Y no es que hayas estado todas las noches repasando las cosas que te han ido molestando, es que esa gota es como una carta que destapa todas las demás. Cosas de las que no eras consciente, que estaban como latentes, de repente adquieren una luz deslumbrante, hechos que habían pasado desapercibidos se te representan con meridiana claridad, los detalles sin importancia adquieren fuerza, y coges aguja e hilo, te sientas a lo indio y empiezas con la tarea de atar cabos y tejer una historia, recolectas los fotogramas y te montas una película.
Y a partir de ahí, ya no se sirve más bebida a este cliente en mi bar. O sí. En cucharaditas y poco más.
Por cierto, no sé el porqué del sentido peyorativo de la expresión: "montarse una película". Siempre estamos cámara al hombro (de hecho, sobre los dos hombros. Sería nuestra cabeza, con los ojos como focos que encuadran y captan imágenes. Éstas pasan directamente a la sala de edición y montaje, el cerebro, donde le damos importancia, resaltamos lo que nos interesa, más nos impacte, nos guste, nos repele. Todo bajo la batuta del director que es nuestro propio yo, que elige qué sentido le va a dar a lo grabado. Y antes de grabar, las funciones de producción y fotografía. Si decido ir a comer cochinillo a Segovia o a hacer puenting a Nepal, la película será muy diferente. Y el guión... ¡¡Lo más importante, lo que determina el derrotero de la peli y a lo que menos atención le prestamos!!
El caso es, y aquí no voy a descubrir la pólvora, que la objetividad no existe, simplemente porque tenemos sentimientos y un background, unas vivencias y experiencias. Y hay detalles que nos llaman más la atención que otros Esto es así. Si simplemente en lo que es la descripción de un lugar, tres individuos opinarían cosas bastante distintas:
- "Era una habitación espaciosa, blanca, con una cama... yo qué sé...¡normal!"
- "Me sorprendió que no tuviera ningún póster ni objetos personales. Pero eso le daba un toque especial, artístico, con el color hueso y algunas grietas...".
- "Agobiante, ¡no tenía ventanas!, el color, no sé, claro, supongo. Se veía desordenada..."
Y así infinitas. No podemos dejar de proyectar nuestras experiencias, nuestros complejos, en lo que vemos. Lo que es nuestro "punto de vista".
Y si así es en un espacio, ¡¡qué decir de los hechos y si además te afectan!!
La experiencia no es lo que le pasa a un hombre, es lo que hace un hombre con lo que le pasa.
Aldous Huxley
- (...) Nosotros no queremos una invención. Queremos "datos concretos", como dirían ustedes.
- Quiero decir que el hecho de contar una historia, de emplear palabras, sean de mi idioma o del suyo, ¿no es en sí una invención? ¿El mero hecho de observar el mundo no es en sí una invención?
- Esto...
- A ver, el mundo no es sólo como lo vemos sino también como lo entendemos, ¿no? Y al entender una cosa, le añadimos algo, ¿no? ¿eso no convierte a la vida en un cuento?.
(Vida de Pi, Yann Martel).
En mi opinión, los hechos nada tienen que ver con la Verdad.
(William Faulkner)
El caso es, y aquí no voy a descubrir la pólvora, que la objetividad no existe, simplemente porque tenemos sentimientos y un background, unas vivencias y experiencias. Y hay detalles que nos llaman más la atención que otros Esto es así. Si simplemente en lo que es la descripción de un lugar, tres individuos opinarían cosas bastante distintas:
- "Era una habitación espaciosa, blanca, con una cama... yo qué sé...¡normal!"
- "Me sorprendió que no tuviera ningún póster ni objetos personales. Pero eso le daba un toque especial, artístico, con el color hueso y algunas grietas...".
- "Agobiante, ¡no tenía ventanas!, el color, no sé, claro, supongo. Se veía desordenada..."
Y así infinitas. No podemos dejar de proyectar nuestras experiencias, nuestros complejos, en lo que vemos. Lo que es nuestro "punto de vista".
Y si así es en un espacio, ¡¡qué decir de los hechos y si además te afectan!!
La experiencia no es lo que le pasa a un hombre, es lo que hace un hombre con lo que le pasa.
Aldous Huxley
- (...) Nosotros no queremos una invención. Queremos "datos concretos", como dirían ustedes.
- Quiero decir que el hecho de contar una historia, de emplear palabras, sean de mi idioma o del suyo, ¿no es en sí una invención? ¿El mero hecho de observar el mundo no es en sí una invención?
- Esto...
- A ver, el mundo no es sólo como lo vemos sino también como lo entendemos, ¿no? Y al entender una cosa, le añadimos algo, ¿no? ¿eso no convierte a la vida en un cuento?.
(Vida de Pi, Yann Martel).
En mi opinión, los hechos nada tienen que ver con la Verdad.
(William Faulkner)